Partida Rol por web

A Sangre y Fuego (Conan RPG)

Los páramos helados de Cimmeria

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29/08/2011, 14:11
Director

Oscura y fría. Cubierta de nieve y azotada por los furiosos vientos de las montañas. Una tierra donde solo los más duros sobreviven volviendo su cuerpo de piedra y su corazón de hielo.

 

Y mientras tanto, Crom, vigila desde su montaña, indiferente, con el ceño fruncido como los hombres cobardes derrochan el don que les ha dado rezando en lugar de luchar.

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06/10/2011, 19:35
Director

Era un día como otro cualquiera, hacía frio, pero al menos el viento no soplaba del norte. Los copos de nieve cubrían ya las hojas del otoño y los osos tomaban los últimos bocados de la estación antes de ivernar.

Slaine tenía que hacer lo mismo de siempre, como siempre. Vigiar la empalizada de la villa, arrebujado en su capa de piel para no sentir el frío, al menos, no en su totalidad. Cuando no estaba allí, curtía pieles y afilaba espadas, hachas, herramientas de labranza... Habían pasado ya cinco años desde la última verdadera guerra, y las escaramuzas no solían tomarse contra las aldeas.

-AAAAHUUUUUUUUuuuuu... Sonó desde la puerta norte te giraste para prestar atención. Grarg sostenía en una mano el cuerno y en la otra su lanza de caza.

Aaahuuuuu, Aaahuuuuuuu Volvió a soplar.

Todos en la aldea se agruparon curiosos, con los brazos cruzados y las manos bajo las azilas para protegerlas del frío al salir de sus cabañas. Algunos hombres llevaban hachas, lanzas y escudos sin saber si la llamada era de aviso o de peligro.

-Jinetes! Más de cincuenta!! gritó Grarg.

Jortah, el jefe de tu nueva tribu, lanzó órdenes a los hombres y mujeres, preparándolos para un posible ataque. El caos se formó en la aldea, mientras hombres y mujeres corrían. Ellas con los hijos mas pequeños en brazos para refugiarse en las chozas de madera y barro. Ellos, poniéndose los escudos y preparando flechas.

 

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16/01/2012, 20:45
Director

Al otro lado de las murallas, la caballería avanzaba sin temor, a paso firme y atronador a través del yermo, machacando con las pezuñas la nieve otoñal que se acumulaba sobre el barro y la vegetación putrefacta. Nunca habías contados cuantos erais, pero el número apeas importaba. Erais los más fieros, los más duros, los más listos, o simplemente, los que se las habían apañado para ascender matando a su predecesor.

Los llamaban Sangrenegra, Sangrepútrida, o algo que se le parecía según la traducción de los norteños y eran el arma más poderosa de la horda de Gruhanlark. Sin duda no eran los más numerosos, pero sí eran los más temidos, y el terror a veces hace más daño que el filo de un hacha.

Gruhalak os utilizaba para misiones como la de aquel día, nada del otro mundo, mientras la horda avanzaba lenta e imparable hacia el sur. Arrasar aldeas como aquella, reclutar a cualquiera que fuera digno de ello y llevarse el botín de provisiones y mujeres era la parte mas divertida de todo aquello. La peor, compartir campamento con el resto de psicópatas, sanguinarios y asesinos que conformaban tu unidad. En el campo de batalla siempre puedes identificar al enemigo, pero cuando duermes con alguien que te apuñalaría por una manta, es necesario ser más prudente que duro. Afortunadamente, las puñaladas eran tu punto fuerte, y eso todo el mundo lo sabía.

Miles y miles de hombres y mujeres de todo el norte engrosaban las filas de infantería, cargando sus hachas, espadas, arcos y horcas, algunos incluso cargaban armaduras viejas y sus propias provisiones. Todos veían mejor alternativa unirse a Grúhalak en su cruzada, en lugar de enfrentarse a él. Los que no opinaban así ya habían sido pasados por la espada sin piedad.

Apenas habías visto a Grúhalak, en una ocasión, y te alegraste de no volver a encararte a él. Docenas eran los rumores que corren sobre él. Dicen que es inmortal, que su sangre es hielo fundido en las llamas del infierno y que es hijo del mismísimo Ymir, el dios gigante de la escarcha que creó el mundo según los norheims. Al menos, aquella historia podía ser cierta, cualquiera que lo viera y siguiera pensando que los gigantes no existen debía estar ciego. Medía casi tres metros, con brazos robustos y músculos duros como la piedra. Su cabello era del asqueroso rubio claro de los AEsires y su barba siempre estaba cubierta de escarcha y la mirada de sus ojos azules era tan intensa que podría fundir el acero.

Te alegrabas de estar lejos de él, por ahora.

La Aldea que pensabais destruir estaba ya apenas a un puñado de metros y podías ver como los pobres ilusos planeaban una defensa sobre las empalizadas de madera.

Notas de juego

Te voy a pedir que te inventes tu como ingresaste en la horda y como llegaste hasta donde estás y que lo cueles en tu post a modo de flashback.

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26/01/2012, 17:58
Brogdul

Brogdul apretó el paso para adelantarse como portavoz. Algunos de los que esperaban ascender rápidamente y los más impacientes por derramar sangre le siguieron. No sabrías decir por qué, pero les imitaste.

El caballo de Brogdul coceaba inquieto el barro y el hielo mientras el jinete escudriñaba de modo errante y penetrante los guerreros de las murallas con el ceño fruncido, amenazante, con su mazo de guerra colgando en su mano, haciendo dar al animal algunos pasos laterales para mantener el equilibrio.

Brogdul era uno de aquellos tipos que más valía tener contento. Algunos dicen que él solo podría vencer contra el resto de los Sangrenegra y salir bien parado, pero no confiabas mucho en esos rumores. Al ver que nadie pensaba bajar a recibirlo, el hyperborio gruño en voz alta a los cimmerios de la empalizada.

-Gruhalak reclama esta aldea!
Su voz era lenta y pausada, áspera como como los cardos secos y profunda y oscuda como un pozo, como de alguien que ha dormido poco después de abusar de la bebida durante toda la noche. Aunque eso era cierto, seguramente esa fuera también su voz en un estado normal.

Todo el que pueda empuñar un arma vendrá con nosotros y nos llevaremos lo que queramos. Más os vale abrir las puertas.

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26/01/2012, 18:22
Director

El silencio es lo único que recibió hasta que uno de los cimmerios se plantó ante la empalizada. Era un hombre de mediana edad, de barba oscura. Sabías como funcionaban las cosas allá arriba, en el norte, debería ser algún viejo guerrero que ahora ejercía de líder de la tribu.

-Los asuntos del Grunalak no son los nuestros! Si quiere que los Bral-Humt nos unamos a su causa que venga él mismo a exponer sus motivos.

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26/01/2012, 18:30
Brogdul

Brogdul dio un rápido repaso a los que le habían seguido, los suficientemente locos como para meterse en aquel asunto.
-Tu, mestizo... Te miró. Tu odiabas a los cimmerios, verdad? Es mejor que ellos mismos lleven el botín a matarlos a todos ahora y cargar a los caballos.

Volvió a mirar con desprecio al líder de aquella tribu, acallando los comentarios de aquellos que estaban sedientos de sangre y fuego.

-Combate singular. A muerte. Eso decidirá. No hay motivo para mataros a todos antes de tiempo.

Se escuchó un revuelo de voces. Miedo, ira, bravura... Todo se entremezclaba en tus oídos sin siquiera importarte quien gruñía mas fuerte. Brogdul los ignoraba a todos, y su decisión parecía bien firme.

El grupo que os había acompañado retrocedió con el resto de la caballería, indicándote que te quedaras a combatir tu solo.

-Tranquilo, arrasaremos el lugar igualmente. Dijo el hyperborio en voz baja antes de marcharse.

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26/01/2012, 19:32
Signild

Los Sangrenegra se alejaron tras Brogdul, pero a diferencia de este, se volvieron varias veces mientras aun estaban cerca. Que tantos hombres temibles me vigilasen con desconfianza hizo que mi sangre hirviese de orgullo, eso era respeto ganado con sangre, muy distinto al desprecio que había llenado mi niñez, e incluso al que habían mostrado esos mismos guerreros cuando me uni a la horda junto con un grupo de cimerios en un saqueo similar a este.

Pero aunque unirse a la horda de Grúhalak fue sencillo llegar a donde había llegado no lo fue tanto. La mayoría de los nuevos guerreros de la horda morían en las primeras refriegas. Grúhalak los usaba de carne de cañón, haciendo que solo los fuertes sobreviviesen, y rodeado de guerreros, mis habilidades no destacaban.

Debía mi supervivencia a una combinación de suerte y precaución. Muchos guerreros habían fallecido tratando de demostrar sus bravura, pobres ingenuos e incautos, sobrevivir era la prueba cuando cientos combaten a tu alrededor. Pero la fiereza de unos había servido para que Signild pudiese mantenerse en un seguro segundo plano, matando solo cuando era necesario.

Fue entonces cuando Rigkor se fijo en Signild. Rigkor era un salvaje de origen incierto, miembro de los Sangrenegra, salvaje y cruel como pocos. Durante una batalla observo como Signild se mantenía en segunda línea, luchando solo contra quienes le atacaban directamente, o contra aquellos distraídos con algún rival.

Tras aquella batalla, mientras Signild descansaba y limpiaba sus armas, sintió la mano de Rigkor en su cabeza. Este cogio su melena y lo arrastro varios metros antes de soltarlo.

Sucio perro cobarde.

Dijo a gritos mientras una multitud se reunía a su alrededor para observar la escena.

Combates como las mujeres.

Una patada en mi costado enfatizaba el desprecio de sus palabras, y luego otra patada más antes de sacar su hacha.

Vamos niña. Levántate y demuestra a todo el mundo como muere una mujer.

Nadie diría nada a Rigkor por matarme, era un sangrenegra, y yo simple carne de cañón, incluso recibiría aplausos por el espectáculo. Me incorpore, doblado sobre mi costado por el dolor, y pude escuchar sus risas ante mi reacción.

¿Veis a este cobarde? Así es como mueren los cobardes, de ro…

No termino la frase. Rigkor era más grande, más duro, y más fuerte que yo. Por desgracia le gustaba demasiado tener la atencion de los demás, y mientras se burlaba de mi me dio la espalda. Mi aliento en su oreja fue el último sonido que escucho, mientras mi puñal se hundía en su espalda atravesándole el corazón.

Respeto.

Me dejaban atrás, pero temían sufrir el mismo destino de Rigkor.

Con la sangre caliente en mis manos, pensé que me matarían, pero no fue así. Esa fue la única vez que vi a Grúhalak, el día en que me convertí en un Sangrenegra, de al única forma posible, matando a otro.

Y ahora me dejaban aquí.

Desde que me convertí en Sangrenegra había dormido con un ojo abierto, pero sin duda más de uno había hecho lo mismo. Yo no era un gran guerrero, pero hacia mi parte del trabajo, sin remordimientos, sin preguntas, sin dudar.

Algún día todos morimos, yo mismo me he asegurado de que muchos lo hagan, quizá sea hoy el día en que llegue mi hora, pero mientras me vuelvo para enfrentarme al líder de este pueblucho, lo hago con una sonrisa, preparado para ganar mas respeto.