Partida Rol por web

Miro al patio interior. Y les digo por señas mientras gesticulo mucho con los labios para que se me entienda:

 4 orcos (signo de cara fea) con 4 lobos (hago el gesto un perro ladrando con la mano) Acorazados (golpeándome en el pecho y señalando el acero de mi espada). 

Abrid, que pasen y luego cerrad para que no puedan escapar y delatar nuestra posición. 

Claramente excitada por la vista de nuevos enemigos de su raza freyna dice:

Y como lo harremos parra que no nos vean? Uno de nosotrros tendrra que salirr al patio parra abrrir la rreja en sus narrices.

Yo lo haré. Abriré las puertas y saldré volando hasta la torre. Otro tendrá que cerrarlas cuando entren. 

Yo puedo y cerrarla sin que me vean.
DIjo Nymrael mientras se deslizaba agilmente
UNa vez junto a la puerta se se concentra para tirar el hechizo de autodisimulo.

MMe preparo por 8 asaltos para quedarme en 92 y tener poca posibilidad de fallo.
UNa vez mimetizado conla roca ayudo a la elfa para que pueda huir sin ser vista.

UNa pregunta, asumo que el mecanismo tendrá contrapesos para que una persona sola pueda abrirlo y cerrarlo sin problemass. Verdad?

TRas unos segundos de concentració nymrael se mimetiza con la roca pareciendo pràcticamente invisible a los ojos de quien no hhaya visto el proceso. SEguidamente, con movimientos lentos para no desvanecer la ilusiòon ayuda a Riwen a abrir la puerta y la deja marcharse antes de que pueda ser descubierta por los orcos.

LUego se queda quieto como un gecko en el cristal de una ventana esperando a que la comitiva acceda para cerrar la puerta a su espalda.

Su pregunta no tardó demasiado en contestarse. Unos orcos llamaban a la puerta del castillo y rápidamente sus compañeros, entre los que se encontraba su valiente hermana, urdieron un rápido plan para acabar con ellos. 

Emeldir por su parte buscó un escondite desde una posición elevada con respecto al patio pro donde tendrían que pasar los orcos para atacarles con su magia en cuanto tuviera ocasión.

El enano solo asintió tras escuchar el plan preparado por sus compañeros. En silencio, mientras uno de los elfos se acercaba a hurtadillas al portalón, Bram asió con fuerza su hacha y su escudo e intentó ocultarse como buenamente podía en la torre donde estaban; sin dejar de tener una buena visión de la entrada....

Riwen empezó a concentrarse y, tras algo más de medio minuto, mientras los demás se preparaban, se lanzó el hechizo que le permitiría volar. Era su hechizo favorito, el que más libre le hacía sentir. Tenía maravillosos recuerdos de sus cortos viajes por los cielos de Las Tierras Bendecidas de Aman. Pero no era el momento de ensoñaciones.

Nada más lanzárselo, salió disparada hacia la puerta sin sobrevolar el muro y dejar que la vieran. Se paró justo delante del resorte que abriría la puerta. No lo haría del todo, sólo lo justo para que entraran, a ser posible desmontados. Ya la habían olido y los huargos se abalanzarían como las fieras que eran, pero ella saldría de su alcance rápidamente, elevándose unos pocos metros. Los orcos tardarían unos segundos en entrar, lo justo para que le diera tiempo a llegar a una de las ventanas de la torre. Para cuando sacaran sus arcos ella ya estaría a buen recaudo y los demás estarían empezando a atacarles. Iba a ser una masacre.

Los orcos olfatean el aire.... huele demasiado a elfo.... a medida que Riwen se dirige al portal levitando gracilmente.

Los huargos se ponen nerviosos y gruñen.... El orco que parece ser el jefe acaricia a su montura  y con un toque de espuela le anima a que arrime su poderoso hocico por entre los barrotes del portal... a escasos centimetros de la enorme rueda que mueve las cadenas de apertura de la reja...
 

Riwen se acercó a la rueda con las cadenas. En Aman eran mágicas las entradas y nada dadas a pruebas de músculo. No había pensado en eso. Pero no dejaría de intentarlo, claro. 

Los orcos y huargos se habían percatado de su presencia. El aliento inmundo de una de esas bestias soplaba ráfagas rápidas y sonoras de su aliento, levantando violentas nubecillas de polvo por debajo de la reja. Sonaban todos de una manera desagradable. Seguro que su hermanito se orinaría en los leotardos. Aunque no tenía el olfato de ellos, podía sentir también su hedor. Era casi tan nauseabundo como el del troll muerto: una mezcla almizclada de sudor, humores varios, heces, restos de cosas pudriéndose y la mugre de varios años fermentando con todo lo demás. Al menos no olían a muertos... todavía. 

Hizo toda la fuerza que pudo con el mecanismo, deseando que se moviera lo suficiente para que tuvieran que entrar poco a poco.