Partida Rol por web

La atardecida se ha echado en las tierras del conde, y la hora de la ceremonia de vasallaje de sir Gwilherm  se acerca. Con vuestras  mejores galas, obsequiadas por el señor conde, os dirigis hacia el lugar de la ceremonia. 

En un patio de armas iluminado a medias por la luz de las antorchas y las últimas luces del día  dará lugar la “ceremonia de homenaje e investidura”, compuesto por el” homenaje y la recomendación”,  que hace que dos hombres libres se unan en un lazo permanente de lealtad.

Acompañados por la familia del señor conde, y unos cuantos ilustres caballeros y damas da comienzo la protocolaria ceremonia.

Los escuderos aunque presentes, estan en los últimos lugares de entre el público. Los 8 aun escuderos, y no tardando caballeros, permanecen espectantes, pues en unos dias se veran ellos, en una similar.

Sir Gwilherm, rodilla en tierra, eleva las manos juntas  hacia su señor que las toma entre las suyas propias. Sir Gwilherm con la voz a ratos quebradiza, entona un breve juramente en el que asegura ayuda y consejo a su señor. A su vez el señor conde entona unas solemnes palabras prometiendo liderazgo y “beneficium” (cesión de tierras).

Una vez acabadas las palabras, sir Gwilherm se levanta y ambos, señor y vasallo se besan para sellar el pacto de vasallaje.

En el patio, ya a oscuras de no ser por las antorchas,  los vítores y aplausos se suceden. Sir Gwilherm ha pasado a formar parte de los caballeros del conde. Se espera de él destreza y compromiso para llevar a cabo sus nuevas obligaciones.

Walter observó la ceremonia desde el lugar que le habían indicado que le correspondía. Se sentía honrado por participar aunque sólo fuese como espectador. Cuando finalmente el conde y su primo se besan y la ceremonia concluye no puede evitar sentirse aliviado. Los acontecimientos estaban siendo exactamente lo que habían esperado al encaminarse al castillo del conde. Eso lo tranquilizaba porque ultimamente estaba experimentando una intranquilidad incierta y aparentemente carente de motivos. La sensación era como esa humedad que precede a la tormenta y que provoca un misterioso sudor en la nuca en lugar de refrescar el ambiente. Le alegraba comprobar que su primo había alcanzado la meta que los había llevado hasta allí, y que sus propios temores hacia las intrigas palaciegas no se hubieran interpuesto en su camino. Muchas historias de intrigas en la corte relataba su padre, y ninguna con buen final. Por ello cuando se acercó a felicitar a su primo lucía una amplia y sincera sonrisa. Lo felicitó brevemente pero con calidez, aún no sabía como de cercano debía ser su trato para con su primo, así que mantenía una distancia cautelosa. Mientras los presentes se saludaban y departían Walter escrutó al resto de asistentes... Deben de ser todas estas gentes notorias, pensó. Por ello se esforzó en escuchar y memorizar tantos nombres y títulos como fue capaz. Quizá en algún momento uno de esos nombres reapareciera en su camino, y entonces haber coincidido en esta ceremonía podía ser un punto a su favor en caso de necesidad. Trataba de continuar aprendiendo, en pocos días había constatado que desconocía demasiadas cosas. La heraldica y los temas relacionados con ella al parecer tenían mucha relevancia en el futuro de un caballero, así que se aplicó lo que pudo...

Nunca había estado en una ceremonia de vasallaje pero su madre le había contado como eran.... y no difería mucho de la realidad, salvo porque su madre había adornado la historia, pero en el fondo era lo mismo. Y en la forma, menos, pero también.

Cimrud aguardó en la última fila en silencio, de momento sólo era un escudero, y hoy era el día de su primo, quien lo había recibido sin demasiadas quejas ni preguntas en sus tierras...todavía tenía que contarle el problema sucesorio que tenía en las suyas, un dolor de cabeza, pero no había encontrado el momento adecuado ni quería importunarlo con cosas ajenas.

La ceremonio fue según lo previsto, sin sobresaltos. Ahora ya era de iure un caballero del conde, por lo que Cimrud sabía que de momento esto le ataba al destino del conde... no lo conocía pero no parecía alguien injusto, loque si había notado es que la batalla aquí era menos caballeresca, o menos ideal, de lo que le habían contado: el Mariscal pintaba las batallas como lugares crueles donde no sobreviriría o donde sólo los más fuertes lo hacían...chocaba en parte con la forma de pensar de Cimrud que no tenía, por ahora, esa visión.

Al igual que Walter, se acercó a felicitar a Sir Gwilherm cuando la ceremonia terminó, de manera tan respetuosa como la situación requería: no dejaba de ser su escudero.

Había pasado la noche en vela en la capilla del castillo, ante el altar, delante de mi espada, las espuelas, el cinturón de recio cuero y los guantes de piel claveteados que me había regalado padre. La noche transcurrió lenta y pesada. Al amanecer recé mis oraciones diarias y comencé a prepararme para la ceremonia de vasallaje. Antes del atardecer me retiré para vestirme con mi segunda túnica, una de algodón teñido de color verde y ribeteada con una cinta dorada, y para lavarme la cara con agua fresca a fin de despejarme al menos momentáneamente del sopor que me invadía tras toda una noche en vela.

Aquello, aunque había sido anticipado, me parecía sucederse tan deprisa que apenas consigo asimilar cuanto me había ocurrido desde que hube de enfrentarme en terrible batalla al infame mal llamado Gordobuc. Mientras estaba acabando de vestirme, Godiva se presentó ante mi y me obsequió con su conformidad y beneplácito ante los hechos que estaban por venir. Aquello fue como un regalo divino, pues las buenas palabras de mi futura y amada esposa, complementaban aquel día de gran importancia y valor...

Una vez acabadas las palabras ceremoniales, me levanté y ambos, señor y vasallo, sellamos el pacto de vasallaje.

-Vos serviré fielmente mi señor. -fue lo único que dije al conde. No era necesario añadir florituras ni palabrerías en exceso al momento, pues además soy más hombre de hechos, que de palabras.

La ceremonia ha llegado a su fin, y ya eres, sir Gwilherm,  formalmente vasallo del conde. Tienes asignadas tierras para tu uso y defensa.

Tras el evento  llega lo que interesa a la mayoría de los asistentes, la gran fiesta. Es de suponer que no será tan opípara como la que sucederá en un par de días.

Sir Gwilherm nuevo vasallo y terrateniente en el condado de Hertford, ya  ha recibido las felicitaciones. Primero el señor conde y sus representantes, luego la futura esposa y su madre, por último  la totalidad de los caballeros asistentes  al acto, que son la mayoría de los que residen en Hertford. Por tanto no distaron mucho de 40 los caballeros que atacaron las espaldas de sir Gwilherm, con  palmadas de sana camaradería.

Había hambre y sed entre los caballeros y tocaba reponer las fuerzas. El salón del castillo de Hertford esperaba.

En una sala engalanada para la ocasión, con mesas bien dispuestas, paredes decoradas con tapices y esquinas guardadas por relucientes armaduras quietas y soldados pétreos en posición de guardia, fueron todos los anteriormente testigos y protagonistas al gran salón.

Los recién descubiertos primos de Sir Gwilherm, aun escuderos, también tomarían parte del banquete, eso sí en otra mesa alejada de los puestos principales. Estos jóvenes compartían mesa con otros semejantes a ellos, que a buen seguro serian próximamente investidos. En esta mesa, a diferencia de las otras ocupadas por caballeros, esposas de estos y otros principales del condado, carecían de servicio personal, siendo ellos mismos los que tenían que llenarse sus copas y servirse los manjares.

En la mesa principal, el conde, esposa e hijos, compartían bancada con el propio sir Gwilherm, Godiva y la madre. También se haya un eclesiástico de sotana negra, el pater Fortus que tranquilo y humilde interviene prudente en las charlas, y ocupa un lugar discreto en la mesa. Andaba henchido de orgullo el caballero sir Gwilherm.  Apenas 3 años antes estaba recién llegado a estos actos de alto copete cortesano y caballeresco, y ahora presidia un evento, con esposa en ciernes y señorío propio, con un señor conde satisfecho de él a su lado. ¡Ole!. Y ahí andaba sir Gwilherm, disfrutando del banquete y disfrutando desde una posición privilegiada del salón del castillo de Hertford en el que se daban cita.

Todos se sentaron con gran  disciplina, aunque más que disciplina había en todos ellos, principales y no, ansia por beber y comer.

Antes de comenzar con el menú, el conde dedicó unas palabras a los allí congregados, y se espera que sir Gwilherm lo haga también.

Cimrud se sentó en la mesa del banquete que le asignaron: conocía su lugar, era un escudero y se comportaría como tal. Sabía que carecía del servicio que por ejemplo había tenido en Henleyith-Arden, donde los criados de su madre le traían los manjares de la tierra y le llenaban la copa de agua clara de los ríos. Así era, el joven escudero apenas bebía salvo para celebrar y rara vez se terminaba su copa o su jarra enteras. No se había emborrachado nunca ...pero todo llegaría.

Escuchó el discurso del conde y de su primo, ahora afortunado y con tierras... se alegraba realmente por él.

El escudero se comportaba bien en estos actos cortesanos como ya había demostrado en otras ocasiones, y ésta vez no fue menos, estuvo bien, sin llamar la atención ni decir comentarios fuera de lugar: habló sobre su camino, sobre la belleza de su tierra y no sacó los pies del tiesto en la mesa de los escuderos.

Walter sudaba como alguno de los pollos asados que había sobre la mesa. No era por el calor sino por el temor que tenía de que sus modales de frontera lo hicieran parecer más patán de lo que realmente era. Por si fuese poco, todos los sentados en su misma mesa se comportaban con los modales de la doncella de una reina. Estaba acostumbrado a ayudarse de su daga para comer, beber en jarra y no en copas, y a comer lo más deprisa posible sin atragantarse. Así era porque los hombres de su padre comían como lobos famélicos y bebían como sátiros en un banquete. No era un hombre que se preocupase en exceso de la opinión que pudieran tener de él sus iguales, pero por nada de este mundo quería poner a su primo en evidencia en tal día. Él los había llevado hasta allí y lo menos que podía hacer era no mancillar en lo más mínimo tal celebración con una metedura de pata. Eran muchas las normas de protocolo habituales en actos donde tanto noble y caballero participaba. Alguno podía resultar fácil de ofender sin siquiera saberlo. Así que hizo lo mejor que se le ocurrió, imitar a Cimrud como quien se mira en un espejo. Lo malo es que Cimrud comió como un pajarito, no atacó a los asados detrás de los cuales se le iban los ojos a Walter. Tampoco pidió que le acercasen más vino para así imitarle al servirse... Vamos, que su primo parecía alimentarse del aire, tanto era así que no le sorprendió que al concluir la cena, su primo, ni se había manchado los dedos. Walter escuchó un poco distraído el discurso porque sus tripas se quejaban como un recién nacido a la hora de mamar. Cuando el banquete terminó tenía la esperanza de encontrar un poco de queso en aquel condenadamente grande castillo para comerselo en su lecho. Y también esperaba que aquel ayuno hubiera servido para no poner en ridículo a nadie, especialmente a sí mismo.

Todo un honor era estar sentado en la mesa presidencial. Todo un honor, y también una novedad. Lo más cerca que había estado de una mesa principal fue allá en el torneo de Vagón y aquella vez estaba, como poco, a más de tres mesas de distancia de la zona presidencial.

Mi futura señora Godiva lucía esta noche radiante. Engalanada con un vestido púrpura ribeteado con motivos florales dorados, hacía las delicias de mis ojos. Al parecer la fortuna nos sonreía, y no podía más que plegar al Altísimo para que bendijera nuestra unión con una tropa de hijos varones, sanos, y fuertes.

Por las miradas de los presentes, pude intuir que era ya momento de pronunciar algunas palabras, cosa que me cogió de imprevisto, pues no había preparado nada con antelación. No era yo hombre dado a tales asuntos, así que con un nudo en el estómago y tras pedir la palabra al señor Conde, me levanté copa en mano y hablé, en breve discurso, sobre la leatad, el valor, el coraje, y sobre todo, la gratitud...

Acabadas las palabras, el Pater Fortus, entono unas breves palabras de bendición y gracias por los alimentos a punto de recibirse .

El menú consiste en cochinillo asado untado en miel y especiado con tomillo y hierbabuena, acompañado por pulpa de frutas,  habas y queso desmenuzado.

Aunque es costumbre la abundancia de platos, hasta 7 suelen darse con frecuencia, tampoco extraña sacar uno en abundancia, más aun cuando en un par de días se celebrará una boda. Ya habrá tiempo para la gula. El vino y la cerveza fluyen en abundancia, como no se puede esperar lo contrario.

Para medir vuestro comportamiento ante la bebida, tirad 2 veces por  frugal.

En la mesa, siempre siguiendo las normas de la prudencia, mientras lo permita la bebida, dejas al señor conde hablar el primero y  el último en los temas de conversación y llevar el peso de las mismas.

Un tema muy recurrente para él, es el peligro sajón, y las tácticas adecuadas para hacerles frente, dando por hecho un mejor conocimiento del terreno y una superioridad táctica con la caballería acorazada de los caballeros, frente a un número superior de sajones a pie y con hachas.

Si lo deseas haz una tirada de batalla para dar tu punto de vista. Si roleas un poco la escena, puedes s optar a un bonus de +3 a la habilidad.

Si fallas la tirada puedes intentar un oratoria para salir del paso sin parecer ignorante. . Si roleas un poco la escena y la excusa, puedes  optar a un bonus de +3 a vuestra habilidad.

Si quieres saber de algún tema sacate una tirada de intrigar y ya decidiré con quien entablas la charla.

Procuráis mantener una charla amistosa con los otros 6 compañeros de bancada con pintas evidentes de estar en posición de ser ascendidos a caballeros. La timidez inicial se disipa al ritmo que van bajando las jarras de cerveza, pues son estas y no las de vino las preferidas en esta bancada.

Podéis procurar entablar un tema de conversación referente a alguna habilidad que dominéis. Si sacáis la tirada sacareis 1d10 de gloria + marca en esa habilidad.

Si además de limitaros a elegir la habilidad y tirar los dados, raleáis un poco la escena, podéis optar a un bonus de +3 a vuestra habilidad.

Cimrud se vio tentado por el olor de la embriagora miel del cochinillo, dulce sabor aderezado con vino y cerveza. Porque brindó con cerveza pero no pudo evitar tomar algo de vino, que se sirvió moderadamente en una copa, para acompañar la carne a que  trinchó como si estuviera a lomos de Khaine lanza en ristre. De un par de "tajos" de los cuchillos de trinchar se sirvió lo suficiente para cenar y sólo un poco más para celebrar, sin pasarse claro. Un caballero debía evitar las carnes en exceso y optar más por legumbres, pescado cuando se pudiera y frutas...pero... también era de rigor celebrar como es debido la ceremonia de su primo.

El comer relativamente poco tenía una cosa buena, te permitía hablar con los demás.... además era una charla fácil, a todos les unía el ser nombrados caballeros pronto, o todos querían al menos. Cimrud pidió sinceras disculpas con humildad a Birhdomas, y dejó claro que el golpe fue más suerte que otra cosa y que sin el no tenía nada claro el resulto, lo cual era cierto, no mentía..su contrincante le podía haber plantado cara.

Posteriormente Cimrud habló sobre la parte menos visible de la corte... no recordaba muy bien como había salido la conversación pero de pronto se vio observando a los criados, las charlas entre otras mesas y dijo:

-¿Veis ese noble hombre que no para de mirar al conde con preocupación? Necesita algo...o le quiere decir algo, sin duda ...y aquellos dos criados... no paran de mirar a aquella señora, algo les pasa con ella -pues no, los críados no miraban a la señora, simplemente la señora llevaba unas copas de más y los criados estaban preocupados. Cimrud no acertaba demasiado hoy con los entresijos del salón.

El joven escudero acabó dándose cuenta que no era lo que había dicho,o no del todo, y fue escuchando conversaciones hasta que alguien sacó el tema de combatir y de dirigir hombres y saber usar tácticas... Cimrud hizo un par de preguntas en las que patinó tontamente; es cierto que había bebido poco, pero quizás le había afectado el juicio.

Lo había estado haciendo bien la mayor parte del tiempo que duraba la cena, pero al final el plan no le salió bien del todo. Puesto que Walter había estado imitando a Cimrud a penas comió para lo que acostumbraba, con la idea de no meter la pata en las normas de cortesía que se esperaban de él. Al parecer, tan poca comida en el estómago permitió al excelente vino hacer más efecto del esperado en su ánimo. Al cabo de los minutos se servía las copas con generosidad y su espíritu se crecía. Tal fue el grado de cordialidad en que se encontraba que no tardó en entablar conversación con los compañeros de mesa. Rompió el frío con un par de comentarios sobre los escudos y blasones que lucían los caballeros de la mesa presidencial. Fueron éstos tan erróneos y desacertados que despertó las carcajadas de los comensales. Por suerte el vino atemperó el carácter de Walter, que se tomó las risas como gesto de cordialidad y no de desafío. Walter tenía buen beber, no se volvía pendenciero, sino excesivamente indulgente cuando consumía más alcohol del que el decoro aconseja. Pronto se encontró alegremente conversando con los otros escuderos sobre sus tierras natales, el carácter de sus gentes, las noticias que circulaban por la región, los rumores de los pueblos cercanos… ese tipo de cosas que hacían a Walter un hombre más próximo al pueblo que a los grandes señores. La conversación fue fructífera, y al término de la cena Walter había coleccionado una buena cantidad de noticias que poder comentar en su próxima visita a la taberna o en el camino de vuelta.

- Cimrud, mi buen primo. Si este vino de excelencia contrastada que compartimos vieseis que mis buenas formas afecta y mi decoro hace peligrar, no lo dudéis, atizadme un buen pescozón - sonriente y con las mejillas entornadas.- Porque más prefiero perder el sentido que el seso, y no quisiera arrepentirme de mis palabras o de mis actos mañana al alba. Confío en vos, virtuoso Cimrud, para que guardéis mis espaldas, como lo haría en una buena batalla.

Cimrud.

+3 de gloria por exito en cortesia

me debes +1d10 en gloria por la cortesia previa de mantenerte formal y educado en el banquete.

Si que esta Birthtomas como comprobaras enseguida.

Walter 

marca en cult. popular

+8 de gloria en cortesia y +10 por cult. popular.

Fue Birhdomas el más prudente del resto de los escuderos con la bebida, seguido muy de cerca por Cimrud. El resto se atolondró un poco ante tanto comercio y bebercio, pero no protagonizo, hasta el momento, nada de lo que arrepentirse ellos, ni nada que  humille a sus padrinos.

Cimrud, es cosa de caballeros et de luchantes ferirse, dañarse et mancarse. No habemus problema et ni rencor entre nos. Ademas consuelame saber que sera vuesa merced, fiera tambien con los sajones et non solo contra compadres et paisanos britanos. jejej.

- muerte al sajon.

Responden los compañeros de mesa a esa proclama con golpeo acompasado de jarra sobre la mesa.