Partida Rol por web

Cabalgáis hacia el sur, pasando granjas y cabañas. Bajo los cielos tormentosos, la Baronía de Cromm es un castillo sombrío, poco más que un bajo alcázar rodeado por un muro exterior. Parece que los muros han sido reparados muchas veces a lo largo de los años. Galopando a través de un campo abierto que lleva hacia la aldea, no veis o escucháis signos de combate. Los truenos resuenan en el cielo mientras os acercáis, la lluvia se convierte en bruma, mientras un fresco viento del mar sacude vuestras capas. Las puertas de la Baronía de Cromm se abren según os vais acercando. Tras ellas podéis ver un granero con un pozo, unos estables, un corral y un campo de entrenamiento. El alcázar en si es una simple casa fortificada que parece relativamente nueva. Veis una hilera de seis cuerpos tapados con lonas en el patio. También veis otros seis soldados haciendo guardia en el muro occidental. Una mujer con armadura de unos treinta y pico años sale de la casa, acompañada por otro hombre con armadura que porta un brazo en cabestrillo. Según os acercáis, la mujer se quita uno de sus guanteletes y extiende la mano a Sir Isteval.

-¡Bienvenido a la Baronía de Cromm!

 -Baronesa Wynne –replica el caballero–¿No me diga, mi señora, que ya ha dado muerte y enterrado al dragón?

 -Me temo que no -contesta ella de forma seca. –Ya no soy tan joven como antes-bromeó.

El caballero dio unas cuantas ordenes a Sherlen y el resto de la milicia. Que rápidamente fueron a ayudar a los guardias que protegían la baronía para hacer turnos y remplazar a los heridos. Fue entonces cuando Istteval aprovechó para presentar al grupo ante la Baronesa. 

-Es un placer poder contar con gente tan hábil, según dices-dice la baronesa acabadas las presentaciones- Pero mucho me temo que el dragón no es el único peligro. Uno de mis sargentos, Durenn, ha sido envenenado con un arma.

Le habría gustado aprovechar el camino para preguntarle más a Ertheniel sobre la historia de ese supuesto dragón que derribó, pero ni el tiempo ni los ánimos acompañaban para una charla a mena, sin contar que con el galope de los caballos, para no demorarse, haría harto difícil mantener una conversación que no fuera a grito pelado.

Se presentó con los modales que tenía (ni fú ni fá) a la baronesa. Normalmente evitaba a los nobles, porque normalmente eran las víctimas de sus atracos y siempre es mejor que tu víctima no te conozca, no vaya a ser que luego se acuerde de tu cara y ser la única gata que habla de la zona te hace bastante fácil de recordar… pero esa era una vida que ahora trataba de dejar atrás. La mayoría de las veces. Cuando podía. Los hábitos son difíciles de cambiar.

- ¿Un arma envenenada? – se sorprendió ligeramente - ¿Fue un arma de alguien de sus tropas o fue de otro enemigo que acompañaba al dragón? ¿Ocurrió durante el ataque del dragón? ¿Antes? ¿Después? – su lengua trataba de mantenerse al ritmo de su cabeza - Si nos permitís a Pwiftain y a mí examinarlo ambos tenemos conocimientos para cuidar las heridas y quizás podamos ayudarle. Haremos todo cuanto podamos y sepamos. – se ofreció sin demora, pues en el caso de los venenos los minutos podían contar.

Bien agarrado a Nayle para no caerse del caballo, no perdió ojo del camino que tomaban y con la boca abierta se maravilló de la majestuosidad del castillo de la baronía. Poco le importaba que las murallas estuvieran continuamente parcheadas o que fuera sombrío. Tenía cierto encanto, al igual que la mujer que salió a recibirles. Sin embargo las filas de cadáveres no le pasaban desapercibidos y sentía en su interior el dolor que había pasado aquella gente.

Escuchó las palabras entre Sir Isteval y la Baronesa y saludo con su manita a esta cuando su nombre fue mencionado. - Traición. dijo el pequeño goblin al oír que uno de los hombres había sido envenenado. Si alguien había atacado con un arma a otro durante un peligro mayor era signo de traición. Entre los goblins también sucedía aquello y las palabras de traición se repetían una y otra vez que ocurría aquello. Por tanto lo dijo por inercia y cuando se dio cuenta de que todos lo miraban se vino un poco abajo y se replegó en la espalda de Nayle.

Txikitin asintió con la cabeza cuando Nayle les propuso para ayudar al hombre. Sabía que no era bueno de por sí curando o deduciendo el tipo de enfermedad y que su único poder residía en la curación mediante la magia, poco pudiendo hacer con el veneno. Pero haría lo posible por reducir el daño de la herida e intentar buscar el arma que lo causó. Quizá encontrando el arma hallarían el antídoto. - ¿Se ha permitido la salida del castillo a la gente? Si no es así, el malo sigue dentro. Y podremos preguntar. Preguntó asomando sólo la cabeza por detrás de Nayle. Cualquier cosa que alejara su atención del ataque del dragón era prioritaria para Txikitin. Dejaría el dragón para la baronesa, Isteval y Ertheniel que eran los expertos en la materia.

Ertheniel descabalgó, agradecido. No le gustaba nada montar. La mejor parte del dia, eso si, fue ver descabalgar a Nayle. Con ese atuendo, fue todo un espectáculo. Entonces apareció la baronesa y Erthenie se puso serio, abandonando sus pensamientos pecaminosos.

-Gracias por vuestras palabras, baronesa. Vuestras noticias son, sin duda, preocupantes. Creo que hablo por Txiquitin y por el resto de mis compañeros cuando nos ofrecemos a investigar lo sucedido. Son días oscuros para nosotros, mi señora y debemos ayudarnos y colaborar entre nosotros.

Como Nayle os ha solicitado... ¿Sería posible hablar con el sargento? ¿Se encuentra aún consciente?

La velocidad del galope, el viento en la cara... eran sensaciones que lo revitalizaban y le hacían olvidar durante un momento el peligro que se cernía allá frente a ellos.

El cielo prometía descargar uns gran cantidad de agua y llevarse consigo cualquier prueba o rastro.

Pero antes que pudiera darse cuenta, volvía a verse rodeado por murallas de piedra oscura. El ánimo del joven elfo volvió a ensombrecerse, a apagarse cualquier resquicio de felicidad en su rostro.

La conversación de unos y otros, las formalidades, todo aquello pasó desapercibido. Fyrh sólo tenía ojos para los guardias que había apostados en lo alto del muro. Intentaba seguir el curso de pensamiento de sus compañeros de cacería...

- Demasiadas elucubraciones y conjeturas. Dejad que se os de los detalles. - murmuró para sí, mientras su mirada intentaba buscar signos de que un dragón negro hubiera clavado sus garras tejados o cornisas...

Te das cuenta de que la pequeña baronía, que no llega a ser una aldea si quiera sino más bien un alcázar fortificado y unas pocas casas alrededor junto a los campos dentro de las murallas, hay signos de lucha pero desde luego nada parecido al caos que desata el ataque de un dragón.

-Veo que tienes un grupo muy motivado a la par que variopinto-dijo la baronesa y el caballero rió- Acompañadme hasta la enfermería y os contaré mientras lo ocurrido-les dijo- No es, realmente, un misterio lo ocurrido aunque me preocupa de sobremanera. Un enorme dragón negro llegó volando desde la Ciénaga del Lagarto. Se presentó como Thoss Fyurnen, el Devorador del Sol, Elegido de Talona...-la mujer hizo una mueca con sorna- Entiendo que la cienaga pueda ser un terreno apreciado por los dragones negros, pero jamás oí de un dragón negro tan audaz o tan dado a los títulos grandilocuentes.

-Obviamente -continuó- envié a un sirviente a Vado de la Daga para pedir ayuda y entonces accedí a parlamentar con el "reptil"-explicó-. La criatura me demandó un tributo y se lo entregué con la condición de que el dragón dejara la aldea en paz. El dragón estuvo de acuerdo. Sin embargo fue todo un engaño pues poco después de que abandonara el lugar, una gran fuerza de hombres lagartos infectados por algún... tipo de plaga atacaron el alcázar desde el oeste. Intentaron escalar los muros pero mis hombres lograron detenerlos.

La mujer contaba lo sucedido mientras accedían al interior del propio alcazar donde habían habilitado un espacio con camas para poder curar a los heridos.

- ¿El Dragón no atacó? preguntó sorprendido Txikitin pues había entendido que un dragón había atacado la Baronía. Siguió escuchando con atención los sucesos y no le gustaron nada. Avanzaban poco a poco hasta el lugar habilitado para atender a los heridos cuando se sorprendió que el Dragón hubiera faltado a su palabra, si era el proclamado servidor de un dios, como podía ser tan traidor. Quizá era porque era un dragón y poco sabía sobre el comportamiento de estos. Le preocupó un poco el tema del tributo, ¿habría demandado el dragón como tributo a humanoides para comérselos y ella se los había otorgado? Prefirió no pensar en eso y ocuparse de la situación más presente. Habían entrado en el lugar dónde estaban los heridos y comenzó a otear de lado a lado buscando aquellos con heridas más graves, sabía que era una evaluación inicial pues al primero que iban a ver era al herido por arma venenosa pero tantos alaridos, lloros y sollozos le estaban dando mal a Txikitin que no paraba de mirar de un lado a otro agarrado a la falda de Nayle, intentando reprimir el disgusto que se estaba llevando. Debía mantenerse con calma, pero si viese a alguien cuya vida pendía de un hilo no podría resistirse e iría rápidamente a ayudarlo pero los gritos le atormentaban y era incapaz de distinguir cual urgía más.

Ertheniel frunció el entrecejo. Un dragón enviando hombres lagarto no era tan extraño. Los hombres lagarto adoraban a los dragones como divinidades. Lo que le extrañó al semidrow fue el tema del tributo.

-Si no es indiscreción, que tributo le exigió el dragón?

- Interesante… - musitó pensativa la gata mientras avanzaba sin perder detalle de los signos de lucha en la zona ni del relato de la baronesa - ¿Dónde decís que se posó el dragón? – alcanzó a preguntarle antes de entrar en el alcázar. ¿Podría haber sido el dragón una ilusión? ¿Cuánto poder mágico debería tener alguien para ser capaz de crear una ilusión así? No tenía ni idea.

- ¿Y esa plaga de los lagartos? ¿Capturasteis a alguno con vida o sin ella? – continuó preguntando. Parece que la visión de varios hombres heridos no le causaban la menor impresión; o bien estaba demasiado habituada a escenas como esa o bien su corazón era más insensible de lo que cabría imaginar en alguien tan dada a ayudar a los demás.

Iba a preguntar por el tributo que le hizo, pero pensó que sería educado dejar alguna pregunta para los orejas picudas y si no siempre tendría tiempo de hacer más preguntas después. Estaba claro que aquí había gat… dragón encerrado.

Te suena el nombre de Talona. No es una diosa muy conocida por los humanos pero recuerdas que es una diosa de la plaga y la enfermedad. 

Sobre los hombres lagarto sabes que habitan el pantano del Lagarto, bueno eso lo sabes tu y todo el mundo, que por algo tiene ese nombre. Sabes que suelen congregarse en tribus y, aunque a veces tienen chamanes, no suelen ser criaturas muy religiosas ni tampoco suelen atacar emplazamientos fuera de su territorio y menos si están defendidos.

Entre los heridos, además del envenenado Durenn, hay un par de soldados que no les vendría mal un poco de asistencia pues las heridas del combate son mas graves

Una de las salas del alcazar estaba habilitada para los heridos. Allí se encontraba Durenn, cuyo color de piel dejaba claro que el veneno estaba actuando, y varios heridos a los que estaban tratando como buenamente podían. En un rincón cerca de la pared había seis figuras amortajadas de los seis hombres que habían muerto en el combate.

-El dragón no atacó. En cuanto le entregue el tributo en la muralla-dijo respondiendo a Nayle y a txikitin- se marchó volando de vuelta al pantano. 

-El tributo era un altar. Una reliquia medio olvidada que habían guardado mis antepasados. Estaba hecho con coral azul, con lados que tenían el aspecto de olas rompiendo. Habían estado guardado en los sótanos del alcázar durante años. No sé cómo el dragón sabía de su existencia pero parecía un precio pequeño que pagar por las vidas de mis soldados.

Despues se giró otra vez hacia Nayle.

- No dejamos supervivientes, si quieres ver los cadáveres de esos malditos lagartos puedes asomarte por la muralla. Pero date prisa, he ordenado que claven sus cabezas en picas y las pongan en el limite del pantano como advertencia por si se les ocurre volver-dijo severa.

Sir Isteval se rascó la barba con preocupación. Aquello no le gustaba. Dragones y hombres lagarto atacando la Baronía de Cromm era un problema.

-Ya he dado ordenes a los hombres y mujeres de Vado para que hagan guardias y ayuden en todo lo posible a los vuestros. Si vuelven estaremos preparados-confirmó el caballero sin interrumpir a la Baronesa, aunque si volvía el dragón... aquello era algo para lo que nadie estaba preparado. 

Fyrh escuchó atentamente a la humana en cuanto de su boca salió la palabra "lagarto". Las orejas del elfo se tensaron como cuando uno oye el crujir de una rama a sus espaldas.

- ¿Hombres lagarto atacando un enclave humano? Dejadme verlos. - dijo mientras se encaminaba a la zona exterior de las murallas. Quería ver de primera mano esos cuerpos infectados. Si de algo sabía el joven elfo era de lagartos muertos...

A Fyrh ya no parecía importarle ni el dragón, ni el tributo que se había llevado. Sólo le importaba saber de dónde habían salido los reptiloides, de que clan se trataba, el porqué de su enfermedad...

Al salir a los muros ves, efectivamente, las marcas de las garras del dragón en la piedra y a unos metros algunos restos de sangre del combate con los lagartos. Cuando subes, cerca de unos guardias puedes observar el cuerpo de varios hombres lagarto muertos en el campo a los pies de las murallas. Varios solados están decápitándolos tal y como la baronesa a ordenado. En algunos de ellos ves manchas putrefactas que cubren sus escamas.

Sobre los hombres lagarto sabes que habitan el pantano del Lagarto, bueno eso lo sabes tu y todo el mundo, que por algo tiene ese nombre. Sabes que suelen congregarse en tribus y, aunque a veces tienen chamanes, no suelen ser criaturas muy religiosas ni tampoco suelen atacar emplazamientos fuera de su territorio y menos si están defendidos.

De la enfermedad no sabes nada, no la habías visto antes.

Cuando supo que el dragón no atacó las murallas y que habían repelido el ataque se quedó más tranquilo. Por el momento estaban seguros allí y podría hacer su trabajo. Le empezó a preocupar el asunto de los lagartos cuando Fyrth mencionó la obviedad que no había venido a su mente. Los hombres lagartos eran territoriales y rara vez hacían gestas como aquella. Había obviado también el comentario de la baronesa. Los lagartos estaban infectados por una plaga y el dragón se había proclamado como el elegido de Talona. ¿Habría corrompido a aquellas pobres criaturas contra su voluntad para que acabaran muertas? Aquella criatura era sin duda malvada. Dejó en manos de Fyrth que estudiara a los lagartos pues él debía estar allí con los heridos.

Se fijó allí dónde estaban los soldados y vio a dos de ellos que estaban heridos de gravedad. Sin duda habían ganado pero el combate había sido cruel. La baronesa primero les llevó hasta Durenn, el hombre que había sido envenenado y se puso a examinar la herida. Se puso nervioso, aún no sabía mucho de aquello y los colores que veía salir de la herida y la forma de esta le hicieron recular. Miró a Nayle avergonzado.

- Nayle, no se ayudarle. y se giró a la baronesa para decirle dos cosas que su cabeza había juntado. - Talona es la diosa de la plaga y la enfermedad. Plaga otorgada a los pobres lagartos obligados a morir atacando y enfermedad a través de un servidor de Talona entre vuestras murallas. ¿Cómo supo sino el Dragón de ese objeto? Se encogió de hombros sin poder ver otra teoría de lo que estaba ocurriendo allí. Los gritos de dolor de los soldados volvieron a llamar su atención. Tiró de la capa de Nayle y cuando esta le miró señaló a los hombres que más sufrían y marchó hacía ellos dejando que las habilidades de Nayle fueran las que ayudaran a Durenn.

Marchó moviendo sus cortas patitas lo más rápido posible. Aquellos hombres morirían o sufrirían en demasía si no les ayudaba. Se fijó en sus caras extrañadas al verle, pero lo entendía, era normal que no le vieran con buenos ojos, pero allí postrados no podían hacer más que permitirle realizar su trabajo. - No temáis. se atrevió a decirles y se acercó al primero de ellos y con una mano apoyada en su bastón y la otra sobre la herida más grande que tenía el hombre, el pequeño goblin comenzó a ser rodeado por un halo de luz blanquecina que poco a poco fue inundando al hombre haciendo que sus heridas se cerrasen. Una vez realizada esta primera acción hizo lo mismo con el segundo y al acabar volvió junto a Nayle sonriente pero se le borró rápido al ver de nuevo a Durenn.