Partida Rol por web

Seline miró a la música. Y sonrió, pero esta vez fue una sonrisa más parecida a la de una madre que a la de una niña.

-No puedo dejar de hacerlo. No te preocupes, cariño. Quizá otra vez, cuando vuestras mentes sean más fuertes, os diga con orgullo que no puedo acceder a ellas. Ahora no. Pero este no es el final de vuestro camino.

La mente de Xerine había sido siempre su único refugio. Frente a todas las máscaras, disfraces y mentiras. Su santuario. Nunca habría pensado que alguien pudiera entrar ahí dentro

Me siento violada. Sal de aquí

Su tono era súbitamente brusco y arisco, descontrolado. Parecía un depredador con el pelo erizado, defendiendo su territorio con un gruñido bajo y amenazante... Aunque, por dentro, sabía que amenazar a Seline era como amenazar a los océanos, o a las montañas

Xerine apretó los labios

Me voy

Acto seguido comenzó a caminar en dirección a la salida, intentando alejarse de Seline cuanto antes

-Tranquilízate cariño. No voy a hacerte daño, ni haré nada con todo ese conocimiento. 

Calló, mientras miraba fijamente a Xerine.

No se giró. Siguió andando hacia las puertas de la catedral, decidida a salir de allí lo más rápido posible

Xerine empezó a tranquilizarse. Las palabras de la mujer tenían un efecto realmente narcótico. Es como si realmente no hubiera nada que temer a su lado. Pero, la mente de Xerine recibió un toque. Algo que sólo ella pudo oír, pues los labios de la mujer no se movían, y el sonido venía diréctamente de su mente.

-Tranquila cariño. No tengas miedo. Sé que es la primera vez que te enfrentas a lo sobrehumano, a lo que hay más allá del velo de mentiras tejidas por la iglesia. Todo esto es normal en el mundo, si no entendemos normal como frecuente, sino como natural.

Sólo una cosa más. Tenía que decirte algo, algo que he sentido cuando he estado aquí. Y visto que tu conciencia se remueve en torno a ese punto, espero darte algún consuelo.

Encontrarás a tu padre.

Está vivo.

Aaron soltó un gritito de emoción cuando Seline se presentó ante ellos. Era una de esas personas que destilan elegancia y poder por los cuatro costados y prueba de ello era la milagrosa curación que les había llevado a cabo.

Cuando mencionó su provechoso futuro, sonrió con emocion. Estaban destinados a hacer grandes cosas, y así esperaba que fuera. No podía evitar fantasear con grandes gestas y épicas batallas.

Lanzó una mirada a Xerine que significaba "oh, vamos, esto es divertido" y volvió a girarse hacia Seline, agradeciendole todo sin palabras. Aaron tenía todas las respuestas que quería, por el, podían irse ya de allí, pero algo le incitaba a pasar más tiempo con la mujer, no era nada parecido a lo que sentía cuando estaba con Xerine, sino algo más...místico, como si su simple presencia le reconfortase.

-¿Volveremos a verte?-No pudo evitar preguntar y al momento se sonrojó pero no perdió la sonrisa. Esperaba una respuesta sincera.

-Solo el destino lo dirá, cariño. A mi no me importaría volver a veros, pero... ¿al mundo le importará?.

Seline dedicó una mirada misteriosa a Aaron, además de las palabras. Se le daba bien mantener secretos ocultos, a la vez que desvelaba las puntas de los que quería revelar.

-Nahia.

Dijo mirando a a pequeña, que todavía no había dicho nada.

-No hace falta que me lo preguntes. La respuesta es esta: Tu padre nunca llegó a ser un oscuro, salió de la isla realmente, incluso venciendo el poder de Cavalcanti. Tu padre era capaz de cruzar la barrera, era un hombre muy especial. Como los que estáis aquí.

Soltó una pequeña risita.

-En cuanto a tí, guerrero,-dijo mirando a Faliar- no te atormentes más. El pasado forma parte del pasado, y no puedes culparte por cosas que no recuerdas. He visto lo que has visto y puedo decirte que estuviste en esta isla. Viviendo con estas gentes...

Y que tienes un funeral al que asistir.

Faliar salió del ensimismamiento que le provocaba Seline, sobresaltado por sus palabras

- ¿Como? ¿Un... funeral?

Se quedó pensativo. ¿Funeral de quien? Había muerto gente en esos dos días, si, pero no creía que nadie echase de menos al marqués o a Emil. ¿Quizás alguno de los oscuros que mataron antes de enfrentarse a Emil? ¿Algún viejo amigo o familiar del que no se acordaba?

Seline sonrió.

Faliar miró extrañado la sonrisa de Seline. Y poco a poco fue cayendo en la cuenta. Si había vivido en esa isla, debería haberla abandonado o bien antes de que el Marqués llegase, o cuando la barrera ya estaba levantada. Galael le reconoció, y le dijo que había logrado escapar de la isla a pesar de la barrera. Y Seline había hablado de un hombre, el padre de Nahia, que había abandonado la isla atravesando la barrera... porque era "especial", como ellos. 

Él tenía que acudir a un funeral. Y la madre de Nahia se había suicidado el día anterior.

Una terrible certeza se apoderó de él. Se giró y miró a Nahia. La miró directamente a los ojos. Unos ojos de verde intenso. Como los suyos...

Aaron se rascó la barbilla, intentando entender lo que Seline quería decirles. Todavía no se creía del todo que fuera alguien importante, pero sería un punto de vista interesante.

Durante un segundo se permitió fantasear con todas las personas a las que podría ayudar y con las que podría entablar amistad. ¡Incluso dejarían de temerle por sus poderes! Podría dejar de esconderse y de temer. ¡Podría hacer grandes cosas!

Aparcó esos pensamientos a un lado y se concentró en lo que tenía entre manos. ¿Un funeral? ¿A que se refería?

Volvió a toquetear la piedra que tenía en el bolsillo, indeciso. Finalmente, la sacó lentamente y se la pasó a Faliar.

-Umm…creo que esto es tuyo, aunque no se lo que es. Ten cuidado, ¿Vale?

Miró a Seline dubitativo. Quizás ella supiera mejor que significaba el colgante.

Aaron se dirigió a él. Le entregó una piedra.

- ¿Que... es esto?

-Ninguna idea. Es más, no me parece bueno. Lo siento cargado de energía... oscura.

En cambio, la piedra que había entregado Aaron a Faliar tenía un color verde brillante, y no parecía maligna por ninguna de sus facetas. Era cierto que tenía un aura extraña, mágica, pero no se podría decir que fuera maligna. Quizá Seline se equivocaba, o podía ver más allá... no lo sabían.

Lo cierto es que, tallado en la esmeralda había un mensaje, escrito con letras preciosas:

Para F.E. mi leal soldado.

La piedra vibraba en presencia del mago, como si resonara con su esencia. La misma roca quería estar a su lado, quería pegarse a él. Pero, varias preguntas asolaron a los presentes. ¿Cómo había conseguido Aaron esa piedra? ¿De dónde la había sacado?

Cuando Seline desapareció delante de sus narices al darle el Flauros Quint soltó un largo grito de rabia contenida.

Era lo que el chico se temía, Seline se la había jugado a todos y había escapado sin más. LLeno de ira se avalanzó hacia donde había estado el ser por última vez, pero allí no había nada.

-Sí, vámonos. -Contestó a Xerine.- Aún me queda trabajo que hacer...

Bajó a toda prisa las escaleras, temiéndose lo peor: salir de la catedral y encontrarse con la isla destruída o a merced del ser que había escapado por su culpa. Pero cuando llegó abajo y vió la nueva forma de Seline, Quint no acertó a agarrar la empuñadura de su daga.

¡¿Pero qué...?!

El ser estaba ante ellos, radiante, sonriente, como si les hubiera gastado una simple broma. Uno a uno se acercó a los integrantes y con solo tocarles curó hasta la última de sus heridas. Y el último fue él, a quien en lugar de tocarle le dió un beso. Un beso como nunca antes había vivido: Quint sintió estremecerse cada fibra de su ser mientras una nueva energía le devoraba; sintió como todas sus heridas le picaban suavemente, como el sol de un día de verano sobre su piel, y al instante se cerraban, desapareciendo junto a cualquier dolor; sintió como toda la ira y preocupación desaparecía, reemplazada por simple felicidad. Por un instante, Quint se sintió renacer.

Con cuidado levantó su mano y se palpó la cara. Allí donde siempre había portado la cicatriz del hacha que casi le mató de niño ya no había nada. Bajo sus ropas, la herida que sufrió en la mansión también había desaparecido por completo. Y al igual que estas, palpó por todo su cuerpo para descubrir que todas y cada una de las cicatrices que se había ganado a lo largo de sus años como cazabrujas habían volado sin dejar rastro.

¿Qué..? ¿Cómo es posible que...? Entonces... ¿No nos mintió? ¿Tanto andarse con rodeos en lugar de contestar a mis preguntas era solo otro juego?... ¿De verdad puede tratarse de un ser bueno?

Atónito, Quint no sabía qué decir ni cómo actuar. Seline contestó entonces a sus preguntas de quién era y qué era la Vigilia con más precisión que antes, y aunque lo de "Señora de las Pesadillas" no le dejó muy buen regusto a Quint tampoco reunió aliento suficiente para decir nada en ese momento. El chico tan solo se limitó a esperar, acariciando su cara donde antes solía tener una cicatriz.

Nahia y Faliar hicieron sus preguntas, y Xerine se largó enfadada porque Seline parecía leer las mentes de los allí presentes, cosa que dadas las circunstancias ya no sorprendía nada a Quint. Prestó especial interés a lo que Seline contó a Faliar acerca de su pasado, pues de alguna forma eso estaba empezando a convertirse en una gran pregunta sin resolver en la mente del cazador, y cuando fianlmente mencionó un funeral ya no supo cómo reaccionar

Quint apoyó su mano sobre el hombro de su compañero.

-Yo... Lo siento. Si te hace sentir mejor, si quieres te acompañaré. ¿Tienes alguna idea quién puede ser?

Faliar apartó con una mano a Quint, haciéndole un gesto para que esperase

F.E. No había duda, era para él. ¿Pero de donde había salido?

Miraba a la piedra, luego miraba a Nahia, y volvía a mirar a la piedra. Las dudas y certezas se apelotonaban en su cabeza, hasta el punto de empezar a sentirse mareado. Acertó a decir algo

- Aaron, ¿de donde has sacado esto?

El colgante comenzó a vibrar de pronto.

Y Faliar se desmayó.

Visiones de su época pasada, visiones de su vida anterior empezaron a acudir a su mente. Momentos olvidados por Faliar, momentos que estaban enterrados en la memoria bajo capas tupidas realizadas por conjuros poderosos. El interior de la mente del mago era un lugar inexplorado que parecía abrirse ante él.

Vio a su familia, vio a su mujer, a su hija. A su hija. La neblina que había en torno a ella en ensoñaciones pasadas desaparecía lentamente. Sus rasgos se definían, aparecía una cara concreta, unos ojos únicos.

No había duda, pelo castaño, bajita, ojos verdes. Le gustaba escaquearse para irse con una chica rubia, de tres o cuatro años más que ella. Le gustaba tocar la flauta, de hecho se había hecho una flauta ella misma, a pesar de su corta edad con la madera de un árbol.

Y, esa flauta era la misma, exactamente la misma que una que había visto. Que hacía muy poco que había visto.

Nahia.

La pequeña chica cuya madre se había suicidado salía en sus sueños, en sus recuerdos. Y... era la niña que aparecía cuando recordaba a su esposa, la niña que se ilusionaba cuando llegaba, y se divertía con los pasatiempos que el mago confeccionaba para ella. Esa niña, era Nahia.

Y recuperó la consciencia, segundos después. El colgante había dejado de vibrar, y ahora no era más que una mera piedra en las manos del mago. Aún quedaba algo en su interior, pero, por ahora estaba dormido.

Aaron se rascó la cabeza, cruzó las piernas y miró al suelo.

-Bueno, cuando Émil me…mató…fui encerrado en una cueva, y a parte de varias cosas bastante inquietantes encontré esa piedra. Supuse que sería tuya y la estuve guardando hasta ahora-Miró de soslayo a Xerine-No he encontrado mejor momento para dártela. Lo siento.

Una tímida sonrisa se dibujó en su rostro, apoyándole con el gesto a falta de palabras. No sabía que decir en un momento como aquel…

Entonces, el guerrero se desmayó, y a Aaron le faltó tiempo para correr hacia él.

-Ay dios. Lo siento. ¡Lo siento!

Faliar recuperó la consciencia y el convocador suspiró aliviado. Sin saber que había pasado, miró a Seline en busca de una respuesta.