Partida Rol por web

La tensión y el olor a carne quemada mezclada con los gritos de aquella cosa que salia del cuerpo de la mujer, le revolvía el estomago. Aquello no se parecía a nada que pudiera recordar. “Mierda nos van a aplastar". Se acercó a sus compañeros para intentar cubrir todos los ángulos y protegerse con sus espaldas.

—¡¡Negativo!! —dijo a Hicks, —¿dónde están esos malditos bichos, Hudson? ¡¡Tienes que indicarnos!! ¡¡joder!!

No hizo falta ninguna indicación más, el grito de uno de los marines, le indicó el punto correcto , disparó hacia aquel lugar sin intención de parar —¡¡os aplastaré!!— otro grito sonó cerca de Vasquez .—¿Drake?!! Drake!! ¡¡Nooo...!! — volvió a disparar pero esta vez vació su cargador sin tener un blanco definido, todo aquel lugar era su enemigo.

-¡Mierda, mierda, Drake ¡Joder! -Hudson dirigió su arma hacia el grupo de criaturas que caían sobre ellos. Las ráfagas de su arma hacían pedazos a los xenomorfos y las salpicaduras de su sangre ácida levantaban columnas de humo allí donde caían -¡Tomad esta! ¡Y esta! ¡¿Queréis más?! ¡¿Queréis más, hijos de puta?!

Dietrich disparó su lanzallamas trazando un gran arco hacia uno de los pasillos donde confluían los monstruos. Era más un intento de contención más que de destruir a los enemigos. Las llamaradas prendieron a la resina iluminando un poco más aquel infierno.

-¡Sargento, son demasiados! ¡Tenemos que salir de aquí ya o nos pasarán por encima! -gritaba la mujer intentando hacerse oír en medio del caos.

Crowe cubría el flanco izquierdo lanzando ráfagas controladas hacia los xenomorfos que se acercaban. Logró derribar a dos de ellos haciendo que los demás se lo pensaran dos veces antes de atacar por ese lado.

-No se cuánto tiempo más podremos aguantar... -dijo más para sí mismo que para los demás.

Aquello era una auténtica locura. Disparaba sin poder darle a nada, pero es que la confusión creada entre tantos disparos y gritos, y los veloces movimientos de aquellas criaturas, no permitían hacer otra cosa que huir y cubrir nuestra retirada de la mejor manera posible.

¡Deprisa, larguémonos de aquí! ¡Hudson, Dietrich, Crowm, Vasquez, vamos!

Llegados a aquel punto ya sabía que habíamos sido sobrepasados y lo único que quería era crear una cortina que nos permitiese salir de allí con vida a la mayor cantidad posible de nosotros.

Era difícil mantener el grupo coordinado teniendo en cuenta que estábamos rodeados y que la salida parecía estar ahora a una eternidad. Quizás ni siquiera lográsemos alcanzarla, pero no iba a dejar de intentarlo.

Además, veía a Vasquez, Hudson y Crowe demasiado centrados en matar bichos, en lugar de darse cuenta de que tarde o temprano, alguno sería más rápido o resistente que nuestros disparos. 

Una breve satisfacción estuvo ante los ojos de Frost, el achicharramiento del parásito era algo que le daba alivio, se les puede matar.

La cosa no duró mucho, los chillidos de las criaturas hicieron hielo de la sangre del militar, era tarde para entender que habían entrado demasiado profundo en el agujero del gusano, y ahora venían sobre ellos.

-¡Drake!- el soldado vio a la cosa venir y a la desesperada descargó de su rifle contra el Xenomorfo, excepto que la cosa le superaba en reflejos y estuvo dando a todo menos a la mano que arrastraba al hombre.

Sólo pudo ver con desesperación cómo su compañero era arrastrado a un destino funesto y escuchar aquella última súplica de ayuda, no se la iba a poder quitar de sus oídos por lo que le quedara de vida.

¿No disparar a lo loco? Y yo me creo el puto general Custer en Big Little horn!

-¡ME CAGO EN DIOS!¡LA PUTA MADRE QUE LO PARIÓ!

Frost empezó a replegarse junto con sus compañeros, era demasiado tarde para algunos y empezaba a ser una masacre.

-¡Hudson con Vazquez!¡Abrid paso a la salida! ¡Estos hijos de...!

Apretó los dientes y continuó abriendo fuego de manera desordenada, tenía la esperanza vana de que al menos las ráfagas intimidaran a los engendros, pero eso no parecía ser lo que sucedía.

Unió filas con sus compañeros en busca de mantener una línea por la que todos pudieran salir, paso a paso hacia atrás, era verdad que como todos, seguro que también como los colonos en su momento, sólo sentía el impulso de correr sin mirar atrás.

Pero debía irse con pies de plomo, o tal vez ya se le habían vuelto así sin que se diera cuenta, como fuera no tenía tiempo para notarlo, tampoco para pensar, solo le quedaba el terror.

El infierno se había desatado. ¿Qué son esas…esas cosas? Pero ya lo sabía. Los monstruos de Ripley. Mimetizados con el entorno, rápidos, voraces, con garras. Su sangre era ácido. Asesinos implacables. Wierzbowski no llegó a verlos. Drake si, llegó a pedir ayuda. Su grito le taladró el tímpano, y el alma. Noooo .Igual que el silencio de Wierzbowski. Miró sus cámaras. Oscuridad. El infierno. Eso era el infierno.

Ripley le gritaba al oído. Demasiado cerca. Miraba los monitores. Estaba sudando. Las pantallas le tenían hipnotizado. Piensa. No podía pensar. ¿Qué decía el manual? Página ciento veintidós, tercer punto “Lanzar un ataque con los incineradores y replegarse por escuadras”. El mejor movimiento, el único movimiento. El manual era seguro, una constante. Es lo que debía hacer. Pero, pero…esas cosas no salen en el manual.

Un segundo dentro de su cabeza.

No puedes salvarles, Gorman. No vas a salvar a nadie.

La voz de su mujer. Bueno, exmujer.

Van a morir todos. Por tu culpa.

Esa era suya.

Silbaban las balas, Ripley gritaba. Sudaba, sentía escalofríos. ¿Y ahora…qué?

Quiero que lancen…

Los vas a matar, Gorman.

El mejor de su promoción.

Bueno para nada.

Estaba a punto de estallar, siempre había sido nitroglicerina en mal estado. Un pequeño detonante y adiós. Siempre había sido imperfecto. Un brillante envoltorio, un regalo en mal estado.

No puedes salvarles, Gorman. Igual que no pudiste salvar a tu hijo.

No había podido. Lo único que había hecho había sido estar a su lado, cogerle la mano todos los días hasta que un día, sencillamente, ya no estaba allí. No le había salvado. Igual que no podía salvar a sus hombres.

Uno no gana siempre, Scotty. Usa las cartas que tengas y da lo mejor que tengas. Aunque sea una doble pareja.

Su padre, en algún recóndito lugar de su mente llamado valor.

Haz lo que puedas.

Tengo miedo.

¿Y quién no?

Un segundo más. El tiempo parecía hielo.

A veces lo único que le queda a un hombre es su trabajo, el cuerpo. Su familia.

Mis hombres…

Tengo que…

Los incineradores, el manual…

Hazlo como un soldado hijo.

Pero yo no...

Como un soldado.

Ripley hablaba con la niña, buscaba un camino para llevar el blindado hasta sus hombres. Tomó la radio.

—Bishop, nos están atacando. Busque el camino más corto entre mi posición y la de mis hombres. Envíela a los monitores del APC y luego prepárese para abandonar el lugar.

Si Bishop no encontraba el camino, lo haría la niña. Y si no lo haría Ripley. Miraba las pantallas, tenía la situación dentro de su cabeza. Había perdido dos hombres, pero ellos también estaban haciendo daño. La situación no era crítica.

—Cabo, ¡Los tienes a las once y a las dos! ¡¿No los ve?! ¡A las once y a las dos! ¡Recuerde su entrenamiento! ¡No está disparando a patos en una feria!*

Se dirigió hacia el armero del APC, utilizó su llave de control para desbloquear la cerradura electrónica. Tomó un rifle, colocó un cargador, luego las granadas. Lo amartilló, comprobó los seguros. Aquello podía hacerlo con los ojos cerrados. Preparó tres. Cogió una granada de más, la guardó en el bolsillo de su camisa. No supo muy bien porque, un eco de otra dimensión.

—¡Burke!¡Venga aquí! Le voy a enseñar cómo se usa esto.

Utiliza todo recurso, toda ventaja.

—La culata contra el hombro, le dará un tirón cuando dispare. Este botón cambia el modo de fuego. Balas. Granadas. Balas. Granadas. Aquí, el cargador cae. Golpe seco. ¿Entendido? Ahora es un soldado. Procure no dispararnos a nosotros.

Por supuesto no iba a enviarle al frente, pero les convenía que estuviera armado y preparado. A Ripley le dio la misma lección, tiró de su brazo, la puso en pie y le entregó el arma. Le dijo como cogerla, apuntar y recargar. Ella era más lista, algo le decía que esa mujer tenía un talento innato para matar.

—El momento de  la venganza, Ripley. Vamos a aplastar a esos monstruos. ¿Tiene un camino?** Usted conduce.

Cogió el tercer rifle, se lo colgó del arnés. Se acercó a los paneles del APC. Desplegó el doble cañón. El RE700 era un cañón rotatorio de gran calibre***. Operativo, encendido. ¿Estaban ya en marcha? No había apartado los ojos de las pantallas. Todos seguían vivos. Menos Drake y Wierzbowski. Pensaría en ello más tarde. No tenía tiempo para la culpa. Debía salvar a los demás.

—¡Manténgase juntos! ¡Apoyasen en sus compañeros! ¡No se separen! ¡Retrocedan! ¡Retrocedan!

No te olvides lo más importante, Scotty.

Entre todo el caos, los nervios, las voces de su cabeza, se tomó un momento para llamar a la calma. Se acercó a la niña y colocó su mano, firme, sobre su hombro.

—Todo saldrá bien.

Había sonado tan bien que hasta él se lo había creído. Se apartó de ella, tratando de ofrecer una imagen segura y seria, tratando de ofrecerle seguridad, calma. Volvió a los monitores, se abrochó el cinturón. Si iba a conducir Ripley no quería darse un golpe contra la pared y quedar inconsciente. Esa era su lucha.

—¡Ya vamos! ¡Aguantad! ¡Ya vamos! —cortó, solo a Ripley —. ¡Písele, Ripley!

Analizaría la situación, cada monitor, cada uno de sus hombres, para que, al llegar allí, tener toda la información necesaria para entrar en combate, ofrecer cobertura y sacarles a todos de allí. Ya le había quitado el arma al seguro.

Newt se había quedado congelada cuando los monitores vomitaron la imagen de aquella mujer. Su aspecto era lamentable y el modo en que suplicó que la matasen hizo mella en la pequeña superviviente. Su pecho empezó a inflamarse como lo había hecho el de su padre hasta reventar liberando al monstruo. Uno más. Aquella mujer seguía apareciendo en las imágenes transmitidas por los marines. Su expresión, de sumo horror, casi atisbaba cierto sosiego, cierta paz al saber, de algún modo, que aquella vil criatura que había nacido en su interior moría presa de las llamas de la soldado. La conocía. Newt no recordaba su nombre pero la conocía. La había visto hablar con su madre muchas veces. Y ahora estaba muerta. Ahora todos estaban muertos. Eso era una evidencia. Los ojos de la niña, enrojecidos comenzaron a manar lágrimas silenciosas. Amargas. Un nudo en su garganta se hizo presa tanto que, cuando los monstruos empezaron a aparecer por todos los rincones, acechando y emboscando la partida de rescate, apenas pudo deshacerlo lo suficiente para esbozar un grito.

En el vehículo los acontecimientos también se precipitaron. La mujer gritaba al hombre y este, presa del pánico, dudaba de cuál sería la mejor estrategia. Aquello hombres, por muy aguerridos que pareciesen, también habían sido presas del pánico y, muy probablemente, de su exceso de confianza. A la niña le vino a la mente la cara de Timmy al escuchar a su madre hablar sobre los marines. Sus sospechas no eran desacertadas. Aquellos soldados tampoco eran rivales para esos enemigos.

La voz de la mujer sacó a Newt de su ensalmo haciéndola despertar de aquella pesadilla de recuerdo para embarcarse en otra, la actual. Le instaba a ayudarla. A encontrar una vía de escape para el pelotón o, mejor aún, una de acceso para el vehículo de gran tamaño. Newt no sabía qué responder. Los conductos de servicios eran su particular submundo, pero ninguno de los recovecos que tan bien se conocía serviría para albergar aquel pesado tanque. Y el tiempo jugaba en su contra. Echó una mirada al mapa que le mostraba la mujer con insistencia y apenas conseguía orientarse. La estación entera había cambiado para ella en las últimas semanas. Al menos su percepción de la misma. ¿Qué podía hacer?

—Por aquí...  —señaló el mapa con su manita temblorosa. —Es un pasillo estrecho y mal iluminado, pero les servirá a los soldados para llegar hasta este almacén al cual podremos llegar siguiendo esta ruta. Allí podremos recogerlos*. Pero hay que darse mucha prisa.

Tenían un plan. Gorman no había perdido tiempo y acudía al rescate de sus hombres. Newt, después de unos instantes de indecisión, había señalado un buen lugar por donde podían evacuar rápidamente al equipo. Además, el teniente había contactado con Bishop y ordenado prepararse para abandonar la zona.

Ripley se colocó tras el pesado volante del APC y puso el marcha el vehículo a toda velocidad. Abajo, en los subniveles, los marines comenzaron a retroceder mientras descargaban sus armas sobre las criaturas que se acercaban lo suficiente como para servir de blanco. Entonces, se dieron cuenta de que Hudson no estaba con ellos. Escucharon sus gritos más adelante.

-¡Hicks, Hicks! ¡Socorro! ¡No me dejéis aquí! -las ráfagas del rifle se escuchaban sin descanso- -¡Dios, salen de las paredes!

Resumen de bajas turno anterior:

Apone: 3
Hudson: 3
Crowe: 2
Vasquez: 2
Frost: 1

Xenomorfos restantes: 144

*Sí, me lo he inventado. Si tengo que tirar algo para refrendar que sea la mejor ruta me lo dices y lo tiro rápido.

No hace falta ^^

***Llegado el caso, lo uso como arma o lo uso como pericia? Tiene algún bonificador?

Como arma, el cañón del APC tiene una habilidad de 8 y tira dos dados para elegir el mejor resultado.

La tranquilizadora voz de Bishop llegó a través de la radio.

-La ruta más corta entre su posición y la colonia ya ha sido trazada, teniente ¿Necesita que le envíe soporte aéreo?

Frost plantó los pies en cuanto escuchó los gritos de su compañero, aferró con firmeza el mango del rifle y por sobre la mira apuntó a las cosas que estaban tratando de rodearle.

-¡Hudson resiste amigo!

En la primer descarga le había dado a uno lo suficientemente fuerte como para derribarlo, y también a un segundo.

Pero justo como lo decía Hudson, en este sitio si levantabas una piedra una plaga de monstruos iba a salir, cambió su objetivo para disparar a uno que se acercaba de manera peligrosa a su proximidad esperando para apuntar, éstas criaturas habían nacido para acechar, abalanzarse y matar, todo en ellas hablaba de un salvajismo mórbido.

Crowe apareció junto a Frost. Con la rodilla en tierra disparaba frente a su amigo creando una cortina de fuego mortal. Los últimos monstruos que acosaban a Hudson cayeron acribillados, junto a otro más que fue lo suficientemente osado para acercarse al par de marines.

-Te cubro, Frost, ya estoy aquí ¡Vamos Hudson, el autobús no espera!

¡No dejamos a nadie atrás!- grita a sus hombres, que lo tienen bien interiorizado, puesto que en un abrir y cerrar de ojos logran limpiar a los enemigos que rodean a Hudson- retirada, ¡vamos! cubrios mientras retrocedemos, vamos- Apone daba unos pasos hacia atrás, se detenía y disparaba a aquellos seres para dar cobertura a sus compañeros para que puedan retroceder.

¡Teniente, dese prisa!- fue lo único que le pudo decir. Estaba demasiado ocupado intentando salvar su vida. 

“Mierda!!” — Déjalo ahí ,Frost, no podemos hacer nada!!. —Su compañero disparaba sobre cuatro de esos seres que rodeaban a Hudson, intentó tirar de él para que siguiera adelante, pero lo único que pudo hacer fue quedarse junto a él. Hudson estaba en problemas, y en poco tiempo ellos también lo estaría si no conseguían terminar con ellos.

—¡¡Joder, me debes una Hudson!!—dijo mientras cubría las espaldas de sus compañeros y disparaba a los bichos que se acercaban a ellos. —¡¡Jodeos, pedazo de estúpidos pendejos!!

Mientras los muchachos liberaban a Hudson de la presión, Dietrich se adelantó en dirección a la salida lanzando ráfagas del lanzallamas a izquierda y derecha. Los xenomorfos retrocedían entre chillidos ante la visión del fuego.

-¡Vamos, tenemos vía libre por ahora!

Burke no dejaba de ver las pantallas. Los ojos como platos. La boca abierta. Daba tumbos de un lado a otro al son de los volantazos de Ripley.

La verdad es que nunca había creído del todo a Ripley. No es que pensara que se había inventado todo aquello de forma consciente para eludir su negligencia. No. Creyó que algo terrible había sucedido a bordo de la Nostromo y que la mente de Ripley lo había transformado en una fantasía de seres extraterrestres. Dicen que a veces sucede. Que la mente bloquea recuerdos, que transforma y modela la realidad a su antojo para evitar caer en el pozo de la locura.

Los marines con todo su armamento y preparación se replegaban. Se veían obligados a retirarse. Ni siquiera ellos podían hacer frente a aquellas criaturas ¿De dónde habían salido? ¿A que mundo pertenecían? No lo sabía, ni siquiera se creyó capaz de concebir alguna hipótesis con sentido, pero lo que tuvo claro es que la evolución había dotado a aquellos seres de una capacidad destructiva y de adaptación que los convertía en el arma definitiva.

¿Cuánto pagaría alguien por tener ese poder?

Tampoco lo sabía pero seguro que era mucho

—Si, Bishop. Necesitamos apoyo aéreo. Que traigan todo el arsenal disponible, bombas y napalm. Y que preparen el hospital de campaña. Nos vamos a toda prisa.

Dar esa orden, sensata, lúcida, que abría un camino hacia la luz, le relajó bastante. Volvió a mirar los monitores. El cañón estaba desplegado. Ahora no le serviría de mucho, pero estaría listo. Burke no había tomado el arma. Peor para él. No podía hacer de niñera. Su deber era proteger a los civiles, ninguno se lo estaba poniendo fácil. Miró las pantallas. Hudson se había quedado atrás, sus compañeros volvieron a por él. Esas cosas explotaban cuando las balas impactaban en ellos. Solo era cuestión de tiempo que su número los superase. Pero estaba bien saber que podían morir.

Él no era un hombre de acción. Aún no. Pero si era bueno con los detalles, analizando, pensando. La silla que tanto le incomodaba podía ofrecer alguna ventaja. Era raro que Vasquez fallase, era la mejor tiradora del grupo. Mejor de lo que había sido Drake. Había leído todos sus informes. Prestó atención a la pantalla.

—¡Vasquez! ¡Aprieta el percutor beta de la cabeza rotatoria del arma, se te ha saltado! —repitió la orden una vez más.*