Partida Rol por web

Burke estaba sentado. Era como un director de cine que contempla como los actores recrean un guion. Por un momento, la escena iba perfecta: Gorman había ordenado encerrar a Ripley. Pero Apone se interpuso. ¡Corten! Que diga… ¡Mierda! Eso se salía de lo planeado. Joder ¡Maldito Apone entrometido! Burke se llevó las manos a la cara.  Le iba a tocar remangarse y editar en la sala de postproducción. Sí. Un corte aquí y otro allí y todo quedaría perfecto. Noe ra la primera vez que lo hacía. Manipular era su especialidad.

Buena idea teniente. Buena idea. El agente de la compañía se levantó y fue hacia Gorman fingiendo interés por su intento de contactar por radio, pero en realidad quería aprovechar que todos estaban distraídos, especialmente, Ripley.

Cuando estuvo cerca de él, le susurró algo

Le entiendo teniente. Desde el principio, Ripley no ha hecho nada más que entrometerse y llevarle la contraria. Eso cuestiona su autoridad. Ripley parece no darse cuenta de que aquí todos dependemos de su capacidad de mando.

Todos dependemos de usted, teniente

Burke giró la cabeza para señalar sutilmente a Apone

¿Qué pensarán sus hombres cada vez que alguien cuestiona sus órdenes?

Asiente ante las palabras del Teniente. Parecía que el hombre había entrado en razón y eso era lo mas importante en estos momentos. 

Cabo Hicks, dele un arma a Ripley- dijo- y se encargará de que la civil no la cae durante el combate que se nos va a echar encima- estos dos habían hecho buena química, por lo que quizás lo mas conveniente es que siguieran juntos- ahora bien Ripley- dijo, dirigiéndose a la mujer- le digo lo mismo que le dije a Burke: se ha convertido en un miembro de los marines, así que deberá cumplir las órdenes que le den y sin rechistar. Si veo que no cumple o protesta, no dudaré en quitarle el arma y dejarla en el banquillo, ¿entendido?

- Me alegra saber que soy lo suficiente especial como para poder tocar tu arma. - Respondí a Hicks, continuando con las bromas y el juego de palabras. Allí se estaba diciendo y decidiendo mucho en aquel momento y la verdad es que, a pesar de que el tema y la situación eran serias, agradecía ese momento de complicidad con el cabo. Tanto como para que todo acabase con...

- Una cita. Me parece perfecto. - Asentí a sus palabras y le sonreí de nuevo, esta vez mirándole de otra manera. Habíamos cruzado esa línea en la cual nos decíamos que nos atraíamos y ya nada iba a ser igual. Eso era algo que se convertiría en una bola imparable en esos diecisiete días, si es que lográbamos sobrevivir a ellos. Entonces salió aquel hombre optimista y me hizo tener algo más de esperanza.

- Esa niña ha sufrido mucho, ha visto demasiado para su edad y ha demostrado ser una superviviente nata. Es quien se merece realmente salir de aquí en caso de que no lo pueda hacer nadie más. - Dije mirando hacia ella. - Necesita cariño y comprensión y espero hacer que se abra un poco a mí... aunque me da que no lo hará ante nadie.

En ese momento entró Bishop, con las instrucciones del teniente. Miré a aquella cosa hecha con cables, chips y esa especie de gel blanco que emulaba a la sangre que rellenaba a su cuerpo. - Usted no se va a llevar a esa niña de aquí. - Con el mismo arma que tenía en la mano, apunté al androide.

- Necesita cuidados humanos, no de un sintético que no es capaz de enterder las emociones ni de sentir empatía. Así que vuelva con el teniente y dígale que se olvide. No voy a consentir que una máquina le ponga un plato de comida delante porque considere que tiene hambre y se lo retire cuando vea que no come, porque la pequeña necesita de otras cosas.

Hablaba seria y mi mano no temblaba al apuntar al sintético. O reculaba o disparaba.

Y en ese momento asomó Apone, con nuevas instrucciones. Ahora entendía el motivo por el cual Bishop se encargaba de la niña. O me volvía carne de cañón o me encerraban en el cuarto de las ratas. Miré al sargento y bajé el arma, poniendo toda mi atención en él. - La primera parte me parece perfecta. Soy un civil y puedo y quiero pelear codo con codo con el cabo Hicks. - Dije con sinceridad, pero la segunda parte no era correcta. Así que entregué el arma a Hicks.

- Pero lo demás... olvídelo y enciérreme ya. Soy un civil, un marine. Usted mismo lo dejó bien claro en su frase inicial. Yo no me he alistado y nadie puede obligarme a hacerlo ni a seguir cadenas de mando. No seré la carne de cañón del teniente para que sobreviva, cuando es él quien tiene que anteponer su vida para salvar la mía. - Le dije con seriedad.

- Si quiere mi ayuda del lado del cabo Hicks, me pegaré a él como una lapa y ambos nos cubriremos el trasero, pero olvide todo lo demás. No me separaré de su lado por mucho que usted o el teniente lo ordenen. Puede darle mi respuesta a su teniente, que veo que ya ni se atreve a venir a decirme nada por sí mismo. Ya va demostrando y dejando claro lo que es, una miserable rata... Así que ya puede ir a darle mi respuesta o encerrarme. No me resistiré.

Pocas veces una mirada lograba encauzarlo todo como si de repente, nada pudiera salir mal. En medio de aquella situación que distaba mucho de estar bajo control, rodeados de criaturas asesinas y a demasiados días de la salvación, aquel momento entre Ripley yo significaba más que cualquier otra cosa, porque me hizo sentir de nuevo como Dwayne, y no como el Cabo Hicks, y que peleaba no solo por mis hermanos de armas, sino también por mí mismo... y por ella.

Cuando llegué hasta donde estaba Ripley, lo hice con el convencimiento de ayudarla y también de ayudarnos a todos, pero en ese momento me di cuenta de que nada más lejos de la realidad. Lo había hecho para acercarme a ella, porque sentía algo por aquella mujer que no formaba parte de nuestra unidad pero para la cual ya tenía un lugar reservado dentro de mí.

Curioso las vueltas que daba la vida.

En ese momento, entró Bishop para llevarse a la niña. Ripley reaccionó con agresividad, entendía que por descontado, debidoa su mala experiencia en la Nostromo. Para nosotros, Bishop era una parte importante del grupo, no solo un recurso mecánico, sino algo más. Pero conseguir verlo como un individuo iba a ser complicado.

Miré a Ripley y coloqué una mano sobre su brazo para calmar los ánimos, mientras me volvía hacia Bishop.

-La pequeña estará más segura con nosotros. Lo que necesitamos, Bishop, es encontrar una manera de salir de aquí. Nuestra nave sigue en órbita. ¿Hay alguna manera de comunicarnos con ella para enviar la lanzadera auxiliar y aterrice en algún punto de la superficie?

Y por si aquello no era suficiente, el sargento hizo su aparición estelar. De repente, la actitud ante Ripley era, no la de alguien que podía ayudar, sino de una persona peligrosa. Ripley me entregó el arma y eso hizo que saltara en su defensa, o más bien, para atacar la injusticia que se estaba teniendo con ella.

-No lo entiendo, sargento. Esta mujer ha arriesgado su vida para ayudarnos. Vino hasta aquí a pesar de no tener que hacerlo para poder salvar a los colonos y ahora se discute si puede o no tener armas. ¡¡Demonios, si hasta nos salvó la vida llevando el APC hasta nosotros!! Así que le he entregado una y le he mostrado su funcionamiento, y en lo que a mí respecta está más que preparada para esto y para....

Habitualmente, no protestaba las órdenes, por estúpidas que fuesen. Siempre había algo en positivo que sacar y cuando llegaba la hora de la verdad, no había diferencias entre lo que había que hacer y lo que se había dicho, porque siempre se reducía a disparar mejor y más deprisa.

Pero estaba a punto de perder la paciencia y eso era algo que no solía ocurrirme.

Miré a Ripley e inspiré profundamente antes de continuar.

-Discúlpeme, sargento. Solicito que Ripley sea asignada a mi cuidado. Yo me encargaré de su adiestramiento y me encargaré de que ella y la pequeña estén a salvo. Serán responsabilidad mía. Y cuando vuelva a salvarnos la vida, espero que alguien además de mí lo reconozca.

Dejé entonces el arma que Ripley me había entregado sobre la mesa, con un golpe seco y me dirigí hacia Bishop, conteniendo mi enfado.

-¿Qué hay de lo que le he comentado, Bishop?

—Aquí todos dependemos de todos, Burke. Yo solo soy un eslabón más en la cadena —el que recibe el martillazo, pensó —. No sé lo que pensarán mis hombres de mí, aunque me lo puedo imaginar.

Aquello era duro, pero había que seguir adelante. Uno no podía hacer una tortilla sin romper un par de huevos. No podía caerles bien a todos. A nadie, Scotty, no le caes bien a nadie. Y Ripley era un elemento demasiado exhaltado para meter en un engranaje tan preciso como una cadena de mando militar. Pero si alguien podía conseguir que esa mujer entrase en razón, era Apone. Respecto a Burke, bueno, no estaba seguro de que encajase del todo entre los engranajes de la unidad. Siguiendo con el símil, él era una rueda que giraba por libre siguiendo otro interés.

—¿Qué es lo que ha venido a decirme exactamente, Burke? ¿Es que tiene alguna idea que aportar? Ahora mismo, soy todo oídos.

Ahora mismo haría casi a los prospectos de los medicamentos si pensase que eso va a ayudarnos.

—Todo colocado y sellado... sin presencia de movimiento— dijo por el comunicador. La voz del teniente se coló por el auricular reclamando a Hudson, ¿no había terminado todavía con él?

—Será mejor que vayamos —le dijo Vasquez, una vez que terminaron con los robots y con las puertas. Podía haberse quedado allí, pero no era seguro si no tenía a Hudson que le guardara las espaldas.

Durante un instante estuvo apunto de mandar todo al diablo y encerrar a Ripley, solo por la satisfacción de callarle su capacidad de responder a todo lo que le dijeran. Pero no estaba la situación para prescindir de nadie. 

Por si eso fuera poco, el Cabo decidió venirse arriba en la situación y empezar a cuestionar sus órdenes... claro que cuando se percató de lo que estaba haciendo decidió recular y cambiar de táctica. 

Bien, Cabo Hicks, tu harás de niñera entonces- ordena finalmente. Mira a la mujer- te quedarás pegado a su culo durante todo el combate- mira al cabo- es tu responsabilidad, si ella la caga, tu la cagas.

Tras estas palabras, Apone se marchó de la habitación.

Las cosas se estaban poniendo difíciles en Operaciones debido a la tensión del encierro. Hudson y Gorman estaban utilizando el sistema de envío de mensajes de la colonia, emitiendo un S.O.S. a ciegas con la esperanza de que alguien pudiera escucharles. Bishop acudió a hacerse cargo de la niña y Ripley lo recibió a punta de rifle. Hicks calmó los ánimos mientras sugería al androide una manera de salir.

-Es una interesante propuesta, cabo -respondió el androide-. Tengo que comprobarlo pero es posible que sí que haya una manera de hacer bajar la otra nave de descenso.

Entonces, una estridente alarma comenzó a sonar. Todos dejaron lo que estaban haciendo y acudieron de regreso al centro de mando principal donde ya Hudson y Gorman monitorizaban lo que estaba pasando.

-Ya vienen -informó Hudson-. Por el túnel. Vigilancias A y B activadas.

Las armas centinelas empezaron a abrir fuego. Los aliens eran despedazados en el momento en que se asomaban a la línea de fuego. Sin embargo, todos observaron inquietos como caían los contadores de munición.

-La munición se evapora como el humo -decía Hudson-. Ese túnel se ha convertido en un infierno.

Finalmente las armas quedaron vacías. Los xenomorfos habían sufrido pérdidas terribles. Aún así, podían escucharles golpear las barricadas que Hudson y Vasquez habían asegurado minutos antes. Estaban pared con pared. En ese momento, Bishop hizo acto de presencia.

-Tengo más malas noticias que darles...

Bishop, desembucha las malas noticias- le dijo al androide- no tenemos mucho tiempo, así que marines, poneos en posición. Esas barricadas no aguantarán eternamente.

No había lugar para Newt allí. Eso era algo que a la niña le había quedado claro. Su pequeña vocecilla jamás habría podido imponerse a la de aquellas personas que se trataban a gritos los unos a los otros. El caos y la confusión lo envolvían todo aún cuando las bestias negras no atacaban. Estaban perdidos. Como si de algún modo la predicción de la chiquilla en lo tocante a la incapacidad de los marines para resolver la situación, se hubiese hecho real. Peligrosamente real. Estaban encerrados con el enemigo y este era un enemigo formidable. Capaz de todo con tal de acabar con ellos. Definitivamente, Newt entendió que aquellos días en los que estuvo sola en la colonia, los aliens no habían percibido su presencia, de lo contrario, ella ya estaría muerta. O algo peor.

Aquella mujer, Ripley y el soldado que la acompañaba parecían distintos. A veces. Se hablaban de forma cariñosa. Como lo hacían a veces los padres de Newt cuando aún vivían. Pero con las mismas luego reaccionaban con la misma violencia que los demás. Se apuntaban los unos y los otros con armas. No entendían que los monstruos eran el peligro. Usaban a la pequeña como moneda de cambio y la trataban como si fuese un objeto. 

Por eso Newt volvió a buscar un pequeño panel y se acurrucó allí abajo, a la sombra de una consola a la espera de que decidieran qué iban a hacer con ella.

Allí la encontraron los sonidos atronadores de las alarmas y los ruidos de un ataque feroz. Las armas que habían dispuesto los soldados empezaron a trabajar y a hacer bajar el número de atacantes. Pero esa parecía ser la estrategia de los aliens. Jugar al desgaste. Y en eso iban indudablemente ganando. Los soldados, los colonos... estaban completamente desgastados.

La niña salió de su escondrijo y se abrazó a la pierna de aquel que acompañaba a los soldados y que estos le llamaban Bishop. Y de inmediato se soltó. Aquella pierna estaba fría. Inerte. Como si se hubiese abrazado a una silla. Un abrazo antinatural y extraño que la horrorizó mirando a la cara al hombre intentando adivinar qué le pasaba. Caminó de espaldas para volverse a buscar a Ripley a quién sí abrazó cálidamente buscando protección y cariño.

—Rebecca no... —corrigió a las palabras que el sintético había pronunciado antes. —Newt.

Por algún motivo necesitaba decir eso antes de que los aliens entraran. Probablemente sería lo último que fuese a poder decir.

Desde donde se encontraba podía escuchaba los disparos de los robots que habían colocado en el túnel. No podía imaginar la lucha que se estaba llevando a cabo allí. Absorta en las pantallas que informaban sobre la munición, solo pudo asentir a las palabras de Hudson. Habían estado en el mismo infierno unos minutos antes, se alegró de haber salido de allí antes de que empezara todo.

Ahora solo se tenía que mentalizar, de una u otra forma entrarían en el sector donde se encontraban, y la lucha que se iba a librar allí sería igual de encarnizada que la del exterior. Miró a todos los componentes del grupo, y gastó unos segundos de los pocos que le quedaba con vida para en mirar a la pobre niña que se abrazaba a Ripley, ningún menor debía pasar por una situación como aquella. Tenía clara una cosa, si alguien tenía que salir con vida de allí era la niña. Pondría todo su tensón y su puntería en ese objetivo, eso le haría aguantar con más seguridad el ataque.

Se puso en posición, comprobó la reserva de municiones que llevaba encima y entrecerró los ojos mientras que se repetía “no podréis con migo, os patearé el culo.”

—¡¡Señor!!, ¿tenemos una ruta de escape al exterior? Creo que este es el momento de refrescarnos la memoria.—Bufó de forma que todos la pudieran oír, e inspiró el aire viciado que los rodeaba.

—Adelante con las malas noticias Bishop, lo malo todo junto así solo nos queda esperar algo bueno.

No miraba las pantallas de los robots. ¿Para qué? Gastarían toda la munición y aún quedarían un montón de esas cosas. La victoria no se decidiría en ese corredor. Una pena no haber traído una docena de esos. Sus ojos se posaron en la niña. Nada de lo que había ido a hacer allí tenía sentido. Sabía que no podía devolver a la vida a sus hombres, ni siquiera dar un significado a sus muertes. Pero si al menos conseguían sacar a esa niña de allí. Si al menos él pudiera. Vio como la pequeña se abrazaba a Ripley. Estaría bien. Hubiera preferido que se quedase con Bishop, el androide no iba a tomar un arma, Ripley si. ¿Esa había sido la idea de Apone? Con la niña en brazos no podría disparar, pero sería peor si le quitaba el único consuelo que le quedaba a la niña. ¿El único? Somos marines.

—Dejen de ver la televisión, soldados. El final es tan predecible como el amanecer. Preparen las armas, cuenten la munición. Cargen con el agua, las raciones y las herramientas. Nada de peso extra.

Dio ejemplo. Revisió su rifle de impulsos, aún sin estrenar. Comprobó el cargador, las granadas, también la pistola de oficial. Se caló la gorra. Se palpó el bolsillo de su chaqueta. Allí llevaba una de las granadas para el rifle, una que no había cargado en el arma.

—Hay una ruta que podemos utilizar. Por aquí* —le indicó a Vasquez y a los demás —. Vamos a vender caro cada palmo de terreno que les entreguemos a esos bastardos. Vamos a aprovechar el terreno, vamos a movernos, vamos a jugar al ratón y al gato. En cada corredor, en cada giro, vamos a ir acabando con ellos, uno a uno.

Una gran idea, claro. Disparar y ganar. Que sencillo era todo. Pero, ciertamente, lo era. Siempre había pensado que tendría miedo al encarar la muerte. No era así. Sentía una extraña calma por dentro. Salvarían a la niña, sacarían a los civiles de allí. Se adelantó y se colocó junto a Vásquez, en primera línea de fuego.

—Yo le cubriré esta vez, retroceda cuando toque. Usted cúbranos a todos. Y no se olvide de ajustar el cabezal —una sonrisa cordial —. Bishop, usted y los civiles atrás. Disparen solo si lo ven claro. Apone, esta vez usted se queda atrás, encabece la huída.

Si tienen que perder a un oficial, que no pierdan al que tiene experiencia de campo, pensó. Era lo más práctico. Hudson se quedaría cerca de ellos, y el cabo sería el punto intermedio.

—Lo conseguiremos, Hudson. No tema —le palmeó la espalda, una mano firme y segura.

Y allí estaba él, las balas silbando, los números bajando. En primera línea, el arma cargada, el corazón bombeando adrenalina. El espíritu tranquilo. Su prueba de fuego. Si esta vez no podía cuidar de sus hombres no merecía estar entre ellos. Bishop y sus malas noticias. Se quedaron sin balas.

—Creí que esas eran las malas noticias. Hable, Bishop. No se me ocurre nada que pueda hacer empeorar la situación.

La situación era crítica pero no como si estuvieran caminando por encima de una bomba de relojería.

Yo no era una niñera ni tampoco Ripley necesitaba que alguien cuidase de ella como si de verdad lo necesitase. Había una clara diferencia entre preocuparse y trabajar ayudándonos, proteger a quien lo necesitase y desde luego, apoyarnos los unos en los otros. Pero no dije nada. Era un mal menor si al final Ripley tenía el permiso para llevar armas, aunque a mí nada me importaba menos que disponer de él cuando llegase el momento.

Miré a Riple y sonreí ligeramente.

-Se me ocurren muchas cosas peores que ser su niñera, Ellen, aunque dudo mucho que necesite una.

Pero a partir de ahí había otras cosas que tratar, como por ejemplo salir de allí. Bishop al menos tenía una alternativa encima de la mesa. Otra cosa sería ver si se conseguía.

-Eso es una buena noticia, Bishop, la mejor en mucho tiempo.

No dispuse de tiempo para hablar más porque la alarma sonó de repente, haciendo que mirase a Ripley y a Bishop con gesto de urgencia.

-Deprisa, a la sala de control.

Tal y como me imaginaba, los robots centinela habían detectado movimiento y eso solo significaba que estaban intentando entrar en el complejo. Todos mirábamos el monitor hipnotizados tanto por las señales de los sensores como por el vertiginoso descenso de la munición.

-Creo que no tardarán en conseguir entrar. Tenemos que buscar una manera de reforzar las barricadas o encontrar otro lugar al que marcharnos -comenté.

Gorman parecía no terminar de darse cuenta de la gravedad de la situación. Si entraban, estábamos perdidos porque no disponíamos de armas para defendernos. Aun  cuando no fuesen tantos como antes, tampoco nosotros lo éramos.

Y entonces, por si aquello no era suficiente, Bishop hizo su aparición con algo más de lo que informar. Extrañado, me volví hacia él, pensando que aquello parecía ser la trampa perfecta. Poco a poco se iban cerrando opciones y cuando había algo que podía hacer algo de luz, siempre reaparecía la oscuridad.

-Supongo que era de esperar -comenté, expectante ante lo que fuese a decirnos.

Cuando las ametralladoras comenzaron a funcionar, todo pasó a un segundo plano. Ya venían y ahora lo importante era sobrevivir. Me acerque con el resto a mirar las pantallas. Aquellas cosas eran imparabales. Caían y los que iban detrás seguían avanzando, como si no les importase morir. Eso significaba que éramos una verdadera amenaza para ellos. De lo contrario se hubiesen retirado y nos hubieran dejado en paz. Pero de alguna manera debían saber que su número era su fuerza y por ello seguían corriendo hacia nosotros.

Los teníamos encima y Bishop con malas noticias que darnos. ¿Qué malas noticias podían ser con esas cosas ahí al lado? Pero no pregunté, ya lo hiceron los demás por mí. Solo mi significativa mirada hacia Hicks pareció decir algo. Algo que solo nosotros entendíamos y era un saldremos de esta para tener esa cita y cargué mi arma a su lado, bajo su atenta mirada, tal y como me había enseñado.

En ese momento sentí a la pequeña abrazarse a mí. No me lo esperaba ya de ella. - Vaya, Newt. Me gusta más que Rebecca. - Le dije con una sonrisa y la cogí en mis brazos. - No te preocupes por nada, tesoro. Hicks y yo te protegeremos. - Y volví a mirar al cabo segura de ello. Él había ganado un respaldo conmigo, porque no iba a dejarle atrás después de como se había portado conmigo y dado la cara por mí y esa niña... Newt, nos necesitaba.

A los dos.

- No serás mi niñera, Dwayne, serás mi compañero de armas. Codo con codo hasta el final. - Era evidente que ahora para el teniente volvíamos a ser civiles Burke y yo, pero en mi caso me había tomado muy enserio lo que había dicho Apone y el mismo Hicks sobre estar con él en la batalla.

Cuando el teniente sugirió lo del punto de retirada pensé en decirle que Newt podía ayudarnos con eso, pero seguramente iniciaría una discursión con aquel pirado y no quería más problemas. Ya tenía bastante con lo que había y el enemigo estaba ahora mismo al otro lado de la pared. Ya nos mataríamos cuando acabásemos con todo esto.

Y tanto hablar de las malas noticias, que caí... ¿a que aquellas cosas que insistí tanto en que matasen ya no estaban en sus contenedores? No quise ni mirar. Preferí mirar a Burke para ver como se tomaba la noticia.

- Quien tenga el lanzallamas que lo prepare. - Dije a los presentes. - Me da que el problema lo tenemos aquí dentro y ahora... - Esperaba equivocarme, pero era así y mis ojos siguieron pendientes de Burke. ¿Quién sino sería tan estúpido como para complicarnos más las cosas? De ser Bishop no estaría tratando de avisarnos... o podría ser que sí.

Fuese como fuese, en mi cabeza no podía haber peor escenario. 

-Vengan por aquí...

El sintético condujo al grupo hasta una de las ventanas de observación desde donde podía verse el terraformador. Al principio no pasaba nada, pero luego vieron el chorro de vapor.

-¿Lo ven? Desalojo de emergencia. Tenemos unas cuatro horas antes de que estalle. Con una onda expansiva de unos treinta kilómetros. Equivalente a unos cuarenta megatones. He intentado evitarlo desde aquí pero es imposible. El combate con esas criaturas lo hizo inevitable...

-Es maravilloso, chico. Vaya, eso acaba de arreglarlo todo ¡Es increíble! ¡Es increíble! -Hudson se quitó el casco y lo lanzó a un rincón-. Oh, amigo. Yo iba a licenciarme ¡Cuatro semanas más y fuera! ¡Y ahora voy a dejar el pellejo en esta roca! ¡Eso no es justo! ¡Sólo cuatro semanas más!

-Sin embargo, tal vez haya una posibilidad -siguió informando el androide sin hacer caso al estallido de Hudson-. El cabo Hicks lo sugirió. Bajar la otra nave de descenso de la Sulaco. Se puede hacer por control remoto. Pero hay que salir fuera con una terminal portátil y alinear la antena de transmisiones de la colonia manualmente.

-¡Oh sí, claro! ¿Con esas cosas rondando por ahí? ¡No contéis conmigo!

Aquello eran malas noticias, pero no eran tan malas. Mejor morir volatilizado que en manos de esas cosas, pensó. Cuatro horas, tiempo de sobra para hacer examen de conciencia, pegar unos cuantos tiros y encomendarse a Dios. Cuarenta megatones. Ni uno más, ni uno menos. Aquella misión estaba maldita desde el principio. Espero que no me echen también la culpa de esto. No había muchas opciones. Mantuvo la compostura, el rostro agrio. Le sudaba la nunca. Bishop dijo algo más. Una posibilidad. Remota, insignificante, pero...

—Yo iré. Bishop, marque el lugar en el mapa. Designaremos un lugar para aterrizar la nave, saldremos de aquí.

Estaba seguro de que entre sus hombres había profesionales con más horas de vuelo tras un volante, pero el genio de los simuladores era él. Control remoto había dicho Bishop, en eso era realmente bueno. De hecho era bueno en casi todo lo que requería mantener el culo sentado. Solo tenía que llegar a la antena y hacer bajar la nave. ¿Qué pretendes Gorman? Nada, claro. ¿Qué quieres probarte? ¿A mí? Nada. Es a ellos.

Se rascó la nuca. Sudor. Algo le picaba. Ah, si, algo que resarcir. Culpabilidad, vergüenza. Un perro apaleado en buscar de otro palo más grandes. Esas cosas estarían ahí fuera, esperando, acechando. Y estaría solo. Bueno, solo llevo desde que me asignaron este puesto.

—No se preocupe, Hudson. Si es capaz de mantenerse dentro de sus pantalones le prometo que estaremos en casa antes de la hora de la cena. Tendrá asientos de primera para ver como todo esto salta por los aires mientras ahí arriba.

Mantener la moral. Incluso aunque ya estuvieran muertos. Eso decía el manual. Eso decía su padre. Pero para él no era una cuestión de apariencias. Quizás era tan idiota como decían por los pasillos porquie él creía que podían lograrlo.