Partida Rol por web

—Ehm—

—¿Los mapas?—Burke giró la cabeza para mirar los planos sobre la mesa. Solo fue un segundo, tal vez dos. Luego regresó la vista hacia las cámaras

—Claro, claro que lo entiendo.— el agente de la Weyland parecía especialmente interesado en esa puerta abierta. Como si supiera que algo iba a pasar y no quisiera perdérselo.  

No giró para ver quien estaba con ella después de sentir el toque que le indicaba que la seguían de cerca, no podía perder un instante de concentración, se limitó a ver los marines que iban por el otro flanco y por descarte dedujo quien podía ser.

—Frosty, tus manos de nenaza te delatan, —dijo sin dejar de mover su arma de un lado a otro por si aparecía esos bichos de Ripley o algún colono desquiciado.

La ventisca acentuaba las malas sensaciones que todos sentían sobre aquel lugar, un lugar inhóspito en el que la vida de los colonos no habría sido fácil sin xenomorfos, así que no quería pensar en qué se habría convertido con la existencia de estos.

La fiesta comenzaba. La orden del sargento la ponían en la vanguardia de el grupo de reconocimiento. Era su posición natural, después de hacer bailar a un par bichos con los disparos de su M56 nadie podía dudarlo. Así que no perdió ni un segundo, entró en las instalaciones de la conlonia con los dientes apretados y el dedo en el botón de disparo, sería la primera en abrir fuego eso no se lo quitaría nadie, pero el interior estaba más tranquilo de lo que esperaba. Allí había pasado algo.

-Éste negro trasero no tiene inconvenientes de ser rescatado por tus fuertes y vigorosas manos.- replicó a Vázquez. 

Nada, todavía había un aura de silencio, lo único constante era el golpeteo de la lluvia en el exterior y los chasquidos provenientes de las botas de todos los hombres de milicia, asintió para el sargento y siguió a la soldado mientras ella se empezaba a abrir paso por el primero de los pasillos de la colonia.

¿Túneles de ventilación? ¿Pero no había dicho que era una criatura dos y tantos metros? Es verdad que algunos ductos de mantenimiento estaban hechos para permitir el tránsito de técnicos, pero el ambiente claustrofóbico de los mismos y la escasa movilidad hacía que fuesen de uso para una o dos personas máximo ¿En qué estaba pensando Ripley? 

No me dirás que...

Vale, vale, no era el momento de dedicar la cabeza a buscar sombras en los muros, eso era para el tiempo libre. -Sigo. -reportó en un tono moderado retomando el paso en buscan de señales de vida o movimiento, todavía no tenía ninguna.

Vásquez abrió la marcha hacia el interior del complejo acompañada de Drake. Tras ellos, el grupo al completo entró con las armas en ristre. Allí dentro no se movía nada ni se escuchaba nada que no fuera el viento que entraba por la compuerta abierta o el goteo del agua procedente de un enorme agujero en el subnivel superior. El primer grupo continuó por el corredor mientras que el segundo equipo (el de Dietrich, Crowe y los otros) tomaban el nivel superior.

A lo largo del corredor podían verse las señales de una defensa precipitada. Puertas selladas, muebles abandonados y por las paredes marcas de armas de pequeño calibre. Unos agujeros en las paredes indicaban los sitios donde se habían usado cargas sísmicas para intentar cerrar el pasaje. Uno de los marines de cada grupo controlaba el indicador de movimiento. En el piso de arriba las señales eran las mismas. Un vistazo a los indicadores mostraba el pequeño monitor limpio de señales.

No había nada que molestara más a Vasquez que el silencio después de la aniquilación y eso era lo que reinaba dentro de la colonia, miró a su alrededor buscando algo que no corroborase la historia de Ripley, pero no podía obviar la evidencia. —Si necesitaba señales para determinar que les ha pasado a los colonos, teniente, hemos encontrado unas cuantas. —Dijo por el comunicador confiando que la señal de sonido y de imagen les llegaran con nitidez a la ACP, mientras examinaba uno de los agujeros que había producido algún tipo de explosivo.

—Hermano, mírate eso de los presentimiento, —Buscó a Frost con la mirada— joder!! tenías razón, estamos en la mierda. Aquí ha habido una jodida guerra.

El zumbido sordo del indicador de movimiento era lo único que escuchaba. Marchaba detrás de Vásquez y Drake, liderando al resto del grupo, moviendo el arma de un lado a otro del túnel, pero consciente al mismo tiempo de que lo normal era que no encontrásemos nada por el momento, pues no había señal alguna qu elo indicase.

El corredor parecía, no solo desierto, sino como un último y desesperado ejemplo de la resistencia que los colonos parecían haber llevado a cabo. Eso solo podía significar que no había una, sino muchas de las criaturas de Ripley y que ni siquiera aquellas fortificaciones habían podido detenerlas.

Quizás lo habían hecho durante... ¿unos minutos? ¿Algunas horas? Pero finalmente, ya fuese por su fuerza o simplemente por la perseverancia, o porque eran demasiadas, habían terminado por penetrar en el complejo y arrasar con todo. Tampoco creía que los colonos dispusieran de armas adecuadas para enfrentarse algo así, por lo que en aquellos momentos, nada más entrar en el corredor, tuve la certeza de que no encontraríamos a nadie con vida.

La segunda escuadra se desvió hacia la planta superior mientras nosotros proseguíamos por la inferior, caminando con lentitud, observando los restos que había dejado atrás la derrota.

Las palabras de Vasquez, a su estilo habitual, no decían nada que no supieran, pero era la manera en la que solía expresar tanto su frustración como su miedo, porque si había algo seguro en la vida de un marine era que todos tenían miedo. No se trataba de cobardía ni tampoco de una emoción gratuita, sino de la única que nos permitía protegernos unos a otros.

-Vasquez, concéntrate en lo que tienes delante y olvídate de lo que ves. Y si aparece algo, ten cuidado de no dispararle a nada que no debas -le dije, sabedor de lo rápido de gatillo que era y de que por muy seguro que estuviese acerca de las escasas posibilidades de hallar a alguien con vida, era para eso que estábamos allí.

Mientras nuestros nervios parecían saltar cada vez con mayor facilidad, continuáamos el avance sin encontrar otra cosa que no fuese la sensación de que habíamos llegado demasiado tarde.

Como para cualquier niño de ocho años, su padre había sido un héroe. Para el cuerpo de marines también lo había sido. Medallas, méritos al valor y una muerte heroica en un planeta cuyo nombre tenía más números que vocales. Tras su muerte, su padre había dejado solo a su hijo de ocho años y el listón muy alto. Tuvo que crecer solo, bajo el ala protectora de una madre religiosa y distante.

Se esforzó por ser como su padre. Las mecánicas del entrenamiento eran fáciles de memorizar, los manuales y las instrucciones también. No le había costado mucho esfuerzo ir ascendiendo en la cadena mando. El problema era esa falta de…chispa. Un libro pueden enseñarte la mejor manera de pescar, todo tipo de anzuelos, los peces más comunes en las aguas más cercanas a tu casa y las mejores técnicas. Un libro podía enseñarte a pescar. realmente Pero no podía darte una tarde de pesca con tu padre muerto. Así que Gorman había crecido entre frías leyes y regímenes militares, pero le había faltado calor. El bollo que tenía por cabeza se había quedado duro.

Hudson era descarado, Hicks era meditabundo pero regio, Apone era un estallido de energía, Vasquez tenía agallas, Drake era un engreído pero confiable, Ripley tenía el demonio en el cuerpo…todos eran humanos, todos conocían los protocolos, sabían que existían y los miraban con respeto, pero también con recelo. Cuando la situación se torcía se los saltaban porque sabían que la vida no entendía de leyes, libros o manuales. Y ahí salía esa parte humana que diferencia al mediocre del soldado, esa parte ardiente que tomaba las riendas y reaccionaba por instinto. Pero claro, ellos seguramente habían tenido un padre.

Y ahí estaba él, el hombrecillo del manual, tenso como la cuerda de un arco, contemplando las pantallas. “No la cagues, Gorman. Por favor”. No era ni la sombra de lo que había sido su padre, pero ¿Podía culparle alguien por intentarlo?

El lugar era un agujero. Había habido una batalla campal. Los colonos se habían atrincherado, habían peleado. ¿Quedaría alguien con vida? Quería creer que sí. Por eso estaban ahí. Ser la última esperanza de un puñado de supervivientes. Aquella era una misión de rescate y reconocimiento. Entrarían, se asegurarían de que nadie quedaba vivo, confirmarían que el entorno era hostil y saldrían de allí. Veía los agujeros de balas, las barricadas, los paneles arañados. Estaba enviando a sus hombres a un pequeño infierno. Y él no estaba allí, entre ellos, sino que lo veía todo cómodamente sentado. No le hacía sentirse bien, pero el mando no estaba hecho para ser disfrutado.

—Mantengan la calma, señores, no quiero que sus biorritmos se disparen en el monitor. Manténgase juntos y cubran la zona poco a poco.

Menos mal que estaba él allí, ¿Verdad?

Ya habéis oído todos al teniente- dice el sargento, que tampoco le gustaba aquella situación. Que se encontrase aquel lugar como si hubiera habido un combate era una cosa, que sus detectores no detectasen nada otra muy distinta. Era como si a los colonos hubieran desaparecido de la faz de la tierra. ¿Que diablos había ocurrido aqui? 

Continuamos el avance como hasta ahora, pero todos juntos y nada de separarse para investigar alguna habitación por su cuenta. Vazquez, atenta al detector de movimiento. Si se detecta alguna señal será la prioridad dar con ella. ¿Entendido?

Burke se volcó sobre las pantallas de los monitores. Sus ojos se movían rápidamente, de un lado a otro, analizando todos los detalles. Pero no se detuvo ni en aquel agujero provocado por las cargas sísmicas, ni en las puertas selladas, tampoco en las marcas de disparos. Era como si buscara otra cosa entre todo aquel desbarajuste, una señal de algo que solo él sabía que estaba allí.

En uno de los monitores apareció uno de esos indicadores de movimiento que los marines llevaban encima. No mostraba ni la más mínima actividad.

Giró la cabeza hacía Ripley.

—¿Qué opina?—

Parecía impaciente porque algo sucediera o defraudado porque no pasaba lo que él esperaba.

Estaba pendiente de los monitores. Sabía perfectamente lo que buscaba en aquellas imágenes y era algo más de lo que había en ellas. Pero todo apuntaba a que hubo una escaramuza y ya... fin de la historia. La negrura del lugar y la calidad de la imagen no me permitía discernir la sangre del entorno, así que no podía saber bien que había pasado con aquellos que abrieron fuergo. Pero de los otros, de aquellos llamados xenomorfos, no había ni rastro. No les veía ocultos como el que se coló en la lanzadera ni signos de su corrosiba sangre en el suelo o paredes.

Nada.

Era como si realmente se hubiesen peleado entre colonos para ver quien lideraba que, pero tampoco tenía sentido, porque hubiesen aparecido ya y habría movimiento y vida. Y allí no había más que silencio y oscuridad.

Escuché al teniente hablar a sus hombres y la voz de los mismos hasta que llegó a mí la de Burke.

- Que tienen que estar ahí... sino la colonia tendría vida. Ya hubiésemos visto colonos o contactado con ellos... recuerdo que esa cosa mantuvo con vida al capitán de la Nostromo, no se bien porqué, pero atrapado sin poder moverse. Sufría... me pidió que le matase. - Les conté a los presentes ignorando si los marines me oían o no. - Pero no veo marcas de ninguno... no hay corrosión en el entorno... A parte de moviento, que busquen agujeros hechos con ácido en el suelo o el techo... su sangre es capaz de cruzar varias capas de metal... y que no se fíen de las zonas oscuras, les gusta estar ahí.

Pero lo más probable era que aún no supieran que estábamos allí al igual que los demás no teníamos la certeza.

- Pero sobre todo, que se muevan con cautela. - Le indiqué al teniente, mientras mis ojos no se despegaban de las pantallas.

-Esta gente estaba desesperada Vázquez, ¿Las cargas explosivas? preferían quemar los puentes, sellar las puertas y esperar a que alguien viniera al rescate, pero no les dio tiempo.- En el Briefing que les hicieron destacaba el hecho de que no habían enviado ninguna señal, los atacantes habían sido rápidos y letales, pero había cosas que no encajaban, faltaba munición desperdigada, y en especial...

-¿Hicks, ves cadáveres por alguna parte? 

¿Dónde diablos están los cuerpos?

Digamos que un colono tuvo un tiro de suerte y se cargó a uno de los tipos, no le veía sentido a que arrastraran su cuerpo al interior, ahora lo contrario, son un grupo de mercenarios tratando de abrirse paso, matas a algunos colonos, no hay comunicaciones con el exterior, tienes todo el tiempo del mundo, no es como que esperen una respuesta inmediata de los Marines, así que... ¿Dónde están los cadáveres? ¿Los restos de munición? ¿Porqué sólo había esas marcas de bestialidad aquí y allá?

Su respiración se volvía un poco más audible a sus oídos con cada paso, se mordió los labios mientras escuchaba los otros comentarios que hacía la experta, seguro más de manera inconsciente y a cuenta de la tensión que subía y cómo sus oficiales sólo pedían continuar la marcha, Frost empezó a dar cortas pasadas a los rincones donde suponía que había ductos de ventilación en las paredes y tejados.

La caminata hasta el centro de la colonia se estaba haciendo eterna con aquella sensación de peligro que no podía sacarse de la espina desde que pusieron un pie en el interior, un paso detrás de otro, todos juntos, atento a lo que Vazquez pudiera recibir en su señal y explorando el lado de su flanco.

Concentrada se abría paso entre todos los objetos, cascotes y trozos de metales varios que se desperdigaban por aquel lugar, hasta que la voz de Apone la hizo desconectar.

—Entendido sargento!! —Indicó con la mano el camino que iba a seguir, no quería confusiones. Respiró profundamente y siguió adelante. Le gustaba su trabajo y ser carne de cañón era su sino, había nacido para ello y por eso iba en primera linea en ese maldito lugar. Para ella solo había dos opciones; morir en manos del bichejo del cuento de Ripley o matar a todo lo que se ponía por delante de su objetivo.

—Cabo, manténgase detrás de mí y así no habrá accidentes. —Sabía que una vez pulsado el botón de su M56 no había mucho margen para rectificar, aquella maldita arma tenía vida propia. Caminaba despacio, ampliando a cada paso el ángulo de giro para conseguir monitorizar la mayor superficie de las instalaciones con el indicador de movimiento. Mientras, repetía en su cabeza las palabras de Frost “Esta gente estaba desesperadas” —Mierda!! ¿dónde están esos malditos colonos?

¿Mantengan la calma, señores, no quiero que sus biorritmos se disparen en el monitor?

Seguramente esa era la clase de frases sacadas del manual para el Teniente novato, y despertó en mí una involuntaria sonrisa al escucharla. Por mi manera de ser, era consciente de que mientras pudiera, iba a permanecer calmado y pendiente de cuanto me rodeaba, lo cual me permitía valorar lo que todos teníamos para ofrecer, pero no era inmune a la presencia de un jefe de misión que carecía de la experiencia necesaria.

Seguramente, no todos los que miembros del equipo reuníamos las cualidades necesarias para liderar el equipo, y esperaba por el momento que no sucediera nada que nos obligase a ello, pero al menos habíamos acumulado la experiencia suficiente como para valorar las situaciones. Estaba por ver si Gorman iba a responder bien ante la primera crisis que se nos viniera encima.

Miré a mi alrededor para ver los rostros de los demás, percibiendo algo parecido a lo que yo sentía.

Pero seguíamos teniendo una misión clara por delante y me sentía plenamente concentrado en ella. El sargento era nuestro baluarte en batalla y también confiábamos en él para ordenar la situación. Mientras tanto, continuamos avanzando, mirando en todas direcciones, sin distinguir gran cosa, aparte de las muestras de una batalla perdida.

Estaba esquivando una maraña de cables que colgaban del techo cuando escuché la voz de Frost cerca de mí. Le miré y negué con la cabeza.

-Ninguno. O están escondidos en alguna otra parte del complejo o bien se llevaron los cuerpos -comenté en voz baja, sin dejar de caminar y mover el arma de un lado a otro del corredor.

Vasquez seguía actuando como punta de lanza, lo cual despertaba su ansiedad por tener un objetivo al que disparar. Precisamente por eso caminaba a su lado, porque podía aparecer un maldito colono y puede que ni siquiera se diese cuenta. Eso sí, era nuestra mejor oportunidad de acabar con cualquiera de aquellas criaturas, si finalmente aparecían.

-Los accidentes los causas tú, ¿verdad, Vasquez? -bromeé, echándole un rápido vistazo antes de volver a concentrarme en el pasillo.

Los marines recorrieron el complejo despacio, deteniéndose en todas las esquinas e inspeccionando todas las habitaciones. Pero en aquel sitio ya no quedaba nadie. Ni siquiera cadáveres. En uno de los puntos, habían soldado las puertas de varias intersecciones y bloqueado las escaleras con equipo pesado. Pero nada de aquello había servido: la barricada había sido sobrepasada en varios puntos.

El único ser vivo que encontraron, fue un hamster olvidado en una de las estancias. La pobre rata correteaba sola de acá para allá cuando las luces de los marines la deslumbraron. Aparte de eso, allí no quedaba un alma y, por supuesto, ni rastro de los bichos que decía Ripley. Sin embargo, habían estado allí. Podía verse en las marcas en las paredes o en las ocasionales quemaduras de ácido en suelo y techos. Una vez recorrido todo el complejo, Gorman pudo concluir que el lugar era seguro.

Miraba los monitores en silencio y entonces lo vi. - Ahí, en el monitor de Hicks. - Señalé a los presentes con la mano y miré al teniente que parecía desconcertado.

​​​​

Sabía que me había dicho que nada de hablar con sus hombres ni dar órdenes pero verle parado y saber que estaban allí. Tenían que verlo ellos mismos. Cogí los cascos con micro y antes de ponérmelos ya estaba hablando. - Cabo Hicks, en el suelo, a su derecha. - Le indiqué al marine.

Cuando este se giró, la imagen fue clara. Estaban allí. No me había equivocado. Aquellos estúpidos mandaron a toda esa gente a morir y ahora a un puñado de marines coloniales a arreglar todo.

- Ya está señores. Ya tienen todo el trabajo hecho. Recomiendo regresar a la Sulaco y volar la colonia entera desde allí. - Miré a Burke. - ¿Para eso vine, verdad? Para aconsejar. Pues ese es mi consejo. Dudo que quede colono alguno con vida allí y si lo queda, es lo más humano que se puede hacer y más sabiendo cómo se reproducen.

Y en ese momento alguien alertó que había movimiento y eso detuvo mis palabras y encogió mi corazón en un puño. Vi a los marines desplegarse para encontrar al final a un hámster enjaulado. - Está vez hemos tenido suerte. Quizás la próxima sea una de esas cosas. Retire a sus hombres teniente. Ya no hay nada que hacer aquí.

Pero al contrario de lo que le indiqué, optó por la idea más loca. Declarar aquel lugar zona segura.

- ¡¿Zona segura?! ¡¿Ha visto lo mismo que yo en esos monitores!? ¡Teniente! ¡Eso no es zona segura ni lo será nunca! - Arremetí contra él y su decisión. No sabía que quería demostrar pero iba a llevarnos a todos a la muerte si no le paraba.

Los ojos de Burke se abrieron como platos al ver las marcas y agujeros en el suelo. Sí, sin duda, aquello coincidía con la historia de Ripley. Una ambigua mueca se dibujó en su rostro.

¿Volar la colonia? Dijo con la boca abierta.

No no. Meneó la cabeza. Parecía nervioso, como si la ida de hacer saltar todo por los aires fuera en contra de algún plan que tenía preconcebido.

Ejem una gota de sudor resbaló por su frente

Puede haber colonos vivos.

Sí, eso. Puede haber supervivientes. No ha aparecido ningún cadáver señaló la pantalla de los monitores donde, a través de la cámara de uno de los marines, se veía como el hámster correteaba por unos túneles de plástico

Quizás esos hombres consiguieron acabar con su criatura Ripley

No podemos abandonarlos a su suerte el agente de la compañía se aferró a aquello como un naufrago a la soga del ultimo bote salvavidas.

El avance prosiguió durante varios e interminables minutos más, sin que  encontrásemos mucho más de lo que ya habíamos visto, pruebas de que los colonos habían intentado resistir como buenamente pudieron, pero que debido a una falta de armamento y preparación militar y al empuje de las criaturas de Ripley, habían terminado por ceder.

El hallazgo de aquellas puertas blindadas evidenciaba, eso sí, que alguien había mantenido la compostura hasta el final, manteniendo la esperanza por medio de ideas que si bien no permitían anular la amenaza, al menos esperaban que les proporcionaran una mayor probabilidad de permanecer con vida.

Pero todo fue una pura ilusión. Como ya pensé antes, jamás tuvieron ni una sola oportunidad.

Me puse en la piel de algunos de aquellos hombres y mujeres que en aquellos y frenéticos momentos, hacían todo lo que podían por mantener un mínimo orden, como el que intenta que sus fuerzas no retrocedan ante el empuje de una fuerza mayor, pues eso es siempre el principio del fin. El horror que debieron sentir cuando vieron por primera vez a aquellas malditas criaturas, no sería nada comparable al terror que experimentarían cuando se dieron cuenta, finalmente, de que no tenían nada que hacer.

Continué moviéndome y examinando todas las direcciones del corredor, pero a medida que lo hacía, experimentaba la rabia interior por todos aquellos a los que no habíamos podido ayudar y apretaba mi mandíbula casi instintivamente.

En ese momento, oí la voz de Ripley en mi oído. Me indicó que mirase en dirección hacia mi derecha, como así hice, viendo inmediatamente a lo que se refería.

-Vaya, diría que alguno de los colonos consiguió herir a una de las criaturas -comenté, mirando a Drake. Si alguien tenía dudas sobre lo que había contado, como que tenían ácido en lugar de sangre, ahí estaba la prueba de que no solo no se equivocaba sino que decía la verdad.

Como si yo lo hubiese dudado en algún momento.

​​​

El hecho de que no hubiese cuerpos seguía siendo un misterio, pero en el informe de Ripley había varios puntos interesantes, como que tampoco los de sus compañeros habían sido encontrados hasta mucho más tarde, envueltos en una sustancia mucilaginosa, quizás para conservarlos como alimento.* 

Con tantos colonos allí y tantas criaturas, no creía que el destino de los primeros fuese a ser muy diferente.

De repente, el detector de movimiento comenzó a dar señales, haciendo que todos nos detuviésemos y adoptásemos una actitud de tensión. Quizás nuestra presencia hubiese alertado a algunas de las criaturas, pues el complejo era grande y bien podía ser que no estuviesen todas en aquel lugar al mismo tiempo.

Miré a los demás y les hice una señal para que avanzasen detrás de mí, mientras seguía a Vasquez, que llevaba el detector, con las armas preparadas para disparar en cuanto tuviésemos un blanco claro. 

Para bien o para mal, nuestro blanco resultó ser una pobre rata, demostrando que no hacía demasiado tiempo desde que los colonos desaparecieron de aquel lugar.

-Falsa alarma, señor. Es solo un hámster -dije, echándole un último vistazo antes de salir de la estancia y regresar al corredor principal.

Aunque quedaba todavía mucho complejo por explorar, la idea general estaba muy clara. Habíamos llegado tarde. Seguramente, ya no quedaban colonos con vida dado que por lo que habíamos visto, las defensas habían cedido. Eso significaba que también estarían las criaturas de Ripley, esperando en alguna parte. Quizás en donde se hubiesen llevado a los colonos, estuvieran también ellas.

Y cualquiera que fuese el lugar, no era en donde estábamos.

Aquel lugar comenzaba a poner al sargento los pelos de punta. Estaba claro que había signos de lucha, habida cuenta del estado del lugar, pero no haber encontrado ningún cuerpo ni a nadie le hacía recelar a Apone. Si la amenaza que decía Rypley, era real, y ahora mismo viendo aquello no podía negar la versión de la mujer, estaban ante una amenaza muy peligrosa.

Teniente- dijo por el comunicador- salvo un hamster, aqui no hay nada ni nadie, salvo signos evidentes de lucha. Pero este sitio está desierto. ¿Que quiere hacer?

La voz de Hicks resonaba por los pasillos y en los oídos de Vasquez con un eco delirante.  —Creo que no es momento de hablar de mis meteduras de pata—la soldado dejó por unos momento descansar el arma en el suelo mientas buscaba una goma de mascar en sus bolsillos.  Masticar la ayudaban a concentrarse  y el saborcillo sin determinar que le dejaba e la boca camuflaba el ambiente viciado que rellenaba aquel lugar.

Sonrió al escuchar por el comunicador una voz femenina. —¡¿Qué mierda pasa?! —dijo a Ricks moviendo los labios pero sin emitir sonido alguno. Vasquez empezaba a preocuparse, Ripley quería volar la colonia, solo esperaba que controlaran a esa mujer, no quería volar por los aires por un descuido de sus superior.

Esperó que Apone hablara con el teniente del maldito hámster y diera orden de seguir adelantes antes de dar un paso más. Las señales que encontraban por los pasillos indicaban que la historia del ácido y del bicho eran ciertas, así que quitó el seguro a su M56 era momento de estar preparada. No quería matar a ningún colono, pero tenían que salir vivos de allí así que no le importaba meter la pata una vez más.

Algunos podían pensar que Gorman no era más que una cifra elevada en un examen con unos galones conseguidos tras una mesa de escritorio. Y así era. Pero también tenía otros méritos. Su astucia y perspicacia le habían llevado a conseguir su primer récord en el simulador. Y en su segundo salto simulado, lo volvió a superar. Sus hombres eran marines entrenados, profesionales de la guerra, ministros de la muerte. Pero se les escapaban detalles que solo un oficial podía captar.

—Vigilen al organismo vivo. Repito, vigilen al organismo vivo. Al…hámster. Hasta que podamos escanearlo, no podemos descartar que esté contaminado. Que no salga de su…parque de juegos.

Se recostó contra la silla con una sonrisa de victoria en los labios. Miró a Ripley, esperando su aprobación. “Si, me di cuenta”  , decía sonrisa, “Por eso mi apodo es teniente y tú eres una civil, Ripley. Pero no te preocupes, papá Gorman está aquí y nada escapa de mi ojo de halcón”.

Inspeccionaron el lugar; barricadas, puertas soldadas, signos de confrontación. Sin cadáveres. Había leído el informe de Ripley en el que se suponía que se los llevaban para usarlos como comida. Pero ese punto flojeaba, y así lo dijo. Cortó la comunicación unos momentos para hacer el comentario a Ripley en privado. Con Gorman y Bishop, claro.

—No creo que utilicen los cuerpos como alimento, como decían en su informe. Ya han registrado la despensa y allí no había nada.

Dos a cero. No obtuvo el resultado deseado. Ripley se tomó la libertad de hablar con el cabo. Rompió el protocolo, intervino. Luego empezó a dar órdenes. Quería volarlo todo. No le gustaba coincidir con Burke, pero tenía razón. Podía haber alguien vivo dentro. Que no lo hubieran encontrado aún no significaba que no estuviera allí.

—Ripley, cálmese. Si no puede controlar su miedo volverá a la nave. Los marines no retroceden y desde luego no vamos a marcharnos sin habernos asegurado que ahí no hay nadie que necesita nuestra ayuda —se puso severo, quizás debería haberse levantado de la silla —. Hay sangre de esas cosas por el suelo ¿No? Ese ácido. Eso significa que consiguieron herir a sus monstruos, Ripley. No son inmortales. Cálmese.

Volvió a mirar a los monitores. Apone le preguntó cuál era el siguiente paso a seguir. Se quedó en blanco. El recinto era seguro. No habían encontrado nada. Suponía que no podía tenerles dando vueltas todo el raro.

—Tiene que haber algo, sargento. Me niego a creer que todos los colonos hayan muerto. No nos iremos hasta que encontremos supervivientes o los cuerpos. Den otra vuelta, y estén atentos a los detectores de movimientos. Si los monstruos de Ripley los obligaron a retroceder puede que los supervivientes se hayan retirado a un escondite —o algo así ¿Y él que sabía? Apone, haga su trabajo.