Partida Rol por web

Fue agradable reencontrarse con la familia de los medianos. ¡Todos estaban prácticamente igual! Bueno, salvo la pequeña, Chispa de Mantequilla, claro. Lizzy asintió cuando Gang comentó cuánto había crecido. ¡Desde luego que sí! Los medianos hablaron de los viejos tiempos, ¡qué raro se le hacía a Lizzy tener recuerdos de un pasado que no era el de Lythrai! Aquello la hacía sentir que existía, que era parte del mundo, que podía influir en él, que no era tan solo un resquicio o vestigio de la Lythrai del pasado. Que era su propio ser, a fin de cuentas, ese dilema que tanto le venía preocupando y atormentando desde que... bueno, pegó el estirón, como Chispa de Mantequilla. Aunque la Mediana seguro que vivía una vida de adolescente mucho menos complicada que ella. ...O no. Era una edad difícil, después de todo.

Precisamente hablando de adolescencia... Lizzy esbozó una sonrisa culpable cuando Gang comentó divertido el semblante que se le había quedado a la chica al oir que él también vendría a la fiesta. "Ah... se me ha notado, ¿verdad? Lo siento..." Por eso respetaba tanto a Gang. Él era un adulto que no olvidaba que una vez fue también un niño, que también tuvo su adolescencia. Y que siempre, siempre la había tratado con un respeto que de normal nunca se le suele dar a los niños, aunque en opinión de Lizzy si más gente lo hiciera mucho más seguros de sí mismos saldrían. Lythrai nunca tuvo esa suerte con sus padres originales, los Fonaster esos. No los recordaba mucho, pero recordaba el odio y el resentimiento profundos, y la severidad. Nada que ver con el buen rollo de Gris. A Griffon siempre le podía contar qué le pasaba por la cabeza, por muy loco o estúpido que pudiera ser. No era solo su tutor, era su mejor amigo. "Es... difícil de controlar, de mantener a raya. La adolescencia, digo..." comentó ella apoyando el codo sobre la mesa y descansando su cabeza sobre la palma su mano, mirando hacia la ventana. "Thomas Harwood parece tan fuerte, y se ve tan apuesto, con esos cabellos rubios, y tiene ese toque pícaro y rebelde tan carismático y atractivo... sigh..." soltó un suspirito. "...Y Cuervonegro... te juro que no fue por lo exótico de sus pintas, ni por esa mirada que tiene que parece estar desnudándo a una el alma, ni por el vuelco que sentí en el corazón cuando me dijo así a mí directamente 'Te espero esta noche'... sigh..." y ahí iba otro suspiro. ¡Ja ja ja! Quizá Lizzy no se hubiera dado cuenta pero en momentos como este, donde simplemente era ella siendo ella, y dejaba de pensarse si estaba siendo Lizzy, Lythrai o Layldara, era justo cuando más se parecía a Lythrai, a su yo primigéneo. No exactamente por cómo se desenvolvía, simplemente, porque se sentía como estar hablando con una amiga de toda la vida.

Otro tema de la conversación era la recién llegada, Lucilla. Cuando Gang mencionó aquello de que Lucilla envejecía de forma más lenta... como los seres de las historias, los elfos... Lizzy se quedó boquiabierta, y tomó aire para contestar con gran sorpresa y fascinación pero llegó la comida, y habían pedido abundante: la carne de cordero, el estofado con queso rallado y pan horneado que Morsa de Pan le dio de comer aquella primera vez que 'despertó' en Nana de Jubón... era el primer recuerdo que tenía de cuando era niña, ya que todo lo anterior: sus padres biológicos, lo del famoso caballo del que se cayó/se le cayó encima, el Manto del Verdugo, el tal Crixo o Ramsom Edrtirso que la golpeó... nada de nada recordaba de todo aquello. Así que para Lizzy, aquel primer estofado guardaba un significado más que especial de su infancia. Aunque por supuesto, no tan importante como el de cuando 'volvió a conocer' a Aurora, ni por supuesto tan importante como cuando descubrió que ella ERA Lythrai y se reencontró con Gris.

Pero volvamos al tema. Lucilla. "¡Una elfa!" exclamó Lizzy en voz baja, aunque hubiera deseado poder gritarlo a los cuatro vientos. "Una elfa..." repitió en voz aún más baja. "Qué guay..." ¿tendría las orejas alargadas y picudas como tenían los elfos? No había podido fijarse porque su pelo dorado tan bonito las tapaba... la perfecta táctica: esconderlas a plena vista, ¿eh? "Hum... es verdad que es una coincidencia demasiada forzada..." asintió, llevándose un tenedor con cordero a la boca. "¿Un Augure?... No jodas..."

...Pero tenía sentido. Encajaban las piezas. Las coincidencias pasaban. Eran parte de la magia del mundo. Quizá un poquito de intervención divina a veces. Pero aún así, estas coincidencias eran, con todo, demasiado oportunas. Lizzy estaba muy de acuerdo con Gong con que aquello pintaba mal. Ya lo notó ella misma cuando de repente todo el mundo parecía estar relacionado con Locligan o buscándole. ¿Y el tema del asesinato? Aquí había algo. Algún tipo de entramado extraño del que no sabían nada, y por ello jugaban en bastante desventaja. Y esperad, que eso no era todo. Gang mencionó un nombre. La única persona que le encajaba como una Augur. ¡Cuervonegro!

"Así que se llama Dhara... ......Mierda, ¿entonces la conexión de la que hablé que sentí con ella no es porque es una de los nuestros? Te juro que fue como si la recordase... como encontrarse con una amiga de toda la vida... Ni siquiera tuve esa sensación cuando me reencontré con Aurora, a ella no la recordaba, no la recuerdo... P-pero con Cuervonegro... fue diferente..." cerró el puño preocupada. Sacó el cuaderno buscando la página donde la dibujó. "¿Crees que me dejé llevar, solo porque estoy demasiado enamoradiza? En plan... ¿quizás solo tuve mariposas en el estómago? O... o... ¿crees que... que tal vez capté su magia o algo así? Malinterpreté la señal... ¿y confundí la nostalgia y familiaridad que tengo con la magia... pensando que era nostalgia y familiaridad para con ella?... ¿Entonces no la recuerdo...? ¿No es una... de ellos?..." parecía triste, e incluso decepcionada, a pesar de que evidentemente, encontrar a una Augur podría servirles de mucha, muchísima ayuda. Sobretodo si no se dejaban atrapar por la trampa binaria del 'cumplirlo o evitarlo'. Pero para Lizzy, encontrar a una adivina que pudiera guiarles hasta Locligan o hasta el libro o hasta los otros... no era tan buena noticia como el haberse encontrado, directamente, a uno de los perdidos: uno de los suyos.

Subiste a preparar la habitación. Una tarea mecánica que realizaste apenas siendo consciente. Tu mente se entretenía con otros pensamientos. -¿Irían a por ti?- parece probable. Verginia te había avisado porque estabas en medio de algo. Querían provocar una reacción y te tocó pagar los platos. Pero aquello que querían hacer no tenía nada que ver contigo (o al menos eso pensabas) y habías trabajado mucho y muy duro para sacar aquel lugar adelante.

Hoy había una fiesta que preparar para esta noche y en ese centrarás gran parte del día.

-No voy a hacer nada- sentencié apretando los puños -Pero tú irás esta noche a ese palacio convertido en feria- había emociones contenidas que se reflejaban en la dureza de mis palabras. -Serás mis ojos y mis oídos durante estos días.- Miré aún lo mucho que quedaba por hacer en aquella Casa de la Verdad y asentí -Me ausentaré dos días. Mientras tanto, el nombre de la orden y su ben tino recaerán en Gang. Infórmale en cuanto lo veas.- Fui hacia la puerta y ambos nos dirigimos al lugar donde nos alojábamos. -Voy a por refuerzos- fue lo único que dije ante la incógnita que reflejaba el rostro de mi aprendiz. Las cosas habían cambiado. Locligan vendrá al pueblo y, ésta vez, ni él ni Dhara escaparán.

"Es... difícil de controlar, de mantener a raya. La adolescencia, digo..." comentó bajo mi atenta mirada -Lo sé, he vivido cin...- comencé a susurrar pero mi voz se perdió en mis pensamientos, en mis borrosos recuerdos. -¿Cinco?¿Seis?¿Dos?- el número afloró a mis labios por acto reflejo sin que pudiera encontrar en mi memoria nada que lo respaldase.

Agité la cabeza para apartar aquello de mi mente. No quería estropear el momento. Escuché a Lyzzi con atención hasta que llegó la comida. El olor despertó a mi estómago que comenzó a demandar el alimento de forma sonora. -Y esta noche iremos- pensé mientras comíamos.

-No sé si lo es- susurré en su mismo tono de voz -Pero sin duda, como mínimo, tiene sangre élfica corriendo por sus venas- aquello me pareció muy divertido. Dos "Guardianes de la Verdad" susurrando sobre elfos por lo bajini en una taberna cualquiera de una aldea perdida del reino.

Pero la conversación pronto se tornó a la seriedad adecuada para el tema de Dhara Cuervonegro -Sí, se llama Dhara. Pero, sinceramente, no creo que sea una Augure.- Revelé mis pensamientos, meras sospechas. -Creo que es una mujer con recursos que no tiene ningún reparo en recurrir a la estafa para conseguir sus fines- dije con total sinceridad -y, en algún momento, montó una farsa peligrosa.- Que la ha metido en una lista peligrosa.

Me encogí de hombros -...si es una de ellos lo desconozco. Pero todos los que se relacionan con Locligan terminan...- callé de pronto. Lyzzi alzó la vista y vio cómo mis ojos se dirigían a la puerta. Se giró y allí estaban.

Rozando el medio día, la posada de Diente Sedoso casi no tenía mesas libres. Eidamar y Thomas entraron con paso firme. Primero el mentor, luego su aprendiz. En derredor las cabezas se giraron y las conversaciones cesaron. Se veía que Eidamar no estaba de humor. El Guardián de la Verdad inició el camino directo a su habitación cuando su mirada se detuvo en una mesa al fondo. Allí estaban Gang y su aprendiza Lyzzi almorzando cordero y estofado. Las miradas de los cuatro se encontraron.

Eidamar cambió el rumbo y se dirigió a ellos. Al verlo acercarse y en señal de respeto Gang se limpió las comisuras y se levantó.

-Espero que esa comida no haya salido de las arcas de los Guardianes- comento con dureza -¿Qué arcas?- preguntó Gang. Observaba a la joven que creía haber visto en algún otro sitio cuando la pregunta de Gang me hizo sostener sus ojos. -Acababa de...- 

-Perdóname, Gang. Estoy...- Gang asintió y respondió antes de que terminara la frase. Algo que agradecí -Tranquilo. ¿Queréis sentaros?- preguntó el corpulento -Puedo invitaros dejando las arcas de la Orden como están- añadió a lo que Eidamar esbozó una sonrisa.

-Thomas. Siéntate. Que nos traigan lo mismo que están comiendo ellos. Voy a preparar mis cosas.- Miroa Gang -Me ausentaré dos o tres días de Nana de Jubón. Mientras tanto la Orden está a tu cargo, Gang. Thomas será mis ojos y mis oídos. Esta noche debéis ir a Cuervonegro...- suspiré -...no os tengo que decir cómo actuar. Vuelvo en seguida.- Sentencié y fui a mi habitación.

-Vaya, siéntate Thomas. El cordero y el estofado de carne te vendrá bien. Quizá podamos entrenar esta tarde. Como antaño- esbocé un amago de sonrisa y mi mirada se dirigió a mi pupila -por cierto, ¿tú desde cuando no pones tus habilidades al límite?- sí, lo tenía decidido. -Esta tarde, entrenamiento de esos que dejan el cuerpo exhausto pero no la mente. Así podréis estar atentos en la fiesta de esta noche sin excederos demasiado.- Bebí para ocultar mi sonrisa.

Nada. Aunque durante un fugaz instante sentí alivio, supe rápidamente que eso no era bueno, al contrario, era incluso peor. El soldado estaba ahogando sus sentimientos, enterrando las ganas de ir él mismo a reclamar venganza, porque sabía que su deber como Guardián de la Verdad estaba por encima, que debía capturar a ese augur, por encima de todo. Y lo haría, pero sería tan minucioso que se llevaría a todos por delante, como la marea salvaje durante una tormenta arrastrando una maltrecha embarcación. Eso sería para el veterano, un barco hundiéndose al que pretendía terminar de destrozar, sin importar la tripulación. Y sabía que nadie se salvaría.

Consternado, consciente de lo que eso implicaba, seguí a mi maestro hacia la posada. Mis pasos iban tras los suyos, mi rostro denotaba preocupación y duda, mi mirada perdida. Pensaba, simples divagaciones en realidad, en todo aquello, en como podía afectar a mi familia. Si capturaba a Dhara y a Loc, puede que hablaran. No, hablarían, la orden era buena en eso. Cuando hablara entonces, cuando lo contaran todo, Davis sería un objetivo también, mi madre, yo. Todos acusados de una cosa u otra, ajusticiados para dar ejemplo. Si Eidamar tenía éxito, todo acabaría mal. Así que, lo siento, pero tengo que impedirlo. Esa misma noche pondría sobre aviso a Cuervonegro y los demás.

El Diente Sedoso estaba abarrotado, normal teniendo en cuenta que era de las pocas fondas del pueblo y, con diferencia, de las mejores, especialmente considerando el precio. Era por eso que habíamos elegido ese mesón, y al parecer no éramos los únicos que habíamos tenido la misma idea. Gang y Lizzy estaban allí también, comiendo ya. Nos acercamos a ellos con paso decidido, el rostro de mi maestro lúgubre, el mío tenso. El primer intercambio de palabras profundizó dichas expresiones, aunque al final el aciago momento se esfumó y todo volvió a como debía ser.

—Si. Gracias —respondí, primero a Eidamar y después a Gang, tomando sitio a continuación. Antes de que pudiera decir nada más, el enorme Guardián siguió hablando; la sonrisa que había estado a punto de esbozar, se esfumó ante sus palabras. Solo pude dejar escapar un quejido quedo. Culpa mía, por pensar que ya me había librado de esos extenuantes entrenamientos—. ¿Es necesario? Ya, no respondas. —Ya sabía la respuesta. Suspiré—. Está bien, pero intenta que no esté tan agotado que me duerma nada más acabar, al parecer tengo que ir a esa fiesta. —Ahora si, me permití esbozar una pequeña sonrisa, la cual dirigí a la chica de ojos rojos—. Y parece que al final no voy solo. ¿Órdenes también, o simple placer y divertimento? —pregunté.

Al final podrían ir a la fiesta... pero Eidamar tenía unos planes sangrientos para aguarla... "Qué mal rollo... Supongo que un poco de ambas..." reconoció Lizzy en un suspiro, mientras miraba cómo Eidamar subía las escaleras, el rostro de la chica fruncido, evidenciando que no le gustaba nada la instrucción que el tutor de Thomas les había asignado. De todas formas su gesto agriado se borró rápido de todas formas cuando miró al rubiales, que la sonreía con galantería. Le apuntó con el tenedor y sonrió divertida "¡Hagámoslo una competición, entre tú y yo! Lo de esta tarde, digo. Así convertiremos las órdenes en diversión. ¡Al mejor de tres pruebas! ¿Qué os parece?" miró a Gang entonces buscando a ver si le parecía también interesante la propuesta.

Reí, no pude evitarlo.

—¿Así entrenabais vosotros? Tú si que sabes darle emoción al adiestramiento de Gang —dije mostrándome de acuerdo con la idea—. Conmigo no era tan divertido. —Miré al veterano—. ¿Estás de acuerdo? Al mejor de tres pruebas. Me pregunto que se te ocurrirá, pero supongo que algo así como una extenuante carrera cargados hasta arriba, algún tipo de ejercicio de equilibrios y acrobacias en el que podamos acabar con el cuello roto, y para acabar un duelo. ¿Algo así? —pregunté sonriendo aún.

Mi sonrisa se fue borrando a medida que Thomas enumeraba mis opciones una a una. La carrera cargados iba a ser el calentamiento desde el centro a las ruinas que hay al norte para luego disfrutar de una variante del gato y el ratón sobre esos escombros. Medio acrobacias, medio duelo.

Fruncí el ceño por ser tan predecible. Mi mente no era tan rápida como mis músculos pero no importó. Tuve una idea. -Después de comer iremos a Quejío de Gato. Una buena caminata para bajar la comida. Allí pediréis habitación o, al menos, un lugar donde os podáis asear para la fiesta porque será allí donde haremos el entrenamiento- estaba seguro que eso despertaría su interés -Usaremos la parte trasera y el bosque circundante. Aun así, espero que tengamos algo de público y...- miré el estofado y me metí una porción poderosa en la boca. Con los carrillos hinchados mastiqué cerrando los ojos, disfrutando de aquel sabor.

Seguramente la imaginación de Lizzy y Thomas terminó aquella frase -nos fijaremos en ellos-, -nos ganaremos su confianza-, -veremos quién va acudiendo antes de la celebración- poco importaba. Gang se dejó llevar por el sabor y no volvió a sacar el tema.

Eydamar no tardó en regresar con una mochila al hombro. Se sentó y comió en silencio, sumido en sus pensamientos. Tras ello miró a los presentes y, con un gesto de cabeza se levantó y se marchó sin más.

Tras el almuerzo, Gang pagó de la bolsa con el sello de Los Guardianes de la Verdad en lugar de la suya propia. Los tres emprendieron el camino hacia Quejío de Gato y, al llegar allí, Thomas y Lizzy advirtieron el cambio. Donde esta mañana había silencio, ahora se alzaba una jauría de instrumentos discordantes. Un violín chirriante fue lo primero que encontraron, tres laúdes, una joven mediana con un arma casi tan grande como ella, una lira... y voces, muchas voces que se alzaban en una especie de competición por el volumen más alto y más agudo. Casi todos estaban delante del edificio lo que generaba una especie de muro de ruido entre la aldea y el palacio Cuervonegro. En cambio, la parte trasera estaba mucho más tranquila. Era el lugar de los actores y su oratoria sucedía por turnos. Al llegar una pareja de jóvenes interpretaba una pieza bastante conocida del Artesano Curtidor. Se veía a un grupo vestido para hacer de los típicos diablillos jugadores de cartas en El Soldado y la Muerte.

En la parte trasera la puerta que daba al pasillo estaba abierta. En el interior los trabajadores de Dhara se afanaban en prepararlo todo.

El gesto de Gang ensanchó mi sonrisa, consciente de que debía de haber dado en el clavo con las pruebas, pero me cuidé bien de no resultar demasiado ufano ni engreído; no quería ponerme a aquél enorme hombretón en mi contra, ni que tuviera la sensación de que me burlaba de él. Nada más lejos de la verdad, y no me habría gustado ser malinterpretado. En cualquier caso, la mueca divertida se esfumó de mi rostro en seguida, cuando mi mente terminó la frase que el otro había dejado en el aire. Fue mi turno de fruncir el ceño, aunque me recompuse antes de que abriera los ojos. Empero, a pesar de mostrar un semblante tranquilo, solo ligeramente pensativo, mi cabeza bullía con esa idea, intranquilo.

No veía la forma de que eso nos beneficiara lo más mínimo. Estaba convencido de que durante la fiesta podríamos relacionarnos y sacar información de una manera natural, sin demasiado esfuerzo, sobre todo a medida que pasaran las horas y corriera la bebida. Las mentes cansadas y enturbiadas solían pensar menos y las lenguas tendían a aflojarse cuando las preocupaciones quedaban relegadas a un segundo plano, ocultas en un rinconcito y devoradas por la neblina típica de la embriaguez. Sin embargo, eso solo funcionaría si nos tomaban por jóvenes inofensivos, cosa que no harían si nos veían entrenar duramente y recordaban con claridad que éramos en realidad: Guardianes de la Verdad. O aprendices de estos, al menos. No me parecía el mejor plan, aunque de nuevo, me cuidé de decir nada.

Estuve callado desde ese momento, especialmente cuando Eidamar regresó. Comí en silencio, disfrutando de cada bocado, saboreando el delicioso estofado que tenía delante. El veterano acabó antes pese a llegar después, y se marchó de allí tras un cabeceo que sirvió de despedida. Cuando salía por la puerta, yo acabé mi plato y me recosté en la silla, dejando escapar un leve suspiro de satisfacción. No sabía cuantos más de esos podría tener ese día.

Cuando llegamos a la enorme mansión que hacía de taberna y posada, el ambiente había cambiado, tornándose algo más animado. Flotaba una atmósfera alegre, festiva, precediendo a la fiesta que se daría en unas horas. Al menos, eso me pareció a mi, aunque si hubiera observado atentamente seguramente habría notado más cosas, como una tensión inconfundible bajo aquella algarabía, propia de los ensayos y la necesidad de tener todo listo a pesar de tener el tiempo justo. No vi nada de eso, y si lo hice no presté atención. Solo podía pensar en lo mal que podría salir todo aquello. Y con todo, escapaba a mi control, por lo que solo me quedaba poner buena cara y, ya que lo hacía, hacerlo lo mejor posible. Si iba a dar el espectáculo, al menos deseaba quedar bien.

Dejé mis cosas apoyadas contra un árbol, cerca de dónde serían los ejercicios. No olvidaba que, aunque nos lo fuéramos a tomar como un juego, el entrenamiento era serio para Gang, y teníamos que hacerlo correctamente, esforzarnos. Si no lo hacíamos, posiblemente nos arrepentiríamos en otro momento. Además, tenía otro motivo para hacerlo bien, y es que lo que había empezado como simple curiosidad, me resultaba agradable cuanto más se acercaba el momento. Tenía la sensación de que entrenar con Lizzy me iba a gustar. La miré y la sonreí.

—No te pases mucho conmigo, ¿eh? —la dije jovial, guiñándola un ojo.

A Lizzy se le iluminaron los ojos cuando escuchó aquel plan: una carrera con peso, una prueba de equilibrio y agilidad y por último un combate uno contra uno. ¡Sonaba súper divertido! Le habría encantado pasar el día así pero por desgracia aquello tal vez les hubiera tomado demasiado tiempo, llegarían tarde a la fiesta en dicho caso. Lizzy supuso que Gang había pensado lo mismo cuando sugirió más bien hacer el entrenamiento en las cercanías de la posada-mansión. Aquello además le permitiría a Gang observar la mansión y estar cerca. Parecía un buen plan. Menos divertido, pero más responsable. Así que... ¿por qué tanto Thomas como el propio Gang pensativos fruncieron el ceño unos instantes?

Quizá la seriedad de la situación que les esperaba cuando llegara la noche era lo que turbaba sus rostros. Lizzy procuraba no pensar en ello... pero esconder la cabeza no hacía desaparecer un problema ¿verdad? Un muy serio problema de trabajo como Guardianes de la Verdad, sobre una persona que hubiera preferido (y prefería) conocer mejor en lugar de... bueno...

En fin, la alegría de la conversación se esfumó para los tres, y en silencio terminaron aquella comida, junto a un también silencioso Eidamar. Al menos, el muy buen sabor del festín les mantuvo relativamente de buen humor, cosa que les ayudó luego al llegar a la posada de Quejío de Gato. Por la parte delantera había un grupo de personas graznando sin compás como aves roncas ruidosas. -¡Bah! ¡Yo canto mucho mejor!- pensó ella, recordando aquella canción que se permitió hoy mismo a solas en el bosque, y otras tantas cuando era pequeña. ¿Qué diría Thomas Harwood si se enterase de que Lizzy todavía se iba por ahí a solas al bosque a cantar y jugar? Probablemente se reiría de ella y al ver que todavía tenía mucho de niña, perdería por completo cualquier mínimo interés por ella... Así que no, no... nada de cantos... Sobretodo si bebía en la fiesta. De hecho, mejor directamente no beber...

Siguió a Thomas al árbol donde él dejó sus cosas, aunque ella no se quitó la mochila. De todas formas casi siempre la llevaba casi vacía, su cuaderno de dibujos estaba dentro, un poco de material de dibujo y no mucho más. Aquel cuaderno de dibujo era su posesión más preciada así que no iba a despegarse de éste por nada en el mundo. Tras dejar Thomas su mochila se giró hacia ella con una sonrisa contagiosa y galante. —No te pases mucho conmigo, ¿eh? —

"¡Heh! Si no lo hago, ¿cómo te voy a impresionar y presumir después si no?" contestó ella risueña. Y es que de verdad, tal y como le había dicho se proponía ganar para impresionarle. Aunque se imaginaba que el chico tenía las de ganar, se esforzaría por darle un memorable combate.

Dejé escapar una risilla—. Se me ocurren muchas otras formas de impresionarme que dejarme para el arrastre, pero si así lo quieres... —Me encogí de hombros, sin perder el gesto entre divertido y, ahora, algo sugerente—. Me esforzaré también. —La guiñé un ojo y me acerqué—. Bueno, veamos que decide el grandullón que hagamos por aquí, ¿eh? A lo mejor nos hace perdernos en el bosque.

Volví a apartarme un paso, sonreí a Lizzy con esa mezcla de intenciones y, tras un momento observando sus grandes ojos, rojos como un eclipse lunar, o una intensa luna de sangre, desvié la atención hacia Gang, esperando.

Me puse entre los dos -Bueno, tortolitos- dije esbozando una sonrisa -Lucharéis entre vosotros sin armas. Una prueba de destreza, ganará el que consiga coger al otro por la muñeca y el hombro inmovilizándolo así- hice un ejemplo suave con Lizzy, sin hacer fuerza, ella siguió el movimiento, luego desplacé el pie -al golpear aquí- toqué su tobillo -o girar el brazo aferrado así- realizo el ejemplo y Lizzy pierde el equilibrio pero la sostengo antes de que toque el suelo y la pongo de pie sin esfuerzo -sois jóvenes. No quiero ver vuestros típicos deslices. Lizzy siempre tienes los pies demasiado juntos. Sí, sepáralos un poco más. Thomas, cuando entrenábamos tendías a inclinarte hacia delante y eso puede hacer que falles en el equilibrio.- 

-Puedes ganar ojos rojos- digo saliendo por la puerta de atrás dirigiéndome a Lizzy. Me cruzo de brazos y me apoyo en el marco de la puerta -Los hombres son orgullosos, están llenos de ira e impaciencia. Es uno de los motivos por lo que somos mejores luchadoras- Gang se gira hacia ella -¿Las mujeres son mejores luchadoras?- pregunta y en su voz detecto que lo hace con cautela. -En general, sí- dije con naturalidad -Hay excepciones, por supuesto, pero en general las mujeres somos mejores.-

Gang alza los brazos -Pero los hombres somos más fuertes- argumenta -más altos-. Me encojo de hombros -Eso tendría importancia si pelear fuera lo mismo que cortar leña o transportar heno. Es como si dijeras que una espada es mejor cuanto más larga y pesada. Una tontería. Quizá eso pueda aplicarse a los matones de callejón.- Al grandullón se le ponen rojas las orejas y yo sonrío. -¿Quieres que te lo demuestre?- pregunté divertida. Descrucé los brazos y di dos zancadas para bajar a la hierba y ponerme a su altura. Llevo una camisa ancha de lino roja, recién teñida pero bastante vieja. El uso la ha desgastado y la luz se filtraba por ella insinuando las curvas de mi cuerpo. Agradezco no haberme puesto las cintas que normalmente me sujetan el pecho. No es que fueran muy grandes pero el contraste del calor del interior con el frío fuera hace que mis pezones se marquen como dos faros en la noche. El grandullón traga saliva y me sorprende que no mire hacia abajo. Sonrío consciente de que no tardará en hacerlo y ese esfuerzo por mantener la compostura le cuesta horrores, le está distrayendo. Es evidente que he ganado sin siquiera comenzar el combate...

-Estoy bromeando- comento apartando un mechón de pelo rojo de mi frente. -Pero quizá yo pueda enseñarle un par de cosas a ojos rojos que tú no puedes.- Sonrío a la joven y miro también a Thomas.

Me quedo erguido delante de ella alzando el mentón. -No es propio. Primero harán el ejercicio que les he propuesto. Si Lizzy gana la liberaré del entrenamiento y podrás darle esos valiosos consejos y que sea mejor luchadora.- Mi mirada fue hacia Thomas -Pero si gana Thomas le liberaré a él del entrenamiento y podrá regresar al interior.-

Verginia asintió y sonrió -Me parece una idea excelente- concluye.

Otra vez esa mujer. Su aparición me puso en tensión, incluso me desconcentró un poco, pero no quise dejar que mi turbación se notara. A pesar de rebullir en el sitio, intenté mostrarme lo más centrado posible en esa pequeña competición, incluso me equilibré mejor, haciendo caso a Gang, para demostrar que estaba atento. Y pretendía ganar, aunque el trato al que habían llegado nada tenía que ver, solo quería demostrar a Verginia que se equivocaba.

—¿Lista? —pregunté a Lizzy con una sonrisa; no quería pillarla con la guardia baja, no era caballeroso. Asentí en cuanto ella confirmó que lo estaba—. Vamos entonces.

Me habría gustado moverme con elegancia y soltura, haber avanzado veloz y seguro como un bailarín, y haberme mostrado firme al posicionarme para realizar una llave diestra e intachable, pero lo cierto es que no era tan ágil como quería creer, y si pecaba de impaciencia, así que lo que salió fue algo decente, pero ni mucho menos perfecto. Ni siquiera yo creí que fuera a funcionar contra una rival como la que tenía delante.