Partida Rol por web

No encuentro nada. Es más, casi me río de la ridiculez de lo que intentaba esbozar. Yo no soy una conocedora de lo oculto, pero tenía esperanzas en que estas gentes, tan cerradas, esconden más que una simple enfermedad por más terrible que sea su huella.

Entonces escucho lo que el hombre le dice a Martín.

-No quiero hablar de ese lugar, me llevarón dormido con algo que me metieron en el gaznate, no recuerdo como ir, y me hicierón lo mismo al volver, y de ser un hombre fuerte a esta mediania...

Entonces lo calla. Miro a Martín con ojos de inquietud. Ese hombre sabe algo que tenemos que saber pero no puede hablar ahora, no cuando retorna el hijo del párroco.

No puedo decir nada, tengo que ocultar mi cara de sorpresa. Escucho al chico decir:

-No os preocupeis, mi tio es un hombre parco de palabras, pronto estareis de camino.

Pero algo más me extraña, la forma en la que ese joven se queda mirándome. Es como si hubiese pegado un respingo. Poniendo mi harto practicada voz de jovenzuelo, pregunto.

-¿Te pasa alguna cosa? Soy doctor así que puedo asistirte de ser así.

El parroco escucha tus palabras con sus ojos blanquicinos fijados en tí, aunque sepas que no te está viendo te pone algo nervioso, mientrás te explica lo que preguntas empieza a mover el brazo parece que no puede quedarse quieto :- De quien hablo es la madre del conde actual, parecía un angel su belleza deslumbraba, sus cabellos eran rubios como el oro y sus ojos brillaban más que el cielo de un azul profundo, pero a mi no me engañaba- Su voz se vuelve quebradiza , parece evidentemente nervioso y grita enfadado:-¡ Maldita mujer lujuriosa! Bien que se sabía que era diestra en hechicerias, el buen conde se dio cuenta demasiado tarde que se había casado con una mujer vendida al diablo... - Se levanta y empieza a andar alrededor de la silla, el hombre es francamente nervioso quizás roce demasiado el fanatismo:- A pesar de que le dio muerte, cayo muerto por los sortilegios que propago alrededor esa viperina, después de eso la maldición se propago, oi hablar de esa bestia que avanza por la laguna con voz de mujer... Su alma es tan malvada que ni en el infierno la quieren. Sin duda es ella, que ni en suelo sagrado yace, bien que no deje que ese desgraciado de Nuño le diera sepultura.- Se sienta obviamente exhausto de sus declamaciones, y completamente nervioso se disculpa:- Lo siento, mi señor, es que esos temas me rebelan-

En un instante, y antes de que me dé tiempo a contestar a mi primo, el supuesto sobrino del párroco se planta de nuevo a nuestro lado. Teniendo en cuenta todos los obstáculos, empiezo a pensar que las respuestas todavía tardarán mucho en llegar, si es que lo hacen. De cualquier modo, intento por todos los medios calmarme y ocultar mi estado de resignación frente al recién llegado.

—Tranquilo, tampoco tenemos demasiada prisa. Por desgracia para nosotros nuestro camino sigue estando aquí, dentro de la empalizada de este pueblo, y no fuera ni lejos.

El tiempo pasa en las escaleras de la iglesia, los niños se han marchado rapidamente pensando en que podrán gastar la moneda que ha dado Elena y lo que les habra pagado su Némesis, que se oculta en algún lugar de este andurrial. Intentais darle a la cabeza pero no os suena ningún molino, por lo que tienen que ser alguna ruina de la zona, pero claro, otra cosa es que en este pueblo muerto consigais un guia... Y el noble sigue hablando con el cura y el resto estaran con él, por lo que el tiempo de espera es bastante aburrido. Desgraciadamente no pasa nadie, todo está muerto y encima vuestros estomagos empiezan a protestar la tardanza de la comida, cuando por fín parece que alguien sale del maldito cementerio, el "sobrino" del cura, que al ver a Elena en los escalones se acerca un momento a saludar:- Buenas tardes, dos veces encontrarnos en el mismo dia, debe ser mi dia de suerte-

Martín no sabe que pensar de la actuación de su primo, ¿Estara diciendo la verdad? Su aspecto indica lo contrario, pero no puede saberlo con seguridad. La venida del "sobrino" del parroco os lo confirma que vais a estar un rato esperando, pero es lo que hay, vuestro señor hablando comodamente mientrás vosotros a pasarlo en la intemperie, podría ser peor... podríais tener la misma profesión que Blanca, estár en un lugar caliente y en compañia, seguramente no de vuestro agrado.
Anacleto suspira aliviado de que haya venido alguien ajeno a vosotros y poder escaquearse de dar respuestas, en este pueblo parece que todos guardan algo. Aunque ahora es el "sobrino" quien parece haberlo descubierto por la forma que mira a Pietro y que le responde:- Si, supongo que podemos hablar en privado- Al mirar al médico parece examinarlo con más profundidad, como si viera más cosas de las que en un primer vistazo hubiese visto. Ante lo que responde Martín le responde despistado:- Ahhh, si sí, es noraml en estos tiempos-

No entiendo mucho la mirada del hombre. No sé qué pensar pero no soy una mujer cobarde. El hecho de trabajar en una profesión de hombres lo demuestra. Quizás pueda sacar información, y por Dios que necesitamos eso.

-¿Me esperas Martín? -le pregunto a mi compañero.

-Serán solo unos momentos, capaz me entere de algo útil -le aclaro en un susurro. Luego espero el visto bueno para retirarme unos momentos con ese chico y ver si hay algo más que quiera informar.

—Te espero aquí —digo asintiendo al médico—, pero no tardes ni te alejes demasiado.

Mientras espero trato de mantener los ojos bien abiertos, vigilando tanto la zona por la que se fue el noble como por la que vinimos —en la que deberían seguir Rodrigo y Elena—. Tampoco quito ojo al médico y a su acompañante. Pase lo que pase, no quiero sorpresas desagradables.

Ves como se va un momento Pietro con su acompañante a un sitio apartado, donde al parecer intercambian dos palabras, pues el "sobrino" se marcha hacía donde están los dos mercenarios. Ves a Pietro, bastante meditabundo, pero en este médico tan dado a la misericordía en esta época oscura no es extraño que sufra más que los demás.

Trás dejar a Martín un momento, el sobrino que te parece recordar que se llama Jonas te lleva a un apartado detrás de unas lapidas, aunque estás a la vista de Martín, el arguacil no te puede escuchar, por lo que teneis tranquilidad para hablar. Pero para tu horror las únicas palabras que el muchacho dice al lado de tu oreja, con lo que sientes su calido aliento son:- Conozco tu secreto, está noche ven aquí, no querrás que se sepa ¿Verdad?...- Se vuelve hacía donde está Martín sin que parezca importarle lo que pienses, te quedas un momento estupefacta, cuando te fijas que se marcha hacía donde están los dos mercenarios y sientes una horrorosa sensación de indefesión.

Sin pensarlo mucho voy con paso rápido a reunirme de nuevo con Pietro.

El chico y yo nos alejamos hacia unas lápidas. Desde este sitio Martín puede vernos pero no escucharnos, lo que me alegra por si el joven intenta decirme algún secreto sobre el mal que aqueja al pueblo. Grande es mi sorpresa cuando me susurra al oído las siguientes palabras:

Conozco tu secreto, está noche ven aquí, no querrás que se sepa ¿Verdad?...

Y se aleja luego de pasar al lado de Martín hacia donde se encuentra un grupo de mercenarios. Mi sensación de indefensión es enorme. Entiendo que sabe que soy una chica y va a hacerme "pagar" por guardar el secreto.

"¿Y ahora qué hago?" Pienso, desesperada. No sé quién podría defenderme en una situación como ésta. Ni loca puedo contarle al Hidalgo, o a Martín. No sé bien a quién pedirle auxilio y me quedo junto a la lápida aclarando mi mente. Una idea se va formando pero es peligrosa también.

"¿Qué tal Elena? Ella es una mujer y sabe defenderse, quizás me comprenda. O tal vez me entregue."

Me llevo las manos a la cara, y me siento contra la lápida en un ataque de angustia. Luego, me vuelvo a parar. Cualquier cosa es mejor que ser vejada por esos mal nacidos. Incluso que ella sea mi verdugo. Me decido a ir a verla, pase lo que pase, pero primero me volveré a acercar a Martín para decirle que todo está bien.

Vuelvo hacia donde está Martín con mi rostro un poco abatido.

-Martín, voy afuera. Esta descomposición, médico o no, me está haciendo doler la cabeza. ¿Me permites? Espero que no te moleste, por supuesto.

Le digo y aguardo su respuesta. Ya bastante tengo en mi cabeza para preocuparme por más asuntos.

—Sí, volvamos con el resto y esperemos allí a Don Iñigo, pero antes dime lo que sabes —digo con tono algo seco.

Dios mío, pensé: decirle lo que sé es meterme en problemas. Necesito a Elena, él no puede ayudarme o peor aún, no creo que quiera. Esa angustia bajó por mi pecho y se alojó un momento.

-No me dijo nada, solo que la aldea era un sitio peligroso. Que si fuera él ya se hubiera ido de poder hacerlo. Que no hay esperanzas ya.

Mentí, pero era imposible decir la verdad sin que mi propia vida peligrara.

-Vamos, no quiero permanecer aquí. El tío ese está con otros de mal talante -eso al menos era verdad.

Hacía un rato ya que Rodrigo y yo habíamos dejado incluso de hablar con el aburrimiento de estar ahí plantados como si fuéramos hortalizas y trataba de pensar dónde podría conseguir un poco de información sobre ese lugar y quizás incluso sobre aquel maldito malnacido que había escrito aquella nota.

Al cabo de aún un rato, por fin vimos señales de vida en aquel lugar y justo en el momento que iba a soltar un resoplido por ver a este hombre de nuevo, me lo pensé mejor y sonreí como si acabara de encontrar precisamente lo que quería encontrar. Mi expresión había cambiado totalmente, de ser esa que intentaba no mostrar sentimiento alguno a tener un gesto demasiado cálido para cosa buena.

- Quizás sea el día de suerte de ambos... - Desde luego aquella frase no era lo más elocuente del mundo, pero venía a darme pie. - Necesito un poco de información acerca de este lugar... No es nada serio simplemente saber sobre un lugar y sobre alguien, si no es mucha molestia claro. A veces... incluso... puedo dar algo de conversación.

Allí dejaba entrever todas las armas que no llevaba a la espalda y que tenía bastante entrenadas, aunque tampoco demasiado, sino el interrogatorio perdería toda su gracia.

Roderigo hizo una mueca parecida a una sonrisa al oír las palabras de Elena, combinado con ese hábil "mostrar las armas" podía suponer una escena bastante entretenida para matar el rato de aburrimiento que estaba pasando. Para hacerlo mas divertido, decidió moverse de su posición y situarse a un lateral del mozo.

-Buenas tardes tengáis mozo.

El muchacho parece una calabaza de la sonrisa que se le abre en la boca y comenta:- Mujer no faltaría más, yo estoy aqui para ayudar- Rodrigo se ve olvidado, pero obviamente el muchacho está más fijo en las dos razones poderosas que se encuentran tan cerca de su rostro, que parece cambiar de colores:- Además no creo que pudiera resistir aunque quisiera de una conversación con usted... ¿Hay algún lugar del que quiera saber más?- Mientrás te hace un ademán señalando todo el pueblo y por el tono con el que lo dice, quiere enseñarte el lugar "a fondo". En tanto están los dos de palique, Rodrigo puede ver como se acerca azorado Pietro desde el cementerio, que al ver al muchacho se queda algo renuente a acercarse más, detrás de él va el arguacil, que parece bastante tocado, aunque supones que si vieras tu pueblo original igual, no estarías para tocar la dulzaina...

Pietro va delante con todos los problemas en su cabeza, mientrás que Martín le acompaña, su primo se despide:- Un placer haberte visto primo... Rezó por que tu estancia por aqui sea agradable...- y casi puedes terminar con un "corta". Avanzais hacia las escaleras de la iglesia donde os esperan los dos mercenarios, os dais cuenta de que están hablando con el sobrino del parroco, aunque a esta distancia no sabriais bien de que...