Partida Rol por web

—Venga jefe, que el único contacto con el exterior que has tenido ha sido con el Culto del Camino Enraizado y fue hace cincuenta años. Y eran buena gente, ¿no?

—¡Y así acabaron todos! ¡Muertos! ¡Y ahora cállate! Tengo que hablar con los forasteros.

El jefe puso los brazos en jarra y miró al guerrero hibórico, el bebé con intelecto adulto y la pata-pulpo de cuatro brazos que estaba arreglando un robot gigante.

—Que me asen si no sois lo más raro que he visto nunca. En fin, como he dicho antes, aunque no esté contento me alegra que estéis bien. No soy un desalmado ni nada de eso. ¿Puedo saber a qué habéis venido a la isla?

Wickelkind disfrutó del espectáculo desde su palco privado, la altura que le proporcionaba su robot era maravillosa. Si Almander ya le había sorprendido, sin duda, los nuevos integrantes de la tribu lo hicieron aún más. Su cruce de palabras fue cuanto menos curioso.

Hemos venido a por una banda de piratas. Dijo el bebé confiado con su inaguantable voz de pito. Somos cazarrecompensas. Aclaró por si no saltaba a la vista. Nos dirigíamos a por ellos a la cima y por culpa de los gusanos de fuego acabamos aquí. Se encogió de hombros. Nuestro grupo lo integran tres componentes mas, nos gustaría reunirnos con ellos, ¿sabéis donde están? Preguntó.

El doctor no había dudado en contar la verdad a los extraños habitantes de la isla, se habían portado bien con ellos y parecían amables. Esperaba haberlos juzgado bien y no haberse equivocado.

Lo que ha dicho el doctor, básicamente. Hemos venido a por los piratas que se han establecido aquí. A por su capitán para ser exactos, por el resto no pagan. No creo que vayan a atender a razones, pero eso es otro asunto. El plan siempre fue venir, agarrar a la presa y largarnos. Por lo que a mi respecta, lo sigue siendo.

No veo motivos para ocultarles cosas. Wickelkind ya ha hablado, probablemente ya sepan de nosotros por Karestya y realmente, es probablemente la respuesta que quieran oír. Es lo que yo querría oír si estuviese en Hyborica. Las comunidades cerradas que tienen los medios para vivir no necesitan más, y no suelen querer más. Habrá merluzos a los que en su juventud les pueda parecer aburrido y se dejen atraer fácilmente por las cosas brillantes y por las historias de las grandes ciudades de otros pueblos como si fuesen una erter sin cerebro, pero yo desde luego no soy uno. Especialmente desde que ya he vivido en una.

No te compensa.

Estamos en deuda con vosotros, así que si hay algo que esté en mi mano hacer de camino a cumplir nuestra misión, lo haré. Si no, simplemente cogeremos a quien hemos venido a buscar, nos iremos por donde vinimos y no tendréis que volver a oir de nosotros.

—Quizás podrían ayudarnos con esa reina jefe Toggo—podrían ayudarnos. 

El viejo sapo frunció el ceño y miró molesto a Almander.

—No—dijo tajantemente—. Ese problema es nuestro. Los llevaremos al camino para que sigan su viaje.

¿Qué reina? Pregunto Wickelkind sin siquiera pensarlo. Las constantes negativas del jefe ya no le hacían tanta gracia. Que seamos cazarrecompensas con un objetivo no significa que no podamos ayudar, a pesar de todo, lo primero es que somos buenas personas. Aclaró intentando aportar un tono conciliador, aunque era complejo con su voz de pito. Además vosotros nos habéis ayudado, estamos en deuda con vosotros.

El doctor no tenía muy claro que pensaría Bronan sobre aquello. Si que tenía algo más claro el pensamiento de Karestya, puesto que no parecía que fuera a ser algo por lo que fuéramos a recibir una recompensa. Sin embargo, su bondad infantil y sus ganas de aventuras pudieron con todo lo demás.

Entorno una ceja al ver que Wickelkind ofrece ayuda. Toggo no parece que confíe en los forasteros- actitud que no me resulta extraña para nada- así que no sé hasta que punto insistir tiene sentido. Cuanto menos nos impliquemos con esta gente mejor, probablemente les estaremos haciendo un favor. Por no mencionar que nuestra misión no tiene nada que ver con ellos. Si he sobrevivido tanto tiempo como lo he hecho es porque soy pragmático. Meternos en lo que quiera que sea que traen con esta reina es una distracción de aquello por lo que nos pagan.

Pero, por otra parte, es cierto que estamos en deuda con ellos. Nos podrían haber dejado tirados a que se nos comiese cualquier bicho mientras estabamos inconscientes, y no lo hicieron. Y a juzgar por las sensaciones de mi cuerpo y le cantidad y localización de los vendajes, Almander debe de tener razón al decir que no estaba precisamente en buena forma cuando me encontraron. Tengo tendencia a olvidarme de las heridas porque habitualmente mientras cazas no hay médicos cerca, y es algo que ya me pudo haber costado caro en alguna ocasión.

De lo de considerarnos "buenas personas"... eso se lo dejo a quien le guste pensar en esas cosas. Yo soy una persona que hace lo que debe por sobrevivir. Auqnue es cierto que hay ciertas líneas que no se cruzan, ni siquiera en tiempo de guerra. Eso nos lo enseñaban nuestros padres o el viejo Amalric, que solía repetir siempre la misma advertencia antes de la batalla.

Cuando uno tiene una khuld con un hombre, la tiene con un hombre. No con su hembra, ni con sus cachorros. No con sus padres ni con su ganado, o su sustento. Un hombre arregla sus deudas con otro hombre. Si no tienes poder para someter a tu rival, entonces no deberías buscar pleitos con él. Cuando vayas a luchar, muchacho, recuerda quién es tu rival. El que usa su acero con quien no lo ha buscado, vale menos que el propio acero... y recordad que lo sacamos de la tierra. Ahora, ve *

Así que me limito a encogerme de hombros cuando el doctor me mira. No depende de nosotros. Si Toggo quiere que le ayudemos, supongo que es lo que le debemos. Pero si no está por la labor, yo no pienso insisitir.

—Una reina de los gusanos de fuego—respondió Mik'Ango—. Lleva una semanas descendiendo por la isla. Si no hacemos algo, en un par de días la tendremos en la aldea.

—Y como he dicho, es un problema nuestro—replicó el viejo sapo. Entonces se giró y le dio con su baston en el pecho a la tortuga—. Y tú deberías ponerte en marcha. Zardon te está esperando.

Esos gusanos son duros de pelar. Dijo el bebé, que sabía de lo que hablaba. ¿Si acabamos con la reina es posible que los demás huyan? Preguntó a su compañero Hybórico, que estaba muy acostumbrado al comportamiento de esta clase de monstruos. Quizás sea una forma de conseguir avanzar, porque si vuelven a cortarnos el paso de la misma manera... Meditó en general sin saber muy bien si podría funcionar o no.

—¿De verdad a nadie se le ha ocurrido?—preguntó contrariada Karestya mientras se bajaba el visor y empezaba a soldar unos cables— ¡Tienen pterodáctilos domados! ¡Pueden llevarnos directos a la cima! Y sería un buen servicio a cambio de acabar con esa reina...

—¡Oh! Eso sería bueno para todos, ¿no jefe?—preguntó Almander con inocencia.

—Ellos ya saben que estamos aquí jefe—añadió Mik'ango—. Ya da igual que estén aquí más o menos tiempo. Podemos ayudarnos mutuamente.

El jefe Toggo se quedó en silencio un rato mirando a los cazarrecompensas.

—¿Qué decís gente extraña?

El doctor miró a Bronan, luego a la pata, luego al bárbaro de nuevo y otra vez a Karestya. Por último miró al jefe de los anfibios y contestó con convicción. ¡Hecho! 

Era lo mejor para todos, sobre todo para Barako, que se iba a poner más contento que unas castañuelas. Aunque no tenía ni idea de como iban a llevarle a él con su mecha, no preguntó, supuso que era posible puesto que se habían ofrecido a ello.

Y con el pacto sellado ahora venía el siguiente paso, necesitaban a sus compañeros para poder acabar con la reina. Vosotros que conocéis esta isla como yo la palma de mi mano. Se miró la mano y se percató de que desde que había encogido, no es que la conociera tan bien como antes. ¿Cómo encontramos a nuestros compañeros? Preguntó. Los necesitamos para acabar con esa reina.

Mik'Ango se rascó la cabeza.

—Lo siento pero no tenemos tiempo para buscar a vuestros compañeros. Lo esperable es que en dos días tengamos a la reina aquí, pero cualquier corrimiento de tierra puede acelerar las cosas. No tenemos tiempo que perder.