Partida Rol por web

Miré a Siverius-me alegra que apreciarais la buena comida Siverius, es una alegría saber que tenéis paladar- guiñé un ojo mientras sentía una punzada en el pecho al recordar Quejío de Gato, para algunos la peor taberna con lo mejor de cada rincón, para otros la taberna perfecta donde acudían las criaturas imperfectas.

Mientras cada uno se hacía cargo de su propio plan caminé hacia la barra, en busca de la puerta de la cocina, donde el olfato de mi estómago me obligaba a conocer el aderezo, los condimentos y los ingredientes de ese guiso que iba a alimentar a toda la posada. 

Acompañados de la estridente melodía armónica con la que aquel charlatán engatusaba a los huéspedes, me acerqué a la barra y entablé conversación con el hombre que parecía divertirse con el espectáculo de mis compañeros. -Buenas noches señor- de estatura media, con una barriguita sospecha y no de estar en cinta, una barba gris que se unía a los pelos escasos del pecho, cuatro vellos en la cabeza y una calvicie muy bien asimilada. Aquel señor secaba un vaso poco limpio con un trapo color crema todavía menos higiénico. - Tomillo alimonado fresco picado muy fino, romero...- inspiré cerrando los ojos - ...seco y molido, laurel, pimienta, azafrán ligeramente tostado,  tomates grandes, maduros, limpios, pelados y rallados, ajo, chirivía, cebollas medianas, porque usted y yo valoramos al bocado que las cebollas grandes se repiten y las pequeñas solo sirven para ensalada. - El señor dejó de secar el vaso y atendió a mi lista de ingredientes - cerveza, brandy y una copita de vino, no para el guiso, para la cocina - sonreímos - clavos de olor, hierbabuena fresca, ternera...- su mirada pendiente de mi última palabra perdió de vista la escena. Lizzy corrió con un muchacho de pelo cobrizo por una puerta trasera - ¿Cuál es el ingrediente secreto para que todos esperemos tan ansiosos esa cena?- 

-una cucharrada soperra de piel de narranja rhallada herrmosa dama- la erre, no había cosa que más odiara de cualquier acento que ese arrastrar de erre -trras  añadirr todos los ingredientes tenemos que agarrrarr una narranja - agarrando una naranja lamió la piel y la acarició indicándome alguna señal con las que mi mente no contaba. Sonreí, como pude.-a serr posible rrobada, el saborr prrovoca adrrenalina - la mierda de la cáscara de esa naranja se pegó a su lengua como pelos de gato acicalándose -Se rralla la narranja... y subimos el fuego hasta arrderr- sus ojos brillaban.  

-¿Y tartas?- pregunté. 

-¿Perrdón?- el brillo de los ojos desapareció y todo regresó a la normalidad, dentro de lo que podía ser normal en esa escena- ¡oh! ¿¡Tarrtas!? No serrvimos tarrtas, nuestra cocina no hace tarrtas.- informaba confuso. 

-¡Entonces el destino nos ha unido!- robé la naranja de su mano y le retiré el polvo con el paño poco higiénico que había dejado sobre la barra- la naranja querido amigo, la cáscara rallada de la naranja, es el secreto de una buena base de bizcocho para tarta-

Entre el aroma del guiso se podía palpar la traición, el egoísmo, los intereses, la inocencia... sentimientos y comida siempre han ido de la mano. Arti gritó y el plan de discreto estaba pasando a insensato, sobre todo cuando los soldados se levantaron de la mesa, válgame el universo los soldados son como perros al escuchar el silbido del maestro cuando hay una palabra elevada. Arti se marchó.

Raedrick hablaba a Thomas mientras nuestras miradas se cruzaron, no hubo nadie en aquella estancia durante unos 3 segundos que duró el encuentro, él vió mi alma y yo vi hasta su más oscuro pensamiento, no fue amor, fue pánico. Miré mi brazo, los vellos de punta se comenzaron a iluminar de tonos rojizos y amarillentos. 

-¡Fuego!¡Fuego!- Se escuchaban voces. ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué es esto?

La puerta de atrás se abrió con fuerza, una ráfaga de viento frío entró llevándose con ella el aroma a rico guiso y envolviendo el ambiente con el hedor a heces de caballo. Se escucharon pasos, decididos, violentos, agresivos... Y al levantar la vista, me vi reflejada. -Madre-

No quería dejar a Lucilla sola contra la saga pero tampoco podía permitir que Arti atacara a nadie. Bajando deprisa aunque preocupada por Lucilla tanto como por un posible ataque sorpresa de Arti, iba conjurando de camino otro pequeño conjuro.

¿Por qué? Estaba... Confundido, pero no tenía ninguna duda. Arti nos había estado engañando. Me había estado engañando. Me había llevado hasta allí por alguna razón y ahora quería poner en marcha su plan, cualquiera que fuera. Si hubiera salido con él... ¡Lizzy! Ella si que había salido por allí, con un desconocido además. ¡Está en peligro!

—Raedrik —susurré—, Lizz... No podemos dejarla, seguro que le ha pasado algo, o le va a pasar. Maldita sea, ¿y dónde están los Guardianes cuándo hacen falta? —Miré alrededor.

¿Dónde estaba Gang? Él la habría protegido, pero no se le veía por ninguna parte. Iba a tener que hacerlo yo, y enfrentarme a lo que fuera que tuviera preparado aquél malnacido que nos había mentido a Dhara y a mi. Dhara, también la busqué, hasta que la encontré en la barra, atenta; necesitaba hablar con ella, y con Lucilla, sabrían que hacer.

El grito de alerta me sacó de mis pensamientos y desvió mi atención. El tejado. Arriba. Allí estaban mis padres, encerrados, presa otra vez de las llamas. Mis ojos, asustados, buscaron los del mercenario, que debió entender mi miedo. Había que salvarles, a eso habían ido. Antes de que pudiera detenerme, aparté de un empujón la mesa y salí corriendo hacia las escaleras.

Estaba a medio camino cuando la puerta se abrió, dejando pasar a una hermosa mujer de cabello azabache y mirada penetrante. No supe por qué en un primer momento, pero me quedé congelado en el sitio. Mi cabeza tardó un momento en hacer click y entenderlo; era Ismene, la madre de Dhara, como esta se encargó de confirmar. ¿Qué hace ella aquí? Mi cabeza daba vueltas, un pensamiento tras otro precipitándose en medio de aquella vorágine de caos, amenazando con bloquearme, algo que no podía permitirme. Hizo falta toda mi fuerza de voluntad pero rechacé todo aquello y me centré. Primero mis padres, luego lo demás.

Una vez más, seguí corriendo escaleras arriba, de nuevo hacia las llamas, y empezaba a ser costumbre.

¡Qué horribles rostros, qué miedo terrible que daban! Parecían mujeres pero sus ojos no tenían pupilas, la piel de una era tan pálida que parecía el cadáver de un cadáver, y la otra tenía una boca enorme y ensangrentada... ¿¡y eso era un dedo humano!? Una de ellas sencillamente desapareció: ¡¿dónde estaba!? Tenía una especie de cetro... ¿mágico? Tan pronto como golpeó el suelo la temperatura volvió a empezar a bajar, y Lizzy ya no sabía si tiritaba del miedo o del frío. El chiquillo, Aaliyah, sin embargo, actuó rápidamente tirando de la mano de ella para que dejase de estar paralizada y empezara a moverse. ¿A huir? ¡No! ¡Thomas, Dhara, y los demás todavía estaban dentro! Aaliyah era perceptivo también, lo entendió enseguida, la leía como un libro en blanco.

Había alguien en el tejado de la posada, que saltó lanzándose como una estrella fugaz contra aquellas brujas, haciéndolas arder. Lizzy no sabía si aquello era magia arcana o divina, ya había visto a Lucinda antes reparar como si nada un catalejo con magia, pero no dejaba de ser absolutamente sorprendente. Sin soltar la mano de Aaliyah, esta vez fue Lizzy quien arrastró al chico hacia allí. "¡Lucinda!" gritó Lizzy, abrazándola incluso. "Este chico, Aaliyah, me avisó pero no he podido yo avisar de vuelta... ¡Gang está en el Priorato! ¡Y-y asumo que los padres de Thomas también! ¡Y-y hemos caido en una trampa! ¡¿Qué hacemos?! ¡¿Qué hago?!"

Caí en el tejado tras las llamaradas. El fuego rápidamente se consumió y sólo dejó algunas brasas sobre las tejas. Vi a Pandora cruzar el patio corriendo. Salté al tejado más bajo y de ahí al terreno junto a la posada. Torcí el gesto al sentir un agudo dolor que me cruzó la planta de un pie hasta el tobillo pero nada grave.

Escuché la voz de Lizzy. -¡Lucinda!- gritó. Me abrazó al llegar, agradecí el contacto pero la aparté para mirar lo que tenía que decir. Habló con velocidad -Este chico, Aaliyah, me avisó pero no he podido yo avisar de vuelta... ¡Gang está en el Priorato! ¡Y-y asumo que los padres de Thomas también! ¡Y-y hemos caido en una trampa! ¡¿Qué hacemos?! ¡¿Qué hago?!-

Miré hacia arriba para pensar -Bien, las llamas no han tocado la estructura-

Pandora se acercó a nosotros. Percibí cierta aura en sus manos y asentí -mejor estar preparadas-

Rápidamente salían todos los que se encontraban dentro de la posada -Tenemos que reunirnos e ir al Priorato. Sobre todo Thomas debe saberlo- sentencié con severidad mientras mi mirada se dirigía a la bruja que derribé desde el tejado. Para mi sorpresa vi cómo ésta se ponía en pie y corría al bosque más cercano para eludir las miradas del grueso del personal.

Todos se pusieron en pie y comenzaron a salir de la taberna. Se escucharon exclamaciones de sorpresa. Todos salvo mi hija y yo, que nos quedamos mirando por unos segundos. Mi vista enfocó tras ella, al chaval que se acercaba, y reconocí el cabello rubio de Ismina y las facciones de aquel joven. -¿Sería posible? El hijo de mi mejor amiga y mi hija juntos.- Aquello parecía un sueño.

Me acerqué a Dhara -No tenemos tiempo que perder- le dije con tono quebrado por la emoción. Había imaginado millones de veces este encuentro y, ahora que era una realidad, no podía disfrutarlo -He venido a ayudar- sentencié con severidad y mi voz resonó con contundente sinceridad. Miré a Thomas, en mis ojos puede ver dulzura y dolor por las traiciones que he tenido que aguantar a lo largo de los últimos meses.

-¡Vamos!- Cogí a Dhara de la mano e hice un gesto a Thomas para que se acercara pero mi atención estaba en la dulzura de la mano de mi hija, acaricié su dorso, sus dedos jóvenes y fuertes. Tiré de ella hacia la salida. -Os necesito a los dos conmigo- dije a modo suplicante. -Tus padres no están aquí Thomas. Lo sé todo. Buscan un objeto que tenía tu madre, un libro. Lo quieren a cambio de sus vidas- mientras salíamos les conté mis últimos descubrimientos. -Tu madre me envió una carta que... desgraciadamente no tengo conmigo- dije con aflicción -Tus padres están en el priorato, en el monasterio no muy lejos de aquí.- Revelé el paradero de Davis e Ismina y notaron en mi voz la ansiedad, quería acabar con esto cuanto antes, necesitaba acabar y poder estar un rato con Dhara.

Thomas, Dhara e Ismene seguidos de Raedrik salen de la posada por la parte de atrás.

Al otro lado, rodean el edificio Pandora, Lizzy acompañada por el joven con el que salió y Lucilla. Ambos grupos se miran cada uno desde un lado del edificio.

Es entonces cuando ven dos figuras más detrás del primer grupo. Unas manos manchadas de negro se posan en los hombros de Thomas. Éste, al mirar hacia atrás la ve...

-...shalagadrian- pronuncio las palabras mirando a Thomas a los ojos mientras. Un icor negruzco emerge de mi boca mientras ésta se convierte en una amplia sonrisa.

Thomas y Dhara sentís un vértigo agudo, como si os fuerais a caer hacia atrás. Una sensación que dura un segundo suspendido en el tiempo. Un segundo eterno que parece terminar antes de comenzar. Dais un paso atrás para no caer y, en lugar de la hierba, vuestros pies tocan un suelo gris, firme y en penumbra. No estáis en el exterior sino dentro de un claustro de paredes de piedra, ventanas alargadas con vidrieras y pupitres de escribanos que han sido apartados de mala manera.

Un restregón de sangre revela el cuerpo sin vida de uno de los monjes. En ese momento percibís el olor a sangre en la atmósfera, tan intenso que sospecháis la muerte de todos los habitantes de aquel lugar. El priorato.

Es cuando el hechizo de Ismene ya no tiene sentido. Thomas es consciente del influjo en su mente pero no lo uso contra Dhara. Las dos sagas se desvanecen, volviéndose invisibles de nuevo.

-Mi preciosa hija. Ahora estoy completa- Acaricio el rostro de Dhara. Me coloco delante de Thomas -Debía hacerse- digo sin una pizca de remordimiento y extiendo una mano -El libro- le pido una sola vez. -Sé que lo tienes. Sé que lo has leído delante del fuego de una hoguera la noche antes de llegar aquí.  He matado a casi todos sus secuestradores. Dámelo ahora y te llevaré con tus padres. Tienes mi palabra.- Aún no he pensado el método para arrebatárselo y espero no tener que hacerlo.

El arma de Raedrik corta el aire desde atrás. Las brujas, Dhara, Thomas e Ismene se han desvanecido delante de todos. -¡Brujas!- gritan los testigos que por allí andaba. Tras ello se giran hacia Lucilla -Bruja- la señalan a ella. Lizzy y Aaliyah no habían sido los únicos testigos de que el fuego surgió de sus manos.

Lucilla apretó los dientes y los puños. Se había convertido en el chivo expiatorio de la incertidumbre y el miedo de aquellos lugareños.

Los guardias os miran arrugando el ceño. De pronto la noche parece volverse más oscura. Escucháis caballos y gritos detrás de vosotros...

Corro sobre mi montura. Llevo dos caballos junto mí que son muy difíciles de controlar. -¡Alto!- escucho gritar a los guardias e inician la carrera hacia nosotros. -¡Subid!- Digo -Aprisa-. Suelto uno de los caballos hacia Lucilla, otro hacia Pandora pero es un joven de pelo rojo el que se sube de un salto y extiende la mano hacia Lizzy para que ella suba provocando un aguijonazo de celos en mi pecho.

Alzo a Pandora ayudándola a subir. Miro a Raedrik encogiéndome de hombros. Junto a él está el bardo, nos despide agitando una mano. -¿Lo volveremos a ver?¹-

-¡Ese canalla de Arti intentó matarme!- Grité mientras nos alejábamos.

-¡Lucilla!- Todos escuchamos el nombre a nuestra espalda. Era una voz enérgica cargada de odio. Me giré...

Acababa de llegar y sólo pude verlos huir ante la mirada y la negativa de los guardias -¡Lucilla!- grité completamente fuera de mí. Acababan de hacer magia en mi territorio, con testigos. Había mirado para otro lado demasiado tiempo. No volverá a pasar. Inspiré hondo, tenía el arco en la mano con la flecha lista. Lo tensé y apunté con todo el dolor de mi pecho. Disparé.

Devolví el arco a uno de mis hombres. Los diez Guardianes de la Verdad vimos cómo los caballos se alejaban. Desenvainé mi maza y apunté hacia ellos momentos antes de perderlos.

Eidamar ha llegado con refuerzos justo en este momento. Resulta evidente que las sagas se han llevado a Dhara y Thomas usando artes arcanas. La magia está regresando o están haciendo que regrese.

Lucilla sostiene la flecha que segundos antes tenía clavada. La herida no reviste gravedad, aún así, lágrimas amargas caen por sus mejillas.

Os dirigís a caballo hacia el priorato. Donde supuestamente están los padres de Thomas. Sin embargo, a medida que os acercáis se os coge un nudo en el estómago al ver cuerpos de El Manto del Verdugo y capas de la Orden de la Verdad desperdigados por el camino. Al menos una parte del grupo de secuestradores de los padres de Thomas está muerta...

- preparados para lo peor - dijo manteniendo la concentración en su cabeza aunque sin lanzar algo que preparaba para Arriba - le he dejado una quemadura helada con forma de mano en la casa en tu honor, pero no vienen solos, Desconozco cuánto tiempo he pasado en otro ¿Plano? - no sabría decir si su "ensoñación" había durado tanto, no había conocido mucho al bonachón de mofletes sonrojados*, ¿Ya habían cruzado ellos todo el camino en el transcurso de su sueño? - solo puedo decir que no vienen solos, Hobgoblins, la horda del norte les debe acompañar. dijo eso esperando equivocarse.

Esperaba que su quemadura helada dejara marca a ese traidor, tal viera a alguien que buscará seguirles o cortarles el paso se llevaría el primer golpe apresurado.

Ante las acusaciones de bruja a Lucilla, Lizzy se echó la capucha, intimidada por la gente y tratando de ocultar su propia identidad, aunque las acusaciones por fortuna no fueran a ella. Tomó la mano de Aaliyah para subir al caballo y escuchó que Arti había intentado matar a Sauko. "¡Maldita sea, lo sabía! ¡Sabía que no era de fiar!" exclamó Lizzy, temiendo lo peor, que Arti estuviera con los secuestradores. ¡¿Cómo si no habrían preparado esta emboscada?! Aunque también podría haber sido algún tipo de divinación de las brujas... ¡Pero fuera lo que fuera, una vez más, la intuición de Lizzy Rai había estado en lo cierto!

Se despidió del bardo y el mercenario con la mano mientras cabalgaban, y escondió la cabeza cuando Eidamar apareció y gritó el nombre de aquella a la que una vez amó. A Lizzy le apenaba ver a Lucilla llorando en silencio por la flecha que Eidamar disparó. Thomas y Dhara habían sido llevados a alguna parte con magia, esperaba que estuvieran bien, pero eso significaba que el rescate de los padres de Thomas quedaba en las manos de Lucilla, Sauko, Lizzy y Pandora. No era la lucha de ninguna de las dos, pero no podían tampoco abandonarla sin más. Y es que, como Raedrick ya les dijo refiriéndose a otra cosa, todo esto les quedaba grande. Y aún más así lo parecía cuando los mercenarios del Manto del Verdugo y también miembros de la Orden de la Verdad...

Asintió a Pandora. Había que prepararse para lo peor. Que podría ser un fracaso absoluto, o un enemigo que si había podido con los Guardianes de la Verdad y con el Manto del Verdugo... "...Es... espero que Gang está bien..." y los padres de Thomas, evidentemente...

¿Qué...? ¿Qué ha pasado? Aún en shock, miré alrededor, horrorizado, aún con la imagen de aquella criatura que había surgido de la nada, y de la que ahora estaba, en teoría, a salvo. El olor metálico de la sangre se mezclaba con otros aromas aún más desagradables que el aire puro no había logrado limpiar. Ya no estaba en la posada, eso estaba claro; a juzgar por las ropas de los muertos que sembraban el suelo de piedra aquí y allá, debía de ser el priorato del que había hablado Ismene. Mi salvadora —y de Dhara. Me puse en tensión al instante; había descubierto que nadie hacía nada gratis.

Los planes de la mujer quedaron rápidamente al descubierto. No me había sacado de aquella trampa mortal por amor a mis padres, ni por principios, ni porque fuera una buena persona. No, estaba allí, como todos, por algo, por el libro. Pero ese tomo había sido de mi padre —el de sangre—, luego de mi madre y ahora era mío. No iba a entregarlo así como así.

La espada salió de su vaina con un destello, la hoja brillante, la punta dirigida firmemente hacia el pecho de mi "libertadora". Palabras bonitas, una boca llena de buenas intenciones, pero un corazón que ansiaba lo que me pertenecía; no dudaría en atravesarlo.

—No. No es tuyo, no tienes derecho a él. Dime donde están —era obvio a quién me refería— y apártate de mi camino —avisé, una sola vez, puede que embriagado del orgullo propio de la juventud, o a lo mejor solo cansado de que todos me utilizaran, dispuesto a controlar mi destino a cualquier precio.