Partida Rol por web

Tras cabalgar hasta bien entrada la noche, los monjes guerreros entraron por una cueva de la montaña, disimulada bajo la cascada del río Piedra. Dentro, unos novicios se hacen cargo de los caballos y de vuestros dos compañeros a toda prisa. Sus vestiduras os sorprenden. No son ni militares ni religiosas. Más parecen ropas de viaje que un hábito. Pues ésa es la función de la Cofradía: Defender los caminos. En aquel momento observáis como el caballero herido también es llevado con vuestros compañeros.

Su cuerpo agradece el descanso que le otorga Godesteo al montarse en aquel caballo.Había gastado muchas energías en aquella pelea y tenía un desgaste tanto físico como mental.Simplemente se digna a disfrutar del paisaje aún con la preocupación sobre la vida de sus amigos, a los cuales no podía dejar de echarles un vistazo de vez en cuando revisando que todo estuviera en orden dentro de lo malo.

La noche se hizo con el día y la temperatura volvió a bajar.Quizás ahora se estaba más agradable, y el ardor de las heridas se veía ligeramente camuflado por la temperatura nocturna.Finalmente, llegan a aquel monasterio, un increible edificio de piedra al cual se accedía por una entrada bien resguardada en la montaña, sin duda era una buena base.Al llegar, parece que unos novicios se encargan de todo y se llevan a sus amigos juntos a los caballeros heridos.Godesteo se pase por allí durante unos segundos haciéndose con aquel lugar, para ato seguido dirigirse hacia el obsipo y tenderle la mano a modo de saludo y agradecimiento.

-Godesteo Ponce de Aragón, un placer conocerle y le brindo mis servicios y mi gratitud por habernos ayudado, no- corrije rápidamente-..salvado de aquellos hombres.Sin duda alguna no podriamos haberlo logrado sin vos y sus caballeros- confiesa humildemente al obispo esperando pacientemente su respuesta.

-Vaya, no hace falta ser tan formal hombre-le dice estrechándole la mano- Dadle las gracias a las brujas si teneis ocasión pues son ellas las que nos avisaron de que estabais en los caminos, quien sabe si no si acaso hubieramos llegado a tiempo. ¿Estáis bien vosotros dos?-preguntó mientras un novicio le ayudaba a quitarse la armadura- por vuestros amigos, no debeis preocuparos. Les curaran lo mejor posible, de peores he salido yo mismo.

Godesteo medio asiente medio reverencia complacido por el trato que está recibiendo por parte del obispo en su hogar.

-Las brujas....- de nuevo aquellas mujeres aparecían en su camino.Deseaba pensar que aquella ayuda había sido más obra del Señor que de esas malditas criaturas inhumanas-.Por supuesto, me preocuparé en agradecerles su ayuda en cuanto las vuelva a ver- comentaba mientras al mismo tiempo pensaba en cuantas de esas habían pasado bajo su filo divino.Cuando escuchó la pregunta de su estado actual se palpó el pecho localizando finalmente la herida quizás más importante que habían logrado provocarle.

-Tengo alguna que otra herida, pero creo que nada importante comparado con lo de mis amigos.No obstante no convendría dejarlas pasar, seguramente se podría infectar con facilidad- añadió acordándose tambien de la pequeña herida de su brazo.No dudab de la efiacia de sus hombres y se queda aún más tranquilo cuando el informa de que él mismo había salido peor parado de algunos combates y allí estaba aún viviendo y sirviendo a Padre.

-¿Entonces cierto es que nos acompañareis a partir de ahora en nuestro viaje para cumplir nuestro cometido?- preguntó retóricamente recordando vagamente sus palabras antes de partir de la zona del combate.

El aragonés observaba al monje con suspicacia, para intentar determinar a qué orden pertenecía. No parecía un caballero de Santiago o de Calatrava...

- Artal Cornel es mi nombre. ¿Quién sois vos y a qué orden pertenecéis?. Y mis heridas no son más que rasguños, bastará con lavarlas y vendarlas.

Mi nombre poco importa, aunque se me conoce en los caminos como el Obispo de Plasencia y pertenezco a la Orden de Anatéma. Pero no temáis, como veis los hombres que aquí trabajan son hombres y no duendes y no tenemos más trato con las brujas del que tenéis vosotros mismos-dijo con riendo, respondió después a Godesteo-No soy yo el que debe decidir eso. Pero ahora lo mejor será que descanséis lo que queda de noche, el Abad secreto hablara con vosotros tras los rezos matinales-se giró y le dijo al novicio que les estaba limpiando las armaduras- eh muchacho, deja eso. Haz que limpien las heridas de nuestros invitados y después acompañalos a sus cuartos para que puedan descansar.

Pero al día siguiente no fueron llamados por el Abad ni por ningún otro. Sus compañeros, pese a que las heridas estaban siendo tratadas, seguían en cama luchando contra las fiebres mientras un grupo incesante de hombres iban y venían cambiándoles los vendajes y sanando sus heridas como buenamente podían. Parecían estar lejos del peligro de la muerte pero  por todos es sabido que tras una lucha como aquella la recuperación nunca es rápida. Así pasaron 5 días con sus noches, en los que Artal y Godesteo, pese a no poder participar en las actividades comunes de la Orden, vivieron con ellos, y sus heridas también fueron tratadas y sanadas como buenamente pudieron. Comieron el pan y bebieron el vino de la orden, aunque la mayor parte del tiempo la pasaron durmiendo o aguardando junto a sus compañeros heridos, de tan cansados como estaban.

Al amanecer del sexto día un novicio le fue a llamar a sus habitaciones para decirles que fueran a la enfermería pues sus compañeros habían recuperado la consciencia.

Recuerdo borroso, y no recuerdo qué fue lo último... las brujas creo, dándonos un libro mientras las mirábamos con recelo... En esos momentos comencé a toser mientras me hallaba tumbado en un camastro.

Cough! Cough! -casi me atraganté, tenía la boca reseca-, ¿do...dónde estoy? -musité aún sin ver a nadie.

Godesteo acude a la enfermaria tan pronto puede al informarle de que finalmente han despertado y se encuentran recuperándose favorablemente.

Fadrique parecía estar hablando, aún le costaba arituclar las palabras o eso parecía además de que parecía haberse olvidado del combate.Apoyaba su mano en el hombro de este.

-Me alegro que os hayais recuperado bien Fadrique.Sois un duro guerrero.Estamos en el monasterio de piedra.En medio del combate los humildes caballeros que aquí habitan con su obispo, aparecieron y nos ayudaron a acabar con esos malandrines.Os hirieron de gravedad en vuestro rostro, pero ahora estais a salvo.Tuviste mala suerte eso es todo- le informó brevemente para que se ubicara y supiera un poco de lo´que había ocurrido.

Abrió los ojos para volver a cerrarlos casi inmediatamente. La luz, para él demasiado brillante, consiguió que su cabeza estuviera a punto de estallar. Volvió a abrirlos muy despacio, acostumbrándose a la claridad, se sentía perdido, no sabía dónde se encontraba ni qué había pasado. Sintió una punzada en su abdomen y llevó su mano hacia allí, para descubrir que su cuerpo se encontraba envuelto en un vendaje. Y el recuerdo volvió a él. Aquellos hombres que les habían salido al paso, armados y bien pertrechados, la pelea, el sonido de las armas cruzándose, un golpe y después... oscuridad.

Intentó incorporarse pero fue incapaz, intentó tragar saliva pero tampoco pudo, la boca completamente seca y la lengua casi pegada a su paladar. Le pareció oír voces y giró su cabeza hacia el sonido.

- Un poco de agua... -casi ni podía hablar.- ¿Qué ha pasado?

Por suerte Alvar también despertó de su letargo.Godesteo respiró tranquilo al ver que sus dos amigos se encontraban bien, a salvo y recuperándose en aquel maravilloso lugar.Sin esperar un segundo más, cogió algo de agua de una de las jarras que había en la sala y llenó un vaso entregándoselo a su amigo.

-Bebed algo, teneis que recuperar fuerzas y líquidos, ambos perdisteis mucha sangre durante la batalla- comentó uno de los aspectos de los cuales sus dos amigos no pudieron percatarse debido a su inconsciencia.

-Tranquilo Alvar, acabamos con esos soldados gracias a unos caballeros que se presentaron inesperadamente.Igualmente fue una masacre- aclaró a su amigo por si tenía alguna duda del desenlace de la batalla.

Finalmente se reúnen los cuatro compañeros cuando el aragonés entra en la habitación en la que reposan sus compañeros. Sonríe levemente cuando ve que ambos están despiertos y capaces de hablar, lo que le devuelve la esperanza de que se recuperen con algo más de reposo.

- Bendito sea Dios que os ha permitido a ambos conservar la vida. En verdad que temí por vosotros cuando me percaté de las graves heridas por las que sangrábais. Sin duda el altísimo puso a los monjes en nuestro camino, fueran informados o no por las brujas.

Palmea brevemente el hombro de ambos compañeros, en un raro gesto de camaradería del grandullón, que no se prodiga mucho en ellos. Eso da la medida de lo cerca que les ha visto de ser llevados por La Parca.

No rec...Cough! cough! -la tos me interrumpió-, no recuerdo demasiado...glup... tan sólo cuando nos atacaron aquellos bravucones. Me acuer...cuerdo cuando fueron hacia Álvar... y luego contra mí... fui contra él, y aún resuena el chocar de espadas en mi cabeza, pero...

Me llevé las manos a la cabeza. Ésta aún me dolía y me daba vueltas.

...pero no se más... ¿Qué... qué pasó? ¿Acaso Dios puso finura y acierto en vuestras armas, mis hermanos? ¿Qué fue de los asal... cough!... asaltantes?

Aún como extasiado por los golpes y el dolor, tenía la necesidad de saber. Me incoporé un poco de la cama no sin cierto dolor de cuerpo y espíritu.

¿Monjes? -pregunté cuando Artal mencionó esa palabra.

Bebió el agua con ansia intentando no atragantarse, agradeciendo con un asentimiento el gesto de Godesteo. Muchas dudas y preguntas se agolpaban en su cabeza al escuchar las palabras de sus compañeros, mas no sabía si aún continuaba sumido en los delirios de la fiebre.

- ¿Malinterpreto vuestras palabras cuando habláis de monjes y caballeros que acudieron en nuestra ayuda? Y las brujas... ¿por qué las mencionáis? ¿Acaso han tenido sus malas artes algo que ver en este asunto? -La voz sonaba ronca y se notaba el esfuerzo que le suponía hablar.

-Las brujas infomaron a estos caballeros liderados por un obispo, de nuestros caminares.Viajaban a caballo así pues es lógico que nos alcanzaran rápidamente.Eso es todo, no hubo intervención maligna alguna ni por parte de las brujas ni por cualquier otro ser del inframundo.Los soldados, a la mayoría le dimos muerte, a unos más rápiado que otros, pero ahora sus sangres bañan el polvoriento suelo y sus cuerpos sin vida se hallan sobre este- aclaró Godesteo ante las recientes dudas.

¿Soldados... o monjes? ¿quién salió a tan valeroso encuentro? -tras terminar la frase me llevé las manos a la cabeza y tumbe mi cabeza, de nuevo, boca arriba. ¡Oh señor!, tus acciones son como impenetrables, casi incomprensibles...

Tras volver a reincorporarme miré a mi alrededor, a aquella habitación empedrada.

¿Estamos en un monasterio o abadía, no es... cough!!, cough!!, perdón..., no es así, compañeros?

Fue en esos momentos cuando me percaté de algo. Algo que quizás no debiera ahora, pero que era razón de ser y existencia de nuestro viaje:

¡Artal! -grité en un suspiro seco- ¿¡Y el libro!? -mi voz era algo ronca- ¿¿¿Lo tenemos???

- Sí, no temas -dijo el aragonés- la misión sigue su curso.

Bajó la voz luego el hombretón, para confidenciar con sus compañeros sin ser oído por nadie más.

- Lo que no tenemos claro, y deberíamos aclarar cuanto antes, es por qué estos hombres hablaron con las brujas y si supieron de nosotros por casualidad o por su iniciativa. Si somos simples caminantes para ellos, y nos protegieron como a todo caminante que pasa por la zon como parece que tienen por deber, o si hay algo más especial en su aparición.

Bajando la voz, tal y como hizo Artal.

Es posible que sólo esté de paso para cada viajero, aunque en realidad no lo sabemos... ¿podrían ser estos tipos ese grupo al que vamos con la búsqueda?

Costábale concentrarse en las palabras mas todo aquello resultábale de lo más extraño.

- ¿Y los asaltantes? ¿Por qué hombres bien pertrechados y armados atacarían de esa forma a cuatro caminantes? Parezme que ellos sí buscaban el objeto que custodiamos… -Hizo un gesto para que le volvieran a llenar el vaso de agua, las fiebres habían secado su boca y su cabeza dolíale en demasía.

En aquel momento un novicio entró en la estancia y se dirigió a los cuatro.

-Mis señores el Abad Secreto me envía a buscaros. Si me podeis acompañar os llevaré hasta su audiencia-dijo el hombre inclinando la cabeza.

No sin trabajo los dos convalecientes se vistieron con las ropas que les habían dejado aquellas gentes y los cuatro, Alvar con algo de dificultad, se dirigieron a hablar con el Abad Secreto.