Partida Rol por web

Llevaban ya larga distancia recorrida con todo el séquito de acompañantes y de soldados de la propia casa Tilverton cuando empezó a anochecer. Lord Sumner Tilverton alzó la mano y en seguida empezaron a sonar voces a lo largo de toda la comitiva que indicaban que se acamparía para pasar la noche allí. Escogieron un buen lugar entre las rocas, una posición un tanto elevada para evitar ataques o emboscadas, con la espalda cubierta, los posibles enemigos deberían ir de frente y allí estaría el grueso de los soldados esperando...

Se encendieron las diversas hogueras y se levantaron algunas tiendas. Los hombres, muchos de ellos caballeros, ya estaban alrededor del fuego hablando y bebiendo mientras algunos cazadores traían algún que otro animal que en aquella noche serviría de cena. Roderick se encontraba hablando y riendo con algunos de sus hombres, a la gran mayoría los había visto crecer desde jóvenes bajo su tutela como Maestro de armas de la casa y se sentía orgulloso al ver en qué se habían convertido, hombres y espadas leales a la Casa Tilverton y a su causa. Los muchachos se pusieron rápidamente de pie y se inclinaron con respeto, y al girarse Roderick descubrió el motivo: su hermano estaba de pie detrás suyo. Con el semblante preocupado lo miró y le dijo:

- ¿Puedes acompañarme a mi tienda? Me gustaría hablar contigo...

Y sin esperar una respuesta por su parte, se encamino hacia una de las tiendas, que estaba fuertemente vigilada por soldados y caballeros allí presentes.

      Aunque estaba disfrutando del rato de descanso con los soldados, el rostro de su hermano hizo que Roderick no remolonease lo más mínimo... aunque, en realidad, solía ser bastante atento para con su hermano. Siguiéndole a toda prisa, entró tras él en la tienda de campaña, apartando la lona con el brazo y dejándola caer tras de sí.

¿Qué sucede, hermano?

Una vez sentados dentro de la tienda de Sumner Tilverton, señor de la casa Tilverton y hermano mayor de Roderick, este cogió un trozo de papel, la tinta y una pluma que había encima de una mesa.

- Estaba pensando en escribir a mi hijo William...Hermano...¿qué crees que está pasando? Nunca había visto a los montañeses muy organizados y no se si ha habido ya otras épocas en las que algún clan se quisiera unir a alguna casa vasalla de los Arryn. Informé a Lord Arryn de todo este asunto, pero me preocupa que no interfiera, son dos ya las casas que han caído y eso es preocupante, pero... Hermano, júrame que esto que te voy a contar ahora no va a salir de aquí- dijo con expresión preocupada.- Lord Arryn tiene dudas acerca del honor y lealtad de sus vasallos, siendo la Mano del Rey, está ocupado casi completamente en Desembarco del Rey, y tiene que delegar muchas responsabilidades a hombres de confianza aquí en el Valle...creo sinceramente que las casas nos estamos espiando las unas a las otras en busca de un posible traidor...

      Las palabras de Sumner levantaron un ligero dolor de cabeza en Roderick. Aunque noble, Roderick era una persona sencilla de aficiones sencillas, nunca le habían gustado todas esas intrigas y no le gustaban los oponentes a los que no podía ver y abrirles la cabeza de un buen espadazo... en eso tenía que reconocer, muy a su pesar, que los salvajes le parecían mucho mas honorables que la mayoría de los nobles de poniente.

Hermano, sabes que te quiero y que deseo ayudarte... pero dudo que yo pueda aportarte mucho en este tipo de asuntos. Como mucho, puedo decirte que, tal y como señala la sabiduría popular, sin la vigilancia del amo, los perros se desmadran y se disputan el festín... o algo así. - Roderick hizo un gesto con la mano quitando importancia a sus palabras... al fin y al cabo, la "sabiduría popular" tampoco era lo suyo - Sin embargo, si puedo opinar en aspectos bélicos. La unión de los clanes montañeses es muy preocupante, y para mí no cabe duda de que debe andar detrás algún señor que desea debilitar a los demás... con tu permiso, sugeriría hablar con Lord Royce, los Royce siempre han sido leales y fuertes, el sin duda sabrá lo que debe hacerse... Quizá sea el momento de reunir a todas las casas en una cabalgada contra los salvajes, y si alguien se niega a participar... bueno ¿no sería eso sospechoso? Eliminar la amenaza de los salvajes es, en teoría, conveniente para todos. En cuanto a William... confío en el muchacho, y tiene a Jon a su lado por si las cosas se ponen feas... pero me siento intranquilo dejándoles solos, asique, si les escribes, te ruego que les transmitas mi buena voluntad y les recuerdes que sean prudentes y que, si las cosas parecen a punto de torcerse... golpeen con rapidez y contundencia.

Hablaron largo y tendido a lo largo de la noche, hasta que decidieron irse a dormir para partir pronto el día siguiente por la mañana. Hablaron de cosas más triviales, aunque Roderick pudo ver en toda la conversación que su hermano tenía abierta la herida que había dejado su hijo mayor, Julien, en su corazón. Sabía que su esposa, Lady Elisabeth, enviaba cuervos al Muro, pero nunca había recibido ni una sola respuesta. Roderick había conocido bien a Julien, tenía puestas en él grandes esperanzas, pero a diferencia de su hermano menor, William, éste no se movía según el código de caballería. En esos años, él, como el resto de la familia, no quiso darse cuenta de ello, pero Julien sentía real desprecio por la vida ajena, lo cual acabó demostrando con sus actos, y siempre obraba de forma egoísta... Roderick sabía porqué no recibía respuesta Lady Elisabeth, Julien odiaba la Casa Tilverton y a los suyos y si podía los hundiría.

Se levantó temprano por la mañana y vio que en uno de los extremos del campamento se había congregado bastantes de sus hombres formando un semicirculo. Uno de ellos se dirigió a él:

- Ser Roderick- Dijo con el respectivo saludo marcial- el mozo encargado de los cuervos dice que esta mañana se ha encontrado la jaula abierta...

      A pesar de haberse acostado tan tarde, la cabeza de Roderick estaba despejada cuando se levantó, y se dirigió a lavarse la cara con buen ánimo... sin embargo, las nuevas que se encontró nada más salir, trajeron negros nubarrones a su mente. Examinó el rostro del hombre que se había dirigido a el y trató de rememorar... se preciaba de conocer a todos sus hombres por su nombre de pila, eso ayudaba a ganarse el respeto y lealtad de los soldados.

¿Por qué no se me ha avisado inmediatamente? Llevame ante el mozo.

      Las cosas que estaban pasando no le gustaban nada, y ya tenía una edad y una experiencia como para pensar que todo eran simples coincidencias... las implicaciones de un acto en apariencia sencillo eran terribles: debía haber un traidor en la escolta... y quienquiera que fuese, por cualquier motivo, no quería que las noticias de su expedición llegasen al castillo.

El soldado obedeció y Roderick fue acompañado delante del mozo. Roderick lo reconoció, puesto que era uno de los ayudantes que el maestre Willen había elegido para cuidar de los cuervos. Cuando sabieron que se tendría que hacer un viaje, el maestre y él escogieron una docena de cuervos para que fuesen utilizados durante el viaje. Al parecer tal fin ya no sería posible.

Delante del mozo estaban las jaulas donde se llevaban los cuervos durante el viaje.

- Ser Roderick- dijo el muchacho, que no tendría más que unos diecisiete años- cada noche cerraba las jaulas. Por los Siete juro que ayer hice lo mismo mi señor!

      La expresión del caballero era seria, sin embargo, cuando posó su mano sobre el hombro del muchacho y le habló, lo hizo con un tono de voz suave y tranquilizador.

Tranquilo, muchacho, te conozco, y conozco al maestre Willem. Ni el te habría puesto al cargo de los cuervos, ni yo lo habría aceptado, si considerasemos posible que cometieses semejante descuido... Sin embargo, necesito saber qué hiciste anoche, y si observaste a alguien rondando cerca de las jaulas.

El muchacho se tranquilizó un poco:

- Si no recuerdo mal...alimenté a los cuervos, cerré la jaula y una vez hecho esto fui a cenar con los cocineros y demás, puesto que acabamos las tareas que nos ocupan más o menos al mismo tiempo. Cuando volví aquí todo estaba tranquilo y los cuervos no daban muestras de inquietud ni de malestar por lo que me fui a dormir. No vi a nadie sospechoso, los cuervos quedan a una zona más apartada como puede ver, porque el movimiento de los soldados los ponen nerviosos.

      Tras escuchar con atención, ser Roderick asintió brevemente. Su mirada no dejaba traslucir el desconcierto que sentía, todo este tipo de intrigas le sobrepasaban, el era un tipo de acción, y los tipos como él ante semejantes circunstancias suelen adoptar medidas que escandalizarían a muchas personas... Pero Roderick había apredido a refrenar esos impulsos, asique se limitó a hacer lo único que le quedaba por hacer. Se dirigió hacia el primer soldado, el que fuese a advertirle.

Buscame un par de buenos rastreadores, que investiguen la zona. - acto seguido se giró hacia los demás, y les fulminó con la mirada antes de señalar a cuatro soldados que le inspiraban cierta confianza - ¡Vosotros cuatro! ¡Vigilad que nadie aparte de los rastreadores se acerque a la zona! ¡Los demás! ¡¿no teneis nada mejor que hacer?! ¡Vamos, en marcha, quiero todo recogido y listo para marchar cuanto antes, las órdenes habituales aún no han cambiado!

      Y sin más, como un hombre acostumbrado a mandar y ser obedecido, giró sobre sus talones y comenzó a anadar a grandes zancadas, rumbo a la tienda de su señor hermano. Una vez allí, irrumpió sin pedir permiso ni esperar invitación, pues se trataba de una emergencia, y se dirigió directamente a Lord Tilverton de forma breve y concisa, sin suavizar.

Sumner, alguien ha soltado todos los cuervos y el muchacho al cargo asegura que lo dejó todo en orden, como siempre. Me temo que tenemos un traidor en el campamento.

Los rastreadores llegaron cuando se estaba acabando de recoger el campamento. Momentos antes Roderick y su hermano, Sumner, habían tenido una discusión haciendo conjeturas acerca del posible traidor.

El jefe del pelotón de rastreadores fue a hablar con Roderick:

- Ser, encontramos un rastro que se adentraba en un pequeño bosque, pero al llegar al riachuelo se perdía. Puede que el culpable del acto esté a leguas de aquí o puede que dejara el rastro para despistar...volviendo otra vez al punto de origen. Me temo que es imposible saber quién lo hizo.

Uno de los soldados, designados en la unidad de avanzadilla, se acercó a Roderick:

- Milord, estabamos en un pequeño monte escondidos observando, y vimos pasar algunos estandártes: la Casa Melcom, de Vieja Ancla, y la Casa Upcliff. Los dos con sus respectivos séquitos dirigiéndose hacia al sur...suponemos que al punto de reunión donde nos dirigimos nosotros.

      Las palabras del jefe de rastreadores supusieron una gran decepción... no era un experto en la materia, pero había dirigido a mis hombres durante muchos años y aprendido lo suficiente como para saber que, una vez en el rio, incluso los perros perdían el rastro.

Bien, entonces no queda mucho que hacer. Extremad las precauciones, y que los capitanes pasen revista... cualquier recluta que no sea conocido, que sea enviado a mi presencia. Hablaré con mi hermano, probablemente quiera enviar un jinete a su hijo para informar de lo ocurrido.

       Estaba de camino para hacer lo que había dicho, cuando llegó el soldado con la información de la presencia de otras casas... esta decisión si podía tomarla sin recurrir a mi hermano.

Enviad cuatro jinetes a cada una de las casas, dos se aproximarán como emisarios, otros dos se quedarán a distancia, procurando no ser visto. Si no salen del campamento, volverán a toda prisa con la información del tamaño de la escolta. Los emisarios deberán informarse, si ambas casas acuden a la reunión de buena fe, que les informen de que deberán extremar las precauciones.

       Tras esta orden me dirigí a mi hermano, dando por el camino instrucciones para la marcha... No tardaríamos en llegar al lugar de la reunión, y no sería demasiado pronto...

Cuanto antes volvamos a casa, mejor... temo por la seguridad de mi hijo y mis sobrinos.

La Casa Corvier era una fortaleza al menos el doble de grande que el castillo de la Casa Tilverton. Habían pasado una semana aproximadamente, desde el inicio del viaje, a un día por llegar al destino se habían juntado con el séquito de la Casa Melcom, una casa menor situada al nordeste del castillo de de Robles de Hierro, reconocieron enseguida su estandarte: una ancla oxidada sobre campo turquesa bajo un jefe amarillo con tres chapas azur. No obstante, y siguiendo la orden de Roderick, a mitad de viaje habían establecido contacto con la Casa Upcliff, otra casa menor del Valle reconociendo a su estandarte como una cresta de ola de sinople sobre campo de sable. Con ellos hablaron sobre lo sucedido en los últimos días, por lo visto Lord Upcliff estaba enfermo y no había podido acudir personalmente a la reunión, pero en su lugar había enviado a uno de sus diplomáticos, y primo suyo, Ser Trendon Upcliff. Ser Trendon se mostró preocupado por lo acontecido durante los últimos días aunque si tenía una opinión al respecto se la guardó para sí. Se mostraba muy cauto y siempre guardaba silencio en las reuniones que se hacía en su tienda o en la de Lord Sumner.

Llegaron de noche a la fortaleza de la Casa Corvier, el camino estaba vigilado por infantería de los Corvier e iluminado por antorchas. La verdad es que era espectacular; la muralla esta iluminada por la luz de las antorchas encima de ésta y a lo largo de ella había colgada los estandartes de las Casas que ya habían llegado. Roderick reconoció entre ellos los estandartes de la Casa Longthore, la Casa Lynderly, la Casa Moore...le sorprendió ver el estandarte de la Casa Pryor, un eclipse parcial en un campo rosa polvoriento, ya que los Pryor tenían la casa en Mordisco, la isla situada al norte de los Dedos. Y al menos distinguió a media docena más de estandartes que no le dió tiempo a estudiar ya que en ese momento le llegó la voz de su hermano:

- Por fin llegamos! Mira, al parecer Lord Corvier ha enviado a sus heraldos a recibirnos...vamos a presentarnos debidamente.- y con ello se adelantó al trote con su caballo, pasando al lado de las tropas de infantería de su Casa.

Hicieron las presentaciones. Roderick sabía que su hermano no era muy remilgado en estas cosas, y así fue, el propio Lord Sumner fue el único quien se presentó sin enviar antes un heraldo para que hiciese el trabajo, las otras casas se hicieron proclamar a voz viva el nombre de la casa y el representante en la reunión de la misma. Los heraldos de la Casa Corvier anunciaron que los lores y familiares tenían ya unas habitaciones preparadas y un baño para quitarse el polvo y el cansancio del viaje. Las tropas de infantería a su vez podrían acampar a los exteriores, donde ya aguardaban las otras tiendas de las demás casas.

A Roderick le habían proporcionado una pequeña habitación, que aún así tenía una pequeña bañera en el centro de la misma. En una silla tenía ropa limpia y reparó en que le habían preparado el baño para que se pudiera lavar en ese momento. El agua estaba a una temperatura agradable y a Roderick le gustó que desde la ventana pudiera divisar el campamento de sus hombres. Su hermano estaba a unos metros de distancia en unas habitaciones más lujosas. Roderick había entrado momentos antes y al menos calculó que la habitación de su hermano era dos veces, o tres, más grande que la suya, con una bonita chimenea con el fuego ya encendido.

Aunque no les habían dado prisas, la cena tendría lugar en breve y se debía apresurar a lavarse y cambiarse de ropa...

      El recibimiento había sido agradable, al menos para lo que solía ser el aburrido mundo de la cortesía y la palabrería en que todos los señores se envolvían cada vez que una reunión tenía lugar... Al menos, parecía que dadas las circunstancias pudo omitirse la mitad del royo y recibir directamente el tan necesario baño.

      Me vestí con mis mejores galas, con los colores de los Tilverton, mientras contemplaba desde la ventana el campamento de mis hombres. El baño había sido reparador, pero en el fondo les envidiaba... sus vidas eran sencillas, escuchar y cumplir ordenes, no debían verse inmiscuidos en pesadas y tediosas intrigas... Una vez listo, volví a dirigirme a las estancias de mi hermano y llamé a su puerta.

¿Sumner? Sin duda nos esperan para cenar, ¿estás listo?

Los dos hermanos fueron guiados por criados de la Casa Corvier hasta el salón principal. Éste era al menos el doble o triple de grande que el de la fortaleza Tilverton y la altura del techo era sorprendente. De éste colgaban una lámparas con unas veinte velas aproximadamente cada una que iluminaban perfectamente el techo y la estancia. El salón tenía un espacio central, donde colgaban las lámparas, y unos pasillos periféricos a modo de claustro. En cada una de las pilastras que conformaban estos pasillos había antorchas que iluminaban el espacio interior y el pasillo que era un hervidero de criados que iban y venían de, suposo Roderick, las cocinas, con bandejas que iban sirviendo a las mesas, dónde ya habían llegado algunos de los invitados. Las mesas formaban una especie de rectángulo, dejando un espacio interior donde por el momento había un bufón haciendo malabares y otros juegos de equilibrio para el disfrute de los presentes.

Fueron guiados a unos sitios que estaban libres y pudieron apreciar que encima de la mesa había una pequeña hoja con el escudo de la Casa Tilverton. Estaban situados aproximadamente en la parte central del rectángulo que conformaban la disposición de todas las mesas, en su extremo izquierdo vieron unas sillas con grabados con el escudo de la Casa Corvier. Lord Corvier, y su esposa, aún no habían llegado.

Lord Sumner saludó con la cabeza a varios de los presentes, quienes le devolvieron el saludo con el mismo gesto. Tomaron asiento y Sumner se giró hacia su hermano.

- ¿Qué piensas de todo esto? Esperaba una ceremonia más...militar. Casi parece que vayamos a celebrar un compromiso...

      Al entrar en el gran salón contemplaba todo con cierto desagrado que a duras penas era capaz de ocultar. El lugar era impresionante, pero había algo que no terminaba de gustarme... mi hermano no tardó en ponerlo en palabras. Se suponía que debíamos prepararnos para la guerra, pero un banquete de gala, con presencia de mujeres... desde luego, no era lo que yo esperaba. Tardé en contestar a mi hermano, y cuando lo hice fue acercandome a su oido para que nadie más lo escuchase.

Sea como sea, Sumner, debemos conseguir que de aquí salga algo en claro. Me preocupa que pretendan limitarse a hablar del asunto, comer todos juntos, y dejarlo en meras palabras, eso no podemos consentirlo tras lo ocurrido a los Trepton.

      Tras esas palabras me incorporé sonriendo y palmeé su hombro, como si bromease con él, y a continuación me dediqué a examinar a los presentes, buscando rostros conocidos y, sobre todo, examinando a ver quienes parecían cómodos con la situación y quienes, como mi hermano y como yo, parecían más desconcertados o incluso incómodos.