Partida Rol por web

Chenaro asintio al ofrencimiento del cazador y se preparo para descansar aunque siempre  intentando dormir con un ojo abierto para reaccionar rapido a cualquier alarma dada por el gallego- te relevare no muy tarde Bras, buena guardia.

 Más tarde una mano agitó el cuerpo de Chenaro.

—Nada... una noche tranquila —susurró Bras a modo de saludo antes de ocupar el lugar calentado por quien le precedía.

Un par de horas después, una mano agitó el cuerpo de Chenaro. Era la de Bras, tratando de hacer cambio en la guardia. El caballero de Castellot se despertó y, una vez incorporado, se dispuso ha hacer guardia. Los rescoldos del fuego aún seguían allí. La lluvia fina seguía cayendo.

Te colocaste a unos pasos de tu compañeros, al resguardo de las rocas. El fuego aún iluminaba, poco, pero lo hacía. Tras una hora de quietud nada advertiste, tan sólo el sonido de las alimañas cercanas. Eso sí, una niebla se levantó como de la nada. Sin embargo, al rato percibiste una extraña visión: una carreta de carga tirada por una yegua se acercaba. Ésta apareció de entre la espesa niebla, y en pocos segundos, vístes que se dirigía hacia el improvisado campamento sin intención de detenerse... Estaba tan cerca el avistamiento que no tuviste tiempo de alzar la voz, al menos. Tan sólo percibiste que sobre la carreta había una mujer con prendas de abrigo, la cual conducía las riendas. Te recordaba bastante a Elvira (pero la carreta de tu compañera no era tan grande, y además Elvira era mucho más guapa y joven que esta mujer...). Parecía que no se detenía, pese a que iba a paso de viaje lento-normal... En pocos segundos os arrollaría (o al menos toparía con vosotros)...

eh cuidado!!!- dijo chenaro todo lo rapido que pudo ante aquella carreta que salia de la nada y que pronto los iba a arrollar, el tiempo era poco y na mas podia hacer que intentar alertar a sus compañeros de alguna manera para que salieran de la trayectoria , sobre todo a don Jimeno ya que era crucial qje no sufriera daños para la mision.

Gritaste, y enseguida te lanzaste hacia don Jimeno, el cual dormía bocarriba. Éste se despertó enseguida, pero en cuanto te giraste, allí no viste carreta alguna... Era como si se hubiera esfumado... de repente. Entonces tu mente se sorprendió, y tus tripas se revolvieron... ¿cómo podía ser? Allí había una carreta, y ahora oscuridad, pues la noche seguía tranquila.

¡Eh, cuidado! -fue lo que gritó el caballero Chenaro-. Enseguida os despertásteis, pues el grito había sido lo suficientemente fuerte como para levantaros todos.

Cuando os incorporásteis un poco, alertados por el caballero, vísteis a éste junto a don Jimeno. El rostro de Chenaro, iluminado por la hoguera aún viva, parecía algo pálido. Algo había pasado, pero no sabíais qué. La lluvía fina aún caía.

¿¡Pero qué!? -musitó el aragonés justo después de que el Chenaro le empujara de su descanso-. ¿Qué pasa, Chenaro? -Jimeno miró a un lado y a otro, pero no vio peligro alguno en derredor, no entendiendo así aquella alerta-.

Chenaro observo el camino confundido ,lo que acababa de pasar le confundia totalmente- Vi una carreta conducida por una mujer abrigada que se abalanzaba sobre nosotros y ahora ya no esta, pero os juro que lo vi.. os lo juro- el caballero no entendia aquello  que acaba de pasar , no sabia que pensar de todo aquello

Aquel grito sobresaltó a Cándido, que descansaba plácidamente soñando con los ágeles. Al ver al caballero bastante nervioso, intentó calmarlo un poco aunque parece que sin mucho éxito. Parecía haber visto un fantasma, leía entre líneas Cándido. Ambos, siervos del Señor sabía que aquello no existía, puede que siervos del Diablo que se hubieran quedado en la Tierra para hacer el mal y deberían ser exorcizados para que finalmente descansen en paz... pero una mujer que portaba un carro y chocaba con nosotros... alguien hubiera escuchado el carromato, ¿verdad?

- Don Chenaro, ¿cuánto tiempo lleva en guardia? ¿no cree que pueda haber visto aquello por el cansancio? cuéntenos un poco más en detalle de qué sucedía antes de aquello, cómo se encontraba.

a lo mucho un par de horas padre, juro que no es fruto del cansancioa lo largo de mi vida llevo encima muchas guardias  mas duras que esta- dijo el caballero un poco molesto porque el cura creyera que podia haberse vido influenciado por el sueño- estaba la noche tranquila y sin mas vi entrar la niebla, cuando me di cuenta momentos despues aparecio la carreta tirada por una yegua y os desperte mientras intentaba apartar a Don jimeno de la trayectoria de esta

—Bueno... algo pasa —atevióse a interrumpir el galego—. En mi guardia vi como tres estelas color rojizo cruzando mu rápido, casi al mismo tiempo. Eran como estrellas fugaces pero movíanse demasiao cerca para ser tales. Vi caer algo del cielo y tomé estas, un par de plumas extrañas, coloridas y brillantes. 

Dispusióse a rebuscarlas entre sus ropajes para mostrarlas al grupo¹ mientras siguió falando:

—No diólo importancia más lo que cuenta Chenaro me muestra lo raro de lo que vi.

ladrones-dice chenaro de repente tras las palabras de Bras era lo unico que se le ocurria - tiene que ser eso ladrones intentando asustarnos para que nos desperdiguemos, se las han arreglado para engañar nuestra vista de alguna manera, quizas el carro estaba mas lejos y me engañe algo asi tiene que ser, las luces que dice Bras quizas sean ellos con juegos de luces.

El caballero le buscaba una explicación logica a aquello , estaba seguro de que el carro estaba alli pero quizas estaba engañado con la distancia podia ser, o eso mismo que estuvieran intentando asustarlos.

Al oir la confesión de Bras, Elvira pone los brazos en jarras, indignada. -¿Y no se le ocurrió a vuesa merced dar aviso de que nos acechan luces del infierno? Infaustos hechos nos persiguen en esta misión, ¡está claro que nos ha mirado un tuerto!

Luego Elvira se acerca a ver las plumas recogidas por Bras, que le parecen realmente bonitas. Podrían ser de mochuelo.

Tras las explicaciones de Chenaro acerca de lo que había visto, el cazador Bras mostró tres plumas. Eran como relucientes levemente, como si emitieran un pequeño brillo en medio de la noche*. Aquellas plumas eran coloridas y alargadas, y Bras las conservaba ahora como una especie de trofeo o recuerdo. Sin embargo, Elvira estaba algo sorprendida porque éste no había dicho nada hasta ahora... (aunque en realidad ella dormía hasta el momento en que Chenaro despertó al resto).

Don Jimeno miró al cielo, y luego a la hoguera.

Esas plumas parecen más bien extrañas -apuntó con curiosidad, aunque sin darle más importancia-. Bueno, no os preocupéis. Haré yo la siguiente guardia, hasta el amanecer -anunció el aragonés-. No podré dormir ya, creo. Si ocurrira algo, gritaré directamente, en vista a los acontecimientos.

Y tal que así, la última guardia quedó en manos del hidalgo aragonés, arrimando el hombro en el cuidado de aquel grupo y viaje como si no fuera él quien pagaba el acuerdo. Tras un par de horas en las que el orballo (que Bras mencionaba horas antes) se atenuaba hasta desaparecer. Por ende, el amanecer llegó, pero lo hizo entre nubes, aunque no auguraban mal tiempo en la jornada venidera. Tras despertar, armaros y vestiros, tomásteis un ligero desayuno y un poco de vino (algunos), tras lo cual estuvísteis listos para partir (en cuanto las dos bestias que os acompañaban estuvieron listas también).

Puestos ya en camino, retomásteis el viaje, siguiendo una fina vereda en el paisaje agreste. Tras casi una hora de viaje, vísteis que junto al camino se alzaban unas ruinas. Estaba justo delante de éste, y se trataba de un edificio en un claro alrededor de algunos árboles dispersos a su alrededor. Para ser más preciso, enseguida reconocísteis esas ruinas como las de una ermita, que en sus años buenos debía tener una mejor planta rectangular, y la cual aún conservaba bloques de piedra en sus muros (aunque muchos de éstos estaban desparramados en derredor). 

El campanario estaba derruido también, caído sobre sí, e incluso el muro del fondo, donde suele haber un altar en todos estos tipos de templo, ya no existía. Tras deteneros en el camino, pues a don Jimeno le picó cierta curiosidad ver aquello, pudisteis escudriñar sin mucha dificultad un conjunto de arcos nevados y parte de una bóveda que aún permanecía en pie. Una hornacina vacía atestiguaba el abandono del lugar, donde algunos arbustos y enredaderas crecían también en el recinto interior.

Moraima paseó entre las ruinas admirando las construcciones que todavía se mantenían en pie. Le fascinaba como simples personas eran capaces de construir aquellos edificios o incluso otros más grandes que había visto de pasada. Su abuelo siempre le habló de las construcciones de su pueblo, que según él eran más hermosas y elaboradas que las cristianas, pero jamás había tenido el placer de observar una; quizás algún día viajase al sur.

- Padre -recordó de pronto- déjeme ver sus heridas ahora que la tormenta ha amainado. Quizás pueda aliviar su dolor.*

Moraima sacó de su petate un fardo de cuero y lo desenvolvió, dentro había instrumental médico, unas tijeras, un pequeño cuchillo, vendas, unas pinzas... todo limpio y en perfecto estado. La chica cogió el odre de agua y limpió las heridas, no sin ofrecerle antes al padre un trago de vino. El agua le dejó ver el estado de ambas heridas, no eran graves, ni profundas, pero como su abuelo siempre le había dicho, las heridas que se mantienen sucias pueden matar a un hombre. Así que se afanó en limpiarlas y vendarlas con cuidado para que el padre pudiera mejorar a pesar de encontrarse en medio de un viaje.

Cuando acabó, limpió todo el material que había utilizado y lo guardó de nuevo en el fardo de cuero, que en la esquina inferior izquierda tenía grabado toscamente el nombre de su abuelo.

- En un par de días te cambiaré las vendas y lavaremos las que llevas. O quizás mejor cuando encontremos un río o una fuente. ¿Te encuentras mejor? -le dijo al Páter con una sonrisa.

Si había algo que la hacía sonreír era poder ayudar a los demás, trabajar en aquello que su abuelo le había enseñado.

—Bueno... salvo el par de sorpresas parece que la noche fue tranquila —saludó desperezándose el gallego antes de ponerse en camino. Había comprobado las plumas de buena mañana y si bien a la luz del día parecían vulgares y corrientes, comprobó que privándolas de la luz volvíanse a mostrar como especiales.

Unos nuevos amuletos iban a ser habíalo decidido.

—Señor, aun interesante recomiendo no detenernos en aqueste lugar. Aún es pronto por lo que conviene ponerse en marcha cuanto antes, antes de que vuelvanse a abrir los cielos y acabemos pingando bien. Mas vos sois quien nos ha contratado y faremos lo que digáis.

Aquella noche el Padre pudo descansar un poco. Aún notaba entumecido el brazo que le había sido lacerado por el mordisco de aquel pobre can que solo estaría haciendo su trabajo protegiendo tierras y sirviendo a su señor, como ellos en su viaje. Al levantarse hizo sus oraciones matutinas, dio gracias por todo aquello que tenía y lo único que pidió fue buenaventura para él y sus compañeros hasta que todo aquel periplo finalizase.

Depués de un tiempo andando, al llegar a aquel edificio derruido y ver que el grupo estaba dispuesto a parar, echó un vistazo. Por lo que entendía, aquello alguna vez albergó sus oraciones, feligreses y celebraciones. Sintió lástima al pensar que se estaba desperdiciando aquella edificación para el fin con el que había sido creada, por ello se acercó a lo que una vez fue un altar y dedicó unos minutos a rezar unas oraciones.

Al volver con el grupo aceptó la oferta de Moraima de revisar y curar su brazo. Así hizo, se lo tendió y le dio las gracias a la mora que, a pesar de su religión distinta a la de Cándido, mostraba respeto y semejanza con la suya. - Sí, me encuentro mejor, muchas gracias señorita Moraima. - contestó amablemente. 

- Hoy no hemos andado mucho aún, ¿verdad? y si esta edificación se encuentra aquí, en medio de la nada, es porque debe de haber alguna aldea cercana. ¿Cuáles son los planes para hoy?