Partida Rol por web

Tras decir adiós al invierno, tocaba reunión de nobles caballeros de Hertford en el castillo del conde Setzer.

Allí el conde repartiría los presentes y regalos a sus caballeros mantenidos. Sir Walter recibiría los 6L con los que n caballero normal se sustenta.( incluida la comida propia, la de su escudero  y la de sus caballos). Sir Gwilherm ajustaría cuentas con el conde, pagando su tributo por los señoríos y recibiendo sus 6 L de mantenimiento.

Además de esto, volvían a verse los caballeros de Hertford.

Esta vez la camaradería era mayor, si cabe, puesto que se habían batido juntos en combate, y eso une.

Este agradable ambiente facilitaba las chanzas, los rumores y las noticias. Se hablaba de lo divino y de lo humano, otra cosa es que fuese cierto.

Volvía a estar en el castillo del Conde. Los mismos muros y los mismos salones. Pero yo no era el mismo que se paseaba por ellos meses atrás. La Guerra sin duda había añadido heridas a mi alma además de alguna cana en mi poblada barba pelirroja. Sin embargo mi natural temeridad y tendencia al buen humor aún dominaban mis acciones a la más minima oportunidad. Así que pasados unos primeros minutos donde realmente sentí la ausencia de aquellos que no volvieron de la batalla pronto me concentré en los que sí habían regresado para contarlo. Entusiasmado, y sintiéndome refrendado por nuestros actos durante la batalla me manejo con seguridad en mí mismo entre los caballeros. Ahora me siento como un igual de muchos de ellos. De los más notables y conocidos me mantengo un poco alejado. Aún no domino ni los modales ni las intrigas cortesanas, y aunque estoy alegre y orgulloso de estar en esta reunión no me gustaría empezar el año con una metedura de pata. Por eso, tras saludar a algunos de los caballeros que más me simpatizan desde que los traté camino de la batalla y de interesarme por la salud de sir Tarancus, busco a Gwilherm con la idea de permanecer cerca de él como me he acostumbrado a hacer. Y aunque intento poner la oreja cuando paso cercca de alguna conversación, salvo anécdotas de las hazañas de la batalla pasada poco logro escuchar.

El invierno pasa rápido, raro en una estación tan dura. Pero el señorío de Malderoi no se ha mantenido ocioso y menos su Señor.

Nuevos reclutas fueron alistados, jóvenes granjeros de la zona con ganas de prosperar. Nada saben de lo que les viene encima. Incluso, un caballero errante se unió a sus filas. Tal vez, en busca de calor durante la época de nieves. Muchos ha vivido, pero lo mejor es que los ha visto todos. Y eso era suficiente para Gwilherm, eso y su bravura y experiencia en combate.

Aún con los quehaceres diarios, las lesiones sanaron perfectamente y el astro rey regresó con fuerza para derretir el hielo y traer esperanza a los hombres. Los labriegos azarosos preparaban la tierra para la siembra, y eso sólo podía significar una cosa. La reunión con el Conde estaba próxima.

Y así llegó el día, Sir Gwilherm, Sir Walter y el recién llegado Sir Echen escoltados por unos pocos soldados, se presentaron en Hertford. 

Pareciera que hubiera pasado una vida misma desde la primera vez que estuvieran allí. Y no sólo por los dos primos, si no los mismos caballeros que los ignoraran por primera vez, ahora los saludaban con respeto.

Gwilherm sorprendiose al observar a Walter, siempre había parecido un caballero imponente sobre su fiel Breogan, pero había algo más. Un compostura y un semblante digno del mejor de los soñeres, era lo que mostraba. Sin duda, la batalla nos había cambiado... Aunque para los ojos cómplices de quién ha convivido cientos de días, podía notar cierto nerviosismo. El cuál, lo disimulaba perfectamente.

_ Parece que comienzan a recordar nuestros rostros y nuestros nombres, primo. Más recuerda, tan sólo hemos venido a mostrar nuestra lealtad para con el Conde... Y recibir nuestro pago anual, lo demás será beneficios. _ Charló despreocupadamente, mientras devolvía los saludos.

Sir Echen, se mostraba sereno. Sin duda no era su primera recepción en un castillo. Pero en la mente de Gwilherm esperaba que se mantuviese así durante la estancia en Hertfor. Lo último que esperaba era un altercado por un subalterno suyo.

Tras cumplir con los protocolos obligados, preguntó por la salud de Sir Tarancus y por la oportunidad de obtener una audiencia con él. Le gustaría saber que tal ha ido el invierno en el condado, si hay noticias de algún asalto sajón por parte de los sobrevivientes, y si hubieran recibido nuevas de la capital.

En la corte de vuestro  conde, hay unos cuantos rumores. de ellos, teneis acceso a estos:

•  Uther quiere ajustar cuentas con los señores del oeste, los que limitan con Cornualles. Al parecer, han demostrado ser poco partidarios del Pedragon, y les han dado evasivas cuando se les han pedido tropas.
• No se espera que los sajones den problemas este año.

Los otros reinos de Britania, sin mucha novedad, al menos que se sepa. En Cumbria y Cambria hay condados partidarios de la figura de Uther como unificador britano, pero esas voces partidarias están silenciadas, puesto que se deben al propio rey de cada región. Esto es, hay un rey en Cambria y otro en Cumbria, y aun no es Uther. Ya habrá momento de presentar la candidatura oficialmente de Uther, y suele ser esta cosa más propicia con un preparado, numeroso y entusiasta ejercito detrás.
En lo referente a los sajones, la derrota y las bajas sufridas, se han traducido en una serie de guerras intestinas entre los diferentes clanes, que tratan de imponerse los unos a los otros.  Esto dará algo de paz a las tierras britanas, al menosde momento.

Conforme pasan los días en el castillo esperando a que el conde se pronuncie en sus encargos a mi primo y a mí para este año, mi impaciencia va en aumento. A menudo paseo arriba y abajo por corredores y salones, visito los establos y salgo con frecuencia a cabalgar. Los rumores acerca de los problemas del rey Uther en Cornualles con frecuencia ocupan mi mente en estos paseos. Daría cualquier cosa por poder servir al Rey de alguna ayuda con esos díscolos señores que disputan su hegemonía en aquellas tierras. Pero lo cierto es que soy consciente de mis evidentes pobres habilidades diplomáticas. Resoplo frustrado sólo con pensar lo mal que puedo llegar a pasarlo en una reunión social con todas esas normas de cortesía que hay que observar con tanto celo. Definitivamente me siento mucho más tranquilo entre soldados y gente poco taimada. La nobleza y sus encorsetadas costumbres aún se me atragantan en las grandes ocasiones. Desde luego he mejorado algo desde aquellas primeras ceremonias con mi añorado primo Cimrud. Pero es innegable que debo aplicarme en ello. Especialmente si aspiro a encontrar una esposa de buena cuna… así que a parte de las actividades que más me gustan, entre las que está frecuentar alguna taberna más de lo que debo aunque luego me pese en la conciencia, me esfuerzo por frecuentar las pequeñas reuniones que se producen en el castillo. Recepciones, comidas, y pequeños actos sociales. Intento tomar nota de los buenos usos y modales de quienes me parecen más versados, para lo que normalmente he de preguntar al bueno de Gwilherm sobre quien me aconseja como modelo. Y así paso mis días, intranquilo, pero al menos practicando las armas con buenos caballeros e intentando sacar provecho del contacto con gentes más educadas que yo.

Que extraño es el paso del tiempo, una persona puede cambiar notoriamente en el trascurso de un año. Y Gwilherm no era la excepción. Hacía poco años añoraba con estar donde ahora se encuentra. Rodeado de grandes señores, asistiendo a reuniones sobre el advenedir de la región y el país mismo.

Tras el agridulce suceso de su esposa, y tras pasar el invierno con su hijo, después de haber vivido y sobrevivido a su primera batalla importante. Todo ello, cambiaron su orden de prioridades.

Nunca fue bueno en las artes de la corte, y no hay día que no se maldiga por no haber hecho caso a las indicaciones de su padre. Pero el era un chiquillo que soñaba con vivir las narraciones de las viejas historias. Y ahora se veía encerrado en el destino que el mismo se había forjado.

Durante la estancia en Hertford, acudía puntual y rigurosamente a todas las asambleas, audiencias y recepciones en las que era convocado. Siempre manteniendo la compostura y participando cuando era estrictamente necesario. Al fin y al cabo, eran más un entrenamiento del que tenía que aprender. Su primo Walter, estaba con el y eso le reconfortaba. Salían casi a diario a cabalgar por las campiñas aledañas al castillo, pero ambos iban sumidos en sus pensamientos. Atrás quedaron las largas conversaciones a lomos de sus bestias. De vez en cuando, su primo le pedía consejo en el modo de actuar, y el no hacía mas que regurgitar como un niño que reza el Ave María, las enseñas que le inculcaron de niño. Y que fácil es decirlo, mas otra cosa es hacerlo.

Durante las juntas se hablaba de los reinos de Cumbia y Cambia, y la región de Cornualles. Todo ello, le llamó muchísimo la atención. Tanto, que tomó un libro de la biblioteca, un tomo de blasones y casas nobiliarias con el fin de conocer los grandes señores que allí regían. Quizás en un futuro les fuera de ayuda, aunque el estudio nunca fue se fuerte. 

A veces, durante la noche se sentía tentador en acompañar a Walter a las tabernas, pero sabía que alguien de su condición no debía regentar aquellos lugares. Por ello, delegaba en Sir Walter la tarea de vigilar que los nuevos reclutas y Sir Echen, no provocaran ninguna algarabía. Mas muchasnoches buscaba refugio y consejo en los aposentos de Sir Tarancus, se interesaba por su salud, y a la vez le ponía al día en lo sucedido en el día.

Sir Eccen, no parece amigo de protocolos ni cortesias, por lo q ue ha preferido cabalgar a su aire, y prestar atención presencial, o casi, a vuestro señorio.

Realmente, hubiese sido bien recibido en la corte con vosotros, pues las leyes de la hospitalidad lo exigen,pero el prefiere estar lejos de esos lios. ademas cerveza de barril, hay en má sitios. 

Tras los festines fuiste llamado a consultas por el conde Setzer. En la reunión, también se hallaban presentes, el castellano y el mariscal, consejeros habituales en tales reuniones.

Se os informa de una petición de tropas por parte del rey Uther. Sensible con la situación fronteriza del condado, ha eximido al conde de aportar caballeros. Eso sí, quiere, una aportación discreta pero capaz de soldadesca. Pide no menos de 50 soldados.

Además por  expresa y concreta petición  del príncipe Madoc, quiere que vosotros dos, sir Walter y sir Gwilherm, dirijáis la expedición.

Quedad tranquilos por las vuestras tierras pues no se prevé amenaza sajona, et muxo minus tan al de norte. Et si la hubiere el resto del condado protegería los vuestro, al igual modo y manera vuesas mercedes defienden a Hertford ante los Pendragon.

Escucho en silencio los temas tratados por el conde y Gwilherm desde un segundo plano. Esforzándome en no perder detalle. pero al recibir la noticia de que el mismísimo príncipe ha mostrado no sólo reconocer nuestro nombre sino incluso solicitar que seamos nosotros quienes encabecemos este destacamento para incorporarlo a sus fuerzas me hace sentir orgulloso. En un primer  momento el príncipe me había parecido menos impresionante que lo que pude atisbar del Rey Uther en la pequeña recepción que nos otorgó el año pasado.  Pero la deferencia a nosotros del hijo del Rey me hace verlo con mejores ojos. Espero que Gwilherm tome la decisión de cuales de nuestros soldados se van a unir a las tropas que el conde ordene enviar, pero debo morderme la lengua para no ser descortés expresando una opinión que los presentes no me han pedido. Me gusta sir Echen, hay muchas cosas en su carácter desenfadado que me hacen sentirme próximo a él. Me gustaría que nos acompañara, pero también encuentro apresuradas las palabras del conde sobre la seguridad de Malderoi. Muchos sajones se desbandaron tras la batalla de Chelmsford, la idea de que las escasas fuerzas de nuestra aldea se debiliten no me seduce en lo más mínimo.  Si el bueno de sir Echen se queda atrás tendríamos la tranquilidad de saber que un caballero instruido en la batalla guarda nuestra casa y seres queridos. Cherhan, Anther, Dix y Bully han demostrado ser leales y capaces, pero están lejos de ser comparables a un caballero. Si pudiese dar mi consejo a Gwilherm sin parecer insolente le diría que nos lleváramos con nosotros algunas de las nuevas incorporaciones a nuestras tropas. Intuyo que se trata de la reunión de tropas para respaldar la negociación de Uther en aquellas tierras y que probablemente no tenga lugar una batalla real. Muchos hombres murieron hace unos meses, y la sed de sangre de los hombres de estas tierras deberían estar colmadas por un tiempo. Sería una buena forma de tomar la medida a estos nuevos soldados y curtirlos un poco sin exponerlos a un gran riesgo, al menos por ahora.

Pero está claro que sólo es mi opinión, Gwilherm sabe más que yo de estas cosas. Confío en que sabrá satisfacer lo que se espera de nosotros sin poner en riesgo las gentes de su heredad.

La reunión trascurre tranquila y desenfadada, las palabras del Conde trasmiten tranquilidad pero en la mente de Gwilherm siempre espera lo peor.

Era todo un alago y un honor, para alguien como Sir Gwilherm y Sir Walter, que el mismísimo Príncipe requiriera sus servicios. Sin duda hicieron bien su trabajo el año pasado. Pero seguro que ello, ha provocado la envidia en otros señores. Y la envidia es un pecado que se contagia como la peste.

_ El príncipe contará con sus fieles vasallos y el condado contará con no menos de 10 hombres, contándonos a mi primo y a un servidor._ Soltó firme y solemne. 

De soslayo podía observar como Walter se mordía la lengua para no hablar sin que fuese preguntado. Sin duda había madurado, había calmado su ímpetu, su fuego interno que en otras ocasiones le ha salvado el pellejo.

No era una decisión que hubiera que tomarse a la ligera. Si el conde Setzer tenía razón, la mera presencia del destacamento aplacaría los ánimos de nuestros vecinos de Cornualles. Más seguro que ellos ya habrán anticipado la respuesta que obtendrían de la familia real, y es posible que tengan alguna daga oculta bajo la manga.

Por todo ello, no mandaría sólo a los recién incorporados además, nuestros aliados podría tomarse como una ofensa o falta de compromiso aparecer con una soldadesca inexperta. Pero sobretodo, lo que más le preocupaba era que hacer con el caballero recién incorporado. Sir Echen, aún no había demostrado su lealtad más allá de la que proporciona una paga y una cama caliente. Confiar su familia, sus gentes y sus tierras a un soldado veterano que ha trabajado para tantas casas hacía que creciera cierto recelo en el Señor de Malderoi. ¿Por qué nunca se estableció en ningún señorío? ¿no es demasiado mayor para seguir conociendo tierras o es que su sed de sangre aún no se ha saciado? Éstas y muchas preguntas más inundaban la mente del joven señor. Sin duda, tendría que consultarlo con su primo de regreso a casa.

Tras dejar solucionado el tema de las tropas, el conde toca otro tema radicalmente distinto.

Ya pasado el vuestro luto, que desde acá también dolionos, sir Gwilherm, tempus est de pensar en casamientos o no. Id pensando o no  en buscar muier casadera.

El conde aún no conoce dama que aporte gloria y L, pero promete estar pendiente del asunto. Tampoco aportan alternativa casadera ni el mariscal ni el castellano, aunque ambos poseen criadas en edad de preñamiento.

Advierto que el conde pasa totalmente por alto la posibilidad que de que yo despose a alguna buena pretendiente. A fin de cuentas lo entiendo. Mi situación no es la de mi primo, poco tengo que ofrecer yo para que un noble me conceda una de sus hijas. Pero tampoco envidio la situación de Gwilherm. A su viudedad se suma la falta de heredero varón, lo cual, dado el peligro que nuestra vida acompaña, es un riesgo para la continuidad de su linaje. En fin, suspiro pensando en una futura oportunidad de adquirir nombramientos que me otorguen la atención de una dama. Sin embargo, aún queda algo del joven romántico que escuchaba a los juglares en el salón de mi padre, allá en Lickey Hill. Y no sería imposible que sea mi corazón el que se prende de una doncella cualquier día de éstos. No sé si sería mejor que no fuese de alta alcurnia, pero espero que sea tan bella que merezca la pane la renuncia a posiciones o haciendas de ser plebella sin más... Devuelvo mi atención a la conversación, a ver qué tal sale del lance mi casadero primo.

Estaba Sir Gwilherm absorto en las tropas que elegiría, cuando el Conde le suelta unas propuestas de matrimonio. En verdad, que no había pensado en ello, había trascurrido un año desde el fallecimiento de su esposa. Aquél fue un también una unión pactada, pero como en las novelas que suelen leer las damas en la corte, entre ellos surgió el amor. Algo inesperado en inicio para el joven caballero, pero que pronto ardió con fuerza en su interior. Y tras su marcha, no había imaginado una vida que no fuese con junto a ella.

Así, mientras repasaba mentalmente, elegir aquellos soldados sin familia o aquellos que ya contaran con descendencia varón, le mostraron las propuestas. No es que fuera Gwilherm un hombre ambicioso, pues aún siendo el hijo de un señor, él se había ganado todo lo que poseía. Pero la idea de tomar nupcias junto a una de las sirvientas del su señor no le hacía la menor gracia.

_ Agradezco su preocupación y la oferta, mi Lord. Mas antes, hay deberes que apremian en Malderoi. Pues como sabrá tengo un hijo al que presentar a Dios como uno de sus fieles, un soldado más en las filas de la fe cristiana. _

No pudo enmascarar del todo sus sentimientos, pero debía declinar la oferta de la mejor manera.

_ Tras cumplir con las órdenes del príncipe Madoc y una vez, mi vástago sea bautizado, me prestaré a conocer doncellas. Después de todo, ¡¿qué es un señorío sin una dama?!_ Zanjó, mostrando una gran sonrisa.

En verdad, a quién hay que buscar esposa es a Walter. Debe dejar ya la vida de cortejar camareras y asentar la cabeza. Y si viene con dote, pues mucho mejor. Sentiría perderle de mi lado. Pero con tierras, se convertiría en un aliando importante. Quizás el único en el que podría confiar.