Partida Rol por web

Jorunn lo pensó unos segundos y asintió. Realmente no había mandado al vigía bajar del barco y adentrarse, si no que observase pero las palabras de Yngwe la habían dejado preocupada. 
—Si piensas que son criaturas mágicas de acuerdo—aceptó la chica— ¿Quieres que alguien más vaya o podrás solo?

Mientras el grupo debatía sobre lo que hacer, sobre si aquellas criaturas de las que hablaban las sagas serían peligrosas y como contactar con ellas el barco se aproximó a la orilla. El primero en saltar al agua fue Yngwe, el scalda, acompañado del vigía y tras ellos el resto de los hombres que se alegraban de poner los pies en la arena después de aquella peligrosa travesía.

Mientras encajaban el Snejjar hacia la costa Yngwe se acercó con las manos desnudas hacia el límite de los bosques. Por detrás le seguía uno de los marineros. Esperaba que los guardianes de aquél lugar no fueran hostiles, así que trató de ser lo más "educado" posible.

Tú no abras la boca Erjunn

-Me llamo Eorunn, Yngwe... llevo sentado en el banco a tu lado toda la travesía....

Como sea, no te embales, y quédate aquí, solo observa, y veas lo que veas, no desenvaines tu arma, si ves algo raro, solo ve a informar al resto.

Yngwe avanzó solo hasta la primera línea de árboles y posó su mano sobre uno de ellos, como si con esta señal pidiera paso o tal vez, como si usara al árbol para comunicarse con lo que hubiera más allá. No usó un tono solemne, sino que habló como si se tratara de un vadeador de ríos más.

Atención, Soy Yngwe Gilsursson, y pedimos paso

El thurl se había mantenido rígido en su posición tras curar parcialmente a las dos mujeres, atendiendo lo que decían sobre aquella playa y las posibles criaturas mágicas que la protegían. Si aquello era cierto no tenía muy claro qué idea hacerse respecto a aquellas hogueras y la gente que las podía haber provocado. Fuera lo que fuese estaban en una situación más peliaguda.

- Os trataré a ambas una vez estemos en tierra y en un lugar 'seguro'. Hasta entonces demostrad que de verdad podéis soportar las penurias que este viaje nos depara. - le dijo el thurl a Jorunn y Hild. El tono parecía molesto pero llevaban juntos el tiempo suficiente como para que supieran que no lo estaba y que era su forma de hablar habitual. - Sigurd, permanece atento, si las cosas se ponen feas quizás haya que bajar para sacar a esos dos de allí lo más rápido que podamos. -

Como toda respuesta una javalina pasó por encima de la cabeza del scalda y se clavó unos metras detrás suya, cerca de Eorunn. A ella le siguieron otras y gritos procedentes de los arboles. Antes de poder responder un nutrido grupo de hombres salía de la espesura y se lanzaba contra lo marinos. Aquella multitud les sobrepasaba en número, serían unos treinta hombres o quizás treinta demonios por los gritos que daban. Vestían unas pieles malolientes y portaban armas de piedra, hueso y madera que lejos de parecer inútiles se mostraban amenazadoras ante vuestros ojos.

Thorgrím vio al scalda ir hacia el bosque. Arrugó el entrecejo hasta que sus dos cejas formaron una sola como hacía siempre que algo no terminaba de gustarle. - Ese botarate solo conseguirá que lo maten. Y si eso pasa ¿Quién estará aquí para recordar lo que hace Thorgrím?- Pensaba el hombretón.

Como respondiendo a sus pensamientos las personas que había visto desde el barco salieron del bosque corriendo contra ellos. Solo podía hacer una cosa, sujetar fuertemente su enorme hacha y lanzarse a la carga contra ellos. Había llegado el momento de separar miembros de sus cuerpos.

Jorunn iba a responder a Klemet, cuando de pronto vió por el rabillo del ojo la jabalina. "Seres mágicos, seres mágicos...Yngwe maldito seas" se dijo a sí misma mientras corría hacia las armas. Allí estaba su lanza de combate y otras de lanzamiento. Sin dudarlo apartó la primera y se dispuso a lanzar una de las segundas, con el fin de acabar con alguno de ellos desde la distancia antes de enfrascarse en el cuerpo a cuerpo.

A pesar de las buenas palabras del scalda los guardianes del lugar no parecían estar dispuestos a dejarles pasar, por lo menos no sin luchar, y prueba de ello fue la jabalina lanzada y el avance hacia ellos profiriendo gritos de guerra. La völva dudó unos segundos antes de ir en busca de su arco, prefería no tener que usarlo y que las cosas se resolvieran pacíficamente, pero la actitud de los guardianes daba a entender que no sería así.

Poco podía hacer Hild ante un ataque cuerpo a cuerpo pero sí podía ayudar desde la distancia, y eso sería lo que haría llegado el momento. Con el arco en una mano y una flecha en la otra, pero sin apuntar al grupo que tenían delante, se quedó expectante ante el transcurrir de los acontecimientos.

-Creo que ya vas a poder hundir tu hacha Thorgrím...- Dijo el hirdman, llevando su mano al pomo de la espada para desenvainar el arma. La proporción no es buena, pues les sacan a simple vista una ventaja de dos hombres por cada uno de ellos. Sigurd sin embargo tiene confianza en que sus armas les den la ventaja, puestos que esos salvajes no parecían estar muy bien armados.

Los hombres se pertrecharon todo lo rápido que podían y juntaron sus escudos afianzándose en la arena de espaldas al mar mientras los Salvajes que salían de los arboles corrían gritando hacia ellos. Pero eran demasiados y pronto estarían sobre ellos. El vaho se elevaba saliendo entre los labios de los daneses (hombres y mujeres) que se preparaban para la batalla pero en ese momento no sentían el frío, tan solo el calor de la batalla inminente.

Claramente aquellos salvajes no tenían intención de dialogar así que Hild, viendo como avanzaban hacia ellos en tromba, preparó la flecha en el arco, manteniendo la cuerda tensa ante sus ojos. Esperó unos breves instantes intentando ser precisa en su disparo, quizás si le daba a uno el resto frenaría en seco.

Te aferras a vanas esperanzas Hild.

La flecha sin embargo se clavó en la arena varios metros por delante de su objetivo que seguía gritando mientras se abalanzaba contra los daneses.

Jorunn lazó la lanza que tenía en la mano pero las prisas, el no apuntar y el agacharse pensando que se la venía algo encima hizo que esta cayese casi sin fuerza a la arena. Aquel flagrante error no mino su moral ya que agarró la lanza de combate y se dispuso a acercarse en el cuerpo a cuerpo pese a que estaba con las manos enrojecidas por las heridas.

¡En posición! ¡Thorgrim! deja caer tu furia sobre ese grupo*; Sigurd, cubre a Yngwe, que vuelva al barco. Será más util desde atrás, Olaf, Fingerson y Osvif contra cubrid a Klemet mientras prepara sortilegios. Eorunn, necesitamos tu ojo en un arco. Harek, Eigiin y Erik, atacar a los que están en primera linea**.

Yngwe corrió dando zancadas señalando a Thorgrimm que era el momento de ponerse en formación y no hacerse el héroe, una vez frente al resto de hombres miró de reojo a Jorunn, ya estaba escuchando la retaíla de comentarios.... aiss... mujeres, desenvainó su espada y se prestó a luchar

Klemet torció el gesto y se puso con el bastón en posición defensiva hasta que uno de los salvajes se acercó a él. Por mucho que Jorunn mandara gente a protegerle él no era ningún inútil ni un anciano débil e indefenso.

Con paciencia esperó a que el salvaje cargara y lanzó una lluvia de golpes con su bastón con la intención de desorientar al hombre.
 

Yngwe solo aguardó entre los compañeros la embestida de los salvajes, y cuando el primero de ellos se abalanzó sobre Gilsursson con su arma enarbolada el scalda lanzó su estocada rápida como el rayo.

La lanza de Jorunn salió de su mano con una fuerza mal dirigida. Por poco dio a Thorgrimm y la lanza se golpeó contra una roca estropeándose la punta de metal contra las rocas que había a un lado de donde sucedía la contienda. Mientras el grueso de los hombres salvajes que salían de los arboles se chocaba contra el muro de escudos que habían formado los daneses a un lado comandados por Osvif en el otro los primeros en desembarcar (Yngwe, Eorunn, sigurd, Thorgimm) Recibían la envestida de los salvajes que gritaban y avanzaban superándoles en número. No tardó Sigurd, que había adelantado el paso para proteger a sus compañeros y ser de los primeros en derramar la sangre de sus enemigos, en quedar rodeado. Por suerte para él los salvajes no eran más que eso y solo uno de ellos logró alcanzarle pero la piedra afilada no logró atravesar la armadura del hirdman.

A la altura de Yngwe y Klemet llegaron dos salvajes más pero éstos lograron defenderse. Yngwe atravesó el hombro de uno de ellos con su espada corta mientras y Klemet, aunque sin monstrar una gran técnica, aturdió al hombre que se abalanzaba sobre él obligándolo a cubrirse de los golpes. Pero aquello no significaba que aquellos hombres no fueran peligrosos. Thorgímm, que se había abalanzado sobre ellos se encontró frente a dos hombres malholientes, delgados y con una barba morena y sucia que le atacaron con pequeñas hachas de piedra. Nada que ver con el arma del propio berserker pero aún así no encontraron resistencia suficiente en sus ropas y la sangre del guerrero de Odhinn salpicó la arena.

Hild, viendo el ataque en tromba que se les venía encima, volvió a poner una flecha en su arco con mano un tanto nerviosa al oír los gritos de aquellos salvajes. Mientras el muro de escudos parecía no aguantar se fijó en uno de los hombres e intentando concentrarse al máximo soltó la flecha que salió disparada.

Parecía que los salvajes no sabían como empuñar las rudimentarias armas que llevaban, o al menos aquellos que rodeaban a Sigurd. No lograron tocarle más allá de la malla, y eso subió la confianza del hirdman, tal vez más de lo que sería adecuado.

Sigurd levantó la espada, con la intención de lanzar un tajo a aquel que no logró atravesar la armadura del guerrero. Ahora les tocaba a aquellos salvajes saber lo que puede hacer el acero empuñado en buenas manos, y sentir el frío de su filo.

Sigurd confiaba en que, a pesar de la diferencia númerica, esos salvajes no les superarían a ellos ¡Él es un guerrero de verdad! No un tonto esgrimiendo un palo.