Partida Rol por web

Cuando finalmente desaparecieron las náuseas y se retomó el control de la situación, se pudo comprobar que el escenario donde os encontrabais ahora era bien distinto.

Una hoja de cerezo se posó sobre vuestro cuerpo ensangrentado mientras comprobabais aterrorizados que el entorno se había convertido en un jardín exuberante donde un gigantesco palacio de corte oriental decoraba la dantesca imagen de lo que parecía ser un asalto.

Al examinar vuestro propio cuerpo entendisteis que de alguna manera os habíais transportado al Japón feudal, era fácil de distinguir ante elementos tan característicos en la arquitectura o las armas.

Estabais sintiendo un dolor punzante a la vez que una agonía, ¿estabais heridos? Parece ser que sí, y de gravedad. Podíais intentar entender la situación:

Frente a ustedes había cuatro hombres: dos de ellos vestían ropajes holgados de color negro mientras que un tercero portaba una armadura del mismo tono. Los tres amenazaban con sus armas (todas orientales, claro) a un señor que por sus ropajes más elegantes parecía ser un noble.

- Este será el final de tu Daimyato, Kashikawa – gritó el tipo de la armadura.

- Tus dos únicos samuráis van a comprobar lo que es perder su único propósito en la vida, sentir la vergüenza de no proteger a su señor – y dicho aquello insertó el filo de la hoja en la garganta de aquel tipo frágil cuya sangre emanaba cual cascada.

Comprendisteis rápidamente que  aquel que acababa de fallecer era vuestro señor, el Daimyo Kashikawa el cual acababa de ser asaltado por un grupo de insurgentes que con habilidad y sangre fría habían acabado con todos los allí presentes.

De repente, el hombre de la armadura se acercó a ustedes lentamente mientras limpiaba su katana… había que tomar una decisión rápida:

Que te parece esta? Sino elijo alguna con armadura que le cubra la cara y ya XD

Morir nunca era divertido, pero aun no estábamos muertos y eso había que celebrarlo. Es verdad que no nos está yendo tan bien como cabría esperar, pero no se podía decir que fuera por desidia nuestra, era más bien cosa del azar. La seriedad de Daphne me obliga a tomarlo todo más despreocupadamente, como si me forzara a buscar un equilibrio entre ambas personalidades. Es cierto que cuando las balas fueran de verdad necesitaríamos tener esas capacidades, pero estar continuamente martirizándonos con ello no serviría.

Cuando estaba por decir algo, las náuseas me detuvieron, otro viaje se estaba realizando y dejé mi mirada prendida en la katana que tenía Daphne en sus manos. La visión cambio luego de enturbiarse totalmente, pero seguía viendo la espada… solo que llena de sangre y sentía que alguien me la hubiera clavado en el cuerpo antes. Todo estaba en llamas, con su fulgor rojizo elevándose en la noche oscura, el hedor a sangre y muerte era muy real. Esa máquina era realmente diabólica.

Pudimos presenciar con todo lujo de detalles como un acorazado sujeto acababa con la vida de otro, sin dudarlo ni un segundo y con la frialdad de un profesional. Luego se giró, limpiando su arma dramáticamente para venir por nosotros. Seguro que esa espada no era de mentira y sabría usarla.

-Agh… - sangro mucho, así que no debo fingir eso, caigo al suelo soltando un imperceptible-. Le daré por detrás - a mi compañera para que le entretenga brevemente. La idea es bastante simple: Ella, más ducha en combate, que le entretenga un poco, yo, más ducho en pasar desapercibido, atacarle por detrás y a traición. Al diablo el honor.

Las náuseas llegaron y con ellas el último destino de entrenamiento que debían superar para conseguir la última habilidad, que para ellos sería también la segunda. Y después de aquella fatiga, lo primero que sintió fue un horrible dolor atravesándole todo el cuerpo. ¿Qué significaba aquello? ¿Era una dificultad añadida, quizás? No, desde luego que eso no le gustaba ni un pelo a Daphne que también sintió el ambiente cargado y caldeado. Cuando alzó la mirada para situarse, observó que todo estaba siendo devorado por las llamas, las cuales lamían las faldas de las enormes columnas de fuego.

— Mierda… — balbuceó con el sabor de la sangre en su boca. En aquella ocasión ni se concentró en su propia imagen. Después de la desazón que sintió por haber fracasado la tercera prueba, no estaba de humor para emperrarse en usar su propia imagen otra vez. En cambio su compañero sí pudo, pues lo vio cuando le estaba buscando con la mirada, y como ella, también sufría graves heridas.

Se fijó entonces en aquel hombre de armadura negra que acababa de matar a quien era el señor de Brian y Daphne en esa realidad. Bueno, la muerte de Kashikawa le daba lo mismo a Daphne pero no la suya y la de su compañero, tenían que salir airosos de allí. Tenían que hacerlo. Así que solo dos decisiones se le aparecieron a la mujer en su mente; morir o matar. Y evidentemente escogería matar. No fue la única, ya que justo en ese momento su compañero le comentó sus planes. Y entonces, con un poderoso grito de tierra que soltó por su boca, la mujer se levantó con todas las energías que le restaban y fue directa hacia el acorazado con katana en mano dispuesta a matarlo.

Decidiste que lo más inteligente era hacerse el muerto, quizás así ignorarían tu presencia y aguantarías para sobrevivir un día más. A cada paso que daba el hombre de la armadura, más rápido latía tu corazón hasta el punto de que tenías que esforzarte para disimular tus impulsos…

Usando las fuerzas que le quedaban, Daphne apoyó su arma en el suelo y se reincorporó. Aún las heridas emanaban sangre, pero no por ello iba a quedarse de brazos cruzados. Sabía que el programa os había introducido en un rol que era el de proteger a su señor y ahora él está muerto ¿qué era lo único que quedaba? La venganza.

El hombre de la armadura sonrió, parecía que estaba orgulloso de la opción que había tomado.

- Así que aun sabiendo que no tienes nada que hacer vas a intentar luchar contra mí… me parece honorable aunque también una estupidez – tras decir eso adoptó una postura de combate.

- Vamos, lucha hasta el final si es eso lo que quieres. El destino de tu Daimyo no va a cambiar pero al menos morirás con honor –

De repente, en un rápido gesto el samurai de la armadura se abalanzó contra Daphne a una gran velocidad katana en mano. No se iba a andar con rodeos, iba directamente a matar pero desde luego usando técnicas que le permitiesen acabar con ella de una forma limpia.

Daphne no iba a someterse a aquel samurái oscuro, si quería su muerte, tendría que vencerla. Y no le iba a resultar muy difícil pues estaba gravemente herida; ella lo notaba en cada movimiento que hacía, en cada estocada y en cada forcejeo. La sangre se le seguía escapando de las heridas cortantes que había sufrido, y del interior de su cuerpo a través de su boca.

Daphne no iba a desperdiciar su aliento en responder a sus palabras, las ignoró por completo, demostrándole que no las tomaba en cuenta, y mucho menos se iba a dejar provocar por ellas. Lanzó numerosas estocadas contra él que pocas llegaron a alcanzar su carne, solo rozar su armadura. Más cortes se añadieron al cuerpo de la mujer que solo provocaban quejidos de dolor pero no achantaron. Fue entonces cuando decidió propinarle una potente patada a un costado, una táctica bien distinta a la que él estaría acostumbrado, y aprovechando ese golpe, quiso clavar su katana en el cuello del hombre, pero como mucho, solo alcanzaría retirarle el yelmo.

Quedarme quietecito era más complicado de lo que parecía, sobre todo porque temía que el samurái negro quisiera asegurarse que en verdad estuviera muerto. Yo me habría asegurado. Pero Daphne se encargó de alejarlo de mí, de mantenerlo ocupado, luchando de forma magistral. Yo habría muerto en el primer cruce de espadas, casi con total seguridad.

Esperé, conteniendo el aliento y esperando que mi compañera mantuviera esa férrea disciplina, conteniendo los ataques de su oponente. El tipo no quería perder tiempo.

-Está apurado, no quiere retrasarse más… Ella está herida y es una presa fácil- y eso podría ser su perdición. Busqué la oportunidad, el momento en el que el ataque de Daphne le hiciera retroceder para juntar la poca fuerza que me quedaba y atacarle por detrás. Quizás no le mate, pero sin duda le distraerá para que ella lo haga. Me interesa acabar con él, pues es el líder, con toda seguridad, del golpe que acaban de dar contra Kashikawa.

El combate fue arduo, pero las heridas pesaban más de lo que le hubiese gustado a Daphne. Sus movimientos eran más torpes, más predecibles, en general más inefectivos frente a un adversario que estaba en plenas capacidades.

Llegó a herirle, no lo suficiente claro está (además de retirarle el casco) pero sí que sentía que no se había rendido ante un combate que parecía imposible.

El hombre de la armadura, con un golpe devastador, la hizo caer al suelo. Escupió sangre manchando así la tierra que ensuciaba sus manos. Él se quedó dando vueltas alrededor suya mientras hacía chocar su arma con el suelo.

- Has luchado bien, incluso a pesar de tu estado… No me extraña que te hubiesen escogido como guardaespaldas del Daimyo pero es innegable que su futuro estaba ya sentenciado antes de que pudieses hacer algo al respecto – siguió caminando alrededor de Daphne.

Fue entonces cuando Brian apareció en escena, aprovechando que el Samurai Negro estaba distraído no dudó en hacerle un ataque por la espalda, el cual consiguió herirle con efectividad. Sin embargo, en un acto instintivo el guerrero enemigo hizo un tajo circular que logró golpear a al compañero de Daphne, haciéndole caer en el suelo.

Los ataques habían hecho mella en vuestro rival, pero no lo suficiente para derrotarle. Se alejó un par de pasos y os examinó desde la distancia. Ambos estabais en el suelo, heridos de gravedad y ya sin esperanza.

- He tomado una decisión… vais a seguir con vida. No quiero daros una muerte digna del guerrero… y más después del ataque a traición por parte de uno de vosotros. Voy a dejar que viváis con la vergüenza de haber perdido a vuestro señor y vivir para contarlo. Os acabo de convertir en Ronins, en unos vagabundos sin objetivo… Ahora tan solo os quedarán dos opciones: o acabar ustedes mismos con vuestra vida o aceptar esa vergüenza. Sea cual sea ya no es mi problema – dicho aquello el hombre envainó su katana y se marchó.

Estabais vivos; no sabías si por voluntad del programa o de vuestras propias decisiones pero si aún permanecíais en el Japón Feudal es porque el sistema consideraba que aún teníais algo que hacer allí.

Os reincorporasteis lentamente, casi sin fuerzas, sabiendo que podíais haber muerto al igual que sucedió con el Daimyo, pero supisteis que había un propósito claro a esta supervivencia: teníais que reclamar la vida de aquel que había matado a vuestro señor ¿era venganza? Puede ser, pero motivado por la nobleza de ajusticiar al asesino.

Habíais perdido la cuenta de cuantos kilómetros os habíais arrastrado en búsqueda de ayuda, de una oportunidad por seguir adelante, hasta que finalmente un humilde pescador cuya piel pálida y complexión esquelética os tendió la mano.

- Por todos los dioses ¿qué os ha pasado criaturas? – con la poca fuerza que aparentaba tener os reincorporó. Usando como apoyo una caña de pescar de bambú el anciano os llevó hasta una pequeña choza cercana a una cascada. El lugar era paradisíaco y pensante incluso que el encuentro no fue casual.

En poco tiempo os visteis de estar al borde de la muerte a ser rescatados por un anciano pescador llamado Aoshi, el cual sonriente y afable os acogió en su casa y atendió las heridas.

- Reconozco estos cortes, habéis luchado contra alguien muy fuerte ¿eh? – adivinó de manera sorprendente.

- Tenéis suerte de seguir con vida, seguramente de no haberos encontrado ahora estaríais muertos… pero si la vida os ha concedido otra oportunidad será por algo, oh sí, estoy seguro – rió entre dientes.

- ¿Por qué no me contáis quiénes sois y qué ha pasado, amigos? Es lo único que voy a pediros a cambio por salvaros – desde luego ese hombre no parecía una amenaza.

Daphne estaba en problemas, por mucha fuerza y destreza que tuviera, el samurái había estado entrenando con esa espada desde pequeño, siendo casi una extensión de su cuerpo. Mis pasos fueron sigiloso, lo sabía, pero aun así el ataque que realicé no fue del todo exitoso, aunque mi espada logró empaparse con su sangre. Pero de un movimiento rápido como el rayo, las pocas fuerzas que tenía me fueron arrebatadas, cayendo al suelo de rodilla. Lo peor fue su discurso sobre el honor… ¡Y lo decía un tipo que mató a sangre fría a otro que estaba desarmado! El honor no era más que una maldita excusa. Otra vez habíamos fallado y en tiempo record.

Me recosté en el suelo, con la noche sobre mi iluminada por las llamas, esperando las náuseas propias del programa… pero no soy famoso por dejarme derrotar, soy competitivo por naturaleza y elección. Así que intenté levantarme varias veces. Daphne lo logró mucho más rápido, intentando continuar desde el primer instante, siendo la que estaba peor herida pero con más temple para estas cosas.

-En verdad siento lastima por tu futuro marido- le dedique una sonrisa carmesí, pues sentía el sabor a sangre en mi boca. Eso nunca era bueno.

Nos ayudamos mutuamente… aunque Daphne tenía más suerte en eso, yo sentía que se me escapaban las tripas por la herida y mi visión se nublaba bastante seguido. Pronto dejé de pensar, intentando continuar caminando, poniendo un pie más adelante del otro en cada oportunidad, un poco por terquedad y otro porque Daphne continuaba, con el rostro perlado de sudor, pero la vista fija en el horizonte. Lamentablemente mis fuerzas fallaron, cayendo al suelo de rodillas. Creo que hasta ahí había logrado llegar. Lo intenté.

Por suerte un pescador nos ayudó, sin que nadie le dijera nada y guiado por algún altruismo que creía extingo. Quizás es por la época y todo eso del honor, aun me cuesta entenderlo. Lo último que recuerdo es dejar caer mi cara sobre el suelo de una choza con olor a pescado y luego todo se volvió negro. Al despertar mis heridas habían sido tratadas y Daphne estaba a pocos pasos de mí, también con amplios vendajes cubriendo su cuerpo. Ahora veía la magnitud de su enfrentamiento con el samurái, elevando bastante el concepto que ya tenía sobre ella.

-¿Estas bien?- me puse de costado, sosteniendo mi cabeza con una mano en una pose que pretendía ser sensual, debo decir que no fue buena idea por el fuerte dolor que recorrió mi cuerpo, pero eso no evitó que continuara con la pantomima-. No salió como esperábamos ¿no?

El anciano se nos acercó, preguntando por nuestra historia. Estaba tentado a responderle que éramos dos conejillos de indias del gobierno, llevados a diferentes eras temporales para adquirir habilidades que nos ayudarían a rescatar a la hija del presidente y acabar con unos terroristas… Solo para ver su reacción. Aunque eso podría provocar un ataque cardiaco en el anciano o quizás creyera que estamos locos o somos demonios. Mejor mentir.

-Le agradecemos profundamente su hospitalidad y generosidad- dijo acomodando mi cuerpo e inclinando mi cabeza respetuosamente-. Fallamos en proteger a nuestros Daimiyo- apreté una mano con fuerza, aunque ni le conocía al tipo, la idea era mostrar cierta rabia que si teníamos, pero por otros motivos-. Nuestro honor no puede ser restaurado...

Las heridas que Daphne ocasionó al samurái de negro no fueron suficientes para derrotarle. Pudo verle su rostro, parecía demasiado joven como para haberse convertido en un luchador tan poderoso, pero supuso que en aquella época era lo más normal. Demasiada disciplina y demasiado entrenamiento.

Se quedó ligeramente tumbada en el suelo, sintiendo la sangre correr por sus heridas pero no dejó de seguirle con la mirada cuando éste comenzó a rodearla. La joven no dijo nada, no podía hablar por puro agotamiento y por las heridas, que por cada segundo que pasaba la incitaban a cerrar los ojos y quedarse sin sentido, pero se estaba resistiendo a ello. Entonces Brian realizó el movimiento que había esperado desde que se lo susurró, pero ni si quiera ese juego sucio sirvió.

No le interesó en absoluto la charlatanería del samurái, Daphne nunca había valorado mucho la importancia que le daban al honor en esa épica. Para ella no existía la fidelidad a un solo señor, ella era más de defender al pueblo. La muchacha reprimió las ganas de llorar que tenía, pues creía que habían vuelto a fracasar, encima tan pronto. Dedujo que estaban en la primera fase de aquella era, pero le resultaba extraño que el programa no se la hubiera llevado. ¿Es que iba a esperar a que muriera a causa de las heridas? ¿Así de cruel era? Bueno, después de haber pasado semanas en aquella cueva en la era de los piratas, nada podía extrañarla.

Se puso en pie con dificultad pero lo consiguió ayudándose de la katana. Eso sí, su cuerpo se tambaleaba de un lado a otro, no tenía estabilidad ninguna pero su cabezonería no permitiría que se la llevaran antes de cumplir el objetivo. — Y yo la siento por tu madre. Vamos, levanta. — Respondió a su comentario pero en cambio ella no sonrió, estaba demasiado preocupada porque estuvieran a punto de fracasar, o quizás ya lo habían hecho solo que el programa estaba tardando en darles la patada. Le ofreció la mano para que Brian se levantase mientras ella misma se apoyaba en un tocón de madera que había por la zona. — Esto tiene pinta de que ha acabado…

Caminaron juntos sin un rumbo fijo y por muchísimo tiempo, no supo cuánto pero el suficiente para que fuese Brian el primero en caer. — Brian, no… Joder, debemos continuar. — Tiró de su mano en vano, él ya no iba a poderse levantar y ella finalmente cedió e hincó sus rodillas en el suelo. Y cuando creyó que todo estaba perdido, un anciano los encontró y les ayudó a levantarlos para seguir adelante.

Lo siguiente que recordaba fue despertar en el interior de una pequeña cabaña. Su cuerpo estaba completamente vendado allá donde había cortes, y sinceramente, se sentía una puta momia. Tardó largos segundos en reaccionar ante la pregunta de Brian, aún sentía la cabeza un poco ida. — He estado mejor y no, en absoluto. Creo que el programa se va a volver más cabrón por no haber superado la primera fase — respondió a Brian. Estaba segura de que sus palabras tenían razón, así que se estaba mentalizando. No le importaba hablar de eso delante del anciano, si total, formaba parte de La Barca — Tomemos el tiempo que necesitemos para recuperarnos del todo. — Dijo antes de volver a prestar atención al viejo.

— Él ya se lo ha resumido perfectamente — a Daphne le costaba más que a Brian meterse en el papel de samurái. No le gustaba fingir ser lo que no era, en cambio a su compañero parecía encantarle, y lo hacía con gran facilidad.

- Seguro que hay más cosas que podríais contarme pero que por desconfianza no compartís, pero no os culpo… seguramente yo actuaría también así en vuestra situación – mientras hablabais el hombre se aseguró de que no os faltase ni comida ni bebida.

- Hay algo que puedo hacer por ustedes aunque no lo creáis… llevará tiempo, disciplina y sobre todo coraje. Pero os ayudaré a vengaros… aunque puede que desistáis durante el trayecto – no entendíais qué es lo que quería decir.

- Puedo entrenaros, haceros más fuertes, más atentos, más capaces para obtener lo que buscáis: vengaros de aquel que ha hecho tanto daño… pero no será rápido. Necesitaremos semanas ¡meses incluso! Y que no os engañen vuestros ojos… éste viejo pescador fue en el pasado una vieja gloria del shogunato... – rió de nuevo.

Mi compañera parecía estar algo deprimida o cansada, como si esto podría haber terminado de otra manera. Aun estábamos vivos, en el programa y teníamos en nuestra mano la posibilidad de continuar. No se necesitaba nada más. Creo que ella necesita ponerse otra vez en marcha, una pared le detenía y era mi deber destrozarla para que pudiera continuar. Y siempre fui muy bueno para crear nuevos caminos a seguir. Por suerte el anciano nos dio la solución, mostrando que todo era parte del programa. Me erguí hasta donde las heridas me lo permitieron.

-Seria todo un honor que nos enseñara- no recordaba cómo era una pose de obediencia, pero inclinar la cabeza debía bastar-. Nos arrebataron nuestro honor… pero se lo retribuiremos con venganza. Estoy dispuesto a someterme a cualquier tipo de entrenamiento, no importa lo duro que fuera, para lograr nuestro objetivo. Estoy seguro que mi compañera también lo hará. Es mucho mejor guerrera que yo.

Ese era el siguiente paso, lograr vengarnos. No me importa si nos entrena una tortuga vieja, con tal de lograr nuestro objetivo, aceptaré cualquier medio.

Daphne dejó hablar a Brian, aparte de que era el mejor en eso, ella estaba cansada y desmotivada, la intuición de su compañero no le había fallado aunque en ese caso cualquiera se daría cuenta de su estado por su expresión. Le aburría sobremanera el asunto del honor y la venganza por el sentido con la que la buscaban. En el pasado ella había sentido en sus carnes esa necesidad de clamar venganza pero más que por el honor del caído, por castigar con sangre a quien le había arrebatado la vida, para quedarse tranquila ella, no por el muerto pues, muerto, muerto está.

— Sí, también acepto su entrenamiento. Tómese el tiempo que necesite, pero la actitud la cumplimos con creces. — Le aseguró. Supuso que había que aceptar, que esa era la decisión “buena” para que las siguientes decisiones fuesen más fáciles de tomar y de superar.

Sabiendo que en vuestra situación actual cualquier ayuda podía ser bien recibida y que puede que esto fuese una prueba más por parte del programa, aceptasteis de buen gusto la ayuda de aquel humilde pescador que igual encerraba más de un secreto.

Él, satisfecho con vuestra decisión, os dio una palmada en la espalda. Terminó de curar vuestras heridas y os explicó las instalaciones de su sencilla casa puesto que os ibais a alojar allí en las próximas semanas.

- A primera hora del día comenzará el entrenamiento… seré muy exigente ya que de no ver en ustedes el potencial necesario decidiré invertir mi tiempo en mejores cosas… como la pesca de la carpa – ahora el tono de voz era más serio, como la de un regio instructor.

Aceptasteis sus condiciones y fuisteis a descansar. Ahora llegaba el momento de enfrentarse a un duro entrenamiento que os permitiría plantarle cara al hombre de la armadura negra… o al menos eso es lo que esperabais.

La noche llegó, pero aún más rápido el amanecer. Con el primer cantar del gallo el anciano pescador comenzó a golpear vuestra puerta. Estaba esperando con una sonrisa afable aunque ojos más avispados podían hacer creer que era una sonrisa pícara.

- Buenos días amigos míos. Ha llegado el momento de comenzar… ¡seguidme! – el viejo hizo un gesto para que le siguierais, simplemente os llevó al exterior.

El lugar de entrenamiento era dicho patio donde un hermoso melocotonero decoraba la estancia como si fuese un jardín paradisíaco.

- Sacad vuestra arma guerreros. En esta primera semana de entrenamiento vamos a poner a prueba tanto vuestra fuerza como vuestra destreza… espero que no os burléis de este entrenamiento puesto que es más de lo que parece – acto seguido pidió que os acercarais a uno de los árboles frutales.

- De un momento a otro comenzarán a caer los melocotones ¿cuál será vuestro papel? Algo muy sencillo. Tendréis que cortarlos por la mitad de un solo golpe de vuestra espada. Tendréis que poner a prueba los reflejos, ya que el melocotón no puede tocar el suelo, pero también vuestra resistencia… porque como podréis ver aquí hay muuuuuchos melocotones… ¿estáis listos? – haciendo alarde de una agilidad que no parecía acorde a su edad, el viejo se encaramó a uno de los árboles y comenzó a agitar las ramas con su palo. ¡Los melocotones iban a empezar a caer!

Dormí plácidamente, cansado del viaje, de las heridas y tratando de recuperar todas las fuerzas gastadas. No sé qué nos deparará ese entrenamiento, pero no puedo dejar de pensar en el señor Miyagi y que nos tendrá arreglando su casa durante todo ese tiempo. Por suerte eso no sucede, sino que debemos mostrar nuestras pericias cortando fruta mientras esta cae de un árbol.

-Lo haremos- dije asintiendo con solemnidad, como si fuera la tarea más importante que tuviéramos jamás. Saqué mi espada, deleitándome brevemente por el sonido de roce con la funda y el filo de la misma, para luego intentar concentrarme. Me coloqué en un lugar que no estorbara a Daphne y estudié la disposición de los melocotones, saber cuál caería primero era imposible, cortarlos por la mitad en pleno vuelo otro tanto… lo que parecía una tarea sencilla pronto se me presentó como interesante y desafiante.

Miyagi subió al árbol como si fuera un pequeño mono, comenzando a agitarlo con fuerza, logrando que caigan muchos melocotones sobre nosotros. Primero, agité mi espada sin mucho acierto, golpeando algunos de pura casualidad, luego comencé a darme cuenta como golpear, como mover la espada de forma más eficiente… de todos modos muchos cayeron al suelo intactos, pero otros muchos fueron cortados a la mitad. No estaba mal, pero tampoco era para saltar de la alegría. Necesito más práctica.