Partida Rol por web

​Al entrar en la tienda, con el traje algo arrugado por las vicisitudes del día, miro a mi alrededor con algo de curiosidad y me siento tranquilamente fijándome en la disposición de la comida y de los comensales, aunque mi mirada se detiene unos segundos en los miembros de la policía turística mientras enarco una ceja.

Cuando la señorita Geend comienza a hablar miro al Doctor Moctezuma y asiento en su dirección para saludarlo en silencio.

Tras sus palabras se presenta la Doctora Eklund, asiento también en su dirección para saludarla y la miro con cierta curiosidad y sorpresa mientras se presenta y pasa la palabra al joven que se sienta a su lado, que resulta ser uno de sus estudiantes. Mi mirada se posa en él y también lo saludo asintiendo con la cabeza mientras habla.

Dado que el resto parece dudar, cambio levemente mi postura para presentarme.

- Damas y caballeros. - Digo con mi marcado acento inglés. - Soy el Doctor Samuel Colbert de la Universidad de Oxford, Catedrático del departamento de Lenguas Muertas de la Universidad y doctorado en Egiptología. - La mirada se desvía hacia la señorita Geend, mientras asiento en su dirección, antes de continuar. - Quisiera aprovechar este momento para agradecer a la señorita Geend tanto la oportunidad de estudiar esta nueva pirámide como la oportunidad de trabajar tanto con el Doctor Moctezuma como con ustedes.

Tras mi intervención, me relajo un poco cediendo la palabra a los demás.

DJ

Durante la cena se había presentado por el momento Eva, Matos, Samuel, Jean, Karina, y algunos de los presentes habían ya visto la presencia del joven policía llamado Hakim,

Mientras Eva miraba con esos ojos grandes y profundos a Dante y Masud y mientras jugueteaba con una copa de fino cristal, casi vacía de vino espumoso, comento a los presente algunas dudas que pudieran rondarle por su cabeza.

Habrán visto que tenemos a un miembro de la policía; pues verán, resulta -pausa- Resulta que desde que abrimos la entrada a la pirámide la semana pasada, han enfermado desde entonces, tres de los nueve miembros de mi equipo de excavación, Obreros a sueldo por unas libras Egipcias.

El gobierno preocupado ha decidido reforzar el lugar, y de paso investigar el motivo que enfermen y entren en coma.

Por el momento estás haciendo una especie de cuarentena a estos obreros, los encontrareis a 400 metros de aquí, en unas tiendas de campaña medicas, yo en me acercaría mucho, por si acaso.

Han cogido muestras en esta zona y testado la pirámide, si bien no han encontrado nada por el momento piensan que puede ser amoníaco, formaldehído y ácido sulfhídrico que, si bien son gases tóxicos, también resultan fáciles de detectar en concentraciones peligrosas por su fuerte olor, al abrir la entrada de la pirámide se ve que despidió estos gases por el prolongado encierro durante milenios, ahora no hay peligro.

Mañana lo podrán comprobar.

Mi madre estaba hablando con esos hombres raros, pero yo había encontrado  un bicho muerto sacado de la arena y fui corriendo a enseñarlo a mi mama; ella  me dijo que no era más que un escorpión muerto, y que no volviera a acercarme a esos bichos pues si me picaban me pondría muy malito.

Luego lo fui enseñando a algunos de esos hombres y riendo y jugando me volví a fuera de la tienda de campaña.

ras la interrupción de mi hijo continuo.

Estamos aquí para descubrir que tiene de especial esta pirámide a las otras, vistas hasta la fecha, espero que estos descubrimientos nos den a todos fama y renombre.

Dejo de jugar con la copa y vuelvo a mirar a los que no se han presentado todavía.

Por si quieren añadir algo a demás de su presentación.

Eva por favor no alarme a nuestro nuevos colaboradores, el caso es que no sea descubierto el verdadero motivo y las pruebas indican que ahora todo esta bien, además de que estamos delante de algo grande para nuestro futuro.

​Estudio atento los comentarios de la señorita Geend, sin poder evitar sonreír ante la interrupción del niño, y cuando se acercó a mi no dude en alabar su hallazgo ni en jugar un poco con él.

- Un niño siempre es un niño, independientemente de la situación. - Digo a modo de disculpa. Hasta que lo veo salir de la tienda tranquilamente. - ¿Estará seguro ahí fuera? ​- Pregunto dubitativo.

Medito unos breves instantes sobre lo que han dicho sin poder evitar sonreír levemente, antes de añadir:

- Como dijo el gran Howard Carter cuando le preguntaban por la Maldición de Tutankhamon, "Todo espíritu de comprensión inteligente se halla ausente de esas estúpidas ideas". - Mi sonrisa se ensancha. - No se preocupe, Doctor Moctezuma, somos personas de ciencia, no nos vamos a dejar amilanar por unos rumores sin fundamento.

Me remuevo ligeramente en la silla, la idea de una "maldición" como tal sabía que eran historias de viejas para asustar a jóvenes egipcios, pero los compuestos químicos y/o las trampas que pudieran haber dejado atrás los correos constructores...Eso ya era algo que me hacía muchísima menos gracia.

No es por parecer supersticioso...Pero...No estaremos en peligro en algún momento, miro fugazmente a Karina, ninguno de nosotros.

Después del rubor ante el comentario de mi superior, vuelvo a la cena sin demasiadas ganas de comentar nada con nadie. Si ya de por sí me aburre ser policía turístico, tener que encima pasar la noche fuera, lejos de El Cairo, me molesta especialmente. Esas horas extras no están bien pagadas y hacen que no pueda disfrutar de mi preciado tiempo libre dedicándome a entrenar.

No es hasta que la otra rubia, la que según mi superior es la jefa de aquel tinglado y que también está de muy buen ver, habla de obreros enfermos y cuarentenas cuando vuelvo a dirigir mi atención a la charla entre científicos. Pese a la admiración que siento por sus curvas, no puedo reprimir cierto desprecio al escucharla hablar. La altanería y la soberbia es un denominador común en la presente cena, pero lo de esa tal Eva Geend consigue que sienta verdadero desagrado.

“Comprendo que estos europeos necesiten niñera, pero ¿qué servicio puede ofrecerles la Policía Turística ante una enfermedad? O ante… ¿una maldición?”

Ante la mención de Howard Carter  por el Catedratico Samuel colbert alzo mi copa de vino espumoso y digo.

AH, Sí, Por el señor Howard Carter ya que el 22 de noviembre del 22 nos descubrio las maravillas de la tumba de Tumtankamón, y que nuestras proezas y descubrimientos sean iguales o superiores a las suyas.

Mañana con la plena luz del día tendríamos una día emocionante, no se había llegado aún a la camara principal de esta piramide y luego estaba el tema de los escritos en la entrada de la piramide.

Estaba fuera jugando y tras la llegada de los mayores me dispuse a "cotillear" entrando en sus tiendas, pues quizás tengan juguetes interesantes...

"Esto me permitiria destacar en la clase social más alta, ya estoy viendo como las amistades de mis "papis" me señalan al pasar, todos me rodearan en las fiestas para que les cuente historias y les enseñe cosas antiguas de mi colección personal.

Será super."

Con estos pensamientos alzo mi coma ante el brindis del señor Matos. 

Y sonrio muy Satisfecha por lo que vamos a descubrir.

Me sorprende ver un niño correteando por aquí.- Vaya, ¡un niño!, así que no son seres mitológicos.- esbozo una divertida sonrisa mientras le observo salir de la tienda, la verdad es que no me apasionan.

Vuelvo a coger el hilo de la conversación. -No te preocupes joven Jean Luc, no nos pasará nada, además tenemos nuestro propio equipo de policía velando por nosotros.- Afirmo con la seguridad de que cualquiera se dejaría cortar las manos antes de que yo perdiera la mía.

-Nunca rechazo un brindis por un buen motivo.- Aunque este lo sea. Alzo la copa, y sonrío mirando de soslayo al chico de la policía turística.

Después de eso me recojo en mi tienda, me extraña la timidez de algunas de las personas del equipo, tengo la sensación de que apenas las he conocido. Igual se van abriendo con el paso de los días. Me despeloto y me tumbo en el saco. Que temperatura tan agradable.

​Respondo al brindis del Doctor Moctezuma levantando mi copa:

- Brindo por ello. - Digo dando un pequeño sorbo a la bebida.

Miro con curiosidad a la señorita Eklund mientras habla y me levanto para poder despedirla de forma adecuada, cuando se retira a descansar en su tienda. Después vuelvo a sentarme y miro a los presentes esperando a ver como evoluciona la cena.

Cuando los tres componentes de la unidad de Policía Turística acabamos nuestras respectivas cenas, el de mayor edad y rango, el capitán Sadat, nos ordena retirarnos a nuestros aposentos. Cuando nos disponemos a salir de la haima, el hombre se dirige a la señorita Geed con tono grave.

“Señora, mis hombres y yo nos retiramos a nuestras tiendas. No dude en acudir a nosotros para cualquier cosa que necesiten usted y sus invitados. Buenas noches.”

Dicho esto, salimos de la tienda de campaña y nos encaminamos a nuestros aposentos, a escasos metros de la haima principal. Antes de entrar, solicito permiso para ir al baño y me adentro en la noche en busca de un lugar tranquilo donde liberar la vejiga. A unos 400 metros de donde estoy se puede ver el recinto iluminado donde descansan los obreros enfermos y, sin poder evitarlo, acude a mi mente de nuevo la posibilidad de que una maldición sea la causante de aquella desgracia.

La superstición de décadas y décadas de tradición oral en casa de los Wahab atenaza mi mente y, con una mezcla de temor y estupidez, siento la necesidad imperiosa de vencer esos miedos infantiles echando un vistazo en la tienda de campaña médica para certificar que nada sobrenatural está ocurriendo.

“No puede ser una maldición. Menuda tontería.”

Me subo la cremallera del pantalón y me encamino hacia la luz.

Si me disculpan, seguiré los pasos de mi profesora hacia la cama. Buenas noches a todos y espero que a partir de mañana la suerte nos sonrisa.

Me levanto haciendo un gesto con la cabeza hacia toda la sala en general a modo de despedida.

Al encaminarme hacia mi tienda veo las luces del campamento de los obreros enfermos....O maldecidos. Mi curiosidad innata me hace encaminarme hacia allí, y sin saber muy bien como, acabo andando a buen paso hacia el campamento.

​Sonrío al joven señor Årud mientras habla, antes de despedirme de él:

- Por supuesto señor Årud. Nos veremos mañana y tenga por seguro que va a ser un gran día.