Partida Rol por web

Quint dejó el pesado fardo en una esquina junto a las cosas que tenían que llevarse y se sacudió las manos orgulloso.

-Bueno, para ser la primera vez que hago esto no ha quedado tan mal. -Luego agarra el hacha y se lo devuelve a su propietario.- Ahora solo tenemos que esperar a que nos traigan los pertrechos y largarnos de aquí. ¿Alguna sugerencia de qué dirección tomar?

Faliar recogió su hacha y se la volvió a poner en el cinto. - Creo que lo mejor será adentrarse en el bosque. Si les diese por buscarnos, sería mucho más fácil esconderse allí. Por cierto, ¿que hacemos con D?

El chico miró a su misterioso excompañero, cuyo cadáver seguía sobre la cama.

-Nos lo llevamos, por supuesto. A saber que podría hacerle Emil a su cadáver para usarlo como ejemplo a los que se alzan contra él.

- ¿Y no crees que quedará un poco raro que tu lleves el bulto mientras yo cargo con D? ¿Que excusa nos inventamos si nos preguntan?

Era obvio que Faliar no terminaba de ver con buenos ojos el plan del joven rubio. Si fuera por él, dejaban el cadáver (ahora descuartizado) de Liana en la habitación y se marchaban de allí cuanto antes

Quint dejós salir una triste risilla.

-Te recuerdo que apenas se atrevían a mirarnos a la cara mientras Émil nos atacaba y les pedíamos por favor que ocultaran a Aaron. ¡Vamos hombre , incluso Miriam ha tenido que reunir valor para venir a decirnos que "deberíamos irnos de la posada"! ¿De verdad crees que van a cruzarse en nuestro camino, cerrarnos el paso y preguntarnos algo?

El chico negó con la cebeza, cargó el pesado fardo a su espalda y abrió la puerta.

-Ya lo llevaré yo, tú sígueme con D a la distancia que creas conveniente.

Faliar se rindió; Quint no iba a desistir.

- Está bien, tu mandas.

Mientras Quint se hacía cargo del "bulto", Faliar volvió a la habitación y cogió el cuerpo de D para cargarlo sobre sus hombros. Sintió de nuevo un pinchazo donde le había herido Emil, y las piernas no le respondían bien; era obvio que todavía seguía debilitado por su "resurrección"

De pronto, en el piso inferior volvió a abrirse la puerta, y una voz femenina se elevó por las escaleras. Era Miriam.

-Ya... ya he vuelto. ¿Seguís aquí?

-¡Mierda! ¡Creía que tendríamos más tiempo!

Mientras escuchaba los pasos en el piso inferior, Quint se quedó paralizado pensando un plan. Necesitaban salir de allí con el cadáver, pero la única puerta daba a las escaleras por las que subiría la posadera en cuestión de segundos. Desesperado se volvió hacia la otra posible salida: la ventana. El dolor de las heridas del combate anterior le recorrió el magullado cuerpo con solo pensarlo, pero era la única posibilidad.

-Faliar, por favor -Susurró a su compañero-, atráela aquí arriba y entretenla unos minutos. Dile que me fuí poco después de ella a... algo. ¡Lo primero que se te ocurra!

Con paso vacilante se acercó a la ventana y miró hacia abajo. Comprobó que la posadera ya había entrado y esperó a oirla subir las escaleras. Entonces arrojó el fardo por la ventana y se subió al alféizar. Se descolgó con cuidado y sintió como cada moratón del cuerpo le palpitaba. Cuando ya estuvo colgando con los brazos estirados miró hacia abajo por última vez.

Esto va a doler...

Y Quint se soltó.

La mujer empezó a subir las escaleras.

-Sally no estaba en la tienda, no sé donde podría estar. Supongo que después de todo este ajetreo no querría volver a abrir, al menos por hoy...

Faliar no tuvo tiempo de contestar nada antes de que Quint saltase por la ventana. Cargando con el cadáver de D, se dirigió a la posadera, intentando parecer sereno a pesar de las circunstancias.

- No tiene importancia, Miriam. Nos las apañaremos como podamos. Nos marchamos ya; tenemos que enterrar a nuestro amigo antes de que vuelva Emil. Quint ha salido el primero para asegurarse de que Emil no está rondando por aquí.

Miriam esbozó una mueca mezcla de desilusión y disgusto. La verdad es que se sentía cómoda con aquellos chicos, incluso más segura que sola. Pero era obvio que era una amenaza para la posada en el caso de que Émil volviera. Así que le dejó marchar.

-Pues sí que se habrá ido rápido. No le he visto al volver. Bueno cariño... siento no poder ser de más ayuda. Espero que nos volvamos a ver, y sea en mejores circunstancias.

La embarazada se acercó con los brazos abiertos a Faliar, con intención de fundirse en un abrazo con el hechicero.

La bolsa cayó pesádamente contra el suelo, pero Quint tuvo suerte, porque, aunque se ladeó un poco y el nudo realizado se estiró, no llegó a partirse. El sonido que hizo al caer era realmente asqueroso. Una mezcla de huesos y carne chapoteando en su propia sangre, empapada en unas mantas... 

En cambio, el chico rubio cayó con ligereza, rodando al impactar en el suelo. Ya era casi de noche, y no había ni un alma en la calle. Nadie le había visto caer y podría salir de allí cuando quisiera.

Faliar no pudo responder al abrazo de la posadera; no podía soltar a D. Sin embargo, era la primera muestra de afecto que recibía desde que despertó en aquella posada. No pudo evitar sentirse algo incómodo.

- Oh... bueno... Si, espero... que se arregle... pronto. Ahora... si me disculpas...

Se despidió de la posadera con una inclinación de cabeza, bajó las escaleras y salió a la calle

La aldea estaba en calma. Nadie quedaba ya por la plaza del pueblo y la noche estaba derrotando a los últimos rayos de luz en el horizonte. El silencio era sepulcral, solo roto por el sonido de unos pasos que venían de detrás de la posada, y un leve goteo de sangre.

Allí estaba Quint, había descendido sin problemas, y caminó hasta Faliar manteniendo el bulto en el hombro.

El chico rubio descendió por la ventana sin ningún problema y tras rodar con cuidado se escondió tras la puerta, esperando que Faliar saliera de la casa, una vez le vio, se acercó a él. No tenían mucho tiempo, y tenían que llevarse aquellos bultos lejos de allí, uno para darle un entierro digno, el otro para incinerarlo con presteza. De todas formas había que poner pies en polvorosa.

Cuando estuvo al lado del conjurador, le dijo susurrando:

-Faliar, tenemos que salir de aquí, ya. ¿Donde propones que nos escondamos? Podemos volver a la playa, al intento de refugio o tratar de buscar una granja abandonada. Incluso quizá alguien del pueblo nos de alojamiento, puede que haya alguien lo suficientemente valiente como para enfrentarse a Émil, aunque sea en secreto. ¿Qué me dices?

Faliar comenzó a caminar hacia los bordes del pueblo, deseoso de salir de allí de una vez por todas.

- Creo que el bosque es la mejor opción, pero tampoco quiero alejarme demasiado, especialmente de la casa del Marqués; tenemos que volver a por Aaron. Me conformaría con una cueva en el bosque, aunque si podemos entrar en alguna casa abandonada, mucho mejor.

Pues en dirección al bosque se ha dicho.

El chico rubio empezó a hacia fuera de la aldea. Realmente no sabía hacia dónde se dirigía, pero tenían que salir de allí cuanto antes. No sabían que iban a hacer tras pasar la noche, pero ese día tenía que terminar, había sido demasiado largo, y habían sucedido demasiadas cosas.

Los dos hombres caminaron durante alrededor de media hora, sin encontrar ningún refugio. El bosque no parecía que iba a ofrecer ningun resguardo natural, y la oscuridad era ya manifiesta. Además la ausencia de luna hacía que Faliar tuviera ciertos problemas para caminar en la casi total oscuridad, pero podía seguir a Quint, quien parecía moverse con menos torpeza.

Y allí en medio del bosque, decidió Quint pararse en seco.