Partida Rol por web

Courier, Jefferson y Vaamar se encontraban en el interior del domicilio de William Harrison, ante un amplio distribuidor. A su derecha se encontraba un mueble anclado a la pared, se trataba de un zapatero que también tenía en su parte superior una zona para colgar abrigos. A su izquierda una pequeña mesa rectangular sobre la que había algunos marcos de fotos que mostraban a Harrison en escenas familiares y un gran espejo colgado en la pared sobre el mismo. 

Pasado el zapatero había una puerta que parecía conducir al sótano y dos más unos pasos más adelante en la zona derecha del distribuidor. A la izquierda otras dos puertas y pasadas estas la escalera que daba acceso al primer piso y justo en frente una puerta doble que muy posiblemente accedía al comedor. De las paredes del recibidor colgaban cuadros, pero lo cierto era que todo parecía muy normal. Demasiado normal, quizas...

Todo estaba tranquilo. Era como si estuviese vacía, pero la experiencia me había enseñado que no podía fiarme de las apariencias. Había que ir con el dedo en el gatillo y disparar a la primera oportunidad. Ya habría tiempo de pedir perdón después.

Me acerqué con precaución y abrí la primera de las puertas, mientras Nine y Frak hacían lo mismo con la otra y las puertas dobles.

Una vez visto que no había nada...

-Frank, abajo -le susurré, mientras le hacía una señal a Nine para que me acompañase arriba, al primer piso, si nada lo evitaba.*

-Ryan. Cúbre el vestíbulo - le dije a éste antes de subir, sabiendo el ansia que tenía por entrar en acción. De esa manera, si aparecía el tal Harrison por algún lado, él estaría allí para detenerlo.

Tras la primera de las puertas Vaamar descubrió un semisótano. Estaba lleno de estanterías repletas de herramientas, cajas con trastos y un sinfín de objetos de todo tipo. Arrinconadas en rincón se podían ver algunas máquinas de gimnasio, así como una cinta para correr un y en el centro dela estancia había una mesa de madera que sin duda servía para hacer bricolaje. Allí también se encontraba la caldera de la casa y una puerta que daba al exterior.

No obstante todo se mantenía en penumbra hasta que Celarian accionó el interruptor de la luz. Pese a ello, no era una estancia demasiado iluminada. Tan solo una solitarias bombilla colgaba del techo directamente del portalámparas iluminando toda la zona de forma algo deficiente. Pero no había ni rastro de Harrison.

Jeannine abrió la segunda puerta, esta daba a la cocina. Se trataba de una luminosa estancia con muebles de madera oscura y encimera de granito. Estaba limpiando y ordenanda y tenía unos amplios ventanales que daban a la calle.

Nada más entrar a la derecha había una pequeña despensa. Courier la abrió sin más y en su interior tan solo encontró productos de alimentación. Una segunda puerta daba acceso a una coladuria donde se encontraban la lavadora, secadora y muebles con producción de limpieza.

Pese a que la cocina no era muy grande, si parecía que los muebles y electrodomésticos eran de calidad. Nada que pudiera inculpar a Harrison y ni rastro de él.

Jefferson siguió las indicaciones de Vaamar y abrió la puerta doble. Esta daba al salón. Se trataba de una estancia muy amplia con una zona de comedor, otra con sofás encarando a un televisor y una chimenea con varias butacas enfrente.

Al fondo de la estancia había una puerta de cristal corredera que permitía el paso de la luz iluminando de forma eficiente todo el comedor. Frank se acercó y miró a través de la ventana. Un porche de madera de encontraba del otro lado. Un cenador y varias hancas de madera era parte del mobiliario de aquella zona bien acotada por muros de casi dos metros que limitaban con las parcelas vecinas.

Allí no había ni rastro de Harrison.

Tras examinar todas aquellas estancias los tres agentes volvieron a encontrarse en el pasillo del distribuidor. Todavía quedaba registrar la zona de su derecha, dónde había otras dos puertas sin revisar y subir al primer piso para echar también una ojeada arriba.

Vaamar sugirió que Courier le acompañara al primer piso mientras que Frank se encargaba de abrir las últimas dos puertas de la zona de la planta baja. Para ese entonces Ryan Raynor ya estaba en la entrada del edificio muero de curiosidad y Zoddert seguía en el exterior vigilando al señor Nimwë.

¡Despejado! -grité tras revisar la sala cuya puerta había abierto, para que todo el mundo supiese que no había nada de interés, aunque sí que lo había. Una puerta que conducía afuera. Pero lo primero era lo primero. Ver si había alguien en la casa o no.

Después, al ver que Nine continuaba examinado todo lo demás, abrí también la segunda, antes de irme con ella a la planta superior. No deseaba dejar nada al azar pero sobre todo, no me apetecía que nadie, y en especial Nine, resultase herido.

Celarian agarró la manilla de la puerta y abrió con su pistola por delante. Un segundo después escuchó una detonación y sintió un fuerte y doloroso impacto en el pecho.

La agente sin saber quien, ni cómo se vio en el suelo del recibidor con un intenso dolor en el pecho y en el tórax. Al levantar la vista vio como en la habitación que acababa de abrir, alguien había dispuesto sobre un mueble y con un mecanismo de cuerdas y poleas una escopeta de cartuchos que apuntaba contra la puerta.

Había sido ella misma mediante aquellas cuerdas y poleas quien había activado la trampa y se había disparado casi a bocajarro.

La habitación era un pequeño aseo y la ventana que daba a la calle estaba abierta. Harrison se acababa de autoinculpar con aquella trampa y Celarian...

Celarian estaba herida pero no muerta. El chaleco antibalas había parado sin duda la mayor parte del daño que podría haber recibido. Sin embargo, el dolor era intenso y aunque podía seguir adelante, se encontraba muy mermada físicamente.

Eldren y Zoddert se encontraban en el exterior del inmueble. Los dos estaban bastante tranquilos, pues no parecía que Harrison estuviera allí. Ryan se acercó al portal de la vivienda y se introdujo en la casa momentos después. Entonces se escuchó una fuerte detonación en el interior. Se acababa de producir un disparo y parecía de escopeta.

- ¡Mierda! - Exclamó Nimwë. - ¿Qué cojones ha sido eso?

El disparo me impulsó hacia atrás como si fuese una pelota chocando contra la pared. En un principio, fue solo el choque contra el suelo, pero después empezó a quemarme el pecho como si tuviese una hoguera.

-¡Aaahh! ¡Mierda! ¡Mierda! -exclamé, mientras me quitaba el chaleco cómo podía y pensaba al mismo tiempo que menos mal que había sido yo y no otro, que para eso era yo la jefa del grupo y que nadie tenía que pagar por mis errores.

Mientras me levantaba como podía, no dejaba de protestar.

-¡Joder, puto Harrison! ¡Ahora sí que voy a por él! ¡Qué alguien me traiga otro puto chaleco!

Jefferson había abierto una puerta de doble hoja que daba al salón. Tras un rápido vistazo, el orco estuvo seguro de que la estancia se encontraba completamente vacía.

-¡Despejado, aquí no hay nadie! -aseguró, para que sus compañeros lo oyesen.

En ese instante, escuchó el sonido de la detonación. Rápidamente, se dirigió hasta el lugar del que procedían los gritos de Vaamar, arma de fuego en mano.

-¡Raynor, Zoddert! ¡Agente herida! -gritó, llamando a sus dos compañeros para que acudieran hasta donde se hallaba la elfa. Dirigió una mirada hacia la escopeta y añadió-: Activó una trampa al abrir una puerta. ¡Harrison nos dejó un regalito!

Instintívamente, casi como si de un animal de presa se tratase, Raynor alzó la cabeza y salió corriendo al esprint, rodeando la casa.

-"Lo sabía, joder si es que lo sabía"- maldecía para sí mientras corría tan rápido como daban de sí sus piernas. Es posible que el cerdo de Harrison hiciese tiempo que había abandonado la casa, pero con un poco de suerte habría salido por la ventana nada más oirles llegar. Y de eso no hacía ni un minuto

-Cocina despejada!  - gritó Jeaninne. No había nada fuera de lugar en esa habitación. De hecho, estaba tan ordenada como si no su hubiese utilizado recientemente.

Se dispuso entonces en continuar con las habitaciones siguientes, cuando recibió la orden de ir hacia arriba junto con Vaamar. Pero en cuanto la elfa abrió aquella puerta salió disparada hacía atrás. La humana al notar que fue un mecanismo y que no había un tirador cayó sobre el cuerpo de la elfa para ver si estaba bien.

-Resiste! – le imploró exhalando ira desde sus fosas nasales. En seguida Frank dio el aviso de agente herido. –Vayan por él, yo me quedo con ella. – le indicó a Frank.

Por más ganas de ir en busca del putísimo Harrison, no podía dejar a Celarian sola en aquel momento. Le dijo que todo iba a estar bien, y llamó por la radio una ambulancia.

Nine vino corriendo hacia mí y si hubiera tenido que fiarme de su rostro, debía estar muriéndome como mínimo. Aunque eso sí, dolía a rabiar.

-No... te preocupes. Solo me duele... cuando respiro -conseguí decirle, mientras terminaba de quitarme el chaleco, que se me había incrustado en el pecho. 

-¿Dónde coño está ese otro chaleco? ¡No quiero ninguna ambulancia! ¡No voy a irme de aquí sin Harrison! -dije, poniéndome en pie ayudándome de ella.

Una vez sin chaleco, miré a Nine, que parecía genuinamente preocupada, así que guardé unos segundos para nosotras y suavicé mi mirada.

-Estoy bien, de verdad -le susurré -. Hace falta mucho más para acabar conmigo.

El orco, al escuchar que su compañera estaba bien, decidió no abandonar su posición.

Todo apunta a su subordinado sin duda, pero hasta que le atrapemos, estará bajo supervisión. Ha recibido un mensaje, de quien?

No había otro chaleco, por lo que finalmente la agente Vaamar se volvió a colocar el mismo. Estaba deteriorado, pero iba a ser mejor eso que nada. Zoddert se mantuvo afuera junto a Eldren Nimwë. Cuatro agentes en el interior le parecieron suficientes. Eldren estaba nervioso. Se notaba su inexperiencia en situaciones como aquella, pero lo cierto era que para la mayoría de los agentes, lo que estaba sucediendo también era nuevo, pues tan sólo habían estado en situaciones similares en las prácticas que realizaban en el Departamento. 

Desde su posición, Zoddert fue consciente de como la agente Vaamar se ponía en pie y junto con sus otros tres compañeros comenzaban a subir al primer piso con las armas preparadas, no sin antes comprobar la última de las habitaciones de la planta baja, ésta vez adoptando las medidas de seguridad necesarias para que no volviera a suceder algo parecido. Momentos después sus compañeros se perdían escaleras arriba.

Jefferson abrió la última de las puertas de la planta baja. Lo hizo con precaución suma, pues no quería ser víctima de otra de las trampas de Harrison. Advirtió cuando fue a abrir la puerta y el resto de sus compañeros se apartaron. No sucedió nada. Al echar una ojeada observaron que se trataba de un despacho. Una mesa con un ordenador en el centro, estanterías detrás y un armario empotrado. Nada más había en la estancia que fuera de relevancia y por supuesto, comprobaron los armarios. Nadie se escondía en su interior.

Finalmente subieron al primer piso. Celarian quiso ir a la cabeza, pero Courier se lo impidió. Al fin y al cabo, pese a que no tenía heridas abiertas gracias al chaleco antibalas, si estaba muy dolorida y Jeannine se puso a la cabeza. Celarian iba justo detrás de ella y les seguían Ryan y Frank justo detrás. Subieron las escaleras con especial precaución, vigilando los ángulos y con las armas por delante.

Una vez en el rellano del primer piso tenían de nuevo ante ellos un sinfín de puertas cerradas y la poca luz que había en aquella zona, provenía de la luz de las ventanas de la planta baja que se filtraba por el hueco de la escalera. Un total de seis puertas cerradas siendo una de ellas una puerta doble.

Aquella puta herida me dolía, pero no tanto como verme rodeada de repente por toda la tropa y relegada a ir detrás de Nine, en lugar de como punta de lanza.

No me gustaba ir segunda.

Además, eso ponía en peligro a cualquier otro y estaba claro que aquella casa era una trampa mortal. El próximo disparo podía ser el último para alguien. 

De repente nos encontramos en aquella planta con un montón de puertas entre las que elegir, y cada una de ellas podía ser el final del camino para quien la abriese, así que, ¿era mejor escoger entre cuál de nosotros lo haría o abrir la puerta sin pensarlo?

-Esto es una auténtica mierda -solté en voz alta. Nos la vamos a jugar con la puerta que escojamos. 

Podemos llamar a Nimwë y que la abra él, pensé, riéndome en silencio. Entonces miré a mi alrededor. Nine... era especial. Pero todos los demás, eran mi equipo. Estaba allí bajo mis órdenes y cómo podría vivir sabiendo que cualquiera de ellos resultaba muerto por mi culpa.

-¿Cuántos cargadores tenemos, porque si vamos a entrar, creo que es mejor escoger una puerta y abrirla a balazos, así que... ¿qué tal la principal*? ¿Listos? -pregunté, mientras me aseguraba de que mi arma estaba cargada y preparada.