Partida Rol por web

Caminos... el baile de los árboles sobre nuestras cabezas, el sonido de las piedras bajo las suelas de los zapatos, un punto y varias vías de escape. -Podemos ir a rezar con los monjes ermitaños unas cuantas oraciones para encomendar nuestra alma a la salvación... curioso que el camino que te lleve a la fé tenga forma de serpiente.- parlotee cruzando la primera intersección.

Los pasos que recorríamos hacia la Hilandera estaban marcados por miles de dibujos de las ruedas de los miles de carros con buen género que llegaban hasta aquí (puede olerse ese rico guiso que van a cenar en la posada) Suspiré... El fuego de la antorcha que daba luz a la puerta principal iluminaba el camino a la casa, a la posada, a los problemas.

Observé a mis compañeros... éramos todos muy discretos, una escena muy normal, un grupo dispar de viajeros que habían decidido llegar juntos sin cogerse de la mano a una posada mugrienta con gastronomía envidiable (Porque todos hemos de admitir que en los lugares con peor aspecto es donde mejor se alimenta un estómago). Llevé mi mano derecha al parche, pasar inadvertida no era mi punto fuerte, pese a la poca atención que los huéspedes habían depositado al entrar. 

-Estoy de acuerdo con Arti, entrar por separado es la mejor opción, este grupo no es muy armónico- seguí la mirada de Arti hacia los ventanales, el viento mecía las hojas y los silbidos entre los árboles se pusieron de acuerdo para tocarnos una melodía negra. -¿Preparado para ver a Papá y Mamá?- pregunté a Thomas con una sonrisa ácida.  

Lizzy asintió rápidamente ante la propuesta de plan de Pandora, poniéndose cerca suya por si al final eso terminaba siendo lo que harían. Cualquier cosa en la que pudiera ayudar, para ello estaba. "Ah, uh... voy avisando a los que no lo sepan que el tal Gang es amigo mío. Familia, casi. A ese no lo matéis ¿eh? Ja ja..." ayayay... "Es... es un tío grande con el pelo rapado y súper fácil de distinguir..." ¿Cómo explicar que era miembro de la Orden de la Verdad pero que al mismo tiempo era de los buenos? Entendiérase por los buenos todos los que estuvieran en contra de la Orden de la Verdad. Era... era muy largo de explicar. Mejor en otro momento. Sí, sí. Uno en que ya estaban, no estuviera Arti. ...Ni Raedrick. Ni Sauco. Ni Siverius. ¡Ni Lucinda! ...¿Ni Pandora? No, espera, entonces no habría nada que explicar...

La oscuridad. Insoldable, eterna, infinita, sin horizontes. Absoluta y completa, capaz de existir por si sola. No sombras, eso habría requerido de un rayo de luz al menos, y allí no había nada que pudiera llamarse así. Había, eso si, un contraste. Blanco sobre negro, acentuando el segundo. Me encontraba sentado en el primero, era un barco, pero no se mecía, el mar, si había mar, realmente, estaba completamente en calma, estático. Todo allí era inmóvil. Ni siquiera olía a sal, la madera no crujía, el viento no soplaba para hinchar las velas. ¿Había velas? No miré hacia arriba, no importaba, de haberlas, estarían lánguidas y muertas, sin un soplo de vida que las alimentara.

La muerte. Era única, el final, segura. El último estado, incluso para los que no era mortales. ¿Existirían los dioses? Para ellos también llegaba ese momento, estaba seguro. ¿Qué les ocurriría entonces? Suspiré, la única variación en aquél mundo paralizado. Los dioses no importaban, solo la muerte en si. Tan... Definitiva. ¿O tampoco? Resurrección, el mismo ser en otro, un alma traspasando sus límites. ¿Y el alma que correspondía a ese cuerpo, el que debería haber estado en primer lugar, que ocurría con ella? ¿Convivirían? ¿Una esclavizaría a la otra? ¿La aplastaría hasta hacerla desaparecer y perderse para siempre, olvidada sin derecho a lo contrario? ¿Habría existido ese alma en primer lugar?

Me incorporé. Quise hacerlo, pero no era dueño de mi mismo. Una fluctuación, ¿mi voluntad luchando contra algo? Me rendí y seguí en la misma posición, pero algo había cambiado, despertado, observaba. Todo sucedió tan rápido, yo, el chasquido, dolor. Oscuridad...

Desperté antes que nadie, sudando, a pesar de que la noche tampoco había sido cálida. Los demás se iban levantando también, cada uno a su manera; había una sensación agridulce en el ambiente: ánimo, alegría, entusiasmo, socavados por una tensión que, a lo largo del día, a medida que pasaban las horas, se fue acrecentando, rodeando a las otras. El silencio engulló las conversaciones y los pasos se fueron haciendo cada vez más pesados. Las manos acariciaban las armas, los ojos, antes vivaces, ahora recorrían el camino suspicaces. Se saboreaba un regusto a miedo, a dudas, pero también a decisión. Se haría lo que debía hacerse, ni más ni menos.

Hubo suspiros de alivio al divisar la hacienda, incluido el mío. No había habido combate en el polvoriento camino, y eso era de agradecer. Las oportunidades crecían, llegábamos a tiempo, para evitar el derramamiento de sangre —el nuestro al menos— y salvar a mis padres. Era lo único que me importaba. ¿Preparado? La pregunta de Dhara era sencilla, pero no supe que responder. Si, suponía que si. Si.

Ocultos al borde del camino, eran muchas las posibilidades. Una parte de él, una parte que no conocía, susurraba desde su inconsciente. Mátales, mátales a todos, disfruta con sus gritos de dolor y la sangre. No, ese no era él, no era él, no lo era. Recordé la oscuridad. Aquél sueño, mucho antes, que parecía tan lejano ya*. Almas que traspasaban sus límites. Aparté esos pensamientos fútiles y me centré.

Siverius se había alejado sin darme cuenta y ya volvía, ufano, pagado de si mismo. Su asentimiento aceleró mi corazón, sus palabras ensalzaron mi espíritu. Me moví nervioso, impaciente. Arti me devolvió a la realidad y evitó que saliera corriendo. Si, no podíamos entrar todos de golpe. Había que ser precavidos, no llamar la atención más de lo necesario. ¿Dos o tres grupos? ¿Cuatro incluso? Demasiado, tantas visitas repentinas darían como resultado lo contrario a lo que esperaban. Dos —cinco y cuatro— o tres de tres entonces. O puede que no todos... Miré a Sauco. Algunos eran una invitación a los problemas, aunque si se tapaba, tal vez, podría pasar desapercibido, con la distracción adecuada, claro. Miré ahora al bardo; lo cierto es que teníamos la distracción perfecta.

—Tú primero, con Lucinda y Dhara. Y Raedrik y, mmm, Pandora. Solo se fijarán en ti, Siverius, estoy seguro, y los demás no desentonan en tu presencia —afirmé—. Arti, Lizzy y... Ponte la capucha —pedí a Sauco—, eso es, tú y yo, en el segundo grupo, pasando más desapercibidos. Mesas separadas desde donde podamos vernos unos a otros, varias habitaciones, arriba. ¿Os parece bien?

-Lucila- Corregí a Thomas desde la cercanía y en la pausa de mi llamada de atención tomé la palabra -Tu propuesta, Pandora, pese a ser buena, da por hecho demasiadas cosas. Si tuviera a mi cargo a dos personas secuestradas habría tomado precauciones. Sabría exactamente cuántas personas trabajan aquí y habría dado órdenes para que nadie nos molestase.- Comenté y añadí -Pero no por ello vamos a descartarlo.- Asentí -Confirmaremos esas incógnitas y las ajustaremos a la propuesta de Thomas-

-¡Dhara!- intervengo con una amplia sonrisa, extiendo los brazos hacia ella haciendo una ligera reverencia -Probé sus guisos en Quejío de Gato- Me chupé la punta de los dedos intentando emular la exquisitez -Su pato con clavo y miel, su estofado de verduras, ¡sus tartas! O dioses me encanta sus tartas.- Le vuelvo a hacer una reverencia dirigiendo mis manos hacia la puerta -Tu lugar está en las cocinas. Ve a la barra y ofrece trabajar gratis a cambio de una cama. Si juegas bien tus cartas te aceptarán y tendremos a alguien dentro.-

Sonrío

-¡Lizzy! Tu arte con el carboncillo para con los retratos. Usa eso para acercarte a tu compañero sin levantar sospechas.- Le guiño un ojo dedicándole otra reverencia. -¡Yo mismo te presentaré! A ti y a mua mesmo por supuesto. Haré las delicias de los oídos de estas gentes.-

-Pandora. Tú y yo iremos directamente a pedir una habitación y subiremos a la planta de arriba. Yo soy tu institutriz y tú la joven noble.- Asiento. 

-Primero que entren Lizzy y Siverius. Luego Dhara, para atraer miradas a la barra y unos segundos después, Thomas, Arti y Raedrik.-

Me vuelvo hacia Pandora

-Tú y yo vamos directamente a la mujer que está con el niño y le pedimos una habitación. Llevamos mucho tiempo en el camino.-

Asiento a la propuesta. -No me gusta la gente. Mejor que entrar, me quedaré vigilando los alrededores. Si alguien sale silbaré.- Digo con contundencia.

-A mí tampoco me gustan y... y creo que mejor me quedo fuera- comenta Sauco -La noche es mi hogar- añade mirando al cielo y respirando profundamente.

Todos parecen estar de acuerdo con la mezcla de las propuestas de Pandora y Thomas rematadas con los comentarios de Lucinda. Así, los primeros en entrar son Lizzy y Siverius. El sonido del interior se filtra desde la puerta.

Siverius sacó su laúd y presto se puso a tocar unas notas. Poco a poco las miradas se orientaron hacia él.

-¡Érase una vez! Hace muuuucho tiempo.

¡Es posible que en sueños hayáis visto el lugar!

Pues la historia que os voy a contar ocurrió cuando el mundo era antiguo...

Pero antes de continuar permitidme presentaros a la magnífica Musialinádide. Esta chica de ojos rojos puede plasmar en un trozo de papel cualquier rostro de cualquiera de los presentes y, más allá de toda superstición, hechos probados os cuento que cualquier retrato suyo plasmado trae la buena fortuna sobre la persona dibujada. Pues es evidente que ganó un retrato.

¡Bien!. ¿Por dónde iba? ...

Las notas se enlazaban con su voz y, si bien era cierto que estaba haciendo el ridículo, también que mantenía a la gente atenta a sus tonterías.

La primera en entrar es Lizzy, junto a Siverius.

Tras pasear varias veces la vista por todos los comensales que allí se reunían Gang no estaba por ningún lado. Al menos no allí en la planta baja. Aunque Lizzy sintió el pinchazo de la desilusión en el pecho, aquello era algo bueno. Si Gang estaba custodiando a los padres de Thomas será más fácil llegar a ellos.

Mientras Siverius tocaba su laúd y Lizzy se paseaba entre las mesas, Dhara entró contagiándose de la atmósfera y los aromas. Su misión era ir directa a la barra e intentar engatusar a encargado de cocinas de que la dejara trabajar allí a cambio de alojamiento. -¿Realmente aquello era necesario?-

Allí, paseando entre aquellos desconocidos sumergidos en la música de Siverius, la presión en tu pecho aumenta. Algo no estaba bien en aquel lugar. Te lo decía tu sombra interior. Por más que mirabas no sabías qué era. Todo parecía normal, semejante a lo vivido en Quejío de Gato. -¿Eres Lizzy?- pregunta una voz tras de ti.

Cuando se gira ve sus ojos rojos, su rostro con ese pelo negro y largo. Siento el calor en mis mejillas -es guapísima-. Me quedo ahí como un tonto con la boca abierta. -Eh...- tragó saliva. Miro en rededor y la cojo de una mano. -¡Ven!- tiro de ella hacia un rincón de la taberna, la pequeña puerta está abierta. Salimos por la puerta trasera al frescor de la noche. -Eres la chica más...- En ese momento me puse rojo como un tomate -¡Qué acabo de hacer!- debía decir algo... debía seguir hablando.

-¡Gang!- Afirmo y continúo cauteloso -Soy amigo de Gang. Me encargó que, si te veía, te dijera que no está aquí. Que está en el priorato. En el monasterio. Y que allí tiene a tus amigos. También me dijo que te dijera que no te acercaras.- Me encogí de hombros -Si yo fuera tú me acercaría. No tengas miedo. Me conozco todo esto y te protegeré.- Saqué pecho y sonreí.

La miré un rato. Ella con el pelo negro, yo cobrizo. Ella con los ojos rojos, yo azules. Somos complementarios -¡Soy Aaliyah! Y conmigo no tienes nada que temer. ¿Te cuento un secreto?.- Digo bajando la voz -Sé hacer magia.- Sonó un poco fanfarrón pero cualquier cosa que pudiera decir para permanecer con ella, para que me permitiera estar a su lado y ayudarla la haré.

Lucilla y Pandora os acercáis a la señora regordeta que se mantuvo sentada bajo las escaleras -¿En qué puedo ayudarles?- pregunta. -Soy Dayana. Institutriz de la Rosa y la Cruz. Instruyo a Ann de Grenchester. Al sur de Puntabruma. Venimos de paso. Vamos a comprar el mejor juego de telas para el traje de su presentación.- Miré a Pandora -Lo sé, tienes un poco de hambre, pero antes debemos coger habitación. Se nos ha hecho tarde y unas damas como nosotras no deben asegurarse un techo. ¿No está usted de acuerdo?- Le digo a la mujer regordeta. Ella asiente mirándonos primero a una, luego a la otra.

Thomas, en la lejanía os mira en compañía aún de Arti, Raedrik y Sauco. Segundos después os ve desaparecer escaleras arriba hacia una habitación. Llegaba el momento en que Raedrik y Thomas entrasen en la posada.

Al tiempo que Thomas entra en la posada, Siverius toca su laúd y Lizzy corre con un muchacho de pelo cobrizo y saliendo por una puerta trasera. -¿Dónde va?¿Quién es ese?-

Raedrik hace un gesto a Thomas, indicándole una mesa apartada. Desde allí podrían ver toda la estancia. No había rastro de los padres de Thomas, sin embargo, aún quedaba analizar comensal por comensal en busca de alguno de los captores. Tipos armados pertenecientes a El Manto del Verdugo o incluso algún atuendo de La Orden de la Verdad.

Paseas por el patio superior. Fuera en el camino sólo quedan Arti y Suaco. El primero está mirando algún punto fuera de tu línea de visión. Se le ve excitado. Sauco, con su capucha echada, se mueve de un lado a otro para entrever por la puerta y las ventanas cercanas el interior de la taberna, la cuadra y los patios al otro lado. Mientras Lucilla continúa hablando con la mujer regordeta encargada de las habitaciones tú te detienes y sigues mirando.

-¿Qué hace Arti?- te da la impresión de que habla con alguien por señas. Acto seguido vuelve a reunirse con Sauco y... te parece ver un brillo. La primera cuchillada se pierde entre las prendas de sauco y sientes el sobresalto en tu pecho. -Arti, traidor- Acto seguido intenta cortarle el cuello, pero el pequeño Arti, como una sanguijuela, se retuerce y se escabulle corriendo hacia el bosque, hacia el lugar en el que estaría el desconocido interlocutor de Arti. De allí parece venir un destello.

Camino hasta Arti y ambos nos fundimos en un apasionado beso. Mientras nuestras lenguas se entretienen abro los ojos y sostengo la mirada de Pandora. Deslizo mis labios a la mejilla de Arti y, sin dejar de mirar a Pandora, ahí, en la balconada de la segunda planta que rodea el patio y da a las puertas de varias habitaciones, susurro palabras y él responde. Asiento.

¿Cuánto tiempo pasó desde lo ocurrido en el Norte y el momento presente? No estás segura. Sin embargo, Ismene estaba allí y si aquella vez, en la caverna, pudo invocar aquella bruja, esta vez también podría. Además ¡te ha visto! Estáis en un problema.

Ves a Arti entrar en la taberna.

Cuando Aaliyah y tú termináis de hablar veis a una mujer extremadamente delgada. Su pelo parecía grasiento, negro como el ébano. Tiene los ojos verdes pintados de negro y cuando os mira os da un escalofrío. Va a donde los cerdos y veis que porta una daga. -Yo era la rosa dorada del sol- decía -lluvia de vino, burbuja de amor- no la escuchas bien por el sonido de la posada pero... ¡estaba cantando! -...que la victoria es grande...-

El joven y tú os miráis. Ella os mira.

Con un movimiento rápido degüella uno de los cerdos sosteniéndolo para que su sangre riegue la tierra. Aaliyah y tú dais un salto. Os miráis, la miráis. La sangre forma un charco -la decadencia... la solución final. Entre las mil banderas, cruces y calaveras...- hunde las manos en el barro. Tierra y sangre. Cierra los ojos y parece disfrutar de aquella porquería. -¡Loca! Una loca- eso pensáis hasta que el barro sangriento se ilumina con un destello.

Primero, algo se mueve. -¿Gusanos?- No, dedos. Sale una mano, codos... una cabeza. Sin saber cuándo, habíais retrocedido paso a paso, palmo a palmo y ahora vuestras espaladas estaban apoyadas en la pared de la posada. Queríais correr, pero no podíais apartar la vista del espectáculo hasta que lo que salió de allí os miró y os dirigió unas palabras en una lengua que no entendíais:

Con calma susurrante, haciendo un par de símbolos en el suelo con el pie, como si solo estuviera esperando a su compañera, esperó a que Ismene perdiera de vista a Arti, ese traidor no iba a atacar a nadie más sin ser claramente visto. Una mano fantasmagórica apareció en la posición de aquel canalla, sin duda un ataque bastante tétrico como para asegurar que sus compañeros estarían alerta, pues no había utilizado aquel pequeño truco a la vista de nadie (excepto contra las barcas que les quisieron seguir) quizás alguien intuyera que podía ser un ataque de ella y lo vigilará de cerca.

No podía hacer nada más llamativo, si no quería revelar su coatada.