Partida Rol por web

Un hombre de mediana edad, de unos 6 pies de alto, se adelanta entre la multitud, superando su recelo y de una manera directa, pero sin parecer descortés inquiere al grupo.

- Buenas tardes señores. Mi nombre es Raymond Smullyan, alcalde de esta aldea. ¿Puedo preguntarles quienes son ustedes? Y lo más importante. ¿Cómo han llegado aquí? La verdad es que es muy extraño que tengamos visitantes y todo el mundo está, si no asustado, extrañado de su presencia.

Tras las palabras de Raymond, unos instantes de murmullos de aprobación siguen a su discurso. Pero inmediatamente se hace el silencio. Cientos de ojos escrutan a los recién llegados, y la ausencia de ningún ruido, a excepción de algún animal furtivo, hacen que la tensión del ambiente se pueda cortar con un cuchillo. 

Mi nombre es Xerine, y estos son Faliar, Aaron, Liana y... "D" Pronunció el último nombre con un tono algo forzado, como si le resultara extraño llamar a una persona de esa manera Somos náufragos Xerine decidió tomar la iniciativa. Siempre se le había dado bien hablar en público. Mientras presentaba a sus compañeros, les iba señalando con la mano Nuestro transporte se hundió en el mar, y la marea nos arrastró aquí. Estamos perdidos, hambrientos, y debilitados por los sucesos ocurridos ¿Podríamos disfrutar de su hospitalidad hasta que nos recuperemos? Pagaremos por nuestra estancia, por supuesto

Esbozó una sonrisa tristona, otra de sus muchas máscaras anteriormente ensayadas. Su expresión incitaba a la compasión, sin llegar a dejarla en evidencia o como una maleducada

 -¿Naufragos?

El ambiente cambia de repente. Todo el mundo vuelve a sus quehaceres. El murmullo de gente hablando, las risas y la música vuelve al pueblo. Todo ha vuelto a la normalidad para los habitantes de...

-Bienvenidos a Corvinus. No viene mucha gente por aquí. Somos un pueblo apartado. Pero... si la desgracia os ha traído hasta aquí. No vamos a ser nosotros quien continuemos con ella. Unidos a la fiesta. Estáis invitados. No os preocupéis por tener que pagarnos. Cada uno podrá su granito de arena. ¿Verdad? -dice mirando a la multitud.

El alcalde parece emocionado con la visita. Lo que en un primer momento parecía un suceso extraño, que a todo el mundo aterrorizaba se ha convertido en el nuevo pasatiempo.

-Bueno, compañeros, contadnos. ¿De donde salisteis? ¿Como llegasteis hasta aquí? ¿Donde os dirigíais? Tampoco hemos visto ningún barco cerca de aquí.

Muchas personas se agolpan a vuestro alrededor. En su mayoría niños. Quieren escuchar historias de fuera del pueblo. Tienen ilusión en sus ojos, mientras esperan vuestra respuesta.

-Muchas gracias por su hospitalidad señor, y gracias a todo el pueblo. Viajábamos en el primer Zeppelín del mundo señor, un transporte que viajaba por el aire, pero al parecer comenzó a tener problemas en el trayecto y se estrelló al mar. Partimos de Chaville un pueblo que está... no sabría decir en que dirección está señor, pues no se muy bien donde estamos. Mañana les seguiremos hablando del viaje y disfrutaremos de su fiesta, pero si no les parece muy descortés, nos apetecería descansar, poder secar y limpiar nuestras ropas y asearnos un poco pues estamos llenos de arena, mojados y muy cansados. Ademas, señor, ¿no parece que se aproxima una tormenta? Seria algo peligroso quedarse aquí fuera pues parece una tormenta eléctrica que puede comenzar en cualquier momento.

Aaron respondió esta vez antes de que Xerine contestara, le apetecía descansar en una cama, y no quería mojarse otra vez.

 Permanezco en silencia junto a los demás, sin embargo, al mencionar mi "nombre"  interrumpo brevemente a Xerine.

-Dieter, me llamo Dieter.

Vuelvo a quedar en silencio y escucho el resto.

 -Si te refieres al estado del cielo. No creo que vaya a caer ninguna tormenta. Lleva días así. No cambia casi nunca y es extraño ver un buen día soleado. Pero bueno, digamos que a todo se acostumbra uno. ¿No creéis?

Mira al grupo con complacencia. Es lógico pensar que no es fácil vivir bajo una amenaza constante de una lluvia que nunca cae. Pero no es tan grave. Al fin y al cabo, están de fiesta y eso no demuestra gran pesadumbre.

-Respecto a lo de vuestro estado, quizá tengáis razón. Cuando lleguemos a la plaza os presentaré a Miriam, la dueña de la posada. Allí podreis descansar y asearos, dejando que vuestras pertenencias sequen. Mientras tanto supongo que alguien, podrá dejaros algo de ropa. En la posada seguro que tendréis algo para cambiaros.

Hace una pausa, tratando de recordar las primeras palabras de Aaron.

-Por cierto. ¿Un barco volador? ¿De donde ha salido esa tecnología?

Raymond está totalmente sorprendido, la sola mención de un barco volador no le suena a otra cosa que a brujería, a algunos cuentos que le contaban de niño. Pero no va a acusar a los recién llegados.Es consciente de su estado actual, y no cree que deba asustarlos con tonterías y cuentos de ancianas.

 Eh... Sí, claro, Dieter. Perdón, se me había olvidado

Xerine dirige se gira con expresión de disculpa hacia el tal D, aunque, sin que nadie pueda percibirlo más que el propio aludido, alza una ceja de forma casi imperceptible, mientras una media sonrisa burlona aparece en la comisura de sus labios

¿Con que Dieter, eh? Un tipo extraño, sin duda. Sus razones tendrá, supongo

Luego la conversación toma otros derroteros, y Aaron menciona Chaville. Xerine casi estalla a carcajadas cuando el chico llama pueblo a la capital de Gabriel, con más de medio millón de habitantes, joya y esplendor de la normalmente denominada "costa del comercio". Pero la chica sabe controlarse, y no cae en semejante burla. No quiere desprestigiar a su compañero tan pronto, y más delante de un grupo de pueblerinos que, con suerte, podrán reconocer el nombre de Gabriel por haberlo escuchado algún marino hará unos años

Entonces el alcalde menciona algo sobre una posadera, y Xerine se impaciente. Si Aaron (en serio, ¿Es que no podía resumir un poco sus parrafadas?) no hubiese mencionado el Zeppelín, la situación habría sido más amena y fluida. No es que fuera a mentir sobre el barco volador, pero podría haberse limitado a decir que su "transporte" "naufragó" a mucha distancia de ahí, y que la marea les había arrastrado. Pero en fin, ya era tarde, y de nada servía comentar el detalle, excepto para insinuar un atisbo de discusión. Discusión que, por supuesto, no estaba dispuesta a tener

La verdad es que está bastante incómoda, y tiene muchas ganas de un baño o ducha. Si es que en ese pueblo hay algo que se le parezca, claro. La verdad es que los últimos sucesos la han dejado molida, y tumbarse en una cama calentita sería un placer por el que estaría dispuesta a pagar en monedas de oro. Así que, intentando unirse a la impaciencia de su compañero, decide apremiar al cierre de la conversación

Les agradecemos su hospitalidad y su cálida recepción Sonrió de forma educada Y respecto al barco, debe saber que es tecnología punta, procedente del estado independiente de Lucrecio, regido por el ex-sucesor al puesto de emperador, Lucanor Giovanni. Les contaremos más detalles luego... ¿Podría presentarnos a la tal Miriam? Necesitamos reposo...

De nuevo esa mirada

 Después de la explicación prestada por la bella dama, Raymond se queda con los ojos muy abiertos. Tanta información de sopetón es dificil de asimilar. Y de todas formas, un barco volador es un instrumento lo bastante extraño como para quedarse parado un rato pensando en él.

-Chaville... Lucrecio... Lucanor... Esos nombres me suenan, pero no tengo gran información sobre ellos. ¿Saben? No viene mucha gente a esta isla. El mar es muy bravo en sus alrededores y hay pocas embarcaciones que se atrevan a cruzarla. Pero claro, un barco volador no es afectado por eso. jojojojojo

-Por cierto...¿Cómo era?

Pasado un rato, llegáis a la Plaza del pueblo. La calle por la que habéis venido y la plaza son las únicas calles empedradas del pueblo. Allí una gran mesa protagoniza la escena. Casi todo el pueblo está sentado alrededor. Sobre ella hay comida, mucha comida. Pan, vino, carne... El banquete no tiene tanto lujo como el del dirigible pero es evidente que los campesinos han puesto todo su empeño en la celebración de la fiesta.

-Siéntense. Les ofrece Raimond.- Mientras voy a buscar a Miriam, cojan lo que quieran, no se corten. Son nuestros invitados.

Caminando a buen ritmo, Quint se va acercando donde sonaban las campanas. Hace tiempo que éstas dejaron de sonar, pero la dirección es, si no muy clara, al menos sí se puede seguir. Horas más tarde empieza a vislumbrar lo que parece una pequeña aldea. Un centenar de casas se apilan en torno a la iglesia, y unas granjas desperdigadas aparecen como puntos aleatorios cerca de la ciudad. Sin duda hay movimiento ese dia, pues la gente que parece contemplarse a lo lejos está agitada y se mueve acarreando fardos. Algo pasa en la aldea.

 Por el camino, Raymond parece interesarse por la forma del barco. Xerine, algo hastiada, se limita a responder de forma educada, esbozando una sonrisa enigmática

No podría describirlo con palabras. Es una maravilla de la era moderna

Esperando que con eso se contentara, continúa caminando en silencio. Y, entonces, una duda asalta su cabeza

Raymond... Si no es indiscreción... ¿Sabe donde nos encontramos, geográficamente hablando? ¿Tienen algún mapa? Acordándose de las formas, se apresura a excusarse No quiero abrumarle con tanto trabajo, ya ha hecho mucho por nosotros. No me preocupa esperar el tiempo que haga falta, en caso de que lo tengan

Tiene la tentación de sacar el abanico, para colocarlo frente a su rostro: Una costumbre mal adquirida en su ciudad natal, en la que esas conductas que aquí podrían resultar excéntricas se trataban como el pan de cada día. Xerine era una mujer de mundo: Se había preocupado de no encerrarse en su propia vanidad y lujos, tal como tantos otros gabrielenses. Por eso quizás sabía nociones básicas de supervivencia, así como también sabía que unos pueblerinos cuya cultura abarcaba, como mucho, el saber que Lucrecio era algo parecido a un país, la señalarían cuando la vieran adquirir una pose tan llamativa y elegante como a las que estaba acostumbrada

Y, aún así, se sentía algo molesta. Una de las razones de cubrirse el rostro con el abanico era la de camuflar la belleza de la joven frente a miradas indiscretas. Xerine no dejaba indiferente a nadie, y normalmente embelesaba a cualquier persona independientemente de gustos, o, incluso a veces, de preferencias sexuales. Corvinus no era una excepción. Algunos hombres dejaban de centrarse en lo que estuvieran haciendo, y la observaban en silencio, con la fascinación pintada en el rostro. Los jóvenes, más impetuosos por naturaleza, y, por norma general, más imprudentes y descuidados, solían disimularlo menos, y sus rostros embobados se percibían incluso desde el otro lado de la plaza. No es que Xerine se sintiera incómoda por ello: Ya estaba acostumbrada a tanta atención, y, por lo que parecía, en ese pueblo los residentes no eran demasiado fogosos. Muchos se limitaban a observarla de lejos unos segundos, y luego volvían a lo que estuviesen haciendo. Eso se agradecía. La verdadera razón de la inquietud de la joven era algo distinto... Algo que, por más que lo intentara, no podría definir con palabras

Llegaron a una mesa, y el simpático alcalde les ofreció comida. Después de todo lo ocurrido, Xerine se dio cuenta de que su estómago parecía no estar dispuesto a comer hasta que la chica hubiera resuelto otros menesteres. Entre los cuales, por supuesto, se encontraba la higiene. Esa coleta de caballo debería desaparecer de su cuero cabelludo. No es que le quedara mal, pero tampoco le agradaba. Reponer sus ropas y algunas pertenencias también parecía necesario. Y dormir, dejar al cuerpo descansar. Comería por obligación, claro que sí, pero lo haría esa misma noche, en la posada. Una cosa era obligarse a reponer energías aunque no tuviera ganas de llevarse nada a la boca, y otra muy distinta, hacerlo por pura gula. Ya habría tiempo para hacerlo más tarde

Oh, muchas gracias, pero creo que tras lo sucedido he perdido el apetito Respondió con voz suave y sedante

Esperó, paciente, a que llegara la tal Miriam, atenta a sus improvisados compañeros, por si se daba el caso de que alguno decidía empezar una conversación. No le apetecía mucho hablar, por supuesto, pero la educación siempre era necesaria. Daba igual que fueran un grupo de extraños con poderes y secretos más extraños aún: Seguían siendo, a todos los efectos, sus iguales. En ese momento, los cinco no eran más que náufragos perdidos en un lugar lejano y misterioso, cubierto por nubes de tormenta

Mañana será otro día

Faliar miró con deleite la comida, y sin pensárselo mucho se dirigió al banquete.

- Por mi parte creo que el baño caliente puede esperar...

Sin decir más, se dispuso a coger algo de la mesa

-Corvinus es una pequeña isla, situada bajo la división entre Gabriel y Helenia. Eso es lo que dicen los mercaderes que vienen, señorita. ¿Mapas? Como mucho podría conseguirle un mapa de la isla. Pero no mucho más. De los mercaderes sólo nos interesan sus artículos. Vivimos bastante bien aquí, y el mundo exterior... digamos que no nos importa demasiado, mientras que nos dejen continuar con nuestra vida.

Diciendo esto, Raymond desaparece entre la multitud en busca de la posadera.

Miro a la comida y al pueblo reunido en una festividad. UN ambiente cálido y sencillo.... una punzada de recuerdos me hiere y me mantiene cuerdo e inmutable. No es mi intención desdeñarles, pero no puedo permanecer con las ropas mojadas.

-Yo-yo creo que me cambiare primero de ropas, mi madre decía que tenia que estar limpio y presentable en la mesa.

Sonrío a esas buenas gentes y oculto torpemente mi timidez bajo el ala del sombrero mientras espero a que llegue Miriam.

 Jugueteó con sus cabellos, esperando a que Raymond volviera con la posadera. Sus compañeros no parecían tener muchas ganas de conversación, y la música lo agradecía. En esos momentos, tenía mucho en lo que pensar...

Aaron espera pacientemente mientras come un poco, tiene hambre, pero tiene mas ganas de asearse. Se sienta al lado de Faliar y comienza a comer.

Tengo que buscar un par de cosillas...

A Aaron le viene ese pensamiento a la cabeza, a si que, pregunta dirigiéndose a algún grupo de personas del pueblo que estén cerca.

-Disculpen, ¿podrían decirme si hay una biblioteca o algún sitio similar en este pueblo?, es que me encanta estudiar, y seguro que la sabiduría popular de este pueblo es muy buena, sobre todo me interesan sus leyendas e historias mitológicas, me encantan ese tipo de historias.

 Una joven y hermosa mujer, de cabellos castaños y ojos azules se acerca al grupo. Tiene un cuerpo esbelto, en el cual destaca su estado de embarazo, y bastante adelantado. La chica, decidida y sin reparos se dirige hacia el grupo.

-Mi nombre el Miriam Moonflow. Soy la encargada de la posada El pequeño Castillo, en esta misma plaza. Es la única posada de la ciudad y me encataría tenerles como clientes. Hace mucho tiempo que nadie viene por aquí, y las habitaciones están libres. ¿Les gustaría quedarse?

 Por supuesto, sería un placer Xerine asintió, sin mudar su expresión, que había vuelto a ser fría y distante Le agradezco su hospitalidad

Se levantó para presentarse a la mujer

Mi nombre es Xerine. Encantada de conocerla, Miriam

Luego desvió la mirada, buscando la edificación

¿Donde se encuentra su posada? ¿Y a que hora podríamos alojarnos allí? La verdad es que estoy un poco fatigada tras nuestra odisea...