Partida Rol por web

- Por supuesto, amo.

Conrad coge el frasquito y, sin dejar de sonreir, abre la boca de par en par.

Todos los que estén a su alrededor podéis percibir sus amarillentos dientes torcidos, llenos de sarro y caríados hasta el extremo. Las pestilentes emanaciones que emanan de su repugante cavidad bucal desprenden un repugnante olor, que os golpea en la cara con la fuerza de una insalubre tormenta.

Por si fuera poco, Conrad coge el frasquito y, acercándolo a una de sus muelas, procede a apretarse con saña una de sus maltrechas e inflamadas encías, provocándose una pequeña hemorragia que usa para llenar un poco el frasquito con un abominable fluido, mezcla de sangre, pus y restos de comida.

Una vez que acaba se lo tiende a Johannes.

- Aquí tiene, amo. Mezcle ahora su sangre con la mía.

 El arquero permanece atento y con actitud servil, contemplando el devenir de la escena, mirando curioso ese vial extraño que su señor Pryderi a desvelado ante el grupo. 

Ansobert estaba ensimismado en las investigaciones sobre la pared y no se percató de lo que estaban haciendo, pero el olor que salia de la boca de Conrad era tan brutal que fue suficiente para sacarlo de sus pensamientos. Rebuscó algo en su morral y sacó una ramita de tomillo que tenia para casos asi como este

- Conrad, deberias masticar un poco esta hierba y despues escupirla, te hará bien en la boca. Si quieres claro .- le sugirió con la hierba en la mano tendida hacia él.

- Ah bien, muchas gracias.

Conrad acepta los hierbajos esos y se pone a masticarlos tranquilamente.

Zaramama seguía relajadamente recorriendo la estancia. Quien no la conociera podría pensar que estaba allí de paseo, pero la verdad es que no se perdía detalle de lo que estaba aconteciendo.

Al parecer el joven líder no era muy respetado por sus subordinados... Interesante

Siguió el intercambio verbal, al parecer inocente entre Johannes y el guardia llamado Conrad. No pudo reprimir una sonrisa cuando éste cumplió con su parte del ritual. Sí que era cojonudo.

Con paciencia, y sin hablar aún con los demás, esperó a que el heredero culminara con los pasos necesarior para aceder a la tumba, a la vez que se cercioraba de que su arma estuviera pronta a ser usada ante la menor necesidad.

Con cara de asco, Johannes mira a Conrad y le dice:

- He dicho sangre, no mierda de puta, que es lo que tienes en tu boca, ademas de ordenarte que sea de tu mano, no de tu apestosa boca...

Y sin más, Johannes tira el contenido del frasquito sobre la cara de Conrad.

- Que no se te olvida que eres un subordinado y estás a mis órdenes. No toleraré un comportamiento indisciplinado, ¿queda claro?

Tras terminar la regañina, Johannes desenfunda su espada y se hace un tajo en la mano para acto seguido verter la sangre en la boca de la estatua de su antepasado.

Conrad queda ensuciado con el líquido del frasco de su amo, el cual parece ser una mezcla de sangre coagulada bastante asquerosa que pasa a adornar sus ropas del sur. Mientras los demás se reponen de semejante acontecimiento, Johannes se corta con su espada y mete la mano en la boca de la estatua, para que, de alguna manera, el guerrero pétreo beba de su sangre.

Sentís un ligero cosquilleo en la nuca cuando una brisa fría como el hielo surca el mausoleo...

CLANC

Un ruido de cadenas se comienza a percibir debajo de vuestros pies, apocopado por las entrañas de la tierra... de pronto, la estatua, saciada ya de sangre, comienza a desplazarse muy lentamente. Dejando en lo que hace unos segundos fue su base marmólea: un socavón, un pasadizo, un agujero oscuro que desciende hacia las profundidades de la tierra . . .

 El arquero no puede evitar que una fugaz mueca de desagrado cruce su rostro ante la escena. Pero lejos de participar se preparó para lo que pudiera suceder ante el vertido de sangre en la boca de la estatua.

Conrad hace una finta de modo que el proyectil pase a su lado mientras el se va girando cual pase de muleta.

La situación se estaba volviendo cada vez más divertida. En sus ojos, una chispa vibraba, siguiendo los actos del líder y el subordinado. No lo haces mal muchacho, pero parece que tu padre te ha mandado un hueso duro de roer.

El heredero demostraba tener carácter. Conrad era un grano en el culo. Los otros dos guardias aún no mostraban un perfil claro para Zaramama. Y el hechicero... tendría que vigilar al anciano.

Mejor estar al tanto desde ahora quienes serían sus compañeros en la catacumba.

Ansobert pone una mano en el hombro de Johannes, tranquilizandolo. Tras verter la sangre le tiende una gasa para que se la ponga alrededor del corte.

Conrad se aparta rápidamente del líquido del frasco de su amo, el cual parece ser una mezcla de sangre coagulada bastante asquerosa que pasa a adornar el suelo embaldosado. Mientras los demás se reponen de semejante acontecimiento, Johannes se corta con su espada y mete la mano en la boca de la estatua, para que, de alguna manera, el guerrero pétreo beba de su sangre.

Sentís un ligero cosquilleo en la nuca cuando una brisa fría como el hielo surca el mausoleo...

CLANC

Un ruido de cadenas se comienza a percibir debajo de vuestros pies, apocopado por las entrañas de la tierra... de pronto, la estatua, saciada ya de sangre, comienza a desplazarse muy lentamente. Dejando en lo que hace unos segundos fue su base marmólea: un socavón, un pasadizo, un agujero oscuro que desciende hacia las profundidades del infierno . . .

Por todos los dioses!!! Habéis visto eso?? Chilla sosteniendo su espada.

Ansobert comienza a tomar notas sobre lo ocurrido. Este era un momento historico para él. Por fin podia ver la tumba de tan legendario guerrero abierta dispuesta ante él. Esto es un acontecimiento historico, debia aprovechar el momento.

Descendeis por el pasadizo que había dejado abierto la estatua. Ayudados por unas barras de metal que se habían practicado en el agujero a modo de escalera de mano comenzais a descender metros y metros...

La luz que iluminaba la galería vertical no era más que un rectangulito brillante a unos veinte metros por encima de vuestras cabezas cuando llegasteis al suelo. Una vez reagrupados encendeis el resto de antorchas.

Os encontrais en una angosta y oscura cueva de paredes humeantes de piedra. A pesar de tener las antorchas encendidas, la oscuridad neblinosa de la cueva no os permite ver a más de tres metros, por lo que no podeis discernir la magnitud de la edificación. Antes de que os podais preguntar el por qué de tal extraño fenómeno, el sonido de las cadenas se vuelve a oír, esta vez mucho más cerca...

CLANCLANCLANCLANC

El pequeño tragaluz por el que habeis venido parece haberse cerrado del todo... En ese mismo instante un fogonazo os obliga a taparos la vista con la mano. Una multitud de antorchas, claveteadas en la pared, se acaban de iluminar como por arte de magia, descubriendo así toda la sala en su esplendor.

Os encontrais en lo más parecido a un salón de un palacio, el techo está a unos diez metros de altura, lo que hace amplificar con sus ecos los sonidos de cualquier pequeño movimiento.

A vuestros pies, unas alfombras persas engalanan el suelo.  Y justo en el centro, una gran mesa de comedor descansa bajo un mantel blanco, incluso desde la distancia parece que tiene vajilla puesta.

En las paredes hay dos tapices, uno en cada lateral de la sala. En uno aparecen representadas unas figuras claramente humanas, pero en el otro hay algunos dibujos más sorprendentes.

Al fondo del salón, se adivinan tres puertas de metal.

La sala definitivamente es bastante grande, de unos cincuenta metros cuadrados y en la cual hay cosas sorprendentes desde luego, pero eso sí. Ninguna espada.

OH!!!!!!! se tapa la cara con el antebrazo cuando se produce el fogonazo.

Agarrando bien fuerte su espada mientras una gota de sudor le resbala por la sien. Esto no me gusta nada, es cosa de brujería mi señor.

Se acerca al tapiz de las figuras extrañas y empieza a observarlo con curiosidad, mirando de vez en cuando hacia detrás , al resto del grupo.

Ansobert coincide con un gesto de asentimiento a las palabras del escolta. Pero no para de tomar notas, hacer dibujos y todas esas cosas que hace un cronista cuando esta cubriendo un acontecimiento historico.

 El arquero, ubicado en lo que sería la retaguardia del grupo, también tiene aún el brazo medio alzado por haberse protegido instintivamente los ojos ante el brillante fogonazo. Tras dar una vista somera al salón no pudo evitar mirar de nuevo hacia él lugar donde hacía escasoso instante se recortaba el cuadrado de luz que emplazaba el lugar por el que habían descendido. El pelo de la nuca se le erizó.

  Aanzó unos escasos pasos mirando por las paredes y cornisas superiores, a unos diez metros de altura, buscando algún indicio de dónde se pudiera encontrar el mecanismo que pudiera abrir de nuevo el acceso a la tumba.