Partida Rol por web

-Claro... Dijo cuando le pidió por favor que la llamaran Mamma. - Mi nombre es Luca. La siguió desde atrás todo el trayecto, agradeciendo con una leve sonrisa y gesto el que le abriera la puerta para dejarle pasar al interior del restaurante. 

-Hmh... Gracias por todo esto... Dijo antes de conocer a Tatiana a quien no supo como abordar en absoluto así que sencillamente decidió saludar y presentarse mientras se quitaba el abrigo, sacando la cucharita de este y metiéndosela en el bolsillo para mantenerla con el. -Encantado señora... Mi nombre es Luca. En voz baja entonces habló, realmente sin quererlo pues era algo que solo debía pensar, no decir. -No debe ser más difícil que las mézclas bioquímicas... Se había puesto ya el delantal cuando llegó Mamma con las tazas, ofreciéndole el chcolate al cual miró con cierta nostalgia y sonriendo tímidamente. - Gracias.

Sopló un poco el chocolate escuchando a Tatiana quejarse y a Mamma justificarla, no parecía que le afectara en absoluto nada de lo que ocurriera y asintió. - No es problema, soy el intruso aquí. Después de decir eso dio un pequeño sorbo y se fue de nuevo a por su chaqueta, suspirando algo pesadamente por tener que volver al exterior tan pronto, pero no le quedaba de otra así que se abrigó bien, lo colocó todo, tomó de la mesa el botiquín y en la otra mano la taza de chocolate que ya se iría bebiendo poco a poco por el camino. 

-Descuide... Intentaré no tardar. Hizo un gesto de despedida con la cabeza al salir y cerró rápido para que no entrara mucho frío en el restaurante antes de ir en dirección a la Suite, por suerte recordaba bien el plano que había visto en recepción. Por el camino soplaba e iba dándole sorbitos a su chocolate. 

Matt se había quedado bastante traspuesto mirando fijamente a la joven rubia que había encargado al viejales, y en sus formas y actitudes le recordó a Klara, a quién en cierta medida estaba echando de menos. Sentía que haber salido con el grupo, dejándola a ella fuera de la ecuación e incluyendo a Lys, para tocar en bolos y ver si era notable la diferencia entre ambas, sin darle una respuesta definitiva en cuanto a su posicionamiento era un error. Consideró entonces buscar un momento para llamarla en cuanto tuviese oportunidad, pero la situación merecía que pusiese sus sentidos en funcionamiento y no tardó en centrarse y seguir a Para, quién ya avanzaba unos pasos por delante siguiendo aquel rastro de sangre. ¿A quién o qué pertenecería y desde cuándo estaba allí?

Tras avanzar y rodear aquellos cubículos prefabricados, que no tardó en percatarse que pertenecían al staff del motel, finalmente dieron con el orígen del rastro. Un tipo desconocido se estaba desangrándose por momentos y su vida pendía de un hilo, por lo que si no actuaban con presteza, el joven acabaría siendo un fiambre en la nieve.

- ¡Ostia, este tío está gravemente herido! - gritó Matt sorprendido por el recién descubrimiento. Uff, no soy un entendido y solo puedo practicarle unos improvisados primeros auxilios, pero si no hacemos nada no saldrá de ésta. Yo me hago cargo, Lars. Tú ves corriendo y llama con urgencia a alguien del personal y traed un médico ¡Corre!

Y sin pensárselo dos veces, Matt se dispuso a comprobar la gravedad de la herida, los signos vitales del sujeto y una forma de contener la hemorragia. Debía taponar la herida de inmediato para detener el sangrado, eso lo primero, y buscar un lugar más seguro y alejado de las inclemencias climáticas donde tratar la herida con mayor eficacia.

- ¡Ey, reacciona! Vas a salir de ésta, estoy aquí contigo, ¿vale?. ¿Puedes decirme cómo te llamas? ¿Cómo te has hecho esa herida en el costado? - Le fue expresando con determinación, tratando de mantenerlo consciente y aletándole a hablar, transmitiéndole calma y su ayuda. Voy a taponar la herida mientras y ya verás que en breves vendrá algún médico para ayudarnos. No estás solo, tío. Aguanta.

La ducha me dio una nueva perspectiva de la habitación. 

Salí con el pelo mojado y una toalla a la cintura. Mientras no paraba de frotármelo, intentando que se secara cuanto antes, una sensación de confort, tal vez cerrada por el calor que se iba formando en la habitación, me hizo reparar en que aquel sitio no estaba tan mal como, en un principio, cabía esperar.

Busqué mi teléfono móvil en los bolsillo de mi abrigo; luego me dirigí a mi exigüa maleta (no había planeado paradas en aquel viaje), busqué el cargador y lo puse a cargar.

Aproveché para abrir un pequeño bolsillo bien disimulado: siempre llevaba una pequeña pistola por si las moscas. Comprobé que estuviera en buen estado y cargada. Había tenido malas experiencias ene l pasado y, aunque solo había tenido que usarla una vez, me había sacado de más de un aprieto.

Junto a la pistola guardaba un buen fajo de billetes. "Nunca, nunca, viajes solo", me había dicho mi padre una y otra vez. Pronto comprendí el sentido de sus palabras.

Busqué mi billetera en el abrigo: tarjetas en su sitio. Cambié su ubicación a mi pantalón, bolsillo trasero.

El ruido de unos pasos me distrajo. Por un segundo creí que había alguien en la habitación, pero fue fácil comprobar que me había equivocado. No obstante, corrí a asegurarme que el doble pestillo de entrada a la habitación estaba echado.

Por las ventanas se colaba algo de aire... Cómo no? - pensé. Pero estaban igualmente cerradas.

La cabeza había dejado de dolerme, sin embargo, desprendía, aún, alguna que otra gota de sangre. Eso me hizo recordar que habían quedado en enviarme a alguien para echarle un ojo y que una botella debía de llegar lo antes posible.

Estaría bien que me la trajera la rubia esa... ¿Lys, habia dicho? Estaba bastante buena.

Con una sonrisa me tumbé en la cama, era relativamente cómoda, y encendí la tele, mientras mi vista se desviaba a las llaves del coche sobre la cómoda. Esperaba poder arreglarlo pronto y salir de aquella mierda de lugar. En el manojo tenía también las llaves de mi apartamento en la capital. No me lo había montado nada mal. Era un sitio céntrico y bien acomodado; lo echaba de menos.

- Vale... vale, vale... - No se muy bien como reaccionar, me ha pillado la situación completamente "desarmado", pero claro... no es algo que puedas prever precisamente - Te lo dejo a tí Matt, ahora vuelvo! - Dejo a Matt con mi sudadera ya empapada de la sangre de ése pobre hombre y me voy corriendo a por ayuda a recepción. Espero que el baboso del encargado pueda ayudar.

No participar en la conversación pareció ser su mejor acción en aquel momento, ya que la mujer le había pillado por sorpresa. ¿Cómo había sabido siquiera quién era? No es como si hubiera frenado o si el tiempo se prestara a ver perfectamente las caras. Quizá, barajó, si no se daba por entendido asumiera que no sabía nada de eso...

-Humpf.

Agarró la maleta grande que Lars había soltado, con una cierta prisa que desde luego no se había dado en contestar a la mujer que le había interpelado ahí fuera, y se agitó los copos de nieve que le caían en el traje.

-Buenas noches. 

Debería de haber entrado, incluso con el frío que hacía, pero se quedó con ahora una maleta en cada mano, mirando al corrillo con algo de distancia y dirigiéndole una mirada a Vera. Dos que hablaban en susurros, un accidentado en medio del motel... aquello cada vez tenía peor pinta. Pero no hizo ademán de seguirla, quizá porque la mujer parecía profesional o porque él tenía sesenta años y llevaba una maleta en cada mano.

-Quizá sea mejor que entremos, tiene usted razón. Después de usted.

Entrar en aquel sitio y tratar de desentenderse de la noche le parecía una idea cada vez más tentadora, después del coche estrellado, la tormenta, la pérdida de la situación y que el servicio le hubiera increpado de tan malos modos.
 

No tenía ni idea qué estaba pasando, pero Melissa empezaba a estar harta de aquella situación. Agradeció en silencio el gesto de la muchacha que había ayudado pero sin dejar de fruncir el ceño, pues de buena educación y si de verdad formaba parte del servicio del  hotel, lo lógico hubiera sido que la hubiera ayudado con su maleta.

Aparte del frío que tenía y de la urgente necesidad de tomarse una copa, Melissa notaba como poco a poco empezaba a enfadarse, no sólo porque nadie parecía reconocerla, algo que cualquier punto de vista que se mirara era inaudito, sino que nadie parecía estar dispuesto a ayudarla con su equipaje que, aunque no fuera demasiado ni muy pesado, ella no dejaba de ser una dama y no tenía porqué rebajarse a un trabajo inferior.

Murmurando su molestia por lo bajo y saludando a la mujer que había salido del hotel con un simple gesto de cabeza, cogió su maleta dispuesta a entrar de una vez en el hotel. Por su parte no tenía pensado congelarse de frío allí fuera y lo que tuvieran pensado hacer los demás era asunto suyo.

—Gracias —contestó al hombre que, a pesar de no haber demostrado en ningún momento caballerosidad, por lo menos le cedía el paso. Todo un detalle.

Procurando no resbalar en la nieve, Melissa se dirigió a la puerta del hotel pensando ya en la copa que tenía pensado tomar. Sólo esperaba que la chica hiciera su trabajo y hablara bien de ella, qué menos que tener la mejor habitación del hotel.

Al descolgar el teléfono creyó escuchar una respiración entrecortada y algún murmullo, reconociendo inmediatamente los gruñidos de Lys que rápidamente fueron acallados por el distorsionado eco al otro lado de la línea. No parecía responder nadie, tampoco que hubiera ninguna muestra de que alguien realmente estuviera en llamada… al menos hasta que escuchó música.

No reconocía la canción ni el instrumento, pero escuchó una melodía y más bajo el sonido de muelles o teclas, sin saber exactamente a qué se refería. La canción duró apenas un minuto antes de detenerse en una nota alargada que descendía el volumen lentamente hasta apagarse.

¡Gloria a Jesús! ¡Larga vida para Juana de Arco! – Era una voz masculina con tonalidad grave y rota, intimidante, antes de colgar el teléfono y dejar a Marco únicamente con una extraña sensación de malestar en su interior.

Greg asintió ante la resolución de Theresa y echando un reojo a la puerta del baño al creer escuchar ruido, pero sólo era el sonido de la cisterna. La puerta seguía totalmente cerrada.

Un disparo en el pecho, con silenciador.- Aclaró el procedimiento, levantando un poco la gruesa chaqueta que tenía para enseñarle el culata de su arma. Siendo su guardaespaldas, era normal que tuviera un arma con él aunque estaba completamente segura de que no era suya.- Le cazaron cuando se dirigía al edificio auxiliar, para reunirse en la habitación de unos trabajadores. Le dejaron ahí tirado al escuchar ruido por los alrededores, pero el hombre no parecía responder. Si mis cálculos no fallan, si no ha muerto por desangrado la tormenta se habrá encargado de que sea por hipotermia.- Hablaba todo el rato en voz baja, pendiente de cualquier sonido de los pasillos como si temieran que pudieran espiarles, incluso en alguna ocasión detuvo la conversación para esperar a que el huésped terminara de andar por el rellano. En cualquier caso volvió a cerrarse la chaqueta, ocultando así el arma y prueba del delito.- Me dio la pistola para que eliminara las pruebas. Iba a enterrarla en la parte trasera del motel, donde nadie pueda encontrarla.

Teniendo en cuenta el cálido ambiente que había en la cocina por la calefacción y las ollas puestas en el fuego, sumado a la taza caliente de chocolate, el hecho de volver a abrir las puertas fue un golpe de aire frío directo. El viento parecía más agresivo, tanto que creía que le estuvieran cortando con pequeñas cuchillas las mejillas aunque no hubiera ninguna herida, sólo el rastro helado de perlas nevadas.

Por suerte había memorizado el camino y gracias a los diversos accesos que había por el motel, no tuvo que hacer un recorrido demasiado largo. Prácticamente nada más salir del restaurante, a su izquierda vería unas escaleras donde los escalones eran un cúmulo de nieve con huellas de pisadas en ambas direcciones, aunque la mayoría tapadas con más nieve. Tuvo que tener cuidado para no resbalarse, subiendo a velocidad bastante reducida y pendiente de agarrarse a la congelada barandilla con una mano al tener la otra ocupada por el pequeño botiquín.

No tardó demasiado en llegar al segundo piso, teniendo unas vistas nevadas y en otra ocasión bonita del patio. La nieve cubría todo y la piscina, en el centro del escenario, servía como cúspide.

Para llegar a la suite Lucrecia tuvo que bordear todas las escaleras aunque, gracias al techado, esa zona no estaba demasiada congelada por lo que podía caminar sin problema. Para llegar hasta allí pasó por varias habitaciones, todas cerradas y con un letrero con un número como su propia habitación, aunque al llegar a la zona de las suite notó ligeramente un cambio. Para empezar el suelo había sido barrido, al menos la nieve no se había acumulado tanto, y las puertas tenían mejor acabado. Además, el cartel en vez de tener números, tenían un nombre.

Primero pasó por la suite de “Cleopatra”, donde podía escuchar sonido en su interior, alguien que había ocupado la habitación y estaría posiblemente disfrutando de los lujos que tenía.

La siguiente habitación era “Nero”, donde sonidos de golpes, como si alguien intentara colgar un cuadro con un martillo, resonaba por el lugar. Los martilleos continuaban a un ritmo que parecía idéntico, como si estuviera tocando una melodía de percusión.

Por último estaba la suite “Lucrecia”. En esta había más ruido en su interior que en las otras, desde movimiento, hasta agua y terminando por la distorsión de algún aparato electrónico. Era en ese lugar donde tenía que entregar el botiquín, así que nada más llamar sólo tenía que esperar a que el inquilino saliera.

El baño había sido reparador. Tras el accidente, el aire frío había entumecido los huesos y congelado las extremidades, creyendo que estaba siendo cortado por cientos de pequeñas cuchillas aunque en realidad no hubiera heridas en su piel, sólo rastro de perlas nevadas. Aparte, había logrado quitarse el rastro de sangre aunque todavía seguía emanando al no haber sido curada, nada grave, recordando que en alguna ocasión había visto en alguna película o comentado algún amigo en una fiesta que la zona del rostro era la que más sangraba, aunque fuera un minúsculo corte.

Tras comprobar todo su inventario y perderse en sus recuerdos, decidió descansar en la cama notando los mullidos muelles bajo su peso. Claramente no era el colchón más cómodo que había probado pero bastante pasable para un motel cutre de carretera que parecía caerse a cachos, más teniendo en cuenta el precio a la que la había adquirido. En cualquier caso al coger el mando a distancia y poner la televisión, comprobó que no funcionaba ningún canal mostrando en todos las franjas grises típicas de pérdida de señal con el molesto sonido distorsionado, el mismo que se escuchaba de la habitación de al lado.

Parecía que ambos, su vecino y él, se habían encontrado con el impedimento de no tener televisión aunque, el caso del huésped de la habitación Nero, parecía haber encontrado otra cosa que hacer.

Varios golpes a la pared hicieron que retumbara brevemente, casi imperceptible, su cama. Parecía que estuviera golpeando el cemento con algún tipo de utensilio, como si quisiera colgar un cuadro a esas horas de la noche sin importarle molestar al resto de habitaciones. Aparte no parecía haber tenido intención de apagar la televisión, puesto que todavía podía escucharse la misma interferencia que él mismo sufría.

Entre ese cúmulo de ruidos pudo escuchar la de su puerta, dos ligeros golpes que le hizo entender que había alguien al otro lado, ¿sería la persona que pidió? Al levantarse y mirar por la mirilla, vio un rostro que no le sonó familiar con un botiquín pequeño en sus manos.

Al abrir la puerta para hacer callar al niño volvió a sentir un fuerte golpe de aire frío. El viento parecía más agresivo, tanto que creía que le estuvieran cortando con pequeñas cuchillas las mejillas aunque no hubiera ninguna herida, sólo el rastro helado de perlas nevadas. Gritó hasta sin quedarse sin pulmones uniéndose al murmullo del viento, pareciendo más un gruñido del yeti de las nieves que de una discreta diva. Puede que fuera esa furia de recordar su pasado lo que hizo descontrolarse, pero al pisar la nieve tuvo un serio resbalón que la hizo caer de culo al suelo, notando un severo dolor en la pierna derecha aunque, por suerte, no creyó escuchar o sentir ningún “crack”.

Incluso el propio reverendo parecía sorprendido con la situación, sin saber si debía desvestirse o salir corriendo de ahí sin mirar atrás aprovechando que había caído, taponando la salida. Parece que tuvo una ardua pelea consigo mismo, puesto que al comprobar que no podía salir decidió ayudarla, terminando de beberse la copa de un único trago y echándose otra al saber que le haría falta antes de colocarse a su lado, intentando levantarla con esfuerzo.

Por su parte el niño no parecía tener intención de callarse, habiéndose asustado del terrible grito. Sus padres intentaban calmarlo pero sus gritos resonaban por todos lados, callando las voces de los padres y provocando a Felony un terrible dolor de cabeza.

¿Estás bien querida? ¿Te hiciste daño? – Miró preocupado a Felony mientras se reincorporaba o arrastraba.- ¿Quieres que llame a recepción? Puede que tengan algún enfermero o así trabajando aquí, para emergencias.- Desvió la mirada hacia el conducto, donde parecía que de la nada el niño se había callado, el bebé y sus padres. No se escuchaba absolutamente nada al otro lado.

Sin embargo Felony se percató de que una de las habitaciones se había abierto, una bastante cercada un par de puertas a distancia, dejando paso a la muchacha que había tonteado anteriormente con el hombre mayor y que, ahora, miraba la escena con curiosidad.

Alarmado por la situación, Lars decide poner pies en polvorosa dejándote una chaqueta manchada de sangre para que puedas taponar la herida mientras él corría dirección a recepción, dispuesto a pedir ayuda.

El tiempo apremiaba y no era para menos, puesto que el hombre respiraba con bastante dificultad y su respiración cada vez era más entrecortada, costándole incluso mantener los ojos abiertos. La tormenta claramente no ayudaba a la situación, golpeando con más fuerza a ambos hombres.

Por suerte Matt estaba ahí y parecía que sus días de concierto habían servido de algo. Era normal que los grupos de música, más aun si contamos en bebedores y fumadores compulsivos, se metían en varias peleas donde un par de golpes era el menor de sus problemas. Recordaba atender a sus compañeros cuando tenían un hombro dislocado o curar una herida de puñetazo en la mejilla, algo que no tenía ni punto de comparación con la gravedad de ahora pero que le servía para tener conocimientos mínimos de qué hacer.

Se agachó a su lado y usó la chaqueta de Lars para taponar la herida mientras intentaba espabilar al hombre, quien pareció reaccionar a la voz del chico aunque, al poder abrir los ojos más de unos segundos, rápidamente la mano que estaba en su costado fue directa a la del chico.

N-no, no aviséis….- Su voz era un hilo grave al que le costaba mantener el volumen, apagándose lentamente. Sin embargo podía notar que todavía emanaba vida de él, ya fuera por cómo se negaba a morir ahí perdido en mitad de la nada o el agarre fuerte a su muñeca, sintiendo la fuerza de aquél tipo y su mano temblando, dejándole un rastro de dedos ensangrentados a su paso.- Han sido ellos. Te matarán si me… te matarán chico.- Volvió a toser antes de ladear el cuerpo con intención de levantarse, aunque no pudiera al estar gravemente herido. Apenas tenía fuerzas ni de mantener los ojos abiertos.- Debemos… debemos escondernos. Antes de que vuelvan.

Teniendo en cuenta el cálido ambiente que había en la habitación al estar cerrada y la ducha de agua caliente, el hecho de volver a abrir las puertas fue un golpe de aire frío directo. El viento parecía más agresivo, tanto que creía que le estuvieran cortando con pequeñas cuchillas las mejillas aunque no hubiera ninguna herida, sólo el rastro helado de perlas nevadas.

Pero Catherine tenía la imperativa necesidad de reconocer el terreno y saber dónde podía robar una buena pieza, saliendo al nevado exterior. Lo primero que escuchó fue un grito proveniente por una habitación a su izquierda, uno cargado de rabia y para nada refinado:

¡¡Que se calle!! ¡¡Que alguien calle a ese pequeño monstruo!! ¡¡Algunos intentamos descansar!!

Al girarse pudo ver una variopinta escena, donde la extraña mujer gritaba a pleno pulmón con la puerta abierta sin saber a quién iba dirigido para que, acto después, cayera de culo por culpa de la nieve. Detrás suya apareció un reverendo, quien preocupado le dedicó unas palabras e intentó ayudarla a reincorporarse.

Aparte de esa variopinta escena sacada de un recorte de cómic en el periódico, si se fijaba al fondo del motel vería unas dobles puertas con el cartel de “Restaurant” brillando con luces de neón, aunque algunas estaban apagadas. De él salía Luca, quien parecía no haberse percatado de la presencia de la chica ya que caminó directamente a las escaleras laterales para irse al piso superior, perdiéndose de su vista.

Vera decidió irse por su lado, puede que para coger un poco de calor en el coche o para descansar por el exceso de información y personas que había en un supuesto motel cutre de carretera. La tormenta, por su lado, parecía cobrar fuerza a medida que el tiempo pasaba, siendo el viento más agresivo y notando en sus mejillas como si la cortaran con pequeñas cuchillas aunque no hubiera heridas, sólo un rastro de perlados copos de nieve.

Mientras se dirigía a su coche comprobó que las otras dos personas, Marc y Melissa, decidían entrar a la recepción cargados con sus maletas. Pero no eran los únicos que iban en esa dirección, puesto que uno de los chicos que había visto salir momentos antes ahora corría lo más rápido que sus pies le permitían, creyendo incluso en algún momento que iba a caerse sobre la nieve, pero sin detenerse. Había alarma y miedo en su rostro, perdiéndose al abrir la puerta con fuerza e internándose en recepción sin tomarse la molestia siquiera de cerrarla después.

Por su lado Vera tenía el coche todavía en la puerta. No molestaba a los posibles nuevos clientes, pero tenían que rodearla para entrar por las puertas. Aparte, el coche de Marc había sido aparcado en el parking una vez tuvo la suficiente gasolina como para arrancar, por lo que podía ponerse en marcha si quería.

Cargados con la maleta, ambos decidieron internarse en recepción mientras que una silenciosa Vera se dirigía a su coche, dispuesta a aparcarlo por fin bien para no acortar más la entrada en caso de que alguien quisiera visitar el motel aunque, teniendo en cuenta que la tormenta parecía cada vez más agresiva, dudaba siquiera que hubiera algún loco a estas horas por la calle sin refugio.

Al entrar encontraron una pequeña recepción donde apenas cabrían más de diez personas esperando aunque, en esos momentos, sólo se encontraban dos.

En el mostrador había un hombre de avanzada edad y aspecto enfadado, dándole una larga calada a su cigarro e inundando el pequeño espacio de humo. Al otro lado, aguantando una puerta que conduciría a las habitaciones, la chica rubia que se habían encontrado.

Te he dicho mil veces que dejes a esa rata de Luke. Es un pícaro de playa, se tira todo el día conspirando y fumando crack, ¿crees que te va a ayudar con su sueldo de cajero? – La señaló con el dedo mientras la regañaba, aunque parecía más un padre preocupado por su hija que un jefe echándole la bronca a una empleada.- No pierdas el tiempo, y tampoco me lo hagas perder a mí.- Se llevó el cigarro en los labios para sostenerlo mientras sacaba de uno de los cajones unas llaves, tirándoselas para que las cogiera al vuelo.- y ahora a trabajar. Will te lleva buscando un buen rato.

Que ya lo sé, joder.- Se disculpó, o lo intentó, mientras bufaba con el rostro mirando al techo, como si no hubiera sido la primera vez que tenían esa conversación.- No me des la chapa tú también.- Ambos se giraron cuando la puerta se abrió, mirando a ambos.

Por su parte, Annette le echó una rápida mirada a Marc antes de soltar un largo suspiro, mientras que Calvin parecía mirar fijamente sin ningún tipo de reparo a Melissa.

Nos vemos luego. Saluda a la cría de mi parte aunque luego la veré.- Se despidió rápidamente antes de salir de la recepción, saliendo por una puerta contraria a la entrada que conducía a un pequeño pasillo, dejándoos solos.

Una vez se despidió Annette y acordándose que era la “cara pública” del negocio, el hombre apagó la colilla en un cenicero de barro con un lateral roto que tenía al lado del ordenador antes de mover la mano en el aire para agitar el humo, intentando que se fuera rápido.

Definitivamente este mes cobro bien.- Sonrió a los presentes, todavía sentado en una silla de recepción aunque siguiera más pendiente de Melissa que del propio Marc.- Seré breve, pueden dejar las maletas si quieren… por ahí.- Señaló a algún punto de la recepción donde había dos pequeños sillones de colores con quemaduras de cigarro.- Bienvenidos a mi hotel, soy el dueño de esta maravilla. Están ocupadas las 101, 102, 108, 200, 209, 300, 301, 302, 304, 503, 504, 114, 216, 219, 310 y 317. Aparte, de las suites también están ocupadas Lucretia, Cleopatra y Pink, ¿cuál os interesa? – Sacó una libreta donde parecía tener apuntadas las habitaciones ocupadas y sobrantes para dejarla sobre el mostrador junto a un bolígrafo azul, esperando a que se decidieran. Sin embargo, mientras esperaba, optó por sacarse una duda que tenía preguntándole directamente a Melissa.- Perdona pero creo que te he visto en algún lado… ¿es la primera vez que vienes?

Antes de que pudiera responder, la puerta de la recepción se abrió prácticamente de un manotazo fuerte, dejando paso a uno de los chicos que habían visto.