Partida Rol por web

Continuásteis esa tarde viajando hacia Alaurico, tomando ahora dirección sur. Preguntásteis un arriero por la dirección exacta hacia esa localidad (en pos de no desviaros demasiado) y éste estimó que podríais llegar a Alaurico en dos jornadas a paso de bestia (de la carreta de Elvira). Por el momento cruzábais varias serranías
bajas de tierra seca y rocosa. Esa misma noche la pasásteis al raso, en un arboleda acompañada de peñas y rocas bajas, en un terreno irregular (un poco incómodo pero perfecto para evitar las brisas heladas del amanecer). Al día siguiente no ocurrió nada demasiado reseñable en la mañana, y comenzaba la tarde. 

Estábais ahora a una jornada de Alaurico. Tras dar de beber a las bestias de Chenaro y Elvira en un arroyo de agua clara, dejásteis a un lado un altozano de robles, y aún no habiendo salido de la vegetación propia del lugar, escuchásteis todos unos pasos claros, tan claros que supísteis que venían hacia vosotros. Finos, de una sola persona, y debía pisar el pasto seco y árido del terreno. Enseguida vísteis a alguien corriendo en sentido contrario al vuestro, yendo hacia vosotros, acompañando su carrera con voces y peticiones de auxilio.

Se trataba de un muchacho joven, de rostro bello, y de hábito oscuro, el cuál parecía huir de algo (cualquiera en su sano juicio describiría tal situación como una huida). En pocos segundos llegaría a vuestra posición, y a medida que corría hacia vosotros (a quien veía esperanzado como el que ve un oasis en medio del desierto) miraba hacia atrás para ver a sus supuestos persecutores. Segundos después, muy a lo lejos, tres perros aparecieron en la línea del horizonte cercano: corrían detrás del muchacho tratando de alcanzarle.

Chenaro marchaba dejando tras de si los pensamientos de aquella infructuosa busqueda en el castill hasta que los gritos del joven pidiendo auxilio reclamaron su atencion- sin duda cada dia nos ocurre un inesperado evento- dice a sus compañeros para despues azuzar a su corcel para que cabalga hasta el muchacho e interponerse entre el y los perros, despues ya tendria tiempo de ver si la persecución del extraño era merecida o no

Moraima se puso en pie, pero no siguió a Chenaro, sino que miró los árboles que les rodeaban para encontrar alguno al que fuera fácil trepar en el caso de que los perros les atacaran a ellos.

Tampoco es que ella pudiera hacer mucho, más que pegarles con un palo para tratar de ahuyentarlos. Esperó cuando Chenaro llegó a la altura del muchacho y observó los acontecimientos.

Bras por su parte tomó el arco que llevaba y tensólo para tenerlo listo en caso de necesitar usarlo¹.

—A tu orden— informó a Jimeno

Cándido, alarmado, corre hacia el muchacho para ponerlo a salvo mientras el guerrero y cazador se ponían en posición entre los lobos y ellos. Cogió por los brazos al joven y lo guió hasta el grupo.

- Alejémonos de esos feroces lobos. Lancémosles piedras para ver si podemos ahuyentarlos. - dijo cuando el muchacho se encontraba ya con él. Fue cuando buscó una piedra cercana lo suficientemente grande como para agarrarla con la mano entera y saliera despedida lo suficientemente lejos como para llegar cercano a los lobos. Al no poder encontrar una adecuada, decidió coger su hisopo en caso de que aquellos animales se avalanzaran sobre ellos. Entonces continuó con el joven - ¿Quien eres joven? ¿Por qué te persiguen esas pobres y famélicas bestias?

¡Ayyy lobos perros otra maldita vez...! *Elvira salta de su carro a coger sendos pedruscos y luego vuelve a encaramarse al pescante de la carreta para poder atirarles a buen resguardo. Villana precavida vale por dos.

Don Jimeno levantó la mano un poco, a la altura de su cintura, como haciendo un gesto a Bras para que se calmara (puesto que ya había preparado su arco mientra veía al tipo correr hacia vosotros). Si bien es cierto que al aragonés le tranquilizaba la entereza y resolución del cazador, quizá no era el momento de disparar... o tal vez sí, quien sabía. Don Jimeno no dio paso a ningún disparo por el momento.

El caballero Chenaro espoleó su caballo y troto hacia el tipo perseguido por los perros, mientras que Moraime, presa de la duda y también de la precaución, se elevó a la rama de un árbol cercano, que descansaba junto al tramo que seguíais. Por su parte Elvira descendió de su carreta, tomó algunos pedruscos y luego subió de nuevo a ella. Su mula parecía nerviosa al ver a los animales feroces en persecución unas cuantas varas más allá.

Cándido, corrió detrás de Chenaro, y tal que así que fue acercándose al que huía (mejor dicho: el tipo corría hacia vosotros).

Y en cierto momento, Chenaro llegó a la altura del tipo, entre éste y los perros. Y luego lo hizo también el padre Cándido. Al ver a la bestia del caballero, los canes pasaron de largo (canes que, por cierto, eran de presa, y tenían un collar de cuero cada uno); y acto seguido los tres se lanzaron contra el padre Cándido.

¡Padreee! -gritó el hidalgo, y entonces miró al cazador, que había sido precavido- ¡Brasss! ¡¡DISPARAAA!! -asintió Jimeno, entonces-, ¡que lo matan!

No fizo falta que volver a dar confirmación alguna, la flecha surcó el espacio que separaba a Bras de la bestia que estaba presta a abalanzarse sobre el páter, clavándose entre sus costillas de manera inmisericorde. 

—¡Corra necio! —gritó el cazador sin mirarle al tiempo que retiraba una nueva flecha de su carcaj y la utilizaba para tensar el arco.

¡padre apartese!- dijo chenaro desvainando la espada despues azuzo  de nuevo el caballo para ponerlo entre el padre y los perros que parecia tomarlo como nuevo objetivo y pese a que no gustaba de apalear animales no tenia mas remedio que alejarlos a espadazos

Moraima miró asustada a ambos lados, buscando alguna manera de ayudar. Esos perros parecían enloquecidos por abatir a su presa y ahora sus compañeros de viaje estaban en medio de su camino. La chica con desespero alargó la mano a una de las ramas donde algunas bellotas habían empezado a brotar y sujetándose con ambas piernas a la rama y con el brazo libre al tronco del árbol, empezó a lanzar bellotas en dirección a los canes. No es que fuera a hacerles mucho daño, pero toda distracción sería de ayuda para Bras y Chenaro.

La chica llenó el pliegue de su falda de bellotas y empezó a lanzarlas en aquella dirección.

Al verse Cándido sorprendido por aquella jauría de perros que ahora lo tenían a él como objetivo, solo pudo pensar en una cosa... correr. Debía de huir de allí cuanto antes. Si él era el objetivo ahora, no debía acercarlos hacia el resto del grupo que iban a pie, debía guarecerse cercano a Chenaro, que ahora cabalgaba hacia ellos y dejarle buen sitio para un golpe certero y por lo menos deshacerse o asustar a alguno.

Así fue como con isopo en mano corrió, alejándose de los que iban a pie y rodeando a Chenaro para que la trayectoria de su carga no se viera muy dificultada.

- ¡Oh Dios mio! ¿Cómo hemos acabado así? - gritaba mientras ponía pies en polvorosa. - Espero que las sandalias aguanten.

Turno 1:

Bras soltó la cuerda, la flecha voló hacia los perros, y ést se atravesó la cabeza de uno de ellos; en realidad no llegó a impactar demasiado de lleno, sino que rasgó la oreja del primero de ellos, haciendo que el animara gimiera un instante:

Daño (a P1): 2 (sin protección) (x2 en cabeza): 4 puntos de daño.

Justo después el cazador tomó otra flecha y la cargó, y en ese instante Chenaro desenvainó su espada y, agachándose un poco sobre la montura, inclinándose hacia abajo, trató de golpear con su espada a otro de los canes. No obstante, el caballero no pudo acertar a su objetivo, y los perros fueron diractamente contra el páter.

Éste trató de huir, pero aquellos perros con collar estaban tan adiestrados a la caza y a las marchas que poco pudo hacer el religioso por no ser alcanzando antes de alejarse... (ni tan siquiera las bellotas lanzadas en la distancia por Moraima lograron desviar su atención). Dos de los canes le mordieron: uno por la espalda, justo después de abalanzarse, y el otro en uno de sus brazos:

Daño1 (a Cándido): 2 (-1 por Hábito): 1 punto de daño.
Daño2 (a Cándido): 3 (-1 por Hábito) (/2 por brazo): 1 punto de daño.

Dios quiso que el clérigo saliera de allí huyendo, alejándose de la escena, y los perros dejaran de perseguirle, pues al haber ahora tantos actores en la escena dejaron de tener interés por el tipo al que perseguían inicialmente. Por eso, los canes, que tenían ahora a Chenaro y su caballo prácticamente a su lado, prefirieron no atacar al caballero, quien estaba subido a su bestia. Luego se dieron la vuelta por donde habían venido y desaparecieron en la lejanía.

El tipo al que perseguían se detuvo estando a la altura de don Jimeno y Bras. Cándido aún estaba a cierta distancia, y Moraima y Elvira estaban subidas a sus respectivas altura. El muchacho se inclinó y apoyó sus manos en sus rodillas, y trató de descansar. Entonces se irguió de nuevo y miró hacia atrás, comprobando que los perros ya no le perseguían. Su rostro estaba empapado en sudor.

¡Ave María Purísima! -masculló, haciendo santiguándose con la mano-. ¡Ha faltado poco...! -añadió-. Luego quedó mirando a Bras y don Jimeno, que eran quienes estaban a su lado en ese preciso momento. Gracias... -le dijo al cazador-, y también levantó una mano amistosa a Chenaro, allá adelante.

-Malas bestias esas han sido. Pobre muchacho. ¿Está bien? *Elvira se baja del carro y con un cazo le ofrece agua al muchacho* Coge resuello.

¿padre esta bien?- dijo Chenaro tras ver marchar a los canes lejos de alli,sinceramente esperaba que el padre no estuviera Herido lo cual seria un contratiempo en el viaje que hacian.

En cuanto a ti chico ¿que has echo para que esos animales te atacaran?, sin duda estaban adiestrados y un animal asi no suele atacar por atacar- le pregunto al chico que tenia mucho que explicar

—Esos eran perros de caza... ¿Molestaste a algún señor para que te persiguiera con sus bestias? ¿Algo que puedan reclamar a nos? –preguntó  Bras tras limitarse a asentir en señal de reconocimiento al agradecimiento del recién llegado.

- Oh Señor, se que quisiste ponerme a prueba de estos pobres animales... sin embargo pienso que no era necesaria tanta brutalidad. - susurraba Cándido mientras intentaba recomponerse en el suelo. El golpetazo al caer ya le había producido daños, pero ahora una quemazón le asestaba en el brazo, que le palpitaba y notaba como si tuviera un segundo corazón en él. 

Al levantarse se sacudió el hábito, limpiando así el polvo superficial de la caída. Al ver que el grupo volvía a reunirse y comenzaban a interrogar al muchacho, fue con ellos con su brazo apoyado en el bueno.

- Sí Don Chenaro, creo que me encuentro bien. Solo la caída y el golpe por la espalda. Luego creo haberme hecho algo en el brazo, pero no creo que sea preocupante. Cuando lleguemos a una poza o río intentaré lavarlo.

En ese momento Cándido no se encontraba del todo bien como para ponerse a interrogar a nadie, por lo que se concentró en mantener el dolor alejado y escuchar lo que tuviera que decir aquel joven.