Partida Rol por web

Al final Burke se delató como lo que era, una maldita rata cobarde. Corrí tras él pero cerró la puerta antes de que llegase. - ¡Burke! ¡Me las pagarás! ¡¿Me oyes?! - Le dije con rabia y en ese momento oí la descarga de un arma. Al mirar vi que Hicks se había cargado a la cosa que quedaba viva y regresé corriendo junto a él y Newt.

Mi cabeza pensaba deprisa, todo lo deprisa que podía, pero el problema era que no teníamos tiempo. Una gran idea salió precisamente de Vásquez, hacerles pasar a todos por un embudo que solo pudiesen acceder a nosotros por él. Pero acabarían abriéndose paso con su ácida sangre por cualquier sitio. Si eran tan inteligentes como suponíamos, al final no sería un problema y nos tendrían allí atrapados.

- ¡Hudson! ¡Necesito datos! ¿Vienen de todas las direcciones o algún espacio está libre? Porque esa será nuestra salida. No tenemos más opciones que huir y no dejarles que nos alcancen. Pero necesitamos esa salida primero. Meternos ahí y que nos salgan de frente, sería peor que si nos cogen aquí. - Les dije a todos los presentes.

- Newt puede guiarnos, pero necesitamos esa vía libre, Hudson. Así que mueve el culo y encuéntrala antes de que entren. - Y me dedique a apuntar en todas direcciones, mientras que el marine giraba sobre sí mismo, para dar con la salida. Era eso o que Newt conociese otro camino que aquellas cosas aún no hubiesen visto. - No podemos meternos a ciegas.

Las cosas se habían puesto difíciles en poco tiempo. Hicks se ocupó con rapidez de la criatura que Burke había dejado suelta con una ráfaga bien dirigida de su arma. Entonces se puso instintivamente al mando del grupo y corrió hacia una de las rejillas de ventilación situadas a ras de suelo. La abrió y miró al grupo para que le siguieran.

Pero Newt negó con la cabeza. Por allí no se iba hacia el hangar. En silencio, la niña tiró de la mano de Ripley en dirección hacia la parte trasera de la zona médica. Señaló la puerta que había bloqueado Burke: allí estaba la salida.

Rápidamente todo el grupo se dirigió hacia allí. Se trataba de una habitación con una entrada y una salida. Cerraron las puertas mientras Vasquez trabajaba a toda prisa con el soldador eléctrico. Tenían que sellarla para ganar tiempo y poder abrir la que había bloqueado aquel cerdo de Burke sin que los aliens les mordieran el culo.

Hudson controlaba el movimiento de las criaturas.

-¡Movimiento! La señal es clara... Alcance veinte metros.

Aquello estaba muy dentro del perímetro ¿Cómo podía ser? Habían encontrado una entrada pero ¿cómo? ¿Se les habría pasado algo por alto?

-Dieciocho, diecisiete metros...

¿Qué podría ser? ¿Algo que no estuviera en los planos? ¿Bajo el suelo?

-Quince metros... No hay duda, están junto a las barricadas.

Vasquez trabajaba deprisa con la puerta. Ya faltaba poco.

-Catorce metros ¡Es casi al otro lado de la puerta! ¡Chicos, es una señal muy fuerte!

Vasquez terminó de soldar la puerta. Todos prepararon las armas mientras observaban a Hudson. La mujer cruzó la habitación con el soldador y se puso a trabajar en la que había cerrado Burke.

-Doce metros... once... diez... ¡Los tenemos casi aquí! Nueve metros... ocho metros... siete... seis...

¡¿Seis?! No podía ser ¡Estarían ya dentro! Sin embargo la lectura era correcta, Hudson no podía estar equivocado.

-Cinco metros... ¡Cuatro! ¿Qué demonios...?

Estaba claro que allí pasaba algo. Entonces Ripley por fin se percató de qué era lo que sucedía...

Hicks la siguió con la mirada y se quedó pálido. Cogió una linterna, se subió a una caja y abrió el conducto del techo... No... No podía ser que...

Esperaba que todos me siguiesen a través de los conductos de ventilación pero vi entonces que la pequeña, que parecía conocer mejor la estación, marchaba hacia la puerta por la cual había huido. Todos los conductos podían llevar hacia el hangar pero aquel estaba cerrado. No lo entendía.

Pero no había tiempo para discutir.

Me puse en pie, vigilando la puerta, y me uní al resto. Vasquez sellaba la puerta y después comenzó a abrir la que Burke había cerrado, mientras el detector de movimiento incrementaba la frecuencia de los pitidos.

-Está claro que se están acercando, pero según la señal -dije, mirando la pantalla -, deberían estar dentro de esta zona y no hemos visto nada.

Ninguno lo entendíamos y a pesar de todo, ahí estaba la señal.

Fue Ripley quien dio con la clave, mirando hacia el techo.

Maldita sea.

Aquellas condenadas criaturas estaban utilizando el espacio que había entre el techo y la propia estructura del complejo. Me asomé con una linterna... y efectivamente, estaban encima de nosotros.

Sin perder tiempo, solté la linterna, bajé al suelo, alcé mi arma y avisé a los demás.

-¡ESTÁN SOBRE NOSOTROS! ¡FUEGO! ¡FUEGO!

Y sin pensármelo dos veces, apreté el gatillo para disparar a discreción. Ahora se trataba únicamente de aguantar la posición hasta que Vasquez lograse abrir la puerta. Si las criaturas no mataban a Burke y me lo encontraba, lo haría yo mismo.

Eso era el calor de la batalla. ¿Y por qué me siento tan frío? Sudor, en la nunca, en los sobacos, en el vientre. Sudor por todos lados. El cabo había tomado el mando. ¡Motín! ¡Tiren a ese chalado por la borda! Pronto al cabo también le quitaron el mando. La niña sabía por donde debían escapar. Si, ¿Por qué no? Y la niña iba con Ripley. Y así es como esa estridente mujer se hace con el control de tu unidad de marines, Gorman. Estaba bien, claro, no se sentía herido en su orgullo ni nada.

Burke no respondió a su mensaje. Siguieron su camino, Vasquez empezó a soldar una puerta. Hudson miraba el detector de movimiento. La cuenta atrás se había empezado. ¿Qué debía hacer? Se había quedado delante porque se suponía que eso era lo que debía hacer, lo que quería hacer. Dobló ligeramente las rodillas, miró a su alrededor mientras movía la parte superior del cuerpo y balanceaba el arma de un lado a otro. ¿Parezco un soldado ahora?

—¿No tienen calor aquí? ¡Qué calor!

Hudson le estaba poniendo de los nervios. Quince metros.

—A esa distencia deberíamos verlos, Hudson. Lo estás mirando al revés —se acercó al soldado, miró el detector —. No, no. Está bien.

Se acababan los metros, se acababa su tiempo. Tic, tac. Ripley miró arriba. La respuesta no iba a caerle del cielo. ¿O sí? Oh, genial. Estaban arriba. ¡Arriba! Hicks echó un vistazo, gritó. El momento había llegado. Su momento. Les demostraría a todos que era un soldado, un buen líder. Sacaría a esos hombres de allí. Incluso a Ripley. Si, eso es lo que haría. La hora Gorman, como él lo llamaba dentro de su cabeza, había llegado.

Miró a su alrededor, apretó los dientes, tensó los músculos. ¿Había quitado el arma al seguro? ¿Cómo se ponía esa dichosa palanquita? El manual decía que arriba pero todos la llevaban abajo. ¿Era acaso ese el sub-modelo F23 con el seguro semiautomático de carrete fijo? Quitó el seguro. Céntrate, te van a necesitar.

—¡Fuego a discrección!

La cuenta atrás de Hudson le taladraba la cabeza, esos bichos estaban allí y todavía no estaban a salvo. Habría dado su vida para que el maldito soldador se deshiciera del regalito que le había dejado Burke en su abrir y cerrar de ojos, pero eso no iba a ser así. ¡Joder, ¿cómo había podido ese chupatintas bloquear la salida? Solo esperaba que no tuviera más habilidades de ese tipo... no necesitaban más obstáculos o no llegarían al exterior.

—¡Mierda! ¡Vamos! —gritó al soldador, la impaciencia se unía a la responsabilidad de saber que todos necesitaban que se abriera ese camino para tener una posibilidad de sobrevivir.

- ¡Corré a esconderte! - Apremié a Newt señalándola un pequeño conducto. Allí no la cogerían... o eso esperaba. Los teníamos encima y no había manera de acabar con todo aquello que no fuese peleando. - ¡Y no mires! - Exclamé a la niña. No quería que viese lo que iba a pasar o pasarnos y menos aún que una bala perdida le diese a ella.

Y de golpe atraversaron las defensas y me vi con ellos encima.

Me había preocupado tanto por Newt que no miré que había una entrada del conducto sobre mi cabeza y los tuve encima demasiado pronto. Pero aquello era vivir o morir, no había otra. Así que tal y como me enseñó Hicks, disparé a uno de esos cabrones cuyo aliento estaba tan pegado a mí que casi podía vomitar con solo olerlo.

Sentí como algo de ácido me salpicaba, no mucho, lo suficiente para joderme y hacer que mi adrenalina se disparase más aún. Y me giré un poco y disparé al siguiente, pero fui demasiado rápida con el gatillo y la ráfaga salió antes de tenerle encañonado. Al verme superada grité a Dwayne.

- ¡Hicks! ¡Cuida de Newt por mí! - Exclamé entre el sonido de las armas. Y es que tenerlos tan cerca no me daban demasiadas esperanzas para acabar tomando ese café con Dwayne fuera de aquel infierno.

El avance había sido rápido, sabiendo lo que les esperaba en caso de no hacerlo. Aún así y todo esta situación acababa de comenzar. El señalizador marcaba como se iban acercando los enemigos hacia ellos... pero era extraño, porque a pesar de su avance, no veían a ninguno cerca. 

Y en ese instante Hicks se percató que estaban en los techos. Y el pánico se desató. Sus hombres comenzaron a disparar contra ellos, frenéticos. Justo en ese instante, Ripley se encontró rodeada de un par de esas criaturas. Logró matar a una, pero la otra la tenía encima.

Ayudad a Ripley- dijo a sus hombres

La niña respiraba con agitación. Aquella situación le recordaba a la última vez que había visto a su madre. Las bestias negras seguían acercándose inexorablemente y con ello, su muerte. O algo peor. La certeza de que quien caía bajo las garras de aquellos monstruos acababa muriendo era terrible... pero peor era el hecho de saber que lo hacías de una forma tan terrible como la misma Newt había visto en las carnes de su padre. La infección con aquel ser monstruoso que se adhería a la cara y que eclosionaba con otro de aquellos  terroríficos seres emergiendo de tus propias entrañas mientras te parte en dos el pecho... literalmente. Para un hombre hecho y derecho suponía un destino en extremo cruel... para una niña era algo que jamás podría quitarse de la retina.

Por eso cuando Ripley la azuzó para que se protegiese... para que se ocultase. No dudó en hacerle caso y meterse por entre los paneles inferiores para tratar de parapetarse. Sabía, desde una perspectiva naturalmente racional, que aquel recoveco que acababa de ocupar ni quedaba fuera del alcance de los aliens, ni le permitía escapar de ellos. Aquello era una ratonera y no había lugar por dónde huir salvo aquella salida que ese hombre había bloqueado. Pero, ¿por qué lo había hecho? ¿Acaso por algún motivo deseaba que los marines fueran infectados o aniquilados. Si había alguna posibilidad de salir vivos de aquel infierno era juntos. Ese hombre solo no tardaría en ser apresado. No tenía ni los conocimientos ni los recursos para poder esconderse. —Peor para él. —pensó Newt para sí mientras el resto de soldados intentaban liberar a Ripley del monstruo que la intentaba atrapar.

La niña chilló... no deseaba ver morir a más gente. Pero si de alguien no estaba dispuesta a desprenderse, esa era de Ripley.

Las criaturas estaban sobre nosotros. Daba igual todo lo que habíamos hecho, porque al final, aquellos seres habían sido capaces de buscar y encontrar un punto débil, seguramente el mismo que les habría llevado a acabar con todos los colonos pues no tenía ninguna duda de que ellos también habrían preparado bloqueos, por lo que habíamos visto, en todos los accesos, y respirado tranquilos pensando que estaban a salvo.

Pero ni ellos lo estaban ni tampoco nosotros.

Mientras disparaba, oí a mi espalda como Ripley hablaba con la pequeña. Apenas tuve tiempo para ver lo que ocurría pero sí como para darme cuenta, antes de escuchar al sargento, de que necesitaba ayuda. Ella pareció darse cuenta de que su situación era poco más o menos que desesperada y me di cuenta, como si todo ocurriese a cámara lenta, de que nuestras miradas parecían estar despidiéndose.

Su voz resonó en mis oídos por encima del ruido de los disparos pero de ninguna manera iba a conformarme con aquello.

-¡De eso nada, Ripley! -le grité, volviéndome y echando a correr hacia Ripley mientras disparaba todo lo que tenía contra las criaturas que la rodeaban, y gritaba a todo pulmón, porque si aquel iba a ser mi final, al menos me llevaría a cuantos malnacidos pudiese y lo haría con toda la rabia que tenía.

Y es que la gran diferencia para un marine no estaba tanto en como vivía como en su forma de morir, y si había alguien que merecía salvarse de aquella carnicería esas eran la pequeña Newt... y Ripley. 

Mientras corría a su encuentro, por mi mente pasaron multitud de escenas con ella, riéndonos, hablando, abrazándonos, echados en algún lugar, a solas, olvidados del resto del mundo y pendientes únicamente de nosotros. Sí, era un bonito sueño y seguramente nunca se haría realidad.

Pero malditas fuesen todas aquellas criaturas si iba a rendirme sin descargar antes el cargador entero del rifle sobre ellas.

Las criaturas cayeron sobre los marines en una oleada final. Era el todo o nada y los supervivientes lo sabían. En unos instantes aquello se volvió un infierno. Ripley y Apone lanzaron unas ráfagas a la desesperada que no impactaron en ningún blanco. Hicks y Hudson, al contrario, derribaron a varios enemigos.

-¡¿Quieres un poco de esto?! ¡¿Eh?! ¡¿Y tú?! ¡Vamos, venid aquí!

Vasquez seguía trabajando en la puerta bloqueada. Ya faltaba poco para abrirla y lograr escapar por los túneles. Sólo tenían que aguantar un poco más.

Apretaba el gatillo pero nada pasaba. Había cargado el arma. Si, pesaba bastante de hecho. Pero no escupía plomo. Cuando el sudor ya amenazaba por empaparle la gorra de oficial sjus ojos se iluminaron. ¡Eureka! Quitó el seguro. Ahora si era un soldado completo.

—Tranquila Vasquez, yo le cubro. ¡Abre usted esa puerta!

A sabiendas de que su presencia le daría seguridad y firmeza a la soldado, se concentró en apuntar y disparar. Agujereó esa maldita plancha del techo, detrás seguro que se escondía un alien. No has controlado el retroceso, Gorman. El rifle por poco te parte un labio y sale volando de tus manos. Un error de novato.

—Si ha terminado con esa puerta, Vasquez, necesitamos su arma aquí. ¡Y sino también!

Los disparos y los gritos de sus compañeros marcaban el final de toda aquella pesadilla. Morirían a manos de eso bichos. El tiempo se agota y el soldador parecía ir a su propio ritmo, un ritmo que desesperaba a Vasquez y le hacía sudar.

Miró hacia atrás por unas milésimas de segundo, su puesto estaba allí atrás, quemando balas con el resto de sus compañeros, pero el destino caprichoso la hizo dejar la lucha para ser una jodida abre puertas, respiró profundamente abriendo las aletillas de su nariz.¡¡Vamos, no debe quedar mucho!!Nunca había rezado, y en ese momento se encontraba de rodillas hablándole desde lo más profundo de su ser a la placa de metal que sellaba su salida.

Dio un respingo al escuchar la voz de Gorman... iba a ser su salvavidas, ¡¡Mierda!! ¿donde estaba Hudson?

Las criaturas salían desde todas partes. Su número parecía no menguar. En la estancia el ruido era ensordecedor: gritos, disparos y explosiones. Vasquez intentaba abrir la puerta pero no podía concentrarse. Con un gruñido, la mujer lanzó el soldador al suelo y se giró descolgándose del hombro el rifle reglamentario. A los pocos segundos se encontraba segando con su habitual eficacia a todo monstruo que se acercaba demasiado.

Así que eso era el combate. La acción, la adrenalina. Había llegado pensar que tratar con Ripley era ruidoso y confuso. No, la guerra lo era. Gritos, voces, disparos, esos monstruos. Por todos lados. Sus sentidos a tope. Su corazón desbocado como un caballo de carreras. El sonido del ácido al devorar el metal. Se preguntaba si sus soldados hacían caso de las órdenes que les estaba gritando o si simplemente seguían sus instintos. Eso era lo que le faltaba a él, instintos. Bueno, eso y muchas cosas.

De alguna manera se había separado de sus hombres. Has roto la formación, idiota. Solo dos pasos. Quizás cuando había quitado el seguro del arma. No puedes descuidarte ni un momento. Había tratado de buscar una posición mejor y ahora...estaba fuera de lugar, como siempre. Esos monstruos le tenían rodeado. Intentó retroceder, pero ya era tarde. Un flanqueo, flanquealos. Se le ocurrió. No iba a funcionar. Era más rápido pensando que actuando. Analizó la situación y sacó su conclusión. De repente se sintió triste. Cuando uno miraba a la muerte cara a cara descubría lo que tenía en el fondo de su alma. En su caso, solo había tristeza.

Estaba aterrado, pero su voz sonó firme y autoritaria. Así debía ser, porque puede que fuera la última vez que le escuchasen.

—Abran esa maldita puerta y no rompan la formación. Puedo apañarmelas perfectamente solo. ¡Es una orden!

No vengáis, pensó. No puedo soportar más muertes sobre mi conciencia.

Una vida futil, como todas ¿No? Se había alistado porque pensaba que un hombre podía marcar la diferencia. Un hombre de verdad, claro. Había ido ascendiendo en su carrera mientras su familia se descomponía. Había perdido a su hijo y su mujer le había culpado. No le habían tocado las mejores cartas. Sabía que, de sobevivir otro instante, de superar aquella adversidad, vendría otra, y otra, y otra. Y llegaría un momento en el que ya no podría más. No era justo que hombres buenos perdieran su vida arriesgándose por él. Tenían familia, amigos, futuro. Ojalá se hubiera tomado más tiempo en conocerlos.

Sabía lo que tenía que hacer. Ya lo había pensando en otros momentos de su vida. Pero entonces no tenía sentido, sería un desperdicio. Allí podía marcar una diferencia. O eso se decía a si mismo. Darle un poco de sentido a su vida. El último canto del patito feo.

Dejó caer el arma y corrió hacia el enemigo, causaría más daño y evitaría fuego amigo sobre sus hombres. Solo veía garras y dientes. Sacó su vía de escape del bolsillo delantero de su camisa donde llevaba, quizás, demasiado tiempo.

—¡Saquen a esa niña de aquí!

Ha sido un placer. Apretó el botón. Buena forma de despedirse de la única familia que le quedaba.