Partida Rol por web

¡Jamás! ¿¡Quien os creéis vos que a mi casa venís a impacientar!? ¡¡Insolente!! -respondió lleno de ira-.

No hay piedad que Su Majestad otorgue a los orgullosos -continuó el de Arguilla-, y ofensa es la que ya le hacéis al Rey de Aragón con tales razones. ¡Acabad con esta locura, en súplica os digo, y un camino sin asaltos se os abrirá hasta el corazón de Castilla, con tierras y criados y soldados para los vuestros usos! ¿¡Qué decís!? ¿Qué respuesta debería oír el muy preciado de don Bermeo de Alcarrás?

El de Soterraz miró a la muje, y aparentando pensarse la respuesta, bajó su vista al suelo. Luego se paró un instante, levantando la mirada hacia Jimeno. Fue entonces que Fedro echósu brazos hacia adelante, tomando de las prendas y casi el cuello a Jimeno. En ese momento comenzó a haber un forcejeo.

¡Soltad, necio! ¡¡Qué hacéis!! ¡Augh! -forcejeando ambos de un aldo para otro-. La bestia comenzó a agitar un poco sus alas...

¡Te mataré! ¡Os mataré a todos vos! ¡Ella lo hará! ¡Masabakes lo hará! -los dos cuerpos agarrábanse y zarandeábanse por la estancia, yendo de acá para allá-.

Pelayo no sabía de lo que hablaba aquel noble, que mas que noble parecía un cabestro que no atendía a razones. Al ver a Jimeno en aquella situación apuntó con la espada hacia Fedro de Soterraz.

-¡Cesad esta locura o seré yo quien acabe con vuestra vida!-gritó enfurecido y amenazante el caballero- ¡Soltadlo si no queréis morir!

Damián se encontraba perdido. No sabía mucho de política, pero aún menos sabía qué tenían que ver las intrigas palaciegas con toda aquella muerte, destrucción y locura. Ni mucho menos conocía a la tal Masabakes, ni por qué habría de acabar con ellos.

Era castellano y en realidad no apreciaba en demasía a los aragoneses, sobre todo a los catalanes, esos @##~#@... pero claro más le valía un buen revolcón que meterse en política y los aragoneses pagaban ahora. Aunque era inevitable estar al día de todo... muchos se sorprenderían de todo lo que se puede aprender en las tabernas y burdeles. El nietecillo decían que había sido designado en testamento y que los de Sancho usurpaban el trono por una equivocación del Rey Sabio en su lecho de muerte cuando estaba más pallá que pacá.

Potencio no tenía una opinión muy clara al respecto. Había escuchado a hombres hablar de que los testamentos a nada que se supiese un poco escribir eran fácilmente falsificables, más los de un Rey que contaba con buenos escribas que sobornar. A Potencio no le parecía más que otra estúpida disputa que jodía a los de siempre.

- Sancho es un usurpador. ¿Bravo? ¡Ja!- no pudo evitar espetar al noble. Había algo que no le encajaba, el nombre que había mencionado le había provocado un escalofrío.

Cuando Pelayo gritó al señor del castillo, la bestia que retenía a la mujer rugió ferozmente, creyéndose hostil aquel. Et que Fedro de Soterraz no escuchaba (o más bien no atendía) a aquellas ni a ningunas palabras, et mucho menos de desistir en su empeño. Et que en éstas, los dos agarrados casi por el cuello, fuéronse sin querer acercándose a la ventana de la torre, que estaba abierta hacia afuera. Fue la desdicha invitada al evento, et que ambos, uno contra la fuerza del otro, empujáronse casi sin quererlo por la misma...

El tosco alfeizar de mamposte aguantó a uno y otro en fiero duelo, et que finalmente ambos cayeron por la ventana. Precipitáronse y desaparecieron de la vuestra vista. Segundos después, la criatura soltó a la mujer (cuyo cuello estaba ahora lleno de marcas y sangre, pero vivía), et que se interpuso entre la ventana y vosotros. No dudó en atacaros.

El cuerpo de Damián, si bien estaba amedrentado ante el poder o la fuerza que aquella criatura (no del Señor, desde luego) pudiera albergar, no dudó en adquirir la pose que su señor Pelayo le corregía constantemente para el combate. Horrores impensables ya había visto de sobra en los últimos tiempos, y ya sólo quedaba echar huevos y acabar con lo que fuera que se les pusiera por delante.

Pelayo se abalanzó de nuevo golpeando con saña con su acero tratando de, una vez mas, conservar la vida y la de los que le rodeaban como tantas veces había hecho a lo largo de su vida. 

¡Dios mío!

A este paso Potencio iba a convertirse en un hombre honrado, salvador de Damas y defensor  del Reino... cuando quería darse cuenta, estaba otra vez atacando con su terciado a una criatura de las profundidades del infierno. ¡Con un simple cuchillo! ¡Él! que había sido el más cobarde de los cobardes, el más miserable del burdel, el más despreciado por los justicias de más de la mitad de las villas castellanas...

en fin, que de algo había que morir. Ya empezaba a vislumbrarse que a este paso si lograba servir a un noble y rico señor, no sería en este mundo.

PNJOTIZADO.

De nuevo, aquella bestia inmunda. Otra más. Pensaba ahora si todos aquellos cadáveres no habían sido devorados por aquellas bestias con alas. Qué despropósito. Sin pensarlo demasiado, hice acopio de la poca fuerza que quedábame ya, et que ataqué "a la pájara" con el hacha...

Resumen turno 1:

Que ocurrió que el joven Damián, que siempre ávido et presto contábase, no acertó a la susodicha bestia, empero sí que su maestro. Don Pelayo esgrimió la espada media que llevaba con buen portento et casi hizo golpe sobre la criatura, empero que ésta consiguió zafarse de lo bien avenidos que llegaban aquestos. Por muy poco. Tras ello, Potencio, cuchillo en mano, lanzóse contra el ente, aprovechando que había escapado del embiste de su compañero. El ladrón acertó a acuchillarle la cabeza y el pecho...

Daño1: 12 (x2 en cabeza) (sin protección): 24 puntos de daño -->queda a -4
Daño2: 4 (sin protección): 4 puntos de daño --> queda a -8

Aquel ladrón de alocados cabellos no daría ni una mísera fracción de vellón por oir la mejor de las historias de Castilla: aquel en la que un tipo con un cuchillo acabó de un sólo golpe contra una criatura de senos de mujer, patas de águila y alas de paloma... Et que así fue, que tras llenar el filo de sesera (puesto que entró el terciado tras de sus ojos y salió por el otro lado), el ente de plumas y piernas cayó ante el impacto de Potencio. Finalmente Tariq, una vez la vió en el suelo inconsciente y con un charco de sangre negruzco bajo ella, la remató con el hacha, serparándole de cuajo la cabeza con respecto a su cuerpo...

En estando aquella criatura allí tumbada, ya sin cabeza, os asomásteis corriendo al balcón, mientras Tariq se aseguraba que la mujer estaba bien. Nada más sacar la cabeza por allí, vísteis que, en el patio de armas del castillo, yacía el cuerpo sin vida de Fedro de Soterraz, despatarrado, junto con otros cadáveres*. Claro que, no veíais a "la Jimena" ¿dónde estaba el de Arguilla?

En esos momentos oísteis un pequeño gritito, llamando como vuestros nombres et pidiendo auxilio. Era el emisario Jimeno, el cual había caído milagrosamente sobre el adarve de la muralla, justo en el tramo muy cerca de la torre donde estábais (a unas 3 varas de distancia). Había sido un milagro. Sin embargo, Jimeno parecía herido, y no se movía de su estado de tumbado...

Cuando acabó con la criatura se cruzó de brazos y miró a todos - especialmente al moro - como diciendo "¿habéis visto lo que soy capaz de hacer?" pero entonces todos se asomaron haciendo caso omiso de él, no le quedó más remedio que asomarse también al balcón. Vio entonces todos los cuerpos y a Jimeno.

- ¿Está agonizando? hay que bajar a por él. Aunque sea para... recuperar su cuerpo al menos.

-¡Rápido! ¡Puede que esté malherido, et non quédele mucho tempo! -rápido, el joven Damián enfundó su arma y se dirigió en pos del de Arguilla. Poco sabía él de primeros auxilios y curaciones, pero sentía que era lo que debía hacer. Incauto, no se paró un instante a pensar que más criaturas como la que yacía en el suelo podían rondar por el castillo, pues era dudoso que tan sólo aquella con la que Potencio había acabado hubiese masacrado a todo el castilo. Aquellos pensamientos estaban lejos de la cabeza del muchacho en aquel momento, quien sólo quería ayudar a Jimeno.

-¡Vayamos!-Se apresuró a decir el caballero aún sin envainar la espada que manchada en sangre parecía pedir más- pero andad con los ojos abiertos, el demonio se oculta en cada esquina-advirtió.

Fue entonces que Pelayo, Potencio y Damián bajaron  a todo trapo por la escalera. Bajo la misma había una compuerta muy pequeña, con el cerrojo forzado. Intuyeron que debía ser el acceso al adarve, y así fue. Nada más empujar la puerta (que por cierto, estaba como encallada por el cuerpo de un soldado muerto) vísteis dos escalones, e inmediatamente posterior el camino del adarve: estábais ahora sobre la muralla. Jimeno estaba a pocos metros delante vosotros; comprendísteis que en la caída desde arriba, el de Arguilla había quedado postrado a media altura (en el adarve), mientras que el de Soterraz había caído hasta el fondo (el patio de armas).

Tras darle la vuelta a Jimeno comprobásteis que tenía la frente y las mejillas rojas de la sangre, y un hilo de ésta corríale por la mollera. Sin embargo, nada grave parecía, salvo eso y magulladuras junto con un par de dientes partidos... Nada más ayudarle a levantarle, éste pareció dudar, pero aún estaba vivo y al menos podía mantenerse en pie. Cuando el de Arguilla echó la mirada abajo para ver qué había sido de su contricante, se llevó la mano a la cabeza.

Fedro de Soterraz... -musitó-, el "renegado".

Et así fue como le bautizó Jimeno. Et que habíais ido hasta aquel lugar en el corazón murciano para convencer de algo a un loco, en gran medida. Instantes después Tariq vociferó desde debajo de las escaleras para que volviéseis. Había bajado al parecer con la mujer.

PNJOTIZADO.

¿¡Qué ha pasado aquí!? -preguntó Tariq a la mujer, que se había sentado en el segundo escalón de la escalera, dentro del castillo-. ¿¡Porqué yacen todos muertos!? ¿Fue esa bestia?

Así es... -decía con la voz entrecortada del terror-, lo... logre... escapar, y en la cena, ¡en la cena! Pero el padre... el padre... y mi esposo entró en el túnel, pero sólo a él... yo me fui..., ¡huí! -la mujer intentaba relatar lo sucedido, pero aquello era un cúmulo de incoherencias notable-. Luego Tariq intentó tranquilizar a la mujer. Al poco rato, áun ella sin saber el fatal destino de su marido (ni se había dado cuenta de que había caído por la ventana), ésta habló con más calma.

Estábamos en el almuerzo. Era un banquete considerable... -relató-. Mi esposo había invitado a nobles et a todas las familias del pueblo... Mandó entonces llamarme... Uff... Estaba en la torre, ¡la torre de arriba! Luego, estando con él, escuché gritos abajo, en el comedor; voces, penurias, como si alguien se abalanzara con los comensales... Et que ese ser entró por la ventana y me retuvo..., me cogió por el cuello y...

La mujer lloró al recordar el horrible trago. Et que en habiendo hilado medianamente sus palabras, no entendíais (al menos Jimeno) porqué diantres de la matanza de todo ser viviente en el castillo...

Fue entonces cuando lo oísteis a través de una ventana.

Caballos. Y muchos. Una galopada importante. Alguien se acercaba al castillo...