Partida Rol por web

Debido a La Providencia, o quizá por un golpe de suerte, encontráis al muchacho, que se hospeda en la tasca cortesía de Regina, ya que se considera de momento un lugar seguro, lejos de la zona de los sucesos.

El chico parece despierto, y aunque asustado por lo sucedido, parece poseer una viva astucia que puede explicar su huida de tan peligrosos captores.

Me limito a suspirar hondamente ante las prisas de Osorio. Sin duda tiene razón y el tiempo apremia, pero me siento mortalmente cansada y soñolienta después de días de problemas cais inexplicables y situaciones de vida o muerte. Pagaría lo que fuera por un poco de normalidad... si tuviera algo de dinero, claro.

Bajamos nuevamente al piso inferior, donde la mayoría de aldeanos ya han empezado a dispersarse y tras varias preguntas conseguimos dar con el joven muchacho en cuestión.

-Buenas noches...- le saludo con una sonrisa amigable, procurando así suavizar un poco el ambiente ya que debe estar más que harto de preguntas y comentarios.
Inmediatamente después miro a Osorio y después a Alonso, dejando que ellos tomen la iniciativa de preguntar lo que tanto ansían. Sólo espero que no se precipiten demasiado y acaben espantándolo.

Mi mirada se pierde, preocupada, y miro a Patrícia en cuanto oigo las palabras de Osorio. Niego con la cabeza con evidente preocupación.

Hemos de tener cuidado... -digo, con la voz algo tomada por la inquietud, y me levanto para seguir a los demás hacia el piso inferior, aunque yo me quedo en la escalera, observando desde lejos lo que le preguntan al muchacho.

Él también había sido un niño espabilado. Quizá más de la cuenta. Y sabía bien que lo que muchos tomaban como una imprudencia debido a la falta de experiencia podía ser en ocasiones el único motivo por el cual seguías aun vivo. O por el que descubrías la infinidad de lo oculto bajo los pliegues de lo real.

Tomó mientras se dirigía a la mesa del muchacho una jarra de vino rebajado con agua. De camino vio a Kamal varado en la escalera con el rostro cansado.

-Buen amigo, puedes volver a descansar si estás exhausto; intentaremos hablar con el muchacho ahora porque el tiempo apremia, pero dependiendo de lo que nos diga quizá haya que retrasar la búsqueda hasta mañana. Y de todos nosotros, nos conviene que seas tú el que esté más descansado.

Luego se sentó junto a Patrícia y dejó la jarra suavemente en la mesa.

-¿Tienes sed, zagal? ¿O falta de sueño? Ambas cosas pueden solucionarse con vino. E incluso si tuvieras heridas, éstas pueden curarse con vino. Es curioso hasta el origen de esta fantástica bebida. El Génesis cuenta que Noé, tras encontrar tierra después del diluvio, fue el primero en plantar una viña y en hacer vino. Y tan buena vid debió tener que al probar su vino se embriagó y quedó dormido, desnudo, entre las viñas. Uno de sus tres hijos, Cam, al verle así, sintió que le entraba la risa y fue a ver a sus hermanos para que también ellos se rieran de su padre. Pero está escrito: "Honrarás a tu padre y a tu madre", y los hermanos de Cam, que se llamaban Sem y Jafet, honraron a su padre. Le cubrieron con una manta y lo llevaron a la casa para que durmiera y descansara. Cuando Noe descubrio el comportamiento de Cam, le maldijo a él y a sus descendientes y les condenó por siempre a ser esclavos de los descendientes de Sem y Jafet. Vosotros los españoles, muchacho, sois descendientes de Tubal, hijo de Jafet, mientras que yo desciendo de la prole de Sem, como nuestro viejo Kamal, que nos observa desde la escalera. Da qué pensar, ¿no es cierto? La primera borrachera de la historia causó que un hijo se riera de su padre y condenó a todo un pueblo a la esclavitud: pues de Cam descienden tanto los negros del África como los salvajes de las Indias recién descubiertas... -Osorio apartó la jarra de vino y dejó que su expresión paternal de relator de historias diera paso a una expresión más grave, como si por fin se dispusiera a hablar de lo importante- Con todo esto, muchacho, quiero que aprendas dos cosas: la primera es que a veces lo que podría parecer una maravillosa idea al principio, como el vino o esconder lo que sabemos, resulta volverse contra nosotros. La segunda es que debemos honrar a nuestras familias, cueste lo que cueste. Y la tuya está en un peligro del que es muy probable que sólo nosotros podamos sacarles... así que, de descendiente de Sem a descendiente de Jafet, te lo ruego: cuéntanos lo que sepas...

 El chico atiende a la historia de Luis con media sonrisa grabada en su cara, parece que le gusta lo ameno que logra convertir dicha historia el comediante.

-Vaaaya, ¿sois cura? Esa historia de verdad no la conocía.- Pero tras el momento de solaz su gesto ya se torna más sombrío, como si de repente volviera a darse cuenta de la situación en la que se encuentran sus seres querido. -Ya lo he explicado cienes y cienes de veces. Yo estaba, hum... descansando de mis obligaciones escondido en una acequia, esperando que me llamaran a gritos... como es costumbre en Can Ruti... cuando encontré que los gritos no eran causados por mi, cuando asome la cabeza vi a unos tipos que vestían como monjes, pero con negros ropajes, los cuales iban armados con espadas y cogieron primero a mis hermanos mayores, los cuales vigilaban al ganado cerca de donde estaba yo descansando. Como pillaron a mi familia por sorpresa e iban armados no opusieron resistencia, apenas unas quejas a viva voz como protesta. Yo estaba tan aterrado que casi no podía ni respirar, y creo que de estar tan quieto no repararon en mi presencia, a Dios gracias.-

Traga algo de saliva al recordar la escena y mueve la lengua dentro de su boca como si quisiera alejarse de si un mal sabor antes de proseguir.

-No se donde se los llevaron. Se internaron en el bosque a los pies del Montgat, como yendo hacía el norte. Deben de ser bandidos, cada vez hay más en la zona... ¿Pero por que querrían algo de nosotros? ¡Ha sido un año de mala cosecha y nuestras cabras están raquíticas comparadas con otros años de bonanza! ¡No tenemos nada de valor para darles!-

Parece que el chico ignora los siniestros planes de Txetxu (como los ignora quizá todo el pueblo menos vosotros) y nadie le ha narrado los sucesos de este mediodía, con lo que tampoco parece relacionar a los hombres de negro con un complot satánico. Puede que los aldeanos hayan querido dejarle en la ignorancia para no alarmarle más de lo que ya está.

Osorio mira con circunspección al muchacho, sin poder evitar un escalofrío cuando éste menciona a los hombres de hábito negro. Una vez que Joan finaliza su relato, mira significativamente a Patrícia y dice:

-Bien, zagal. Yendo hacia el norte por el bosque que hay al pie del Montgat. Eso nos da, al menos, una dirección. -Luego se gira hacia Kamal y busca a Alonso con la vista-. La decisión es vuestra, amigos. ¿Partimos esta misma noche en busca de los cautivos o lo hacemos por la mañana, cuando hayáis descansado...?

Alonso escucha embelesado la historia que cuenta Osorio. En verdad la lengua es su don natural. Es una especie de magia que el intenta aprender, pero que su Vista jamás le otorgara, más su ingenio y la atención a personas como el judío.

No dice nada hasta que este le mira a él y a Kamal, buscando su decisión. Ya ha habido situaciones en las que el descanso le ha faltado, y aunque puede aguantar sabe muy bien los estragos que la falta de sueño hace, mas la situación... Mira a Kamal buscando su aprobación a su decisión.

- El sueño mal nos hará, mas en el combate el cuerpo se despierta. El tiempo apremia y juega en nuestra contra. Osorio, ¿creeís poder convencer a estas gentes para tomar prestados unos caballos?

Escucho con atención e interés las palabras de Osorio, para mí ya no es una novedad ser espectadora de sus grandes relatos pero aún así es evidente que resulta fácil disfrutar de ellos.
Después viene la respuesta del joven, que parece haber sido lo suficientemente incitado por la labia de nuestro buen amigo judío como para darnos bastantes datos de interés.

-Seguramente es donde Kamal y yo les perdimos la pista... Tendremos que estar muy bien preparados para atravesarlo- respondo a Luis cuando me mira tras mencionar el bosque, manteniéndome todo lo neutral que puedo a pesar de sentir un escalofrío y un miedo atroz.
Si de día y con una sola de esas criaturas ya habíamos corrido peligro de muerte no quiero imaginar lo que puede suceder de noche...lo único que me consuela un poco es el hecho de que seamos más.

-Alonso tiene razón, el tiempo apremia y no podemos permitirnos más demoras, recordad que apenas les faltan una o dos instrucciones...- evidentemente no voy a ser concreta con las explicaciones, Joan nos está escuchando y ellos saben perfectamente de qué les estoy hablando, así que tras mirar alrededor me levanto con lentitud del asiento.
-Quizá Regina disponga de alguno en los establos- me empieza a saber mal abusar tanto de la bondad de la posadera pero la situación lo requiere y quizá sea la opción más rápida, así que me dirijo a ella mientras Luis quizá intente convencer a otros.

Osorio se yergue de un salto.

-Bien, pues. Tranquilo, zagal: encontraremos a los tuyos. Al fin y al cabo, nunca has visto un grupo tan temible como el que formamos -Guiña un ojo con simpatía, como admitiendo que él mismo mantendría un sano escepticismo acerca de sus posibilidades de éxito si estuviera en la piel del muchacho. Luego se vuelve hacia sus compañeros.

-Marchemos esta noche, entonces. Tenéis razón: no hay tiempo que perder. Pidamos a Regina algunas monturas, como sugiere Patrícia; si no, y sabiendo que vamos a colaborar en la búsqueda, seguro que puedo convencer a los aldeanos para que nos cedan cuatro caballos.

A pesar de lo cansado que me siento no puedo evitar asentir ante las palabras de Alonso. El tiempo apremia, y si los dejamos ir, con mayor rapidez podrán ejecutar sus planes. En silencio, me doy la vuelta, mirando hacia abajo, meditabundo, aunque pongo atención las planificaciones de mis compañeros.

Vayamos pues, esos brujos deben ser parados cuanto antes, y temo que Patrícia y yo sólo viésemos una pobre bienvenida a esos bosques. Debemos hacernos a la idea de que no va a ser fácil llegar hasta ellos, tienen a su servicio engendros extraños.

Dicho eso, bajo los escalones hasta el piso bajo, eludiendo a los aldeanos para dirigirme sin más dilación a la puerta, preguntándome, inmerso en mis propias cavilaciones, si encontraré las respuestas a esos extraños sueños que me acosan últimamente.

Joan cabizbajo dice:

-Por favor, salvad a mi familia. Os lo ruego.- Dice casi entre dientes Joan antes de que el grupo se marche por la puerta en busqueda de Regina.

Regina se encuentra algo atareada recogiendo la cocina cuando vais a por ella:

-¿También queréis acompañar a los grupos que buscan a los Bufallà?... ¿Que si tengo caballos?- Entorna una triste sonrisa. -Mis establos hace tiempo que no hospedan montura alguna. La última que tuve fue una vieja mula que me ayudaba cuando debía ir de compras a la Ciudad Condal. Pocas otras monturas os ayudarian cuando el terreno a partir de la  vieja carretera es todo cuesta arriba.-

-Parece que no es nuestro día de suerte...- admito con algo de desánimo, aunque aún así sonrío agradecida a la buena de Regina por tomarse tantas molestias con nosotros, girándome entonces al resto de mis compañeros y mirándolos uno por uno.

-Creo que vamos a tener que andar hasta que nos salgan ampollas en los pies, una mula no nos ayudaría a ir más rápido pero perderíamos tiempo en encontrar a varias- me encojo de hombros, bastante resignada, bajando la mirada hasta mis zapatos desgastados, agujereados y llenos de barro en los que normalmente siento los pies como si estuvieran enfundados en hielo, pasando después a los de Luis en un estado similar.

A veces me gustaría volver a mi vida anterior sólo para poder obtener facilidades que darles a los que tanto se las merecen. En realidad es eso lo que ya hacía....

Lo que si conseguís de Regina es una vieja lampara de aceite que criaba polvo en el sótano. Tras desearos los mejor Regina se despide de vosotros mirando como marcháis desde el arco de la puerta con el gesto de preocupación grabado en su redonda cara.

El pueblo tiene un aspecto extraño y lúgubre a estas horas, el cielo nublado no deja filtrar ni la más leve luz de la luna y solo os permite ver la llama dentro de la lampara. Creéis estar en un laberinto de oscuridad, pequeños huertos, carros abandonados y fachadas de casas de piedra. Escucháis el ruido de las ramas de arboles agitadas y ventanales agitados por el viento a una cierta, pero indeterminada, distancia. El no saber que hay más allá de el radio de luz y penumbra que emite la lampara espolea la imaginación y casi parece que los esbirros y monstruos de Txetxu pudieran estar tras cada sombra, al girar cada esquina.

Llegáis hasta la vieja carretera, la castigada Via Laietana que construyeron hace tanto siglos y que se resiste a desaparecer, estáis ahora en la encrucijada que marca con un poste las distintas direcciones que se pueden escoger: Badalona, hacía la sur hacía Barcelona y hacía el norte hasta llegar a Mataró.

En silencio, aún algo turbado por todo lo que ocurre a nuestro alrededor, me dirijo, con cuidado de tener la mano siempre dispuesta a agarrar la empuñadura de mi alfanje, a través del pueblo, detrás de mis compañeros para protegerlos de lo que pudiera venir desde atrás y aún así ver lo que haya por delante, hasta la encrucijada donde se abren los posibles caminos.

Hacia el norte, dijo el joven Buffalà... -miro el poste y las indicaciones durante unos cuantos segundos-. Vayamos, entonces...

Saco la brújula, aunque sé que marcará el norte igual que la señal indica el camino a Mataró, y me quedo mirando cómo su aguja se mueve para marcar aquella dirección. Vuelvo a guardarla y empiezo a caminar, rumbo al norte.

Osorio cantaba para amenizar la marcha: su buena garganta le permitía imitar distintas voces, lo que hacía un poco menos pesada la tarea de caminar internándose en el bosque. Sin embargo, a sus compañeros no parecía agradarles demasiado. Ante un verso algo vejatorio para los andaluces, Alonso había respondido con una mirada de reproche. Cuando cambió la canción por una levemente erótica fue Patrícia la que bajó la mirada y se sonrojó, haciendo que el judío se sonrojara también y tuviera que cambiar apresuradamente de letra para convertir las aventuras sexuales de una molinera en una loa a la Vírgen de la Candelaria. Y ahora que se adentraban ya en la zona enemiga era Kamal el que le había mirado con la mano en el alfanje pidiendo silencio. Si sus enemigos estaban cerca, lo menos que deseaban era llamar su atención con canciones de borracho.

Osorio, pues, volvió al silencio encogiéndose de hombros.

Me encojo sobre mí misma bajo un viejo y desgastado chal que Regina me ha prestado antes de salir de la posada, echando de menos al cabo de pocos metros la calidez y seguridad de su interior mientras nos alejamos cada vez más de la ciudad adentrándonos en una oscuridad más tenebrosa de la habitual.
Mi cuerpo tiembla a menudo con pequeños espasmos, presa del frío y del miedo, aún así no digo una palabra y me limito a apretar tanto los pequeños dedos entorno a la tela que se quedan completamente blancos, mordiéndome el labio cada vez que me parece oír o ver algo de reojo.

Por suerte Osorio consigue despejar un poco la tensión del lugar con sus cómicas canciones, a pesar de lo incorrectas que puedan llegar a ser, si no fuera por eso y mi propio orgullo ya me habría dado la vuelta hace rato.

Finalmente llegamos hasta la encrucijada, me detengo y contengo un segundo la respiración pero Kamal no lo duda ni un segundo y yo tampoco, apresuro un par de pasos y me sujeto a uno de los brazos de Luis con más firmeza de la que debería y con la cabeza gacha, avergonzada pero sin poder evitar necesitar ése contacto amigo.

Sin buena cara, pero con resignación, Alonso acepta el hecho de que les tocará caminar. El único pensamiento que le conforta es pensar que al igual que para ellos unos caballos no serían ayuda, tampoco lo serían para aquellos a los que persiguen.

Las canciones de Osorio le hacen gracia al caminar. En cierto modo le reconfortan. Es increíble como le animan el alma. A cualquiera pudiera parecerle una majadero, pero él sin embargo agradece en silencio el intento del judío. Le pone cierta mala cara cuando entona sus mofas hacia su tierra, más porque cree que es lo que el judío espera y no quiere enturbiarle la actuación, pero por dentro sonríe por su atrevimiento.

Llegan al cruce, y antes de que llegue a proponerlo, Kamal saca su brújula. Él ya ha descubierto como la invocación de la magia les hacía retrasarse, por lo que al primer gesto del árabe no pierde tiempo para entonar su rápida plegaria y no demorarlos más de lo necesario. Por lo bajo musita.

- Ánimas del bosque y de la noche, espíritus en vela, estad atentos y anunciadme cuanta criatura viva o muerta se nos acerque, mostradme esta escasa luz como si fuese luz de día.

Patricia hace rato que se arrimó al hombro de Luis, y Alonso resistió la tentación de la galantería, pero aprovechando la breve pausa, se acerca hasta ellos, tendiendo un poco hoscamente su capa a Patricia. Sin sonrisa y en voz queda le ofrece la tela.

- A mi tan solo me entorpecerá en el combate y a vos os resguardará un poco más de este frío. Me hacéis un favor al llevadla, si no os importa…

Tras esto, continúa con el camino en la retaguardia del grupo por lo que pudiera venir por detrás.

Escucho la plegaria de Alonso mirándole sólo de reojo, con clara curiosiosidad pero sin estar nada dispuesta a interrumpirle o molestarle. ¿Ánimas del bosque?, ¿de verdad cree en esas cosas? Y en tal caso me temo que sólo conseguirían asustarme, sobretodo en estos tensos momentos... aunque creo recordar lejanamente que las creencias e invocaciones de Belasko se asemejaban un poco.

Suspiro al recordarlo volviendo la vista al inestable suelo, trastabillando de vez en cuando pero manteniéndome en pie gracias al apoyo de Osorio, equilibrándonos mutuamente.
-¿Eh?, ¿Estáis seguro...?- pregunto vacilante e incluso sorprendida ante el amable gesto de Alonso. Lo cierto es que sé que Kamal y Luis me tienen cierta estima, al menos eso creo, pero no acostumbran a tener ése tipo de detalles. Supongo que han pasado demasiado tiempo solos, quién sabe.

-Está bien, gracias- finalmente recibo la capa con una leve sonrisa de agradecimiento que no dura demasiado, enfundándome la amplia prenda y apretándola contra mi propia ropa, notando aún parte del calor de Alonso algo sonrojada, lo cuál probablemente nadie perciba en esta oscuridad.

-Podría iluminar mejor el camino, pero no creo que sea buena idea, nos delataría...- comento como si pretendiera justificar el hecho de no estar haciendo nada útil. Por ahora.