Partida Rol por web

Los vi llegar, demasiados para mí pero eso no me echo hacia atrás. Eleve el escudo y espere, fui consciente de cómo al menos uno de ellos atravesaria mis defensas, pero esperaba aguantar lo peor que viniera.

El dolor atravesó mi cuerpo cuando las garras rasgaron la carne de mi brazo. Gruñi, apreté los dientes y me prepare para detener el segundo ataque. Tras eso volvería a una posición defensiva.

Rodeado de tres enemigos, aunque uno hubiera cambiado objetivo... de abrir mis defensas, me atravesarian en un instante.

Dios-Emperador... guia mi brazo en este momento...

Su plan había funcionado, y con suerte, vio como uno de esos seres no se levantaba. Satisfecho con ello y confiando que Mort podría rendir buenas cuentas del otro derribado, al cual podría golpear con una facilidad insultante, el psíquico giró su rostro para ver la otra parte de la lucha. Concentrándose nuevamente, realizó la maniobra que acostumbraba, arrancando pedazos de mobiliario o tuberías que asomaban de entre las paredes, techos o suelos. 

El objeto voló a gran velocidad hacía su objetivo, pero un chasquido de advertencia que solo Leonid pudo interpretar resonó por el lugar. Oculto tras el casco, la piel se le perló, y con cierta preocupación, el ruido de vientos fantasmagóricos empezó a ser audible. No era difícil darse cuenta de que provenía del propio Leonid, pero no podía hacer nada para evitarlo. Solamente era un viento debil que agitaba las cortinas y trozos de tela de las ropas de algunos.

Vantes-013 se había mantenido en silencio durante un largo periodo de su travesía por aquel edificio, absorto en la cantidad de suciedad, porquería desbaratada y herejía urdida a través y a lo largo de aquel tugurio, aquella joya marchita de una época pasada. La aparición de aquellas bestias hechas a retazos, aquellos amasijos de carne superpuesta, solo lo turbo aún más de lo que ya estaba. Opto por refugiarse tras sus compañeros y centro su atención (en la medida de lo posible ante aquellas circunstancias) en abrir aquella condenada puerta. La presión se hizo palpable de mientras que aquellos espantos engendrados a partir de una abominable vertiente de sus propias habilidades, un tumor herético y rebelde, se cernían sobre ellos.

011000-Alguien tiene que haber manipulado esta puerta/portón, el sistema de cierre/apertura es más complejo de lo que debería.-001000

Unas gotas de sudor comenzaron a bajar de entre las arrugas de su rostro, sabía que no podría abrirla ni aunque hubiera colaborado en la confección de aquella odiosa pieza. Paso la manga de su túnica por su frente y se giró para alertar al resto.

001100-No puedo abrirla/trucar la cerradura, necesitamos la llave. Esta cerradura/mecanismo de cierre es de los más complejos que he visto en mucho tiempo.-001100

— ¡Tengo una granada en mi cinturón, tómala y vuela esa cerradura a la mierda! — Grita la teniente mientras Vantes anuncia que no puede abrir la puerta. Hubiese tomado ella misma la granada y se la hubiese pasado si no fuese porque estaba ocupada apuntándole al enemigo para ayudar a Graham. El arbitres era de los que mejor le habían caído en el grupo y no quería que los monstruos esos lo maten. Desgraciadamente, el estar concentrada en ambas cosas hace que sus tiros no tengan demasiado efecto, la mayoría terminando contra las paredes.

Graham alzó el escudo para detener el golpe dirigido a la cabeza, gruñendo por lo bajo cuando el otro le dio de lleno en el brazo. El poder conjurado por Leonid le permitió un respiro, derribando a dos de las criaturas, pero estas no tardaron en levantarse de nuevo para acometer de forma incesante. Aun así, Graham lograba mantener la posición, conteniendo a los Despojacuerpos que se le echaban encima, deteniendo cada nuevo golpe que era lanzado sobre él. A su lado, Naya intentaba ayudarlo, lo que también intentaron Katherine y Beatrix, pero las tres erraron sus disparos debido a la cercanía de los enemigos con Graham. El disparo de la oficial, de hecho, impactó en el arbitrador, aunque no llegó a atravesar su armadura.

En el otro flanco, Tellum y Mort daban cuenta del último Despojacuerpos que quedaba, con la asesina destrozando media cabeza del engendro con los rugientes dientes de su espada sierra, pero esta no llegó a caer todavía a pesar de sus graves heridas.

Vantes finalmente se rindió con la puerta, el mecanismo demasiado complejo para intentar forzarlo, pero el ofrecimiento de un explosivo de Katherine, aunque podría haber dado resultado, no llegó a ser necesario. En el momento en el que el tecnosacerdote se dio la vuelta e hizo su anuncio, se escuchó un fuerte golpe metálico, acompañado del siseo de la puerta blindada al deslizarse por las guías y quedar así abierta.

Más allá de esta, por fin, hallaron el dominio del Cirujano. Se trataba de una cámara grande, su interior tan helado que gruesas nubes de niebla cubrían por completo el suelo, empezando a extenderse a través de la puerta abierta. Los muros estaban repletos de maquinaria siseante, filas y filas de burbujeantes tanques de muestras, recipientes de contención e incomprensibles aparatos alquímicos iluminados por arcos de energía. Los laterales de la sala se habían reservado para una serie de frascos colgantes; allí donde los Despojacuerpos se enchufaban entre misiones para recargarse y repararse. En un lado del muro posterior, estaba el ascensor cuyo hueco habían visto antes en la cocina, mientras que en el otro, había un tubo transparente, lleno con un líquido claro en el que flotaba una gran masa blanquecina repleta de zarcillos... un espécimen mucho más grande del bioconstructo que les había mostrado el Interrogador Lorr durante su reunión inicial.

El centro de la cámara estaba dominado por una gran mesa de operaciones, rodeada por todo tipo de instrumentos extraños, destellantes pantallas de cogitadores, y armazones acabados en cúmulos de cuchillas, pinzas y taladros. Sobre la mesa, atado y abierto en canal como si fuera una muestra de anatomía, con el corazón aún latiendo dentro de la abierta caja torácica, se hallaba un hombre, claramente consciente y aterrorizado por completo, con la garganta destrozada de tanto gritar. Inclinado sobre él, se encontraba una robusta figura imposiblemente alta, cubierta por ropajes rojos ribeteados con un patrón color blanco de engranajes, que no podía ser sino el arquitecto y amo de aquella cámara de los horrores. El Cirujano.

Encaramado a la espalda de la figura, podía verse una pesada masa de metal bruñido, rodeada de docenas de crispados miembros metálicos, como una especie de araña obscena hecha de engranajes. De repente, la masa de metal se separó de la figura, empezando a flotar en el aire, revelando no ser otra cosa que una especie de servocráneo modificado, un constructo vagamente arácnido de metal brillante con docenas de miembros metálicos delgados como látigos, la mayor parte de los cuales acababan en algún tipo de taladro, aguja o cuchilla.

La encapuchada figura alzó la cabeza, mirando a través de la puerta a aquellos que veía del grupo, enseñándoles los restos del rostro de un hombre cosidos a un cráneo de hierro. Brillantes lentes injertadas en el rostro muerto del hombre se fijaron en ellos, y la rechinante voz artificial del Cirujano pudo escucharse en toda la planta.

— ¡Estúpidos carnosos! ¡Al venir hasta aquí no habéis hecho sino adelantar el momento en el que cosecharemos vuestros despreciables órganos! ¡Homonculitas, atacad!

Con aquella orden, un par de criaturas, que debían responder a ese nombre, se dejaron ver. Como los Despojacuerpos, parecían constructos biológicos, pero algo más humanos que los primeros. A pesar de ello, seguían estando horriblemente distorsionados, con carne cancerosa, ojos con cataratas y cuerpos demacrados punteados por tuberías burbujeantes e implantes químicos... lo que no evitaba que parecían moverse con cierta inteligencia, la suficiente como para poder empuñar unas sierras mecánicas con forma de cuchillo de carnicero.

Las puertas se abrieron, y ese evento hizo que Leonid no se fijara en los efectos que provocó su telequinesia. Giró en redondo y observó la situación con disgusto. Aquel pobre desgraciado, siendo "operado" estando consciente, provocó en Leonid algo que rara vez ocurría, empatía. Quitando aquellos pensamientos de su cabeza, sobre todo por la tremenda amenaza que representaron sus dos nuevos lacayos. 

Quizás el psíquico erró en su juicio, pero el premio gordo era el cirujano y a por él fue. Conjurando sus dones disformes, le lanzó lo que pudo al cirujano, pero no estuvo acertado tampoco en lo que escogió para estampar contra el heretek, poco impacto había conseguido imprimir en los elementos escogidos, seguramente, aún estaba sorprendido por lo que vio o por lo que se les cernía encima. 

¡Ríndete o muere! - le gritó en respuesta.

A pesar de ello, y tras lanzar su don, Leonid sacó una de las granadas incendiarias.

La frustración se iba adueñando de la joven. Estaba fracasando en su intento de proteger y ayudar al único que le importaba en aquella vida de mierda. Lo veia recibir estoico todos aquellos ataques. Su sangre le increpaba su debilidad pero ella no se rendia.

Al menos hasta que aquellas puertas se abrieron de improviso, sobresaltándola por un momento y obligándola a mirar.

Algo chasqueó en la mente de Naya, reventando su alma por dentro cuando vió a aquel pobre desgraciado vivo exhibiendo sus entrañas como en un puesto del mercado. El miedo se descontroló y comenzó a disparar desesperada, sin apuntar y sin pensar. Solo tintes rojos y oscuros enmarañandole los pensamientos, el razocinio...

Senti un impacto en mi espalda. Un impacto de arma a distancia. La armadura lo detuvo. Aunque pude sentir la fuerza del mismo y con un poco de suerte, y por mi veterania, mi escudo detuvo el golpe que se venia sobre mi. Habia conseguido respirar por un segundo tras ver como Leonid lanzaba a esos cabrones volando por los aires, pero sin duda estaban dispuestos a ir con todo.

No les deis tregua. Lanzadles todo lo que tengais.

Eleve la voz con fuerza, a sabiendas de que mi unica mision era hacer de muro... y esperar que los demas acabasen con el enemigo.

El ruido de algo grande abriendose me dijo que seguramente habiamos conseguido entrar en el santa sanctorum del Cirujano... y eso solo podia significar mas problemas. Debiamos acabar con estos ultimos remanentes e ir a por ese malnacido, por El Dios-Emperador y su Justa Furia, moriria para arrementirse de sus epcados cometidos sobre la poblacion de Coscarla.

La apertura de la puerta blindada supuso un cambio completo en la situación que se desarrollaba en la antesala de la cámara del Cirujano. El grupo se las estaba apañando contra los duros Despojacuerpos, acabando con ellos poco a poco, pero la visión que ofrecía el "quirófano" fue un duro choque para la mayoría. Presa del pánico ante lo que se les avecinaba, Naya se puso a disparar su pistola frenéticamente, dando por suerte a uno de los Despojacuerpos con la bastante fuerza como para derribarlo, esta vez para no volverse a levantar. Los otros dos siguieron atacando a Graham, que también habia caído presa de la horrible visión. Las criaturas le impedían echar a correr como le pedían las piernas, pero aun así se le notaba bastante alterado.

Peor lo pasaron Vantes y Beatrix, ambos quedando prácticamente fuera de combate cuando el terror se adueñó de ellos. La posición del tecnosacerdote era de lo más precaria, el más cercano a los nuevos enemigos, que cayeron sobre él empuñando sus amenazantes y enormes cuchillos sierra. Telum logró acertar a uno con su escopeta, el adepto demostrando una vez más estar hecho de otra pasta, pero de pronto, sobre los Homonculitas apareció volando el servocráneo, cayendo sobre él con sus herramientas quirúrgicas atacándolo con docenas de pequeñas heridas.

Katherine, Leonid y Mort lograron aguantar el tipo, pero tan solo la asesina llegó a tener algo de éxito al deshacerse de su rival de un certero espadazo. El tiro de Katherine se perdió de nuevo a pesar de haberse acercado para disparar mejor, mientras que el psíquico se atrevió a atacar al propio Cirujano, pero la poca fuerza con la que consiguió canalizar sus poderes apenas le removieron la túnica, algo que el tecnohereje no acusó mientras seguía trabajando en el desgraciado tendido en su mesa de operaciones.

La locura se habia adueñado de ella. El terror alimentaba las fibras de su cuerpo y solo podia moverse y disparar sin pausa, como si solo con detenerse les diera una oportunidad para morderle el alma.

Leonid observó la situación con preocupación. La mayoría estaban fuera de combate por el miedo, otros heridos y superados por sus enemigos. El psíquico, con la granada en la mano, giró sobre su posición, vislumbrando el porvenir y aceptando que pocos saldrían con vida de ahí. Ya lo había experimentado en el pasado, ver que los planes se tuercen, las situaciones superan a los agentes y solo sobrevive uno para atestiguar el desenlace y cumplir con la misión.

Aceptando ese hecho, Leonid observó la placa de datos que poseía Vantes y extendió la mano que empuñaba el látigo como agarrándola en la distancia. Hubiera sido algo imposible de no ser que dicha placa voló hacia la mano de Leonid justo cuando soltaba la granada hacía el combate que Vantes afrontaba completamente ido por el pavor. La granada se cruzó en el camino con la placa, solo que en direcciones opuestas, acabando la primera estallando entre los tres y la placa, en su mano recién liberada. 

Las llamas se reflejaron en su yelmo que las observaba como si estuviera ausente - Pensamiento del día - llegó a decir con lentitud - El hombre sabio aprende de la muerte de otros - así era la crudeza del milenio cuarenta y uno.

La puerta se abre y una voz metálica sale de ahí mientras más de esos monstruos atacan, esta vez a Vantes. —Mierda, Graham, no tenemos tiempo para estos dos. — Dice Katherine mientras saca la granada de fragmentación que le había ofrecido al tecnosacerdote. — ¡Fuego en el hoyo! — Gritó mientras la activaba y la revoleaba sobre las cabezas del arbitres y las dos cosas, esperando que los cuerpos de los muertos vivientes le sirvan como escudo a su camarada.

Los golpes iban y venian, el escudo y mi posicion me permitian seguir aun en pie pero sabia que llegaria un momento donde ni el Dios-Emperador ni la suerte me salvarian. Vi una garra atravesando mis defensas y con un raudo movimiento conseguir cruzar el escudo en su camino evitando un golpe que bien podria haberme llevado al suelo y de ahi, a una muerte segura.

Escuchaba palabras y griterio, a sabiendas de que tenia a los demas cubriendome la espalda como yo cubria su frontal.

Una mirada de reojo, apenas un instante y una figura al fondo de mi campo de vision. El Cirujano. Senti mi mente estallar, queriendo salir de ahi con fuerza, pero mis enemigos seguian ahi, pegados a mi presencia. Asi que decidi atacar, buscando librarme de mi enemigo lo antes posible, aunque solo fuera para alejarme de aquella presencia.

El combate contra las creaciones del Cirujano proseguía con resultados mitxos. Naya seguía vaciando el cargador de su pistola láser a gran velocidad, por suerte sobre los Despojacuerpos que quedaban, aunque en aquella ocasión no logró acertar sus disparos. Graham intentó librarse de los engendros con su maza, pero no tuvo mejor suerte, y a pesar de lograr un buen golpe pese a los nervios, la criatura ni siquiera acusó la descarga de energía que salió de la maza eléctrica. 

En el centro de la antesala, Tellum logró evitar los artilugios asesinos del servoescalpelo y retroceder mientras le disparaba con su escopeta. Apesar de acertar en el pequeño aparato flotante, este se le hubiera echado de nuevo encima de no ser por el ataque de Mort, que lanzándose a la carrera, lo destrozó de un espadazo, arrojándolo contra la pared convertido en un amasijo de hierros serrados. 

Beatrix y Vantes seguían sobrepasados por el miedo, siendo especialmente sangrante el caso del tecnosacerdote al verse atacado por los Homonculitas sin posibilidad de defenderse. Leonid acudió en su ayuda, aunque en el sentido más amplio del término. Tras asegurarse mediante sus poderes de que las pruebas recabadas no correrían daño al atraerlas hacia sí desde el cinto de Vantes, el psíquico arrojó una de las bombas ince diarias hacia los Homonculitas... Y hacia el propio Vantes. 

Las llamas estallaron frente a la puerta, bañando al de Marte y a uno de los Homonculitas en ellas, el otro habiendo tenido tiempo de apartarse. A pesar de que acusaba el dolor e intentaba librarse del fuego, el Homonculita no emitió ruido alguno en ningún momento, dando una imagen la mar de inquietante. 

Katherine dejó a un lado el rifle y, buscando imitar a Leonid, echó mano a una de sus granadas y la arrojó sobre los Despojacuerpos, con más tino que el psíquico al caer esta detrás de las criaturas y evitando alcanzar a Graham. La explosión llenó a ambos engendros de metralla, dejando a uno bastante malherido y al otro, ya tocado, a las puertas de la muerte final. Ambos fueron lanzados hacia adelante, tropezando y cayendo al suelo, aturdidos, quedando como presa fácil para futuros ataques. 

Las cosas parecían ir mejorando, pero entonces, el Homonculita que había logrado evitar las llamas, cayó de nuevo sobre Vantes, sin importarle la cercanía del fuego, y de un poderoso tajo con su sierra, segó la pierna del maltrecho tecnosacerdote, haciendo que este cayera al suelo en medio de un reguero de sangre. Entre las llamas, el shock y la pérdida de sangre, a Vantes no debía de quedarle mucho tiempo entre los vivos. 

Más allá del combate, dejando escapar una queja al ver como se estaba desenvolviendo, el Cirujano dejó de trabajar en su último paciente, y empezó a trastear con una consola que tenía cerca, visiblemente frustrado. 

Los gritos del desgraciado que le taladraban el alma, el olor.... Ese olor que se te metia hasta el tuétano.. todo habia sido un cóctel molotov para sumergirla en la histeria y la desesperación, pero algo hizo click en su cerebro.

Quizás fue ver caer a sus enemigos más cercanos, o quizás el calor del fuego, pero el caso es que pareció emerger del terror y centrar un poco mejor sus pensamientos. Vió de reojo lo sucedido con Vantes pero simplemente apretó los dientes.

- Graham. El cirujano. Parece que está haciendo algo... - La maza eléctrica no funcionaba con los despojacuerpos, pero quizás si con el engendro principal o contra su maquinaria.

Se apresuró a recargar su arma láser y volvió a disparar.

Parecía que la situación mejoraba, aunque le preocupó que el Cirujano estuviera trasteando con la consola que tenía cerca. Lejos de poder hacer algo contra él, viendo que Vantes ya estaba completamente fuera de combate, tuvo que centrarse en las amenazas más próximas que en las lejanas. Se concentró arrancando un trozo de columna medio derruido que lo trató de estampar contra uno de esos seres que portaban armas sierra.

El ataque atraveso mis defensas, pude sentirlo sobre mi torso. El dolor al ser la armadura atravesada por la garra de la criatura que tenia delante. Las explosiones y las llamas rapidamente empezaron a hacer estrago dejando a las dos criaturas que tenia delante tiradas en el suelo.

No habia tiempo para mas milongas, las palabras de Lille indicaban que el otro lado no lo estaba pasando bien y el grito de dolor de Vantes, lo dejaba aun mas claro. Aprete la mano sobre la empuñadura de mi maza y asenti quedamente.

Entendido. - Habia que terminar con esto antes de moverse mas alla.

Avance con la maza lista y me lance a golpear a aquellos que no podian levantarse. Matarlos, al menos a uno de ellos, era una prioridad.

Debiamos movernos en direccion al autentico enemigo, sobretodo si estaba trasteando con lo que fuera.