Partida Rol por web

Leonid estaba furioso, y se le notaba. Andaba con pesadas pisadas, haciéndose notar. Su cuerpo se encorvó ligeramente hacía delante, con la mano del látigo constreñida frente a su sien derecha, mientras que la otra parecía agarrar algo en el aire. La atmósfera se volvió más densa al rededor del psíquico, e incluso la temperatura bajó unos grados, nada grave, pero perceptible. Sin dejar de avanzar, su rostro enfocó al despojacuerpos con gran velocidad y en ese momento, soltó un gruñido que sonó cadavérico y la mano que aferraba la nada, se movió en la dirección del ser que patrullaba.

En ese mismo instante, un trozo de tubería algo suelto de la pared se descolgó y salió volando a gran velocidad contra aquel ser. La ira de Leonid desató una súbita violencia en cuestión de segundos.

Beatrix siguió los pasos de Leonid, un tanto confundida por lo que había dicho. Al fin y al cabo, el plan que seguían lo había propuesto él. Cuando se encontraron frente al Despojacuerpos sintió algo de miedo, pero era más por el recuerdo del anterior encuentro, que por lo que tenía delante en ese momento. Antes de poder hacer nada, Leonid atacó valiéndose de sus poderes, y ella siguió la trayectoria del cuerpo en el aire con la mira de su escopeta, sin disparar.

Me coloque delante de todos, asegurando de no ser una molestia para ellos sobretodo a sabiendas de que la mayoria preferia usar la distancia para el combate. Tras aquel movimiento levante mi escudo y mi maza. Seria el muro contra el que se estrellase esa vil criatura si atacaba a los demas del grupo.

Corro detrás de Leonid con mi rifle en alto, encontrándonos con el hombre, vuelto criatura, que el auspex de Telum me había marcado. Hubiese sido fácil darle el esquivazo, pero no sabía si teníamos tiempo suficiente para ello, y Leonid ya había decidido por todo el grupo de todas formas, con lo cual solamente pude montar mi arma contra mi hombro para asegurar el disparo y rematar al monstruo que el psíquico había atacado.

El despojacuerpos se giró hacia Leonid a tiempo para ver como el psíquico desataba toda su ira acumulada y la descargaba en un potente ataque telekinético sobre él, impactándole de lleno en el pecho y enviándolo varios metros hacia atrás debido a la fuerza del empuje mental. El resto del grupo siguió al psíquico al vestíbulo, preparados para el combate, pero un certero disparo por parte de Katherine con su rifle láser aseguró que la criatura se quedara en el suelo, su pierna perforada y quemada por el haz de color rubí que le había dado de lleno en el muslo.

El disparo fue sonoro, pero con el tiroteo del exterior todavía sonando, tan solo se habría escuchado dentro del edificio. Con el control del vestíbulo, pudieron asegurarse de que no quedaba ya nada que hacer en aquella planta. La sala de conferencias, un austero auditorio concebido para que los trabajadores pudiesen recibir edificantes disertaciones sobre el valor de la obediencia absoluta y la alegría de trabajar de forma constante para sus maestros, hacía ya mucho tiempo que había dejado de utilizarse, y ni siquiera le quedaba ninguna fuente de luz funcional.

Las escaleras llevaban hacia la primera planta, donde seguramente habría más enemigos, fueran despojacuerpos o fueran algo peor. Allí, o el segundo piso, era donde debía estar también el Cirujano que buscaban. Por otro lado, las puertas principales les devolverían a la calle, apareciendo seguramente a la espalda de Moran y de los mercenarios a su servicio, distraídos todavía por Luntz y sus pandilleros. Si intervenían en ese combate seguramente pudieran decantar la balanza a su favor y así contar con el apoyo de la banda criminal para asaltar el Refugio, pero aquello también daría más tiempo al Cirujano para prepararse o huir.

Buen disparo - dijo con la tensión aún en la mandíbula. Leonid ascendió por las escaleras hasta que llegó con más claridad el estruendo del tiroteo que se estaba dando cerca del edificio donde estaban - no soy muy amigo de dividirnos, pero quien quiera ayudar a Luntz, adelante. Por mi parte, iré a ver si encuentro al cirujano - y siguió su ascenso por la escalera para localizar a ese maldito cirujano e intentar apresarlo.

—Te sigo. — Anunció la teniente von Heppel, haciendo gala de las tácticas de la Guardia Imperial, las cuales no eran ajenas a sacrificar regimientos por el bien del Imperio y en nombre del Emperador. A sus ojos, Luntz y sus hombres estaban sirviendo un propósito mayor que ellos y morirían como mártires, sus almas ascendiendo inmortales por su sacrificio. No era el fin que muchos guardias desearían, pues el propósito de un soldado era matar por el Emperador, morir por Él era una eventualidad, pero era mejor de lo que Luntz podría aspirar de otra forma.

Beatrix volvió la vista hacia los disparos. De todo el grupo, debía ser la más afectada por lo que estaba en juego ahí fuera, no porque tuviera cariño a Acorde, sino porque le fastidiaba sacrificar el único activo que pensaba sacar de la misión... pero había mucho en juego. «Al diablo», se dijo a sí misma. La prioridad era el Cirujano.

—Ah, ah —contestó, negando con la cabeza—. Seguimos juntos. Estoy seguro de que el Emperador está con Luntz.

Centrados en su objetivo, el grupo ascendió rápidamente las escaleras, dejando atrás el sonido del tiroteo que se había desatado en la calle. Llegaron a una especie de descansillo, una antesala sin paredes que daba a toda una estancia llena de cubículos de oficinas que antaño debían de haber ocupado los adeptos que habían trabajado en el edificio. Pequeñas y austeras, las oficinas estaban divididas en corredores por pequeños muros de separación. Muchas estaban repletas de papeles desperdigados, aunque había tres que parecían menos desordenadas que el resto, como si las hubieran utilizado no hiciera tanto.

Al lado de las escaleras que acababan de subir, había otro par que ascendían hacia el segundo y último pisto, mientras que en medio de una de las paredes de la sala, había una ornamentada puerta cerrada que debía dar a algún despacho más privado. Al fondo de la sala, un letrero con una flecha indicaba la dirección hacia los baños.

Ni siquiera respondi a la posible opcion de movernos hacia afuera para salvar a Luntz. El Imperio era vasto, los hombres y mujeres del mismo eran minusculas motas de polvo, una vida sacrificada por el bienestar de miles. A ojos sobretodo de un inquisidor, sin duda, el valor residiria en conseguir toda la informacion posible o si era posible al mismo hacedor de todo lo ocurrido en Coscarla.

Mire de reojo en direccion a Leonid por un momento. Mis instintos no me habian fallado con el, pero sus capacidades sin duda era algo a tener en cuenta.

Mire a Lille, para que estuviera lista para el combate y tras eso avance mas alla de las escaleras hasta dar con lo que parecia la zona de cubiculos.

Una puerta a un lado, unas escaleras... y unas pocas oficinas que parecian usadas hacia poco. Katherine y Leonid llevaban ahora mismo la delantera. - ¿Hacia donde? - Mi trabajo era ahora ser el escudo.

Eramos supuestamente un grupo de investigacion... pero nos estabamos moviendo como uno de eliminacion. La puerta, las oficinas usadas, todo eran focos de posible documentacion, pero el Cirujano era un premio gordo.

Leonid solo había echado un rápido vistazo a tan ornamentada puerta, que parecía estar cerrada a cal y canto. Devolvió su mirada hacia el piso superior y ascendió, sin siquiera pararse cuando McNeill preguntó por qué dirección tomar - una vez hayamos cogido, matado o se haya escapado a quien dirige esta operación, habrá tiempo de investigar lo que hayamos dejado atrás - dijo de manera lapidaria. No había sido una orden, Leonid carecía del carisma y las habilidades necesarias para liderar, pero si tenía claro que debía seguir subiendo, con o sin ayuda.

Naya no cuestionaba nada. Aunque le hubiera sentado como una patada en el estómago las palabras de Leonid, no abrió el pico. Después de todo la habían amaestrado para eso. Avanzó sigilosa, cerca de Graham pero también de la pared.

Llegaron a un punto en suspensión. La joven contuvo el aliento girando el cuello despacio 180º para intentar cubrir todo el espacio. Posó su mano sobre el antebrazo de Graham y señaló a los baños indicando que iba a mirar primero, porque si ella estuviera en aquel lugar ¿Dónde querría esconderse? ¿Dónde no miraria nadie?

Solo tardaria unos segundos, pero mejor evitar que alguien pudiera atacarlos por la espalda. Con los brazos alzados sujetando el arma que apuntaba al suelo de momento fue acercándose, esforzándose por escuchar hasta los insectos corretear. 

Con una señal silenciosa, Naya indicó a los demás lo que pretendía, perdiéndose durante unos minutos entre los cubículos de oficinas hasta llegar a los aseos. O lo que antaño habían sido los aseos, pues el lavabo al final de la planta había sido reconvertido en un laboratorio alquímico, ahora repleto de mesas llenas de burbujeantes crisoles de cristal y aparatos que echaban chispas y máquinas centrifugadoras. No les costó deducir, cuando regresó la muchacha y reveló su descubrimiento, que aquél debía ser el laboratorio en el que el Cirujano llevaba a cabo su trabajo como fabricante de formulas y reactivos ilegales para las bandas de narcotraficantes, ganándose así su cooperación. Pero desde luego, aquella no era su actividad principal, ni por la cual lo estaban buscando.

Todavía liderados por Leonid, el grupo no se demoró más de lo necesario en la primera planta, sabiendo que el premio gordo estaba en la segunda. Ascendiendo por las escaleras hacia la planta superior, llegaron de nuevo hasta un punto de recepción central que separaba dos pabellones medicae. Las luces de toda la zona fluctuaban y pulsaban cada poco tiempo, como si perdieran energía lentamente.

Los dos pabellones estaban divididos con burdos separadores hechos de ropa desgarrada y cortinas de tablillas semitransparentes de goma, tan sucias que apenas se podía ver a través de ellas, aunque era posible distinguir  alrededor de una veintena de camillas ensangrentadas... ocho de las cuales parecían estar ocupadas por los cadáveres de las víctimas mutiladas del Cirujano, tan destrozadas que apenas recordaban a un ser humano.

Estanterías a lo largo de los muros contenían jarras con órganos recolectados y miembros en suspensión líquida, mientras que en la esquina más alejada de uno de los pabellones se encontraba un único “superviviente”, un hombre en estado de coma que mostraba cicatrices quirúrgicas frescas en el pecho, y que estaba enganchado a maquinaria de aspecto esotérico que le  suministraba alimentos y compuestos químicos por vía intravenosa. A su lado, un cogitador parloteaba en voz baja mientras llenaba una tolva con papel impreso.

Frente a ellos, al otro lado de la zona de recepción de los pabellones,  podían divisar una puerta blindada de reciente factura, con la antigua tirada en el suelo, arrancada de sus goznes. La puerta blindada no tenía ningún rasgo distintivo a excepción de dos muescas diagonales a la altura de la cintura, la cerradura con toda probabilidad, pero, ¿Qué clase de llave haría falta para abrirla? Intentarlo por la fuerza requeriría de armas pesadas, explosivos o equipo de corte industrial que no tenían...

Leonid avanzó y negó con la cabeza. No dijo nada, no encontró las palabras para poder describir el horror que se desplegaba ante sus ojos. Había sido testigo de vilezas peores y a los horrores de la disformidad, pero no podía negar que estas situaciones, siempre le dejaban igual, sin palabras.

Fue directo hacia la puerta, conjurando un escudo para protegerse levemente de lo que creyó que se avecinaría tras cruzar esa puerta. Sin embargo, parecía impenetrable, por lo que miró a Vantes - ¿alguna idea de como abrir esto? - preguntó mientras el mismo buscaba por la sala, tratando de evitar el contacto con visual con tanto cadáver y órgano por ahí.

Estaban en la segunda planta. ¿O quizás aquello era una pesadilla demoniaca? Mirara donde mirara solo veia desangramiento, tortura y desesperación. Sencillo y puro horror. ¿Y ella se quejaba de Sjozk? Al lado del cirujano, era un bendito.

Aunque quisiera ocultarlo, su mirada evitaba mirar demasiado a través de aquellas "cortinas". Su piel se erizaba al más leve sonido, incluido los generados por ellos mismos. Mientras avanzaban con cautela apenas respiraba, si no que contenia el aliento como si lo fuera a necesitar más tarde.

Cada dos por tres echaba un vistazo a su espalda o donde estuviera Graham. El arma le pesaba cada vez más en las manos y tragaba saliva despacio, con dificultad, sintiendo la lengua pastosa. Su corazón latia desaforado mientras comenzaba a temblar su dedo cerca del gatillo

Beatrix siguió al resto del grupo. Pese a la enorme escopeta que llevaba, con cada paso que daban se la notaba más nerviosa. No podía evitar pensar en lo que había hecho el Cirujano en aquel sitio, y sus conjeturas la dibujaban a ella siempre en el papel de víctima. El recuerdo de los desolladores, por supuesto, tampoco ayudaba. Cuando vio al superviviente, artificialmente vivo y con el pecho surcado de cicatrices sintió que el mundo a su alrededor se tambaleaba. Si se mantenía en pie, era por el miedo al ridículo. Tragó saliva, y se acercó a la puerta blindada, acariciando con un par de dedos temblorosos las ranuras de lo que suponía que era la cerradura.

Observe a Lille perderse mas alla de la puerta de lo que antaño era el baño. Los segundos que estuvo alli dentro no fueron sencillos, gracias a mi experiencia sabia que lo mejor era esperar, la joven sabia bien como hacer su trabajo y moverme de mi posicion no era algo que fuera a beneficiarla en forma alguna.

Espere, alerta en todo momento, hasta que volvio a aparecer y una sutil bajada de hombros revelo que cierta tension se habia disipado. Pelear contra lo que podia ver era una cosa, pero protegerla de los monstruos que estaban en la oscuridad, otro muy diferente.

Con el psiquico delante, avanzamos subiendo las escaleras hasta el escenario principal del horror desatado por el Cirujano. Algun gruñido suelto y un claro gesto de disgusto en mi rostro denotaban mis sentimientos ante lo que tenia delante.

Vivo... a ser posible, porque por mi lo mataria hasta que quedase olvidado en los desagues de este lugar, como sus victimas.

Dame fuerzas, Dios-Emperador.

Avanzamos hasta la enorme puerta, a diferencia de los mas adelantados, me mantuve en guardia, observando el entorno en todo momento, dispuesto para el combate.

—Esto parece un hospital de campaña en plena guerra. — Murmuró Katherine mientras entraban en el desagradable laboratorio del Cirujano, con sus mutiladas víctimas postradas en las camillas. Le recordaba a los heridos por metralla de granadas o explosivos, aquellos que habían quedado con el pecho abierto o un brazo arrancado de cuajo por fragmentos disparados a todos lados. Algo que se aprendía rápido en estos lugares era que las explosiones no incineraban o desintegraban el cuerpo, los desgarraban por pura fuerza bruta.

Katherine caminó hacia la puerta, poniendo una mano sobre la misma antes de darse vuelta a buscar alguna herramienta o algo con qué abrirla. Iban a tener que tirarla, de eso seguro. —Que bien vendría ahora un equipo de zapadores. O al menos unas cargas de melta. —

El grupo avanzó por el corredor central, tratando de ignorar con más o menos éxito las imágenes de sangre y muerte que les acosaban por el rabillo del ojo. Centrados en la gran puerta blindada, se apelotonaron a su alrededor, buscando la forma de abrirla, pero no notaron nada en ella al tocarla aparte de sentir que estaba anormalmente fría, mucho más que la temperatura ambiente, prácticamente helada. Nada se movió y nada cambió en cuando Beatrix toqueteó la cerradura, y Vantes se limitó a examinarla desde una distancia prudente por el momento, seguido por sus traqueteantes servidores.

Ocupados con la puerta, apenas se percataron de que, tras las cortinas y mamparos, algo se movía entre las camillas, pero Katherine, Beatrix y Leonid pudieron observar con horror como algunos cuerpos se ponían en pie o salían de precarios escondites, ayudados por la tibia y parpadeante luz y la suciedad de los mamparos. Las formas encorvadas y los movimientos temblorosos no dejaban lugar a dudas, más Despojacuerpos acudían a defender a su amo.

No podía desprenderse de aquella horrible sensación que se había adosado a sus huesos y su alma. Quería mantener la cabeza fría, estar alerta, pero cada susurro era como un feroz mordisco a su cordura. El olor a sangre y productos químicos no mejoraba la situación.

Mientras la mayoria investigaba las puertas, Naya buscó cobertura contra una de las paredes cercanas, como si así pudiera vigilar mejor cualquier cosa que pudiera avecinarse. O eso creía ella.