Partida Rol por web

Granogg siente como un temblor recorre todo su cuerpo al sentir la garra de la criatura sobre él; sólo puede imaginarse qué terribles heridas pueden causar, y elevar una súplica para que su armadura siga resistiendo el envite. Sin apenas prestar atención a lo que hace, el orco lanza un nuevo tajo contra la criatura, más por mantenerla alejada que por causar un daño real.

Los cadáveres carecían de armadura alguna, por lo que el golpe de Granogg causó todo el daño posible. Su objetivo, sin embargo, no pareció inmutarse, ajeno totalmente al dolor.

B'Tritz, recuperando el aliento, hace cantar su espada ancha; el golpe es brutal. En verdad el T’skrang estaba liberando toda su rabia y frustración.

El cadáver pierde un buen trozo de carne con el tajo del T'skrang y parece enloquecer, babeando por sus fauces putrefactas.

En combate, Leanda prefería mantener la distancia entre ella y sus enemigos. Fiel a su estilo, extrajo una daga de su cinto, mientras retrocedía unos pasos para sopesar la posición de la criatura. Tras pocos segundos, lanzó el puñal...

Zeeth se revolvió en el aire, sorprendido de no haber sido golpeado por las criaturas, y salió disparado, volando en un amplio círculo, en dirección a los prisioneros para tratar de apreciar si estaban conscientes o no y si alguno estaba herido.

Están conscientes, pero uno de ellos, el enano, tiene una herida en la cabeza que sangra bastante.

Naelon se concentraba en mantener su hechizo y eliminar la amenaza de uno de los No muertos.

El cadáver frente a Naelon parecía sufrir indeciblemente con la lucha de voluntades que mantenía con el nigromante. No dejaba de sufrir espasmos y el crujir de huesos no auguraba nada bueno para él. Levantándose con extrema dificultad intentó avanzar hacia su enemigo, pero su cuerpo no respondía y sólo pudo moverse erráticamente por el campo de batalla.

Junto a los rehenes, el muerto al que el t'skrang había clavado su espada parecía habe renloquecido de dolor y se abalanzó sobre el reptiliano atacando frenéticamente.

Por su parte Granogg seguía forcejeando con su adversario, incapaz de evitar que las uñas se le clavaran en un costado y penetraran en su armadura de cuero.

Con el cadáver aferrado a su costado, clavando sus sucias garras en la carne del orco, Granogg intentó zafarse y devolverle el golpe, pero no pudo apartarse lo suficiente de su enemigo para dar un buen golpe, y una vez más su hacha apenas arañó a la criatura.

La ferocidad de la batería de golpes del cadáver dejó sorprendido a B'tritz, que aunque alzó su espada para interceptarlos, notó como uno de ellos superaba sus defensas...

B'tritz contraatacó; el hediondo muerto no dejaba de debatirse y moverse, y aunque al T'skrang le pareció acertar en uno de los embates, la cantidad de carne putrefacta despedazándose no lo hacía muy fácil.

Leanda se impacientaba: era crucial acabar rápido con sus enemigos si quería auxiliar a sus compañeros y atacar. Desenvaino su espada corta y se dispuso a terminar con la criatura.