Partida Rol por web

Astérope

La Invasión.

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09/05/2021, 10:30
Branwen Glyndwr

Ya en la calle, el cielo se veía cubierto por nubes de marrones, naranjas y, las menos, amarillas. Caía una llovizna roja que dejaba en la calle charcos que parecían de sangre.

Dos camiones de bomberos estaban detenidos, parados, con todas las luces apagadas. Las mangueras estaban desplegadas pero a pesar de los esfuerzos de los mecánicos no salía agua.

Un enorme incendio había asolado una manzana adyacente y había logrado pasarse a la de la residencia.

Un montón de personas —algunas en pijama— contemplaban el espectáculo atónicas o gritaban de dolor por sus seres queridos atrapados en en los edificios. A algunos los retenían bomberos o sus vecinos, para que no volvieran al incendio. Hablaban en asteropés pero se entendía que no habían podido despertar a sus seres queridos, ni sacarlos de allí. Incluso parecía que uno, entre alaridos de dolor, se quejaba de que "pesaban mucho" y "no había podido".

En la finca que más cercana al fuego —adyacente a la residencia— había un bombero dando mazazos a la barandilla de un balcón, en el cuarto piso, mientras otros extendían una colchoneta que no habían podido hinchar manualmente, más que un poco.

La enseñanza de que podías ir del espíritu más liviano a aquel con una mayor carga la tenía remarcada, como los anillos de un árbol que habían ido trazando su dibujo. Ahí residía una de las razones de porque intentaba saborear cada buena vianda de lo que vivía. Normalmente no venían.

Se atusó una protección sobre la cabeza. Una camiseta, o algo similar, que le hiciera de capucha y la interpuso contra el embate de la extraña lluvia. Más que nada para no acabar viéndolo todo rojo. El acecho del clima era sobrecogedor aunque, por dentro se preguntara, si tenía más de necesidad ambiental que de parafernalia.

Le estaba diciendo a Adam que si se refería a sus peripecias en la casa de marras, pero que los detalles no los tenía, que se los tendría que pedir a Bediviere y Nikita, e iba a abrirle el corazón a su novio, sobre sus ambivalentes sentimientos sobre su padre, cuando se le esfumó el calor de los ojos y la calma del estómago, al toparse con la terrible escena.

La lengua de calor de fuego no era peor que la del dolor de la gente. No solo el de la perdida si no también el de la impotencia. Miró a su alrededor. Esto es lo que sabía que había deseado evitar. El extremo pequeño de las contiendas de los grandes. Lo había leído entre líneas en los libros de la familia que obsesionaban a Deian. Lo había visto en las sonrisas, pretendidamente cómplices, que le habían mandado los que habían quemado casas bajo el homenaje a su apellido. Como si la estupidez fuera menos terrible por ser multiplemente compartida. Que fuera más humana que la imaginación o la inteligencia.

Fue el escudo resbaladizo de su templanza el que repelió con lentitud la mordedura goteante del odio. Lo hizo como muchas otras veces. Fiel y perseverante porque así se había salpimentado. Constantemente preocupado por si algún día no sería suficiente.

Estaba llorando otra vez. La mezcla del calor, el estrangulamiento y la rabia. Las dejo ir, las lágrimas, porque las sintió como la mejor lente para observar y después mover en la dirección que correspondía.

- No me quede por ti - susurro casi sin voz - nada tan romántico - medio sollozó - me quede por mí. Por estar en el lado correcto de mi conciencia - le dijo, apretándole la mano mientras recapitulaba la escena ante sus ojos, y ya no solo para ver su sitio de cada cosa y el sitio al que se iban a desplazar, sino para meter los dedos en la parte que estaba entorpeciendo que el agua fluyera, que los motores funcionaran, que la guerra continuara alrededor, pero pasara de ser salvaje a ser puntualmente menos cruel - tenemos que hacer algo. Voy a hacer algo.

Trató de pelar las huellas de la entropía que debía ser el designio de los Feer, y lo trató de hacer, buscando la conexión en ella misma. Al fin al cabo su sangre, su carne, su espíritu venían de una misma fuente aunque fuera lejana. Lo miró con el lenguaje que entendía, que era el de las matemáticas, pero se dijo que algo más había que poner, tal vez música, uniones de armonía como las que enfundó, tiempo ha, Pitágoras el conjunto completo. Comprendiendo la vibración del número, en sus múltiples cuerdas, para quitar el peso que impedía funcionar a las máquinas.

Rozó el carnal cuerpo metálico del anillo en su dedo, y le pidió fuerza para el cálculo, y con la mano libre tamborileó sobre la chapa del camión más cercano, con toda la fuerza de sus pequeños dedos, sintonizando la contra frecuencia que cubriera con resonancia la onda de la magia Feerica, el tiempo suficiente para que los bomberos pudieran hacer algo por quien fuera.

Notas de juego

tiradas en Natilla (pendiente una)

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09/05/2021, 23:57
Ingvild Hoem

Era verdad, Carme estaba allí, de pie, tan viva como el que más, su cuerpo y voz desmintiendo ferozmente sus propias palabras. Las lágrimas amenazaron con brotar de los ojos de Ingvild, pero su voluntad, sustentada por el miedo, fue más fuerte. 

Entonces Nikita respondió a su pregunta adoptando un gesto de amargura, de desconcierto, y creyó entender. ¿Brian? Eso explicaría la vulnerabilidad del chico, esa angustia que también removía algo en su interior. Se acercó a él cuando cerro los ojos y puso una mano sobre su hombro.

—Oye, ¿estás bien? —preguntó apretándole levemente el hombro— Éstamos todos juntos en ésto. Ya iremos a por Bediviere.

A veces una se imagina la vida de los demás de color de rosas, hasta que te percatas que Nikita es el novio de una chica cuyo amor de la vida seguía presente, orbitándola como una polilla del inframundo. Tan enamorado está de la americana que ni siquiera nota la pequeña luna menguante que se adivina por debajo de la camiseta de Bry. Genial, Ingvild. El mundo se desmorona a tu alrededor, los planos de la vida no-vida se confunden pero tú no puedes apartar la mirada del culo de tu amiga. 

Finalmente evitó mencionar a Brian. Tal vez se equivocaba, y de acuerdo a lo que contaba Nikita tenían asuntos más urgentes que atender, como la danza macabra que se aproximaba hacia ellos. Retiró la mano del hombro del chico, y la utilizó para cubrirse la frente.

—Ostia... ¿Y ahora qué hacemos? Ese gilipollas del Pescador intentará llamar a Carme y a...

Se cortó justo a tiempo, visiblemente incómoda. Y es que hasta el momento no le quedaba claro si Ángeles estaba al tanto de su condición.

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10/05/2021, 21:46
Adam Dyer

Adam agradeció al cielo su manía por vestir siempre con sudaderas con capucha. Aquel deje de timidez y autoenclaustramiento le había salvado de acabar pringado de "¡sangre manando del cielo!". De cualquier modo iba a acabar de aquello hasta las cejas, pero la sensación molesta de sangre en la cara y el pelo se la iba a ahorrar aquella chaqueta de chándal. Miró a Branwen y vio como se cubría con una especie de  turbante improvisado. Le hizo gracia la maña de su chica para hacer de la necesidad virtud, pero no llegó a sonreír. Y no es que no estuviera el horno para bollos que, de hecho, no lo estaba... pero Adam había salido con un propósito y la energía suficiente para llevarlo a cabo. No quería que el entorno le entorpeciera o le despistara. Aquello era una maldita guerra. Literal. Esperaba encontrarse desastres por el camino... pero necesitaba seguir avanzando. Ciego. Aunque eso le matase a remordimientos después. Pero en ese momento la prioridad era sobrevivir.

Menos mal que Branwen opinaba lo contrario. Él la vio llorar y la escuchó hablar de sus motivos para regresar. Y eso sí conmovió al muchacho. No la sangre ni el fuego... la verdad. El brutal poder de la convicción más absoluta.

Adam tomó a la chica en sus brazos y se la acercó a la cara para hablarle a los ojos. Muy cerca.

Si tu vas yo voy... si te quedas, me quedo. Si salvamos a la gente, lo hacemos juntos... y si nos metemos en el fuego hasta las trancas vamos de la mano. Pero no podemos salvar Atlaneva nosotros solos. Ni Astérope, ni a la raza humana, ni a los pueblos fae... No sé a dónde vamos a ir. Espero encontrar un refugio y esperar a que "escampe". Si camino hacemos algo de bien aquí y allá habrá merecido la pena el doble. Pero, por favor, mi vida... no te olvides que no somos los XMen. ¿De acuerdo?

No esperó respuesta. No sabía hasta qué punto las palabras de Adam las entendía en la magnitud en la que él las pronunciaba. No estaba censurando a su novia y dándole o quitándole permiso para actuar. Solo le señalaba que "el lado correcto de su conciencia" era también el de él... pero que dos adolescentes solo son dos adolescentes por mucho que piensen y sientan que pueden atravesar universos.

Ambos corrieron hasta el camión de bomberos y Adam se quedó junto a ella mientras se concentraba. Él se sentía algo inútil en aquel contexto. Cada vez que había hecho algo "super humano" había sido de forma fortuita y poco controlada. Por no decir que había sido desastroso y potencialmente peligroso. Todo menos viajar en sueños a Edöla. Pero eso ahora no sería de utilidad. Así que se quedó allí parado mirando en derredor. Como si pudiese protegerla mientras hacía lo que fuera que iba a hacer. Más aún... dispuesto a hacerlo i se acercaba alguien hostil.  

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10/05/2021, 22:13
Bryony J. White

Algunas palabras del poeta cobraban sentido en ese momento, encajando en la cabeza de Bry como un puzzle del que cada vez tenía más piezas. La chica que había considerado perdida estaba ahí, sólida, real, ante ellos. Y a pesar de la congoja, Bryony sentía cierto alivio al verla liberada de la isla de muertos. 

—No eres libre... porque eres súbdita de los custodios del reino de la muerte —manifestó, tras sorber otra vez por la nariz—. Y ese reino regresa al nuestro para vivir en un mundo libre de banalidad y vigilia. 

Respiró profundamente, hasta que sus pulmones tuvieron todo el aire que podía entrar en ellos y luego los vació en un suspiro. Sus ojos se alternaron entre Carme y Angeles, sin saber muy bien qué decirle a la segunda. Miró entonces a Frida y alargó el brazo para coger la mano de su amiga. Apretó sus dedos, suponiendo que aquello debía estar siendo fuerte para ella, y al final terminó mirando de nuevo a Carme. 

—¿Y cómo te sientes? ¿Sientes dolor o algo malo? Una muerte más colorida que la vida pasada... eso me dijo —compartió al fin, fijando su mirada en Nikita e Ingvild.

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11/05/2021, 00:02
Bediviere Lafayette

Piso de Bediviere:

No había pasado el tiempo, ella estaba allí, junto a la absurda planta artificial del patio, viendo pasar a los muertos.

Y tal y como hubiese ocurrido cuando había hablado con el stárets, no había transcurrido el tiempo. Ella seguía allí. En ese preciso instante en el que se había escondido tras la maceta.

Se encogió un poco más tras la planta, y se llevó las manos al pecho. Trató de identificar a Bryan entre la gente, desde su escondite. A Farhiya, que tenía nombre de persona alegre y sin embargo jamás había visto una mirada tan triste. Trató de identificar cada rostro, mientras la procesión transcurría y su corazón latía, desbocado y aterrorizado. Dolorido. 

 

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11/05/2021, 09:58
Nikita Pontecorvo

Director:

Ángeles se echó las manos en la cabeza haciendo una mueca a medio camino entre el pavor y la incredulidad.

—¡Mis hijos! ¿Están vivos? ¿Y Edu? ¡Al menos ellos sobrevivieron! ¿Verdad?

Frida, mientras recibía la mano de Bryony con un apretón tembloroso, negó hacia Ángeles. Luego dio un paso hacia ella con los ojos llenos de lágrimas.

—No, no, Angelita… Los encontraron muertos, en la casa… A ti el agua se te llevó por una ventana… Lo siento, lo siento mucho…

Y rompió a llorar.

Carme apretó los puños, tomó aire, miró al suelo y luego a Bryony.

—No, preciosa, esto no tiene nada de colorido. Es… Negro y gris. Estamos bien jodidas… muertas, tía. Y siento que no soy libre… Soy un puto fantasma, me siento como un puto fantasma. Una zombi esclava de un brujo que mi corazón en una caja o algo por el estilo…

Miró a sus compañeros de la FEE.

—No quiero ir con ellos. Tiene que haber algo que pueda hacer para librarme. Atadme o algo. Antes de que suene esa puta campana.

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11/05/2021, 09:59
Nikita Pontecorvo

Al notar la mano de Ingvild sobre el hombro, Nikita la miró y respondió a su pregunta con un leve gesto, negando para que no se preocupara. Todo su lenguaje corporal parecía haber gritado otra cosa desde que entrara en la casa, pero en aquel momento la miró a ella y después a Bryony cuando hablaba de las palabras del poeta y su gesto cambió mientras sentía que la sangre le comenzaba a arder.

Se preguntó si el marido y los hijos de aquella mujer estarían también en el desfile de los muertos: ¿quién formaba parte del pago? ¿Los arrastrados por el mar o todos los fallecidos en el desastre? Si Bry lo había llamado “Pescador” tal vez fuera porque lo había visto recoger gente del mar. Sin embargo él había visto a la “Muerte” rondar por aquel mismo salón, dispuesta a segar a los que habían allí. Así pues, y aunque no pudiera asegurarlo, tuvo la impresión de que la familia de Ángeles formaría parte de aquella procesión terrible. O tal vez no pudieron llevarse a nadie que hubiera sido enterrado y por eso hubieran vuelto a tierra firme, para convocarlos a todos. O peor aún, para llevarse también a los que hubieran muerto esa misma noche.

Colorida… —repitió para sí con desprecio a la vez que la propia Carme replicaba. A aquella gente al parecer la esclavitud le resultaba de lo más pintoresca y aceptable. La esclavitud y las masacres.

»Branwen nos contó que cuando su padre le dio el anillo la noche antes de maremoto le pidió que no se lo quitara por nada —dijo de pronto—. Ella podía haber muerto perfectamente con Bediviere y conmigo, pero no creo que se lo diera tanto porque llevarlo fuera a salvarle la vida, sino por protegerla de ellos. Creo que pretendía evitar que su alma acabara siendo una moneda de cambio si algo le ocurría. Tal vez por eso los anillos tengan una forma parecida a la que ellos llevan. Podrían ser como un talismán que protege de las serpientes porque tiene forma de serpiente —razonó. 

Miró el dedo de Bry y luego a sus ojos:

»Lo que quiero decir es que si le dejas a Carme tu anillo tal vez pueda protegerla del sonido de la campana y evitar que se la lleven cuando pasen por aquí —propuso. El corazón le latía con violencia y sus ojos fulguraban de rabia—. O puede que no funcione en absoluto. O que los cabreemos tanto que no podamos ni imaginar las consecuencias. Pero no podemos permitir que nos maten, que se apropien de todo y que marquen desde ahora todas las normas. Y una puta mierda, basta ya —sentenció con hastío.

Miró a Carme y asintió con decisión. La ayudaría en todo cuanto pudiera. Menos mal que no le había prometido a Bediviere que sobrevivir se convertiría en su prioridad.

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11/05/2021, 20:24
Bediviere Lafayette

Director:

Desde donde estaba la visión era fragmentaria, solo una columna de los que pasaban. Se oyó de nuevo la campana, otra vez, y otra. Era un sonido que movía algo dentro de ella, como un poso espiritual que pudiera tener, un fango que al removerse enturbiaba su espíritu y le producía acidez en el esófago.

Cerraba el paso uno de los "pescadores", una figura que mediría al menos dos metros, cubierta de velos blancos, hasta el suelo, que formaban una especie de collar que le cubría la cara. Portaba una guadaña con una campana colgada. No podía estar segura de si caminaba o levitaba. Sintió el amargor en al boca.

A su paso dejaron de verse los muertos. Habrían pasado por allí al menos doscientos. La campana se fue apagando conforme se alejaba con ellos y cuando dejó de oírse se fue también esa congoja que le provocaba su reclamo.

Al fin —era incapaz de saber con precisión cuantos minutos habrían pasado— la calle se quedó desierta.

Bediviere se encogió a la mínima expresión de su cuerpo. Lo observó todo, con pupilas temerosas y titilantes. Con el corazón galopante y despavorido y la bilis en la boca del estómago. 

Pensó en Bryan. En qué sería de él. Y se tapó la boca con fuerza para no hacer ningún ruido. Pensó en su abuela, y se dijo que era afortunada de haberse muerto hace tiempo, a la vez que extrañaba su voz y aquellos rezos en francés en medio de la oscuridad que eran un faro en medio de la angustia. 

Pensó incluso en Dominique, y en Donatien. En si allá donde estuviesen también la gente se estaría convirtiendo en piedra. En si estarían bien, a pesar de que ahora supiese que no era sangre de su sangre. 

La comitiva avanzaba lenta, para su propia percepción. Endiabladamente lenta mientras se desesperaba y se preguntaba cuánto tardaría en llegar al paseo marítimo y si Nikita y las chicas no harían ninguna estupidez. 

Y aún cuando parecía que el desfile había terminado, esperó. Esperó a que el silencio se dilatase, confirmando que de hecho no había nadie, para dirigirse hacia las escaleras y subir a casa. 

Haría café, con el camping gas. Ordenaría las cosas para poder recogerlo todo en seguida si fuera necesario. Comprobaría cómo se encontraba Isa. Y esperaría... Esperaría con el corazón en un puño, mientras le fuera posible esperar. 

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11/05/2021, 22:15
Ingvild Hoem

Asistió a las preguntas de Ángeles en silencio, alarmada. Aquello era demasiado cruel. Y ahora según Bry no sólo las hadas sino incluso el reino de la muerte en su conjunto decidía que era el momento perfecto para emigrar. Cada vez le resultaba más evidente que alguna especie de grieta se estaba abriendo inexorablemente entre realidades hasta entonces ocultas. Si todas tenían la intención de converger al mismo tiempo, la cosa no pintaba bien. Nada bien. Se abrazó a sí misma mientras sus compañeros deliberaban sobre qué pasos tomar.

—Ni de coña, tú te quedas con nosotras —afirmó Ingvild con decisión, intentando poner una sonrisa comprensiva de cara a Carme— Yo tengo monedas, perlas y un diamante que me dió la Gran Dama, tal vez podamos negociar —sacó algo de un bolsillo, una moneda de oro acuñada en árabe por una cara y en latín por la otra, y un escarabeo de lapisázuli, y se las extendió a la chica— La moneda es por la barca de Caronte. Tal vez quieras ponertela debajo de la lengua. El escarabeo es un amuleto protectivo en muchas culturas antiguas. Yo... no sé si funcione, pero me los dió una hada poderosa —explicó al tiempo que le ofrecía otra moneda a Ángeles, ya que la Gran Dama sólo le había regalado un amuleto.

No veía muy probable que el Pescador estuviera interesado en bienes materiales, pero tal vez tuvieran efecto sobre ellas mismas. A decir verdad la propuesta de Nikita se le antojaba más sensata, por lo que sus ojos grises pasaron de escrutar al chico al rostro de amiga, expectantes.

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13/05/2021, 02:41
Bryony J. White

Las explicaciones de Carme dejaron un regusto amargo en el paladar de Bry, aunque fue la desesperación de Angeles la que le provocó más angustia. Apretó más fuerte la mano de Frida y empezó a pensar, porque eso de atar a su compañera le estaba dando una idea. 

Con lo que dijo Nikita levantó la mano que sostenía el teléfono para mirar el anillo que portaba en el pulgar. 

—No creo que sirva para eso. La Gran Dama me dijo que este tipo de anillos otorgan el don de la premonición —explicó—. Pero lo podemos intentar. Los custodios del reino de la muerte son hadas también, mmmm, Pastores de Almas, los llamó. Aunque el que yo vi las pescaba del mar con su barca. Se supone que custodian las fronteras entre mundos y fueron ellos los que abrieron el vórtice que comenzó todo. Pero ahora sus reinos están también en la tierra y los que pescaron son sus súbditos.

Tras contar todo aquello, miró hacia Carme y Angeles. 

—Tenemos que meteros en el búnker —declaró, convencida—. Ahí dentro no se oye nada, no escucharéis la campana. Y aunque la escuchéis y sintáis algún tipo de llamada, no podréis salir. Solo nosotras sabemos cómo se abre la puerta. 

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13/05/2021, 08:21
Nikita Pontecorvo

Aún así, por favor, aunque no sirva, déjaselo. Solo hasta que hayan pasado y ya no se pueda oír la campana —suplicó a Bry. Él mejor que nadie sabía que hay cosas que no se escuchan solo con el oído y dudaba que estar en el búnker las protegiera de aquel sonido que, al igual que las campanillas del árbol de cobre la noche del maremoto, temió escuchar con toda claridad él también a pesar de que no funcionaran sus audífonos.

Siguió a las dueñas de la casa hacia el búnker meditando en lo que había dicho Bry. Si aquellos "Pastores" ahora iban a establecer su reino sobre la isla, los muertos seguirían allí, no los perderían de vista desaparecidos tras alguna grieta en las profundidades de este u otro mundo, y aquello en principio le pareció que hacía más fácil que en algún momento pudieran liberarlos.

Se preguntó si tendría poder para ordenar que lo hicieran aquel que fuera el legítimo soberano de la isla. Si tal vez podría hacerlo Su Majestad Serenísima Branwen I de Astérope y la Atlántida.

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13/05/2021, 22:12
Frida Farkas

Ángela se quedó fuera, con Nikita y Frida, desoyendo los ruegos de ésta. Serena, la muerta le pidió perdón a la compañera de casa de Bryony por "no poder cuidarla más", a lo que la chica respondió con un lloro más amargo y un gesto infantil.

Bryony e Ingvild entraron con Carme. Quedaron en que Nikita y Frida golpearían la puerta del búnker con una piedra siguiendo un código, cuando los pescadores hubieran pasado y la campana llevara unos minutos sin oírse. Vendaron los ojos a Carme para que no supiera cómo funcionaba la apertura manual.

También entraron unas velas, para tener algo de luz, porque ni siquiera las linternas funcionaban.

Nikita y Frida se quedaron al otro lado de la puerta, en la habitación de los padres de Frida. La ventana todavía no estaba cambiada y entraba la brisa del mar.

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13/05/2021, 22:12
Carme Mantano

La oscuridad era total, salvo por las velas. Pasaron cinco minutos en los que Carme estuvo nerviosa y callada.

—¿Habéis oídio? ¿No la oís? ¡Mierda, oigo la campana!

Ni Bryonyi ni Ingvild podían oírla.

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13/05/2021, 22:13
?#2

Oyeron una campana sonar a lo lejos. Ángela no esperó, salió al paso de la procesión que no se veía desde allí —pues pasaba por la carretera, al lado inverso de la playa. Frida dejó de llorar y tomó la mano de Nikita. Le dio las gracias en asteropés, muy seria, con los ojos muy abiertos y la voz muy cascada por el llanto.

Una campanada sonó dentro de la habitación y ambos tomaron su forma férica. La de Frida era negra, como Adam.

Frente a ellos se formó, como si estuviera hecha de tela de araña levitante, la forma de uno de ellos. Con un anillo que no se veía con precisión y una guadaña tan grande que podría partirlos a los dos por la mitad de un solo tajo. Habló con una voz tan grave que Frida se tuvo que tapar los oídos del dolor.

—Da mihi quod meum est.

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13/05/2021, 22:13
Nikita Pontecorvo

Al primer toque de la campana, Ángeles se despidió de Frida y se marchó. La chica estaba destrozada. Perderla una primera vez habría sido durísimo, pero presenciar cómo se le volvía a arrebatar para experimentar aquella angustiosa esclavitud, hizo que a Nikita se le encogiera el corazón de tal forma que le dolió el pecho. Se sentía horriblemente agitado, y aún cuando Frida le dio las gracias por acompañarle, no fue capaz de despegar los labios y solo pudo apretar su mano con fuerza.

Bediviere había visto pasar el desfile y escondida parecía a salvo. Pero ella no había retenido a Bryan, quien ahora caminaría junto a los demás. No sabía muy bien qué esperaba que hiciera el anillo de Bry, pero rogó porque volviera a Carme invisible para ellos. Pero al instante sus pensamientos se truncaron cuando la campana volvió a sonar alto y claro dentro de la misma habitación.

Nikita trató de tomar aire y éste parecía no llegar, como si sus pulmones no le respondieran. Conocía muy bien aquella figura. Una certeza terrible de que cada decisión que había tomado aquella mañana lo había llevado de nuevo ante ella, lo recorrió junto a un espasmo. Iba a morir allí, lo sabía. Y no quería ser un esclavo, ni quería morir, ni que Bediviere colapsara al enterarse o su familia le llorara… Pero ahí estaba la Muerte y la guadaña gigantesca con la que se había paseado entre la gente la noche del maremoto. Lo único que acertó a hacer su cuerpo, casi por un automatismo, fue colocar a Frida tras de sí. Ella también era un hada y le recordó a Adam… Su hermano a quien no volvería a ver.

Pero entonces en su mente desesperada reverberó una certeza: que aquello no era la Muerte aunque pudiera matarlo, sino un hada, una muy poderosa. Y él también lo era, un don nadie absolutamente ignorante de su propia naturaleza que para aquella presencia debía ser poco menos que un insecto. Bastante suerte había tenido de que aún no lo hubiera matado.

Dios mío, ayúdame… —balbució con un hilo de voz mientras sentía el corazón latir con tal violencia que le pareció que iba a partirse.

La figura habló y su voz sonaba como si viniera de las profundidades de la tierra. Temió igualmente por Ingvild y Bryony, tal vez todos estaban muertos ya por haber osado retener a la chica. Los ojos se le nublaron llenos de lágrimas.

Soy Nikita Pontecorvo , caballero de Su Excelencia Branwen Glyndwr y Rákóczi, legítima heredera al trono de Ástérope y la Atlántida. Somos sus leales súbditos, también aquella por quien preguntáis. Por favor, seguid vuestro camino, os lo ruego en su nombre y en nombre de Cristo.

Si aquellas iban a ser sus últimas palabras, esperaba que el Señor le protegiera y le llevara a encontrar a su abuelo esperándole al otro lado con los brazos abiertos.

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13/05/2021, 22:43
Bediviere Lafayette
Sólo para el director

Piso de Bediviere:

Subió a su casa y comprobó que Isa seguía igual. Estaba tomando café cuando oyó un ruido en el salón, una especie de crujido que resultó ser el sofá, al romperse las patas por el peso de Isa, impensable para su volumen, a no ser que fuera de plomo.

Habría pasado media hora y de ir hacia allí la comitiva debía estar ya pasando junto a la casa de Bryony.

 

Dio un respingo al escuchar el sofá. Isa debía pesar como si estuviera de hecho hecha de piedra, o de hielo. Bediviere se acercó, y rozó a penas su mejilla con los dedos, colocó bien la manta sobre sus hombros, y miró por la ventana, teniendo en cuenta la hora.

Sabía que la procesión debía haber llegado ya al paseo marítimo. Y un miedo atenazante se adueñó de su corazón. En menos de un día había perdido parte de su identidad, había perdido la noción de tener una familia y ser humana, y había perdido de nuevo a Bryan. 

No podía perder a Nikita también, se dijo, mientras se arrodillaba en el suelo y rogaba porque se encontrase a salvo, presa de la impotencia de saberlo lejos y de recordar que no había sido capaz de prometerle que se pondría a él primero a salvo, antes que a nada. 

Nikita. Aquel loco impulsivo e idealista al que le había entregado un pedazo de si, en un margen tan corto de tiempo que asustaba, pensó, juntando las manos, y cerrando los ojos, sintiendo de nuevo el sabor de la sangre de la pequeña herida que ella misma se había hecho en el labio. 

Tenía que volver a buscarla. Tenía que seguir vivo. Rogó por ello, vocalizando aquel mismo rezo murmurado en lengua francófona que había dejado salir de su boca la misma noche del tsunami. Le rogó a un Dios con el que se había enfadado más de una vez. Le rogó a su abuela, si es que podía escucharla. Le rogó incluso a Nikolai, aquel hombre al que acababa de abrazar y que siempre parecía acudir a la cabeza de Nikita cuando la circunstancia parecía infranqueable. Se lo rogó al agua, que estaba en su propia sangre. Se lo rogó al cuervo que vivía en su costado. 

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14/05/2021, 14:04
Adam Dyer

El camión respondió a sus dedos con un sonido hueco, como si fuera una cáscara o mejor, la armadura vacía de un animal extinto.

Comprendió Branwen que se había impuesto un dominio sobre la ciudad. Las máquinas habían obedecido a una orden. Era cuestión de algún tipo de "carisma", tenía que imponerse de alguna manera pero en esas circunstancias y con tan poca experiencia sería muy difícil.*

Una bombera se acercó a ellos. Tenía la cara y la ropa manchadas de ceniza y ese barro rojo que llovía.

—¡Se ha estropeado todo! ¡Estamos tratando de sacar a la gente pero los que quedaron dormidos se han quedado como si fueran estatuas de hielo, tan pesadas que no los podemos bajar! ¡Pase lo que pase no os durmáis!

El que estaba golpeando el balcón del cuarto piso arrancó la barandilla de un golpe tan tremendo que hizo saltar chispas. Abajo otros dos la retiraron y el capitán dio la orden de tensar la colchoneta.

La chica siguió hablando.

—Con los adultos no hay nada que hacer pero a los niños pequeños podemos sacarlos a rastras por los balcones, antes de que el fuego los consuma. Toda ayuda es buena para tirar de las cuerdas.

Corrió hacia una de las cuerdas que servían para tensar la colchoneta y se agarró, para tirar con fuerza**.

 

Sintió la vastedad de la mano puesta sobre las máquinas y la silueta de la imposición de personalidad que las vaciaba.

Era tan grande y ella tan pequeña en aquel momento que su convicción se llegó a tambalear. Pero pensó en lo pequeño. En que solo quería que al menos los dos grupos de presión en los camiones volvieran lo justo a la vida y en que podía pedir algo tan nimio y conseguirlo porque era así, pequeño y se apiñó alrededor de esa simple idea.

Arrobó el ritmo de su protección con una honesta asunción de parte del impacto para descargar el peso de la presencia. Y filtró un voto de tonos francos de estima, confianza y respeto.

'Estáis hechas para ese momento. Para empujar el agua y salvar vidas. Yo os cubro. Dar todo lo que podáis. Por favor. Gracias'

Branwen no lo llegó a ver pero tuvo la sensación de que en verdad tenía que convencer a un alguien que personificara el camión.

Junto con otros siete Adam tensó la cuerda a la voz de ¡Ahora! dada por el capitán del equipo de bomberos. Tirando de él, arrastras, varios bomberos lanzaron un bebé desde el balcón del cuarto piso al que previamente le habían arrancado la barandilla.

En la caída, el bebé se cayó a plomo golpeando con tanta fuerza que los movió a todos los que lograron mantener agarrada la cuerda hacia el centro de la lona. A Adam la cuerda se le soltó de las manos, quemándole un poco en el rozamiento. La lona quedó tendida en el suelo. cayó al suelo.

Mientras tanto, la galesa, concentrada en el camión, presintió a una niña, o alguien pequeño y esquivo, que tenía miedo, y supo que tenía que explicarle quién era ella y qué derecho tenía para anular aquella orden.

Adam vio que la primera en llegar al bebé fue la chica que antes había hablado con ellos, se arrodilló y se quitó el casco. Y se puso a llorar.

—¡Está roto!

En el impacto, el bebé se había partido en tres pedazos.

La presencia que parecía animar el camión cedió al ímpetu de Branwen. Como tenía verdadera ansia de hacer el agua fluir el motor se puso en marcha —la bombas de uno solo de los camiones— con un estruendo.

El capitán de los bomberos gritó con una voz gutural.

—¡Tenemos agua! ¡Extender las mangueras! ¡Damos por perdida esta manzana! ¡Nos centraremos en evitar que el incendio cruce la avenida!

Como una pieza de cerámica barata.. de esas que puedes adquirir en unos grandes almacenes de bricolaje. Una de esas figuras hechas en serie, con un molde y pintadas con acrílicos con poco acierto... solo que originalmente no era de cerámica. Aquel bebé era de carne y hueso. Lo fue. Pero por el hechizo cruel de los magos... aquellos brujos que habían enviado como avanzadillas las huestes de los pueblos fae, bajo el mando del padre de Adam, lo había transformado en algo inerte y ahora, allí en el suelo de la calle, hecho pedazos, ya no volvería a ser carne nunca más. El perfil de la talla mostraba algo granate y oscuro... sólido que el chico no fue capaz de mirar más que de soslayo. Un bebé muerto. Partido en pedazos. Solidificado y pesado como el plomo... había muerto incapaces de tensar la lona lo suficientemente para amortiguar el ímpetu de la caída. Ni él con su escasa fuerza o gran voluntad... ni los bomberos con infinita más preparación habían conseguido parar la letal caída. 

Adam contrajo la cara aguantando una arcada provocada por el horror. Apenas se había hecho daño con la caída, pero se sentía tan mal como si le hubiese caído un piano encima. Un dolor no físico le invadió. Una asfixia de muerte. Aquella arcada dio paso a un llanto ácido... los ojos le quemaban y ni siquiera las lágrimas conseguirían aliviarle. Levantó la cara dejando que el agua roja (por salud mental había decidido llamarla "agua") le limpiase... o le terminase de ensuciar.

El crujido hueco del camión doblegándose a la voluntad de Branwen le trajo de nuevo a la vida. Aquel sonido feo se le antojó una salida... un acorde armónicamente perfecto. Buscó a su chica con la mirada y, sin poder evitar que la muerte apareciese en sus ojos, le dedicó una sonrisa de profunda admiración. Ella sí lo había conseguido.

Los bomberos dejaron rápidamente la escena y se dispusieron de una forma dolorosamente pragmática a moverse a la manzana siguiente. Contención... no rescate. Esa parecía ser la premisa. Dolía contemplar aquel ejercicio de eficiencia. Sobre todo al ver a aquella mujer arrodillada junto a los tres pedazos que un día fueron su hijo.

Vámonos... por favor.  —suplicó Adam acercándose a Branwen. No lo soportaba. Sabía que se iba a "comer" muchas estampas como aquella... pero en ese momento " se le hizo bola".

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15/05/2021, 10:46
Branwen Glyndwr

La 'Sacudida' regresó en lomos de las siete letras en la súplica de Adam. No fue una bofetada de realidad, pues su chico la manejó con cortesía y en un poso de amor, pero si lo contundentemente de un grito de auxilio.

Destrabó de Branwen una onza de su atención, para que el fiel se balanceara menos acusadamente hacia su intención exitosa, y contemplara también la necesidad del él. Y la crudeza que la provocaba.

La atisbó de soslayo más unida a la congoja de Adam que a la universal, y fue esa condición de faro que la socorrió.

Compartieron lágrimas un segundo y el terremoto que les urdía en el interior.

Branwen era ambiciosa, del tipo de persona que recoge los retos como una inversión que la enriqueciera, pero ni ese era el impulso de fondo que le había atenazado ni reconocía, ahí donde sabes de verdad, que este fuera el caso. No en la perseverancia de una tenacidad sostenida en la rabia. Esa sería la guía de la razón que más odiaba.

Estaba temblando por el esfuerzo y algo más y el dopaje de la adrenalina sabia por experiencia que solo era un zumbido momentáneo que no la dejaría a la larga mejor.

Podía lanzarse a salvar más, siguiendo pulsando contra la marea. Ver cuanto podía Crecer. Esperar quien vendría a observar...

Pero se descubrió pensando que para querer salvar a muchos necesitaba empezar salvando a uno. Miró a ese su uno, moreno, canadiense y hada y lo abrazó con los ojos al tiempo que busco su mano magullada.

- Solo tres segundos - dijo tanteando en los bolsillos la forma del rotulador indeleble que usaba para marcar y aplicándolo a la superficie grana, trazando las líneas bastas de la tentativa representación esquemática de su escudo. Negro sobre Rojo su dragón alado y cornudo.

- Estás bajo mi protección.  Yo tengo que ir a correr la voz. Córrela tu también pera que la puedan oír los otros - susurro - Sigue siendo tú.

Luego se hundió a abrazar de verdad a su familiar refugio de huesos y músculos fibrosos, calor dulce y olor a chico. Primero fue una profusión completa y luego el embrazado de su cintura. De su mano entrelazada.

- Vámonos - asintió casi ciega de lágrimas, agua sangrienta y pesadez de sacrificio - Tus instintos son mejores que los míos para encontrar un lugar seguro. Guíame.

Después, la única concesión al instante anterior, en la que había hecho un cambio, un hechizo si se quería definir como maga, fue el convertir la melodía del tamborileo que sus dedos habían descubierto, en la secuencia de un tarareo gutural, fino, pero presente, que pudiera ser escuchado por allí donde pasara, y que se grabara en su mente, entrabándose con las partituras de lenguaje matemático que lo habían pergeñado.

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15/05/2021, 20:58
Ingvild Hoem

La plenitud que había sentido tras su encuentro con Bryony y Frida se había derretido, como la cera de las velas que se encontraba encendiendo. Todo lo que le quedaba era ansiedad: ansiedad por no saber qué ocurría fuera del bunker, impotencia por estar encerrada en una pequeña habitación sin vía de escape, y más ansiedad aún por la fantasmal presencia de Carme.

Se quedó sentada en los pies de la cama, sin saber qué decir, con una expresión sombría en el rostro. Lo que había sucedido con Carme podría haberle pasado a Bry o a ella misma. Dicen que el miedo a la muerte es el más antiguo de todos, pero lo cierto es que como cualquier otra persona de ventipocos años (ok, no tan pocos), Ingvild jamás había reflexionado al respecto. Hasta aquel momento, en el que contemplaba con atención la compungida expresión en el bello rostro de Carme. Aquel silencio incómodo no duró mucho, pero las palabras que lo interrumpieron no fueran menos incómodas.

Abrió mucho los ojos e intercambió una mirada entre cómplice y nerviosa con Bry.

—No, no, no —se incorporó negando enfáticamente— Todo eso está en tu cabeza —le dijo, golpeándola suavemente en la sien con un dedo— Ni Bryony ni yo escuchamos nada, ¿verdad, Bry? —la miró, suplicante.

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16/05/2021, 03:40
Bryony J. White

Una vez Carme tuvo el anillo en el dedo, la moneda de Ingvild y su amuleto y las velas estuvieron encendidas, ya solo quedaba esperar. Bry no fue capaz de parar quieta en esos cinco minutos que a ella le parecieron cinco horas. Se movía por el interior del búnker, inquieta, comprobando el teléfono cada poco para encontrarse una y otra vez con un espejo negro ante sus ojos. Se sentaba y se levantaba al cabo de unos segundos, sin poder parar.

Cuando escuchó la voz de Carme se giró hacia ella como un resorte. Sus ojos se abrieron enormes y redondos y contuvo el aliento mientras intercambiaba una mirada con Ingvild. Negar la existencia de la campana no la iba a hacer desaparecer, pero se apresuró a ponerse al lado de su compañera y le cogió la mano en la que tenía el anillo. 

No pasa nada. No pasa nada —repitió, intentando tranquilizarla y también a ella misma—. Nosotras no la oímos, pero no importa. ¿Sientes algo raro? ¿Te llama o algo? Tú tranquila, ¿vale? No te dejaremos ir. Respira despacio, céntrate en nuestra voz. Ingvild te va a contar algo muy divertido que le pasó. 

Miró a la mencionada con una petición silenciosa de ayuda. Cubrió la mano de Carme con las dos suyas y trató de hablar mentalmente con el anillo que solo funcionaba cuando quería, desesperada por probar cualquier cosa. «Por favor. De verdad que ahora necesito que hagas algo. Ayúdame a liberar a Carme. Por favor. Por favor».