Partida Rol por web

Mako miraba de arriba a abajo al tipo aquel, no le parecía de fiar.

"Un hombre zolo tanto tiempo allí abajo zin otro tipo de entretenimiento que hacerce pajillas (y no debía zé mu aficionao po no ay trozoh de tela tiezo con mansha  amarilla por allí), y no recibe vizitah, ezo éh que o no prehta dinero nunca o no invita a la peña de´grati"

El tuno negro también observaba fijamente al semiorco.

"¿qué clase de criatura  pestilente era aquella?, ¿con qué motivo se internaba un desecho como él en  el inframundo?"

-zi quié que deje un trozo d´alegria  dame un rato y te planto un casho mierda te noh amos a ehtá riendo to la mañá, que en mi tribu zoy de loh mejón haciendo muñeco zin cabeza. pero tú no tá aki pa reirte, tu vié a joé ar perzonal.

El monje Emo se queda pensativo intentado distinguir las palabras que pronuncia el animal que le reta. Su dialecto es una mezcla de gruñidos y escupitajos con sílabas intercaladas.

- Jamás oí a alguien usar la capacidad de comunicarse para herir de tal manera la lengua común, pero creo haber distinguido algunas palabras entre los rebuznos que sueltas y creo que tu intención es traspasar esta puerta. Bien, pues te informo que nadie la ha cruzado contando con mi custodia. 

Mako tira a un lado la bolsa, se baja el casco hasta que el cubre la cara y saca despacio de su cinto la espada. En la otra mano hace girar la antorcha apagada de vez en cuando.

- bié, poooo yo no ze quié cohones éh la cuhtodia eza, pero ve diciendole que traiga un mosho pohque dentro de unoh segundo van a´tené  fregá tus cezoh der zuelo, y como lo que te voy a decí ante de reventá tu cara de maricón no lo va´a  entendé te lo ehplico. éh un REBUNNO orco que viene a decí "no te meta con ehte ioputa zi no tié lo cohoneh tan gande como la cabeza"

Mako levanta la espada, lanza la antorcha hacia el quinto miembro de KISS que se metió a fraile y se arroja con sus mandíbulas abiertas mostrando todos los colmillos babosos al grito de guerra de su tribu...

-MADAFACAAAAAAAAAAHHHHhhh!!!

El arcano vio venir a Mako con sus fauces abiertas y hambre de sangre reflejada en sus crueles ojos. Una visión que haría temblar al más pintado... sin embargo el guardián del Hades no pareció quedar impresionado, casi con desdén hizo un movimiento de mano que creo una especie de muro invisible contra el que el semiorco se fue a dar de bruces, dándose el morrazo más grande que se había dado en toda su vida. El resultado fue que Mako perdió el casco para darse de bruces en el suelo.

- Eres aún más feo sin eso...- dijo el hombre mirándolo con seriedad- me parece que voy a tener que emplearme un poco más a fondo contigo... ¿Sabes? Yo vine al inframundo con un grupo de valientes... - mientras hablaba en la palma de su mano comenzó a formarse una bola de energía

- Nos adentramos por este oscuro reino para derrotar a Perséfone y terminar así con su reinado de oscuridad... llegamos lejos- la bola cada vez se hacía más grande- y conseguimos verla, sólo yo me mantuve en pie pues era el más poderoso... y a pesar del sacrificio de mis compañeros y todo mi arte, no conseguí derrotarla... como castigo Perséfone me hizo su guardián... la amo, tanto como la odio... si llegas a ella, lo entenderás...- y sin más preámbulos lanzó lo que se convirtió en todo un Kamehame en toda regla, directito hacia Mako.

-ay! Mi pare me mata, er cahco der abuelo a tomá pol culo. Y lo cogí zin permizo. Me cago en tó loh maricone de loh mago que no uzan lah manoh ni pa zacudirze el pijo dehpué de meá.

Mako gira sobre su trasero para levartarse al tiempo que ve llegar la bola de energía.

- Vaya puta mierda. Y aora me tira peos er mu cabrón. A comio fuehte pohque se ve denso el gasecillo.

Y intenta una nueva pirueta para esquivar la onda a la vez que se acerca a fray pedorretas para darle con la espada.

La oscura figura se hizo a un lado, y la espada golpeó el suelo. Levantó la mano encendida en una llama azul que dejó una estela en el aire que permaneció unos segundos flotando antes de desvanecerse, pero no prendió en la esperada llamarada al contacto con su víctima, porque no la había.

- ¿Dónde te has escondido, bestia inmunda? No has entendido aún que la fuerza bruta no puede nada contra la magia del inframundo.

Cerca del arco de la que era la boca de la entrada un filo rozó la roca y sin tiempo de reacción un estallido barrió la zona. El monje adicto al Rimel se movía como una ráfaga de aire, dejando  volar sus ropas tras de sí.

- Se acabó tu descenso al Hades como criatura de sangre caliente, comienza tu camino como alma en pena.

Y con lento paso se dirigió hasta la zona de la deflagración, donde aun quedaba un resplandor azur. Pero no había ningún resto. Ni harapos, ni carne negra, ni el penetrante olor a retrete. Examinó el rincón, pero no encontraba nada. Acaso el orco dominaba algún poder obscuro. Un murmullo surgió desde el otro lado de la puerta, como un ronroneo que subió de tono hasta hacerse risa socarrona. Una cadena corre, una rueda gira y la reja cae con todo su peso sobre las telas negras.

- sa´cabo la fiehta, er clú ehtá sssheno, no cabe una maricona máh, eshamo er cierre, tu culito tendrá que buhcá cariño en otra parte ehta noshe.

Parece que la gran cabeza tuviera voz propia y condujera el alma del semiorco desde el más allá. Pero de la nariz de la gigantesca cabeza se descuelga, asomando como un moco marrón, la figura rechoncha de Mako, que sostiene su cuerpo de uno de sus largos brazos de orangután.

- eh grandullón,  tiéh argo e la cara, jajaja, jojojo.  Y se balancea de un lado a otro, sube y baja del orificio.

Finalmente mete el otro brazo y tira hacia él, la reja se levanta unos palmos. Mako se deja caer al suelo sobre las anchas plantas con un ruido seco. Pasa bajo la reja y mira el montón de tela negra, bajo el que se adivina un cuello roto y una mancha que se extiende empapando la capucha. Registra los bolsillos, recoge la antorcha y la bolsa y continua hacia la garganta.

- ehperemoh que la zalia dehte sitio no zea por er ojete de otra ehtatua.

El semiorco siguió avanzando pues hacia el interior del Hades, con una reliquia familiar menos, algún que otro rasguño en los calzones y como dos litros menos de agua amarilla en su cuerpo. Pero sano y lustroso practicamente... una hazaña difícil de creer para cualquier otro héroe que le hubiera dado por hacerle la visita a la señora del Inframundo.

 El paisaje que tenía ante sí volvió a cambiar, el oro dió lugar al mármol y a las esmeraldas, la luz que iluminaba la estancia era verdosa y fría, mientras que los corredores de los grandes pasillos estaban pintados con extraños grabados, de grandes ojos y personas pintadas de medio lado, parecían querer decir algo pero sin duda se trataba de un lenguaje que Mako no podía conocer... entre otras cosas porque lo mismo debería de saber leer primero... aunque lo mismo el gachón era un máquina de la lectura y todo... pero en cualquier caso seguro que le resultaba más interesante avanzar.

Al final de aquel trayecto, el pasillo se abrió así, de repente... en otra gran sala donde se había un pobre desgraciado sujeto por cadenas a una bola enorme de hierro y puesto boca abajo... inconsciente, o en una especie de letargo. El hombre... pues tenía pinta de humano, reaccionó cuando Mako se acercó.

- Líberame... libérame de mi tormento... y serás recompensado- le pidió con voz débil y los ojos desencajados

- Ehtah en una zituazion mu joia. Y no me he encontrao musha güena gente po' aqui urtimamente. Cuéntame tu hi'toria y dime pohque deberia zortarte y no dejarte corgao como carne ahumá.

Una mirada más exhaustiba del infeliz que colgaba en la bola metálica le permitió darse cuenta que se trataba de un humano famélico cubierto de cicatrices, sangre seca y con la boca tapada. Lo más expresivo eran sus ojos que lo miraban suplicantes... la voz provenía de un anciano encerrado en una probeta a un lado del que colgaba.

- Haces bien en desconfiar del Hades...- le dijo la débil voz del anciano- Yo soy... lo que queda del rey Atlas... en vida fui famoso por mi sabiduría y los inventos que realizaba. El infeliz que ves atado es uno de mis hijos... nuestro pecado fue tratar de desafiar a la muerte con nuestra sabiduría... nuestra soberbia llegó a oidos de Hades y nos obligó a permanecer en este estado, que ni es vida ni es muerte... sólo eterno sufrimiento. Diariamente somos torturados hasta el borde de la muerte, pero nuestras heridas son sanadas para volver a sufrir... pero mi sufrimiento es aún mayor pues tengo que asistir impotente a la desdicha de mi hijo... Si lo liberas te daré el tesoro que guardo, aquel que ni siquiera la pérfida Perséfone sabe que guardo... por favor, ayúdanos... y serás recompensado.

-la percefone ehta  éh una ijalagranputa, no tié mala ohtia la cabrona.  bueeeno bueeno, ya me ehtáh convenjiendo, pero ma´tendrá que adulá mejón y ehplicarte un poco máh. po ejemplo; ¿qué hijiste pa ponenla de tan mala leshe como zi le hubierah tirao de loh mimmizimo pelo der coño? ¿Qué tesoro éh eze tan guapo que china a tor mundo? y lo que máh te intereza ¿qque carajo hago pa zacarte der zupozitorio eze y dehcorgá ar nene der boliche?

Mako examinaba el mecanismo y no entendía a que mente se le podía haber ocurrido aquella gilipollez. Los orcos solo conocen un castigo, arrancar la cabeza y cagar en el cuello. miraba alrededor buscando pistas de cómo hacer bajar aquel muchacho de la bola y qué trampas podían estar ocultas en la habitación, pues después de las experiencia con la estatua no se fiaba e nada ni nadie.

-ehpero no attivar niuna trampa, que la tia esta na máh ze le ocurren manera de fahtidiá.

Miro al chico boca abajo y vió que tenía la boca tapada. "habría alguna manera de acercarse sin activar algún mecanismo" pensó.

Al mirar el semiorco más atentamente el lugar y en especial la zona donde colagaba el infeliz de la bola, pudo comprobar que lo único que había era una cadena fea de larga que pendía de un techo infinito, pero ningún mecanismo ni rueca ni nada por el estilo que pudiese activar algo chungo.

Mako tan sólo tendría que acercarse y liberar al muchacho, no había nada que se lo impidiese pues aquella sala sólo había sido construida para proporcionar el tormento de sus dos prisioneros, sobretodo porque en el Hades no se solía conceder permiso de visita, por muy bien que uno se portase.

- Mi hijo tiene la boca tapada porque Hades le arrancó la lengua... su pecado fue dirigirse hacia él sin que le diese el turno de palabra... él no puede hablarte...- le contestó el anciano- a Perséfone no le hicimos nada, a ella simplemente le divierte nuestro sufrimiento y nos mantiene tal y como su marido nos tenía... todos los días baja un ave para devorarle las entrañas a mi hijo... heridas que se curan para que no deje nunca de sufrir... por favor... ayudanos... eres el único que ha pasado por aquí en siglos... ayudanos por favor...

Mako miraba el tipo colgado de la bola, no tenía buena pinta, claro que si todos los días un pájaro le picase los higadillos tampoco él tendría buen aspecto. Buscó la manera de acceder hasta la bola dónde intentaría romper la cadena. Escaló cual koala por una columna y se descolgó por una gran cadena hasta la esfera. Después con una mano agarrado a uno de los eslabones se inclinó hacia el muchacho. Sacó el pañuelo de la boca pero el chico no reaccionaba.

-¡Eh! ¡Eeeee! chacho, ¡dehpierta! ¡ZAS ZAS! (dos bofetadas) Iño, cagontó levanta yá que hay que saca ar yayo de la pesera y que le dé er aire, que con er tiempo que lleva ahí ezo  jiede ya a choto. ¡ZAS ZAS! (otras dos) enga nen, que zi te levanta pronto te doy una garrafa de calimosho pa que ze te paze la rezaca. ¡Iyo! (dirigiéndose al anciano) ¡Yyo Ar´las, el niño no ce quiere  levantá, dile tu argo a vé zi te esha máh cuenta.

Entonces Mako se fija en que el  rey Atlas lleva una concha colgada al cinto, se inclina un poco más al vacio y ve una figura igual pintada en el suelo de la estancia, justo bajo la esfera. Su mente cabila unos segundos.

-iIyo, iyo! ¿qué eh ezo que te cuerga, y no me refiero a tus pelotah peludah de viejo? er caracol eze, fíjate que tambié ehtá pintao en er zuelo, debajo der colega éhte. Zeguro que vale pa argo, y no me vaya a desí que lo uza pa meá.

Un gemido avisa que el muchacho empieza a despejarse.

- Iño agarraté no te vaya a meté una ohtia, que te voy a zortá.

Y encaja la antorcha en el grillete para forzarlo.