Partida Rol por web

 Gracias Responde Xerine, de forma educada, cuando el camarero le menciona los pasajes. En realidad, no le molesta, y casi agradece, pasar el viaje sola. Probablemente el paisaje sea lo suficientemente atractivo como para distraerla

Entonces, el camarero hace un comentario sobre lo excéntrico del grupo, y Xerine le dirige una mirada algo fría, aunque sin mudar su expresión. Luego, sin mediar palabra, se sienta junto a una de las ventanas, dando por supuesto que si sus acompañantes tienen un mínimo de modales no verán mal que las damas elijan el sitio primero

- Se... lo agradezo

Faliar inclina la cabeza ante el camarero, a modo de despedida. Luego se pasea ante el cóctel y mira las etiquetas de las botellas de vino. Tras leer las notas de cata (no entiende ni una palabra, pero tiene curiosidad por ello), coge la botella de la que le parece más rimbombante y se sirve un vaso. Da un sorbo, y se sienta en los sillones, un par de asientos de distancia de la muchacha. Deja el vaso sobre la mesa, y saca un librito y un lápiz de grafito de los bolsillos de su gabardina. Busca la última página en la que escribió, y comienza a escribir notas.

 Maleducado... Se sirve antes que a los demás, se sienta sin esperar a la otra dama, y no deja de molestar al camarero...

Xerine decidió ignorar su comportamiento. No estaba ahí para juzgar los modos de los demás. De hecho, ella misma solo respetaba la fachada que todos los burgueses seguían por obligación. Se había criado en la calle, y a la calle pertenecía. Al igual que comprendía que si te sumergías en el mundo de peces gordos, música pomposa, y trajes recargados que comprendía a las altas esferas, debías estar dispuesto a adaptarte, o morir. Y, desde luego, ese personaje no pertenecía a ese lugar. Era un pez fuera del agua. Con un poco de suerte, no llamaría demasiado la atención. Lo único que le faltaba a Xerine era que la asociaran con esos personajes

Al menos, la mujer y los otros dos parecían más normales. No pudo evitar volver a pensar en el rostro de la primera. Desde luego, era un detalle interesante, aunque ella no era quién para juzgar a las personas por su aspecto. La belleza se marchitaba, y, en el caso de Xerine, solo era una ventaja más para acercarse a sus presas, para llamar la atención de nuevos mecenas, y, en general, para conseguir lo que quería. También había sido un inconveniente, o al menos eso pensó en incontables ocasiones, aún siendo una niña, cuando esa panda de descerebrados matones se dedicaban a abusar de ella sin moral o vergüenza alguna. No les guardaba rencor, ya que, al fin y al cabo, haber visto tantos horrores, haber mirado a la muerte a la cara durante tantas ocasiones, haber crecido y madurado descubriendo horrores que muchos solo podían aventurar, esa era la verdadera razón por la que podía mantenerse perfectamente tranquila en presencia de un engendro que ocultaba su verdadera naturaleza al resto tras una máscara impersonal y blanquecina

Aunque, con tristeza, reflexionó sobre esto último. Ya que, probablemente, la mujer no ocultaba su rostro por voluntad; Lo hacía para sobrevivir. Cómo ella. Los humanos odian ver reflejados sus peores instintos, el monstruo que todos, sin excepción, llevan dentro, en el rostro de otra persona ¿Era esa la razón por la que la rehuían, por la que había tenido que ponerse la máscara? ¿Habría sido su pasado tan horrible como lo fue el de Xerine, o, por el contrario, le había ocurrido hacía poco? Daba igual. Porque esa máscara mostraba voluntad, voluntad para ser una más, para integrarse

Y, a pesar de que las dos eran totalmente distintas, y probablemente opuestas, a pesar de que no sabían nada la una de la otra, Xerine sintió una extraña conexión con esa mujer, cómo si en realidad, bajo la envoltura de la piel, no fueran tan diferentes. Y todo por sus propias conjeturas. Un poco enfadada consigo misma, desechó tales pensamientos, peligrosos por naturaleza. No sabía nada de esa persona. Sólo se sentía unida al concepto que tenía de ella, a la sensación que le causaba. Y eso no era nada. Además, nunca se sabe si en el futuro tendría que matarla, por una razón u otra. Quizás, en no mucho tiempo, cualquiera de esas personas que se sentaban junto a ella, o el camarero, o Albuin, o incluso Guêpe, se convirtiera en su objetivo. Los sentimientos hacia otros humanos, por muy débiles o efímeros que fueran, no eran un plato de buen gusto para la joven música

Y costaba un poco más acabar con la vida de alguien a quién apreciabas

Un maestro shinobi XD Ahora todo el secretismo de su máscara se acaba de caer XD 

 Sintiéndome mas tranquilo, y al ver que mis compañeros se empiezan a poner cómodos me sirvo un poco de vino, y me siento junto a la ventana, frente a mis otros dos compañeros.

 Y otro...

Xerine frunce los labios de forma casi imperceptible. Con un poco de suerte, el chico sabrá comportarse. No le vendría mal algo de vino, una copa nada más, pero, por supuesto, no va a ser ella quién se la sirva. A pesar de que empieza a dudar de que alguno de los caballeros se dé por aludido

Aaron, se sienta al lado del que se ha sentado enfrente de la chica y el de verde. Todavia sonrie por la emoción de viajar en cepelín, entonces, mientras busca con la mirada algún zumo para beber empieza a hablar:

-¡Saludos!, al parecer vamos a ser compañeros de viaje. Me llamo Aaron, encantado de conocerles, espero que podamos ser amigos, seria un viaje mas divertido.

Segidamente les dedica a los tres una gran y feliz sonrisa.

Que grupo mas diertido de compañeros, una chica que toca algún instrumento por lo que se ve, ¿Tocará para nosotros si se lo piedo luego?, un chico que no conoce su pasado o al menos eso ha dado a entender y el hombre silencioso que hay a mi lado.

-Pues hoy he aprendido una importante lección. Si eres simpático y educado te arrestan sin motivo en este barco volador. La próxima vez en lugar de desearle un buen día, le escupiré en un ojo.

Mientras me dedico a examinar mi camarote, a ver si es tna lujoso por dentro como por fuera el zépelin este. Total, ya me hago la idea de que voy a pasarme todo el viaje encerrado...

Faliar levanta la vista de su libro de notas y observa al joven, sin saber muy bien que decir; tanta efusividad repentina le descoloca.

- Eh... yo me llamo Faliar Eldwen...Encantado

Dicho esto, vuelve a sus notas

 Observando como el alocado joven no le hace ningún caso, y comprobando cómo aunque le esté hablando el rubito no hace otra cosa que mirar interesado su camarote, como si nunca hubiera visto algo parecido, Albert no puede contener la rabia de la constante insubordinación, y le suelta un tortazo. Un sonoro tortazo. Que hace que Quint vuelva a prestar atención al soldado que tiene delante, además de dejar un bonito dibujo en la excelsa faz del joven. Un dibujo con 5 dedos.

-¡Ten un poco más de respeto! ¡Estoy tratando de no tener que apresarte! Si no me demuestras que puedes comportarte como una persona normal, no volverás al salón. Y te quedarás sin comer todo el viaje.

 Las palabras de Albert no sonaban del todo convincentes, pus no sabía si realmente tenía derecho a actuar así. Pero intentaba seguir los dictámenes de su conciencia.

Son nobles, se creen por encima de nosotros. Le voy a enseñar modales, aunque al final  no tenga más remedio que soltarlo.

Dejo de mirar al horizonte y volteo a mis compañeros (sin dejar de cubrir ligeramente el rostro)

 -Encantado de conocerles... señores -saludo con un movimiento de la copa de vino- Mi nombre es.... bueno, un tanto difícil de pronunciar, pero si gustan, pueden llamarme D.

Continuo apoyado junto a la ventana.

-¡Ah! ¡Me has hecho daño! Meduele mucho...

Quint se encorva hacia delante, haciendo como si la bofetada de hubiera dolido mucho. Aprovecha al estar encorvado para, con un ligero movimiento de manos, sacar una daga, que oculta tras su espalda. Lentamente, Quint se incorpora, ayudándose del brazo del guardia, al que se agarra para ayudarse.

-¿Por qué me pegas? ¡Yo no te he hecho nada!

 Quint intenta sacar una daga, que permanecía escondida bajo su oscura ropa. Pero la ropa se enreda en el filo, ocasionando un corte en sus vestiduras y haciendo que se enrede con lo que queda de sus ropas. La daga brillando a la luz del sol que entra por la ventana, escapa de sus manos como poseída por un espíritu indomable. Clavándose en la pared encima de la cama. muy lejos de Quint. Si pretendía usar tal instrumento, su idea quedó reducida a cenizas mientras la daga volaba por la habitación.