El hombre, mayor y medio calvo, aunque portando una espesa barba se incorpora ayudándose de su bastón. Claramente podéis ver por sus ropajes que es un monje.
-Saludos, peregrinos. Soy el padre Atarrabi-se presenta afable el hombre- No me tengáis miedo. ¿Mi bastón? Oh, lo necesito para caminar-ríe al ver vuestras caras y golpea su bota izquierda con el recio palo-. Hace muchos, muchos años me hirieron en una pelea. Pero no hablemos de mí, que soy sólo el padre portero, aquí en Aralar. Vosotros..., vosotros estáis buscando, ¿verdad?
Artal, sorprendido por no haberle visto a pesar de su estado de alerta, se lleva instintivamente la mano al cinto donde descansa su hacha y deja caer al suelo los pertrechos.
- ¡Jesús bendito!, qué susto nos ha dado usted, padre, ahí quieto en el árbol como un hongo. Buenos días señor. ¿Así que vive usted en el monasterio que se ve ahí arriba? En efecto somos forasteros y desconocemos estos parajes, así que agradeceremos sus indicaciones. Nos han hablado de unas mujeres que, extrañamente, nos han dicho que viven en el monasterio. Y paréceme bien extraño que unos monjes vivan con mujeres...
Jajaja-rie el hombre cuando ya está junto a vosotros- lamento haberos asustado. Si, yo vivo en el monasterio como ya dije soy el padre portero del mismo. Y, hasta donde yo se, no hay mujeres con nosotros allí arriba asi que te parece extraño por que extraño es pero no es, pues solo estamos los monjes allá arriba.
Artal se sacó el bacinete, se rascó la cabeza y se lo volvió a poner.
- Ya veo que me he confundido, un pastor nos dijo que vivían por aquí tres brujas y como solo está el monasterio, pensé que vivirían allí y que el monasterio estaba abandonado... y luego al verle a usted he visto que no esta el monasterio dejado a los elementos, pero claro, las tres mujeres no andarán muy lejos, ¿no?.
Godesteo se adelanta unos cuantos pasos colocándose frente al monje.
-Envianos el Alquimista, estamos bajo su mandato una vez más y cumplimos su buen deseo de salvar al mundo.Por ello, díganos donde se encuentran las brujas, por el bien de su Dios y de todo ser vivo que pobla este mundo- refiriéndose al gran poder del libro, capaz de hacer desaparecer una especie entera sin problema alguno.Tenía las ideas claras, y ese infortunio no cambiaría sus planes.
Asi que buscáis brujas en estos montes y me parece que os llevaréis una decepción si las encontráis. Pero no se donde moran, yo simplemente me ocupo de prohibir el paso o dejar pasar a los peregrinos-dijo sin borrar su sonrísa pero os costaba saber que es lo que pensaba el monje.
Alvar llegó resoplando cuando sus compañeros se encontraban hablando con el monje. Escuchó atentamente las palabras del hombre extrañándose de lo que oía.
- Con dios padre. Y dice usted que no sabe dónde se hallan esas mujeres, es raro porque en el pueblo nos dijeron que vivían en el monasterio, aunque parece que los aldeanos no se encuentran muy encaminados. -Respiró fuertemente buscando aire para sus pulmones antes de continuar.- Y ¿por qué deberíamos decepcionarnos cuando las encontremos? Parezme a mí que sabe más de esas brujas de lo que nos quiere contar... padre.
-Os equivocáis hijos míos pero por vuestras palabras creo que buscáis brujas de esas que secuestran bebes y convierten en sapo a los caballeros y no recuerdo a nadie así por estas tierras. De todas formas yo solo soy un monje, nada mas-dijo humildemente.
Parecía que aquellas brujas estaban bien consideradas en la zona, ni los aldeanos ni los religiosos parecía tenerles miedo.
- ¿Y mujeres, padre? Sabe de alguna mujer que viva sola o en compañía de otras por estos lares... pudiera ser que las brujas que buscamos no tengan por costumbre llevarse recién nacidos al buche.
El hombre miró divertido a Alvar.
-Se de quien me hablas muchacho. Las brujas que buscais habitan estas montañas pero no se donde viven, sin embargo... bueno, se dice que ellas encuentran al que le busca si estos no tienen malas intenciones para con ellas. En cualquier caso a mi eso no me concierne, lo que si es cosa mía es el dejaros o no seguir por el camino. No sería un buen portero si dejase pasar a todo el mundo sin saber que tipo de personas son, ¿no es asi?-dijo el hombre con la misma sonrísa afable.
Artal se rascó la perilla mal afeitada y miró ceñudo y pensativo al padre. Luego se decidió a hablar de nuevo.
- Y, dígame, padre... ¿ha decidido dejarnos pasar?, ¿tiene que preguntarnos algo para tomar su decisión?
Había permanecido callado todo el tiempo. Lo cierto es que un halo de misterio rodeaba al monje, que, aunque parecía humilde y bondadoso, se vanagloriaba de su deber de portero. ¿Hacernos o no pasar? ¿Qué diantres significaba eso? Mientras hablaba respondiendo a mis compañeros, intenté discernir en sus ojos la veracidad de sus palabras... pero parecía imposible.
Con ansia espero la respuesta hacia mi buen Artal, Padre, y espero que sea positiva para todos nosotros, pero ¿qué potestad toma usted para dejar pasar o no a quien quiera andar por estas tierras? No me malinterprete, pero no si habla por la Gracia de Dios, por el Señor quien sea de estas tierras o simplemente porque, ya le digo que no se ofusque, no tiene ni idea de lo que habla...
Motivo: Psicología
Tirada: 1d100
Dificultad: 20-
Resultado: 87 (Fracaso)
Una ordalía-dijo satisfecho- pero no tendréis que rescatar a ninguna dama ni nada de eso, es mucho mas sencillo. Dios decidirá-echó mano a su cinto y les mostró 6 bolas blancas y 6 bolas negras- Es simple, deberéis sacar una bola de una de estas dos bolsas-dijo señalándose al cinto-Tal es la puerta. Podéis decidir que bolas meter en que bolsa, pero las bolsas las pondré a mi espalda y no sabréis que bolsa es cada una.
¿Alguna idea, hermanos mios? -les dije a mis compañeros que seguro tenían más sesera que yo para ciertos encargos-. No es de Dios bien visto el azar, pues en la fe y creencia reside su Palabra y su Altar Celestial. Pero en la Tierra surgen de estos pactos algunas veces... no me atrevo ni a probar..., si os lo confieso.
Me sentía mal. Por un lado por el hecho de aquellos juegos de niños que ni siquiera el Alquimista nos había advertido, y por otro lado debido al hecho de no satisfacer la misión con una elección fallida. ¿Y si no nos dejara pasar?
- No es para estar a mal con usted padre, pero sigo sin entender por qué deberíamos sacar una bola de una de esas bolsas suyas. O nos deja o no nos deja pasar... -Se rascó la cabeza dudoso de aquella insólita propuesta.- los juegos de azar dejémoslos para la taberna. Un alma no debería ser juzgada por una simple bola.
Aquello le estaba resultando de lo más extraño, si el páter no les dejaba pasar que lo dijera abiertamente, pero que no se anduviera con esas zarandajas.
- Pero decidámoslo de una vez, no quiero que la noche nos pille de nuevo a la intemperie. Si os parece bien metamos mitad y mitad de bolas en cada bolsa y demos fin a este despropósito. Y que el Altísimo guie nuestra mano.
-No lo entendéis hijos mios-dijo el hombre con calma- Dios es el que os juzga no yo, y tampoco yo será el que decida si vuestra alma es buena o mala por una de estas bolas. Pero así es como debe ser-dijo tranquilo sin muestra alguna de impaciencia.
Se rascó la barba de nuevo Artal, que últimamente no acostumbraba a dejarse crecer por afeitársela todos los días, y miró de arriba abajo al "padre portero", como se había denominado a sí mismo.
- Bien padre, si ha de juzgarnos el altísimo, que así sea. Metámos las bolas en las bolsas y ya que no está en nuestras manos, que decida Dios.
Artal se adelanta impaciente y toma las bolas, colocando una blanca en una bolsa y el resto de bolas blancas y negras en en la otra.
- Si Dios me da a elegir la bolsa con la bola blanca, me otorgará con toda seguridad derecho de paso. Si me da a elegir la otra, todavía puede que la suerte juegue a mi favor.
Después de que Artal decidiera su método de repartición de las bolas y escogiera, Godesteo se preparaba, para para dejar blancas y negras en cantidades proporcionalmente iguales, y que la suerte lo decidiera todo, pues el altísimo sin duda les dejaría pasar para llevar a cabo su gesta y salvar al libro de la creación.
Que tiramos para saber que sacamos¿?
Las tiradas las hago yo y os digo los resultados, pero hacer como estais haciendo y decidid cada uno como lo haceis para que lo pueda calcular.
No dejaré al azar lo de estas bolas -pensaba Fadrique-. Las meteré tal cual, blancas y negras, pues en la viña del señor hay desolados y puros, castos y despatriados. Si el señor es piadoso me dejará pasar, si ve a este humilde hijo que aquí se encuentra con ánimos de seguir, me ayudará.
Pero luego volvía a pensar.
Y no es lícito ayudar codo a codo al desesperado, al que no está ungido con la Palabra de Dios... -y volví a mezclar las bolas en mi pensamiento.
Dicho lo cual, Fadrique tomó tres negras y tres blancas en cada bolsa.