Partida Rol por web

Al escuchar como Elena carga hacia el tipejo intento agarrar a Pietro y empujarle para alejarle de la refriega y que pueda salvar a Rodrigo de morir desangrado.

—¡Salva al mercenario! —digo un instante antes de percatarme de un desagradable detalle —¿Dónde están mi prima y los críos?

Tuve que pararme casi en seco para no llevarme a Prieto por delante, ya que si me llego a chocar con él con la mala sangre que llevaba hubiéramos tenido más de un problema, sobretodo para sanarnos a todos porque nuestro médico iba a estar bien inconsciente en el suelo.

- Maldita sea!!! - Empecé a tener a la gente que había dentro de aquella casa fuera y maldije todo lo que pude pero al final me tuve que dar por vencida.

No había prestado atención a nada más, aunque claro de haber escuchado que en vez de pedir clemencia, aquel hombre estaba pidiendo dinero le hubiera hecho acercarse un poco más a la muerte con un buen golpe en las costillas, pero... por suerte para él, aún estaba resoplando como si fuera un toro en un redil.

Pasaron unos instantes en los que conseguí dejar de verlo todo en tono carmesí y cuando me di la vuelta miré al suelo, buscando al hombre con el que había estado hablando. Si hacía falta arrancarle un par de uñas o de dientes para que cantaran...

En un momento todo quedó libre. No solo no estaba muerta o violada por ese hijo de perra sino que allí estaban mis compañeros, me habían salvado. 

Me encontraba ahora con la necesidad de salvar a otro, Rodrigo que se hallaba en pésimas condiciones. Me agaché y acerqué a él y me puse a la tarea. Por fortuna, la mujer de nombre Remedios y los niños habían podido salir ilesos.

"No es tiempo de pensar en ese infierno, mejor haz tu trabajo."

Así que me puse a intentar salvar la vida de mi compañero con toda mi inteligencia, y los años de estudio.

Me pongo a intentar sanar al pobre de Rodrigo. No presto atención a nada más que a su persona, necesito salvarlo. Sin embargo mis dotes parecen no funcionar demasiado bien el día de hoy. No me extraña con todo lo que he pasado dentro de esa casa de locos.

Parece que hay técnicas de persuasión mejores que el dinero o el ingenio. No era mi estilo, pero eran igual de efectivas.

Con una sonrisa, llame a Pietro para que curase a ese infeliz. Era el momento de desentrañar todo esto—. Pietro, curad a este hombre. Elena, si intenta algo raro, podéis hacer con él lo que queráis.

Esperaba que Pietro se diese prisa. Yo también estaba herido y necesitaba atención. Pero esto era mucho más importante que mis rasguños.

-Sí señor.

Dije y me acerqué. Me fijé en sus heridas y primeramente intenté detener el efluvio de sangre. Había que ser rápida, este tipo se moría. 

"Es un desastre... desde que entramos en este pueblo que las cosas han ido de mal en peor, debe haber alguna maldición aquí dando vueltas..."

Seguí dedicándome a mi tarea. Pronto el hacer eso hizo que se me olvidara todo el mogollón que había pasado dentro de esa casa con los tíos locos y sus amenazas.

Al menos aquel hombre del suelo había entrado en razón, porque a mí tener que rematarlo no me hubiera supuesto el más mínimo problema, pues como habían podido comprobar en sus propias carnes, a mí el hacha no me pesaba lo más mínimo y levantarla no era ningún sacrificio.

- Vale. No hay problema. - Le miré con una sonrisa de " como te muevas te reviento la cabeza " que seguro que le dejó muy claro lo que iba a pasarle si le daba por hacer la gilipollez del día.

- ¿ Si no es el capitán de la guardia quién es? - Pregunté lo suficientemente bajo, temiendo que se acabaría la ronda de preguntas cuando llegara la guardia de aquel lugar. - Sé que hay alguien de la casa del " señor " detrás de todo esto... he visto su sello en el cartel que ofrecía oro por nuestras cabezas.

Maldigo para mis adentros al no poder encontrar rastro del último atacante. Si ha conseguido huir irá raudo a escupir todo lo ocurrido aquí al que dirige todo este embrollo. Sin más opciones regreso junto al resto, observando impotente como el hogar de mi prima se desmorona entre humo y llamas.

—¿Podrás refugiarte en la casa de algún conocido que muestre buena vecindad? —digo a Remedios observando con pena como agarra la bolsa— Quizás Saulo se preste a ayudaros también. De todas formas, con la enfermedad habrán quedado varias casas vacías…

Mientras hablo con ella con mi mejor tacto observo de reojo y medio escucho como están tratando el resto el asunto del moribundo. No estoy dispuesto a dejar que nadie cometa una cagada ahora que podemos confirmar nuestras sospechas.

Volvía a no prestar mucha atención a lo demás, pues seguía esperando a que aquel cabrón me dijera quién era el que había organizado aquella caza contra nosotros, porque haber ofrecido tanto dinero por nuestras cabezas sólo nos ponía en una situación aún más complicada.

No iba a tardar en perder la poca paciencia que poseía habitualmente así que por su bien, esperaba no tener que llegar al extremo de comenzar a hacerle más daño, aunque primero le hubieran curado, pues le arrancaría las uñas una a una si no empezaba a cantar igual que un pajarillo.

Se me ocurrían también otro par de cosas que hacerle, pero en el momento en el que me di cuenta de la hora maldije.

- Me parece que no voy a poder asistir a mi cita... Mierda! - La cosa se había complicado demasiado.

No pude hacer nada. La vida del hombre se escapó de mis manos. Estaba muy malherido cuando llegué pero además todo lo anterior me había afectado demasiado. 

Me paré, limpié mis manos con mi túnica ya más roja que blanca y esperé instrucciones.

-Lo siento...

Dije, y era verdad.

-¿Qué hacemos ahora?

—Salir de aquí —es lo único que contesto a Pietro. Después, mirando al resto, les digo— Vámonos. Si no sabemos quién nos está vendiendo, es mejor resolver esto de una vez por todas. Veamos si todas esas fantasías y habladurías son verdad. Vamos al lugar donde está la antigua señora del lugar...

Dicho esto al grupo, me dirijo a la prima de Martín, para decirle— ¿Cómo podemos llegar a la cruz del gitano?

Escupo al suelo y maldigo al médico y a mi prima para mis adentros. Se acabo el intentar resolver esto por la vía racional, enfrentándose a los hombres que mueven esto. Ahora solo podemos luchar contra fantasmas, leyendas y el propio diablo. Estamos realmente jodidos.

—¿Qué es la cruz del gitano, mi señor? —pregunto al oírselo decir a Don Íñigo—. También puede que tengamos que pasearnos por el lago…

No me faltan ganas para largarme de verdad de aquí y abandonarlos a todos. No había conseguido ni un mísero rastro del paradero de mis padres y hermanos que me apoyase y diese fuerzas para seguir, pero aún así, por suerte para todos, mi templanza aguanta por ahora.

—¿Qué hay de Rodrigo? Tendremos que dejarle con el médico local —digo mirando sus heridas, como si ya casi estuviera muerto en realidad.

- Joooder! - Dije viendo como se moría aquel gilipollas antes de hablar. No le echaba la culpa a Prieto, ni mucho menos, pero me hubiera gustado que aquel hombre hablara un poco más, pues ya me estaba cansando un poco de tanto jueguecito absurdo de buscar al culpable para todo.

Encima, no había conseguido encontrar al hijo de puta que quería degollar. Quizás hasta sacarle las tripas con mis propias manos.

Las palabras de nuestro noble me hicieron volver a la realidad y saqué el pergamino que había encontrado en lo que antes era un molino abandonado y ahora era un molino abandonado igual, aunque un poco más " chamuscadito ".

- Mirad. Todas nuestras cabezas tienen premio.. La mía tiene un poco más que la de mis compañeros porque imagino que la persona que lo puso es con quien tengo un pequeño asunto que tratar, a vida o muerte. - Dije para que todos supieran de ello y no les pillara por sorpresa. - Lleva el sello del señor de la ciudad.

Miro a Rodrigo. Martín tiene razón, Rodrigo no parece en condiciones de andar. Lo que me lleva a decirle— Martín, ¿vos sabéis donde se encuentra esa cruz?. Cuando lleguemos os contaré lo demás. Mientras, debemos llevar a Rodrigo al doctor, necesita curación urgente.

Dicho esto, espero a que los demás carguen a Rodrigo (al fin y al cabo, yo soy noble y no hago esas cosas), para llevarle a la consulta del médico.

—Uno de mis hombre necesita asistencia urgente —es todo lo que puedo decir al hombre, mientras hago un gesto con la mano para decir que Rodrigo entre.