"Sin dubda", contesta Millán. "El rey es listo et sabe que su hermano don Fadrique, anque otrora fuese su enemigo, cuenta con grand poderío militar. Et para vencer a un noble de la talla de Alburquerque, non se puede uno andar con remilgos. ¿Vamos, pues, a la posada?", insiste.
-Tan sólo intentaba hacer más liviano el camino manteniendo conversación interesante con vos, Padre.- Dice Roger sin dejar de mantener el paso que marca Padre Millán, camino a la posada.
—Perdóneme voace, padre Millán, pero me asalta la curiosidad y si no lo pregunto ahora luego el mal curioso me carcomerá sin remedio. ¿Cuál es el motivo que lleva al rey a movilizar a tan válidos guerreros contra el que fuera su valido? ¿Acaso hizo algo que le importunara?
Mientras habla Ventura mantiene el paso que marca el fraile siempre a su par, sin perder la vista al frente pero tampoco al fraile. Y no es que desconfíe de él, más bien es que quiere transmitirle al fraile un sensación de interés por si otrora necesitara de sus servicios.
"Ah, maese Ventura", contesta Millán, "proprio de reyes es dar con una mano lo que quitan con la otra. Es la estoria de siempre: un noble se encumbra con las mercedes de su rey, al poco cambia aqueste el su parescer et quiere movellas a otro, mas fizo tan poderoso al primero que agora non puede doblegalle. Todo es debido a la mudable voluntat del rey; cualquiere cosa que se diga de más, forraje es."
Finalmente, llegáis a la posada señalada por Millán. Se trata de un edificio de madera con dos plantas, que al menos desde fuera parece más pequeño de lo normal para este tipo de locales. Solo una ancha puerta de una sola hoja, entrecerrada, se abre en la fachada. A su lado hay un pequeño establo que hace esquina, con el techo de paja y la puerta atrancada por fuera.
"Aguardad", os pide Millán, "avisaré al dueño. ¡Zagal!", grita, adentrándose en la oscuridad tras abrir algo más la puerta. "¡Posada para viajeros cansados, vos requiero!", se oye su voz desde el interior. Al instante, regresa con un mozalbete, que se acerca a las monturas. "Entrad", dice Millán, "aqueste mozo cuidará de las bestias. ¡Llévalas al establo!", le ordena, y se queda al lado de la puerta entrabierta, esperando a que entréis.
Ventura se encoge de hombros y pronto se dirige al interior de la posada.
—Valga pues la voluntad del rey, dícese —argumentó mientras entraba en la posada.
simplicio con voz recia le dice al tabernero:
- Maese tabernero ante vos se alzan cuatro hombres necesitados de acomodo. Fuera hay 2 bestias mas, esas son de cuatro apatas. Todos queremos pasar la noche bajo techo, los de fuera ya sabrá donde ponerlos. Nos queremos, una habitación donde podamos yacer los 4 solos, que si juntos pero no revueltos, y asin poder dejar en ellas mis aperos y tesoros que ni son plata ni oros, salvo para el aquel que en el el descubierto los necesitase, que una antorcha es más valiosa en la noche que el cofre de oro de un moro. Vos dirá si encuentra acomodo para nos, y si el precio nos plaxe díganos la dirección, y si no nos plaxe aquí gloria y todos con Dios.
simplicio le dice al monje:
- gracias monseñor por aquesta posada, perdonarme si soy parco en palabras, pero el jambre es grande. Dispenseme pues, si paso adentro, pues si las tripas suenan, las palabras sobran.
... y Simplicio pasa dentro del establecimiento dejando de lado al monje y a su s compañeros rezagados. Me temo que a otro le tocara despedirle o invitarle.
Roger da un maravedí a Millán mientras dice. -Gracias Padre.Y siguiendo la indicación de Millán entra al local.
—Que si es parco en palabras dice... —pienso al oir hablar a Simplicio— No sé si en el campo no diría ni palabra, y ahora aprovecha y las suelta todas de golpe. No quiero ni pensar que será para este hombre hablar...
No puedo evitar pensar sobre las palabras que acaba de decir el pardo, pero eso no es lo que nos atañe ahora. Con suerte el monje se marchará, y nos dejará tranquilos.
La gente del clero no es que me caiga mal, pero por su culpa no he podido sacarme unos maravedíes para poder pagar el hospicio de esta noche. Espero que al menos, tengamos suerte y Fray Millan nos haya recomendado buen lugar. En cuanto se marche y tengamos un lecho tendré que ir a dar un paseo por el mercado.
—Gracias por todo, fray Millán. Es posible que nos crucemos por el lugar... —Y diciendo esto, me adentro en el interior de la posada. No quiero que vuelva a interrogarme sobre a qué dedicaré el tiempo que esté en este sitio.
Millán observa cómo pasa Ventura en primer lugar, seguido de Simplicio, que se excusa por el hambre. "Passad sin demora, amigo lancero", le dice, frotándose las manos, con una sonrisa de oreja a oreja, y a continuación toma el maravedí de Roger, bajando la cabeza en señal de agradecimiento. "Dios vos lo pague." Por último, pasa Ruperto, diciéndole que tal vez se crucen de nuevo. "Id con Dios."
Sustraído un maravedí a la bolsa de Roger.
El interior está más oscuro que la boca de un lobo. Simplicio entra pidiendo estancia, pero al momento siente como si le estuviera hablando a la pared. En cuanto entra Ruperto, la puerta se cierra detrás de vosotros y os quedáis en la más absoluta oscuridad...
Roger hace un paso para atrás inmediatamente intentando tocar pared con su espalda y mientras tanto echa mano de su Coltell como un rayo (sin desenfundarla de momento) en espera de ver qué diablos está pasando.
Rápidamente, echo mano a la puerta por la que he salido. Parece que el monje nos la ha jugado.
Morapio, otra vez me fiaré más de la intuición de Ruperto, parece que tu reparo inicial con Millán tenía toda la razón de ser... a ver que collons pasa ahora.
Cuando das el paso hacia atrás, tropiezas con algo y caes, soltando la lanza de Simplicio, que llevabas agarrada.
De repente, algo te cae en el hombro. Parece como un palo alargado, pero no te ha hecho daño.
En medio de la oscuridad, que pensásteis que era debida al cambio brusco del soleado exterior al interior de una estancia sin ventanas, oís un estrépito y algo que cae al suelo aparatosamente entre vosotros.
Ruperto, que es el que estaba más cerca de la puerta, da la vuelta e intenta abrirla tirando de ella, pero esta no se abre; solo se mueve mínimamente, dejando ver apenas un hilo de luz por una diminuta rendija, para volver a su posición, cada vez que Ruperto tira con fuerza.
—Maldita sea mi suerte... Ya decía yo que no me gustaba nada ése... Esta oscuridad no me gusta nada—digo pensando en voz alta, intentando buscar algún tipo de cerradura o similar. Es imposible que la puerta se haya cerrado a cal y canto como por arte de magia.
—Al final, parece que es verdad eso de que Dios castiga y no da voces... —Es todo lo que pienso mientras intento buscar una cerradura en la puerta y rebusco mis ganzúas en mi zurrón.
Pues eso, intento ver si hay una cerradura para poder forzarla y salir de aquí. Al cobardica de mi personaje le aterra estar aquí, como vacas en matadero.
Bueno, los hábitos de monje llevan capucha, y nos llevaba a una posada. Todo el mundo sabe que no hay que fiarse de los encapuchados en las tabernas ni posadas xD
Palpas la madera y tocas con el dedo lo que debe ser el ojo de una cerradura. Sin embargo, la puerta no parece estar cerrada con llave; cuando tiras de ella hacia dentro para abrirla, es como si alguien con una fuerza descomunal estuviera tirando desde el otro lado hacia fuera para impedir que se abra. El monje no puede ser, era viejo y débil. ¿Tal vez algo la está sujetando?
—¡Maldita sea mi suerte otra vez! —Grito cada vez más nervioso al ver que estamos en una ratonera sin salida. Parece que algo bloquea la puerta, pero no sé que puede ser. Parece que si hubiese "algo" que no nos dejara salir.
Resignado y cada vez más ahogado por la situación, rebusco en mi zurrón una antorcha. Cuando la encuentro, la saco y me preparo para encenderla. A ver si atino en la oscuidad.
—A grandes males, grandes remedios —Pienso al intentar encender la antorcha— Si estoy encerrado aquí, al menos quiero saber qué hay...