Partida Rol por web

El capitán de la guardia no se movió de su lugar. Observando como sus soldados se acercaban a sus enemigos. Una sonrisa de satisfacción asomaba por la comisura de sus labios. Vería la muerte de sus enemigos muy de cerca.

Quint, cúbreme Murmuró Xerine a las espaldas del cazador de brujas, mientras alzaba la ballesta para apuntar al primero de aquellos tipos

No esperaba que el chico reaccionara como ella esperaba. Al fin y al cabo, él mismo lo había confesado en la catedral: Ninguno de los dos se fiaba del otro. Sin embargo, esperó que, en ese momento, tuviera el suficiente sentido común como para hacerle caso

Faliar se coloca junto a Catherine y alza su escudo para protegerse de los ataques de los Oscuros; espera que los ataques se concentren en él antes que en la muchacha. Mira sonriente a Emil. Si no va a meterse, mejor. Disfrutará más enfrentándose a él sin esbirros incordiando alrededor.

El miedo se apoderó de Nahia, ¿de donde habían salido? les estaban esperando. Nunca había tenido que enfrentarse a algo así, ella lo había elegido, y había insistido mucho pero..era tiempo de demostrar con actos la determinación de sus palabras. Pero una pequeña duda paseaba por su cabeza..¿y si ella no podía hacer magia como Catherine? ¿Y si no la controlaba y heria a alguno de sus compañeros? Intentaba acallarla, pero el miedo seguía ahí. Deseó que desapareciesen, que todos aquellos hombres que se dirigían hacia ellos se evaporasen. El sentimiento era fuerte  su voz se alzó lo suficiente para que las manos de Nahia reaccionasen y lo plasmasen en una canción. No podía tener dudas, no quería que eso influyese en el hechizo...si es que conseguía hacer alguno.

Iros, iros ¡Iros!

Las notas de la faluta iban recorriendo la estancia volviéndose cada vez más tangibles y cada vez más negras, para terminar uniéndose en una esfera negra y en su centro pequeños rayos verdes que se encaminaba directa a por uno de los atacantes.

El poder concentrado que la música entonada por Nahia estaba creando generó también un par de alas doradas en la espalda de la chica, que envolvieron por un segundo las energías generadas por la chiquilla. Un par de bolas más pequeñas surgieron a ambos lados, y, tan rápido que su vuelo fue casi imposible de seguir, se proyectaron sobre uno de los oscuros.

Había poco espacio para maniobrar, y además de eso interponer su espada en la trayectoria de la esfera iba a ser inutil , por lo que el indefenso oscuro no pudo más que recibir de lleno las tres esferas en su cuerpo. La primera, causó una gran quemadura en su torso, haciéndole dar un paso hacia atrás. Ya desequilibrado, la tercera le impactó en una pierna haciéndole caer al suelo mientras sangraba por la extremidad impactada.

La tercera esfera fue mortal. Y su cuerpo cayó pesadamente sobre la alfombra, quedándose quieto en pocos segundos.

No era la primera vez que Catherine usaba ese conjuro, pero ella no lo sabía. Pero gracias a eso, le fue fácil recordar la melodía que tenía que usar. Faliar y Quint le habían dicho que habiendo cantado esa canción, un soldado luminoso había acabado con uno de sus enemigos. Así que tenía que intentarlo.

Se parapetó detrás de Faliar, y comenzó a cantar.

A las órdenes de su voz, figuras luminosas aparecieron, como llamadas de un tiempo más allá del imperio. Figuras que solo salían en sus sueños. Un guerrero malherido, miraba con odio a su objetivo, cuando la muerte, una dama de gran belleza que irradiaba luz lo consumía y se lanzaba con su guadaña hasta el Oscuro.

No quedó nada de él. Su cuerpo fue destruido totalmente por la descarga luminosa. Quedando un reguero de sangre y vísceras a sus espaldas. Reguero que empapó a sus compañeros. Pero éstos, embriagados de una fuerza extraña no sinitieron pánico ni miedo. Continuaron su camino sin inmutarse.

¡¡¡Están usando magia... están usando magia!!!

Quint volvía a ver como la magia era usada para fines destructivos. A pesar de que los magos estaban de su favor, no terminaba de ver bien ese uso de la magia. Al fin y al cabo, cualquiera que es capaz de matar con solo decir unas palabras, no es alguien de fiar.

Ante las palabras de Xerine, Quint arqueó una ceja y suspiró. Sí, tenía que estar cubriéndola, pero no le gustaba un pelo. La defendería, pero si su vida corría peligro por salvarla, no se arriesgaría. Una cosa es tomar una buena posición, y otra aprovecharse.

-Émil, creo que te vas a tragar tus palabras pinchadas con una de mis dagas como te acerques. Primero acabaremos con tus secuaces, y ya verás qué pronto estás lamiendo mis bota.

Sin más, se lanzó con sus dos dagas al oscuro más cercano. Su primer ataque no pilló desprevenido al enemigo, que supo colocar su espada en la trayectoria de la daga, haciendo que Quint perdiera una posición ventajosa, y permitiendo un contraataque directo.

Pero el rubio no era principiante, y tenía un plan B. Con una patada a la pierna del oscuro, consiguió evitar el tajo de su espada, desequilibrando a su enemigo y otorgándole una ocasión perfecta para contraatacar. Su daga brilló gracias a la luz que Catherine irradiaba antes de que se llenara de carmesí al impactar contra su enemigo. Pero fue un toque muy superficial, solo causó una pequeña herida en la mejilla del oscuro.

Ambos contrincantes volvieron a sus posiciones, midiéndose el uno al otro.

A diferencia de Quint, no se entretuvo con discursos vacíos. Apuntó y disparó. No había tiempo para pensar, solo para actuar

¡¡Thak!!

La ballesta de Xerine restalló liberando el virote que voló hasta encontrarse con el cuerpo de su enemigo. Después de los embates de Quint, el Oscuro no se esperaba otro ataque, y solo pudo darse la vuelta para ver como un virote le atravesaba la cabeza, pasando justo entre los ojos.

La punta del virote fue lo último que vio en su vida.

fiuuuu... poc.

La flecha atravesó la cabeza y se clavó al fondo del pasillo. Luego un sonido seco marcó la toma de tierra del Oscuro. Ya no volvería a levantarse.

Los Oscuros más alejados del pasillo empiezan a acercarse a toda velocidad hacia el grupo. Las constantes bajas de sus compañeros han abierto un hueco precioso para que llegue la nueva caballería. No es sencillo caminar por los cuerpos de sus aliados muertos, pero consiguen atravesar los restos sin mayor problemas. Tanto Quint como Faliar están ahora de cara a dos contrincantes que tratan de enterrar sus espadas en sus pechos. No es fácil luchar contra tantos enemigos.

Faliar colocó su escudo delante de él en con un gesto serio y una mirada fría. Esperaba que vinieran. Tenía a Émil al final de su visual, no iba a defraudar a su espectador. Acabaría con sus contrincantes y luego saldría como una exalación a por el capitán. Una sonrisa asomó por sus labios, su sangre despertaba. Esa situación le gustaba, estaba cómodo. Sentía el mango de su hacha en la mano, como las correas de cuero se retorcían.

Que vengan.

Un primer oscuro comenzó la carrera, evitando los restos de su compañero reventado. El brillo amarillo de sus ojos comenzó a tornarse carmesí. Saltó el hueco que faltaba para alcanzar a Faliar con la espada cargada. En cuanto llegara a la altura del mago soltaría un latigazo y quebrantaría su defensa, venía con ímpetu, venía con ventaja... venía con demasiado ímpetu.

El warlock supo leer perfectamente el ataque de su contrincate y solo tuvo que avanzar un par de pasos con el escudo sobre su cuerpo para desequilibrar completamente el vuelo de su contrincante. Un golpe con el escudo en el momento precioso consiguió que el Oscuro cayera de bruces contra el suelo a los pies de Catherine. Pero eso no era el final. Sólo había usado su escudo, aún faltaba su hacha. Sólo hizo falta una finta, y un giro para volver a su posición con el movimiento, impactando en el proceso el pecho de su enemigo, que salió catapultado un par de metros hacia la pared del pasillo, sangrando por el tajo realizado por el mago. El movimiento había sido impecable, y el cuerpo del Oscuro no podría resitir muchos más ataques como ese. Paró como pudo su vuelo, manteniendo a duras penas la verticalidad. Sangraba por el pecho, sangraba mucho, pero seguía en pie.

Le tocaba el turno a su compañero, que más precavido no realizó ninguna cabriola y se acercó a la carrera cargando. Un brillo cristalino apareció en los ojos de Faliar, mientras un viento aparecido de la nada cruzó el pasillo, agitando la gabardina del mago junto a su pelo, de forma muy estética. La espada de su enemigo iba por delante, tratando de guardar distancias con Faliar. No quería tener el mismo resultado que su compañero, pero eso al mago le daba igual. Cuando El arma estuvo a una distancia prudencial, pareció bajar la guardia, hecho que el Oscuro utilizó para acelerar y tratar de introducir su espada en el hueco dejado por Faliar. Cayó en la trampa. Un movimiento rápido de su hacha ascendente desvió el arma que venía dirigida al corazón del mago y un posterior golpe fuerte con el escudo obligó a retroceder al oscuro impactado con su compañero que no podía avanzar.

Faliar sonrió.

-Y esto es solo el principio.

Por su parte Quint libraba su combate particular. Nahia y Xerine habían eliminado a dos de los enemigos que acechaban por ese lado. Sólo dos aguardaban su turno, y ese momento había llegado. La pareja empezó la carrera, manteniendo su mirada zafiro fija en los rubíes ojos de Quint.El chico rubio plantó sus dagas en posición defensiva, no iba a dejar que quebrantaran su defensa, el combate contra el primer enemigo le había dejado sin más posibilidad de maniobra, solo con posibilidad de defenderse, demasiado ocupado como para volver a emprender una iniciativa.

 Un primer acero surcó el aire hasta encontrarse con la daga derecha de Quint. Un quejido metálico gobernó el pasillo durante unos instantes mientras Quint buscaba la salida de esa situación. No parecía haberla, estaba rodeado. Su daga no podía aguantar la presión que su contrincante ejercía y se vio obligado a cambiar de estrategia. Un paso hacia atrás, antes de que se quedara sin fuerzas sería suficiente. No, no lo fue, el acero contrario se anticipó a su movimiento, y aunque la armadura de Quint paró un poco el golpe, un brillo rojizo surgió de su brazo, acompañado de un grito ahogado. Quint había sido herido, y en torno a la herida salían extrañas pustulas verdes... no eran dolorosas pero sí un poco molestas. Quint miró un segundo su brazo, la herida no era importante, necesitaría tratamiento pero eso no le imposibilitaba seguir luchando... la herida de su brazo, sería lo de menos...

Un segundo. Sólo fue un segundo el tiempo en el que el cazabrujas perdió la atención puesta en el combate para mirar su herida. Y ese segundo fue absolutamente fatal.

Dolor.

Frío.

Oscuridad.

Frío.

Nada.

Un ruido sordo llenó la estancia cuando el cuerpo de Quint cayó sobre el firme con una espada atravesándole el pecho. El dolor era insoportable, su cabeza dejaba de pensar por momentos. Sólo quedaban ecos de algún pensamiento... ecos del pasado...

La sangre goteaba en el suelo, perdiéndose en la roja alfombra. Creando sombras un poco más oscuras que el propio color de la tela. Era la sangre de Quint, la vida de Quint la que goteaba, la que desaparecía poco a poco, y se perdía a través del hueco dejado por esa espada.

Ese segundo fatídico, en el que Quint había perdido la atención para comprobar el estado de su herida, ese instante... le había llevado a esa situación. Una sonrisa siniestra aparecía entre los vendajes que portaba el Oscuro que acababa de atravesarle. Hacía un solo segundo estaba cargando su ataque, y había aprovechado el momento de despiste del cazabrujas para introducir en lo más profundo de su pecho su acero. Mirándolo con desprecio empezó a sacó el arma, y el frío del metal recorrió todos los nervios de Quint. Mientras sentía como su vitae goteaba, todo se volvía negro, todo desaparecía. 

Excepto los ecos del pasado...

"La verdadera fuerza no está en lo que unos tienen por derecho y otros no, ni tampoco en lo que se obtiene explotando las posibilidades de la energía vital. La verdadera fuerza es aquella que reduce a todos al mismo nivel: la muerte. Y solo aquel que sea capaz de superar a la muerte y doblegarla a su voluntad, destruyendo los lazos entre el cuerpo mortal y el alma inmortal, alcanzará el auténtico poder: El vacío. La muerte. La nada. El NÉMESIS."

¿Qué importancia tenían ya esas palabras? ¿Superar a la muerte? Eso lo había conseguido, había extraído el poder del mismísimo fin de la vida y aún así había caído ante aquella poderosa potencia. Nadie escapa de la muerte, ni siquiera los que la superan. Es una bonita lección, si hubiera vivido más tiempo podría tener tiempo de ponerla en práctica, pero la sangre, que ahora brotaba desde su boca le revelaba un secreto a voces. Estaba muriendo, la herida había sido muy profunda y su cuerpo no lo soportaría.

Ante sus ojos, Xerine, la mujer de las mil caras se debatía por sobrevivir, luchando por su propia vida. Nahia, más atrás, esa pequeña joven decidida que luchaba por su isla y por venganza contra la tiranía del marqués, al igual que Catherine. Podrían haber hecho buenas migas, sus corazones estaban limpios. Aún más atrás, Aaron, cubierto por la piel de lobo mantenía una cara pensativa, como si no supiera que hacer; ese inconsciente convocador les causó más problemas que beneficios, pero su inocencia y juventud le daban un salvoconducto dudoso. Por último, Faliar que demostraba su habilidad marcial en la misma situación en la que él había fallado. Era el mejor ejemplo de un hombre que se ha redimido, de un uso oscuro de la magia a un uso cauteloso y comedido, solo por fines buenos. Faliar podría considerarse su amigo.

Al fin de tanto tiempo... un amigo.

Quint cerró los ojos esperando el abrazo de una vieja conocida.

Sintió frío...

y luego...

nada.

Xerine se sorprendió de encontrar sentimientos enfrentados ante la muerte de Quint. Muerte, porque nadie podría sobrevivir por mucho tiempo a un ataque tan brutal como el que acababa de recibir. No, el cazabrujas estaba fuera de juego... Y no solo del combate

Por otra parte, esa mezcla de aprehensión que sintió no acabó de gustarle. Sí, Quint había sido una molestia hasta la fecha, y prácticamente no había hecho nada por el grupo... De hecho, era más probable que a la larga acabara dando problemas antes que servir como una ayuda real para hacer frente al Marqués. Era indomable, cabezota y rebelde. No aceptaba órdenes, no confiaba en nadie, y, a diferencia de Faliar, no estaba dispuesto a cooperar sin reservas. No, estaba claro que el chico era una molestia, y que estaba mejor muerto

Y entonces, sin embargo... ¿Por qué su muerte le sabía tan amarga? Probablemente se debía a que Quint era la única defensa que tenía frente a los perros de Guido, y que su muerte implicaba que ahora ella era la única capaz de interponerse ante ellos y los magos, que, probablemente, no estaban preparados para el combate directo. O quizás se debía a que esperaba contar con sus habilidades para abrirse paso por las trampas de la mansión. Incluso pudiera ser que lamentara perder a un posible señuelo que utilizar como "palo" con el que tantear la oscuridad a la que se habían lanzado sin pensarlo

Pero por dentro sabía que, en realidad, la razón era bien distinta. Y es que, en el fondo, la música no consideraba justo que el cazabrujas muriera de aquella manera. Porque su destino era morir bajo sus propias dagas

La vacilación solo duró un momento. Al segundo siguiente, la ballesta caía al suelo, y dos dagas aparecían en las manos de Xerine

Ahora estaba sola

Faliar comprobó el numero de contrincantes. Tres muertos. Perfecto. Eso dejaba la cuenta justa para su próximo hechizo.

Acumulando toda la energía que fue capaz, empezó a susurrar una letanía. Las palabras que salían de su boca eran duras y secas, demarcando la naturaleza destructiva del hechizo que iba a lanzar. Sus ojos se iluminaron con un siniestro brillo verde, y un nimbo de fuego verdoso apareció sobre sus hombros. El hacha, que mantenía levantada por encima de su cabeza, también comenzó a brillar con el mismo resplandor mefítico. A medida que su voz se volvía más potente, el nimbo de fuego que lo rodeaba se separó de su cuerpo y ascendió por encima de su cabeza, separándose en cinco brillantes luces verdes. Las luces se intensificaron, y tomaron la forma de cinco hachas idénticas a a la que Faliar empuñaba, solo que envueltas por completo en aquel fuego verde. Empezaron a girar sobre si mismas, al principio despacio, y luego cada vez más deprisa. Faliar pronunció las últimas palabras, y una sonrisa siniestra apareció en su rostro.

- ¡RRRRRRAAAAAAAAAAAAAAAAARRRRGGGGH!

Con un brutal grito, Faliar apuntó enérgicamente con su hacha hacia los enemigos, y al instante, las hachas salieron volando hacia los Oscuros que los rodeaban, dejando tras ellas una fantasmagórica estela verde.

Las dos primeras se dirigieron al Oscuro más cercano, golpeándole en el pecho la primera de las hachas voladoras, y el un brazo la segunda. Una mancha de sangre salpicó el lugar, ya dantesco por la muerte de su compañero. El soldado estaba muy herido, e hincó la rodilla en el suelo, respirando con dificultad. Aún así, no cesó en su empeño de acabar con Faliar. Le miró, y soltó un bufido, la batalla no había acabado.

Otras dos hachas luminosas golpearon a los que a su lado estaban, haciendo que retrocedieran un paso. La gran energía desembocada era realmente poderosa, pero por arte de birlibirloque, uno de ellos logró esquivar la mayor parte de la energía, recibiendo sólo un pequeño corte en el hombro. El otro en cambio, recibió de lleno el impacto de una esfera.

La última esfera que envió Faliar, estaba dirigida hacia uno de los adversarios del ahora difunto Quint. Podría ser un gesto de camaradería, o un intento de salvarle la vida, pero la verdad es que llegó un poco tarde. De todas maneras, el arma surcó el aire y atravesó el espacio entre Aaron, Nahia y Catherine, para alojarse en el pecho de uno de los oscuros. El golpe fue brutal y envió al soldado dos pasos para atrás, con el torso incandescente. Un hilo de sangre brotó sin control del lugar del impacto, y los ojos del enemigo adquirieron un brillo más intenso. Le había herido, mucho, pero no lo había matado.

El conjuro había salido. ¡El conjuro había salido! Nahia se sentía contenta, por una parte, había sido capaz, pero por otra aún sentía algo de miedo o de incertidumbre, quizás eso había sido solo un golpe de suerte. Había matado a un hombre. ¿Era capaz de tanto? Pero se sentía bien. Más fuerte, más segura, ya no temía tanto por su bien, podía defenderse sola. Y de pronto: Silencio. Nahia ve como Quint cae al suelo con la espada en su pecho, las pústulas, la sangre. Quint queda inmóvil en el suelo, con regueros de vida brotando de el acercándole a su muerte. Si no estaba muerto ya. No , no, otro más no! ¡Él no! La angustia y el dolor se corroían su corazón que en ese momento pareció pesar tanto...

-No ¡Quint! ¡NOO! que alguien le ayude! Catherine, ¿no puedes hacer nada?-No entendía la magia de su amiga pero parecía poderosa y pura, quizás.. Solo quería ir a su lado comprobar si estaba de verdad muerto o si aun había esperanza.- ¡Ayudadle! ¡haced algo!

Nahia se arrodilló junto al cuerpo de Quint, sus ropas se volvían rojas empapándose de él. Un susurro se deslizó por sus labios, sólo para aquel muchacho, si es que aún podía escuchar:

-No te mueras, no me abandones tú también. Te..

Y sus ojos se volvieron vidriosos, casi incapaces de contener las lágrimas. 

Aaron se retorcía nervioso. La destrucción, la muerte y la maldad les rodeaban y, mientras todos estaban luchando por sus vidas y por labrarse un futuro, él no podía hacer otra cosa más que observar la batalla sin saber que hacer. ¡No! Aquel no era el momento de quedarse parado, debía actuar, y debía hacerlo lo antes posible.

Cerrando un segundo los ojos inspiró hondo y llamó al hierofante. Sin embargo, no le dijo nada, no en voz alta al menos. En el fragor de la batalla era poco probable que le oyese y si no gritar lo que quería le hacía contar con el factor sorpresa, bienvenido sería.

Miró a su izquierda y a su derecha. Faliar parecía estar apañándoselas bastante bien, acababa de abatir un oscuro sin apenas despeinarse y ya iba a por otros dos más. Otro tanto podría decirse de Catherine, y eso que parecía completamente indefensa. Bien, aquello no iba a causarles muchos problemas.

Miró hacia atrás para cerciorarse de que todo estaba saliendo a pedir de boca, y fue entonces cuando se quedó sin aliento.

Xerine se defendía como podía del ataque de los oscuros, Nahia estaba tumbada sobre algo y Quint…Quint era ese algo. Su sangre había teñido el suelo de rojo y sus esfuerzos por respirar eran más que evidentes. Estaba muriendo.

-Oh, Dios-Acertó a decir, todavía confundido por la escena que se le había revelando. Sin pensárselo dos veces, giró sobre si mismo y corrió hacia el rubio, dispuesto a ayudarle como buenamente pudiera. En aquella situación era muy, muy vulnerable, y su nerviosismo le dificultaría la tarea, pero era eso o dejarle morir.

Y ya había muerto demasiada gente.

Haciendo caso omiso de los tirones de Xerine empujó a Quint como pudo hacia el interior del círculo que sus aliados habían formado. Así, al menos no estaría tan expuesto a los ataques de aquellos seres. Después, se levantó y se colocó al lado de la música, cubriendo el hueco vacía que Quint había dejado.

Alertada, Xerine vio como una figura borrosa pasaba por delante suya y se arrodillaba junto al cadáver de Quint. Estuvo a punto de atacarla, como habría hecho con cualquier insensato capaz de aparecer a sus espaldas sin avisar, pero se refrenó en el último momento al ver que... Era Nahia. Y Aaron iba detrás

Enumerar la oleada de insultos y maldiciones que se agolparon en la mente de Xerine en ese momento sería poco adecuado, además de bastante impropio para una dama como ella

¡Aparta de ahí, idiota!

Empujó bruscamente a Nahia con su cuerpo, antes de encararse a los dos soldados que había frente a ellos. Los dos hechiceros no podían defenderse ante sus ataques, y si caían bajo su acero perderían una buena baza contra el Marqués. No entendía como podían ser tan estúpidos: Los muertos eran muertos, y nada se podía hacer por ellos. Si su objetivo era exponerse a los ataques de los enemigos, lo habían conseguido

El hierofante miró a los soldados que estaban a un lado de Faliar, y comprendiendo la gravedad de la situación no hizo preguntas. Apuntó su cayado hacia el primero de ellos, el que se colocaba delante del mago, y liberó la furiosa águila roja. Con brillos carmesíes un ave surcó el pasillo acariciando las cabezas de Catherine y Faliar, hasta encontrarse con el soldado.

El ave impactó, haciendo chocar al Oscuro con el soldado que permanecía a su espalda. Una herida surgió a través de las ropas quemadas de su mismo pecho. Haciendo que el hombre cayera tres metros más atrás, retorciéndose de dolor. El impacto había sido tremendo. 

Uno menos.

Por su parte, y en el tiempo que dura un parpadeo Émil desapareció. Fue cuestión de estar allí, y de pronto no estar. Nadie sabría como lo había hecho, pero ese hombre tenía una habilidad especial para ser súmamente rápido en algunas situaciones. Tanto en el ataque, como para retirarse, según veía.