Partida Rol por web

Atravesando ya los campos de la baja - Castilla, en el páramo observáis como un grupo de cinco jinetes se acerca a vosotros al galope.

Tirada de Psicología anterior:

Notas a un Malaquías demasiado nervioso, sus gestos, su actitud, apenas habla ni siquiera con Tobías. Desde que esos caballeros catalanes llegaron al castillo le cambió la cara. Además percibes que algo debió acontecer durante el asalto pues Tobías también parece cambiado. Evita miraros a los ojos y tampoco abre la boca.

Hernan observa a los jinetes que llegan al galope mientras piensa:

 Por favor más problemas no... Como si la cosa no estubiese ya mal de por si como para que ahora tengamos que luchar nuevamente. ¡Y encima con cinco jinetes! Por Dios, que vengan para bien y no para mal...

Jinetes. Sólo con eso sabemos que no serán campesinos enloquecidos por el hambre y la pobreza. Pero ¿qué intenciones traerán estos hombres? Vienen rápido, será mejor prepararse para cualquier cosa.

Descuelgo mi arco y lo apresto mientras no dejo de examinar a las cabalgaduras y quienes las montan. Pongo una mano sobre mis ojos para evitar molestos reflejos del sol e intento examinar a los que se acercan a galope antes que lleguen. Quizá porten algún escudo de armas, armadura o librea que les identifique.

Observo como se acercan los jinetes con calma pero listo para sacar la espada si nos atacan. Me aparto de su camino por si no se detienen y espero a que se nos acerquenj más.

Al ver a los jinetes, Malaquías espolea con fuerza su montura mientras grita a Tobías para que apriete el ritmo sobre el carruaje. Los rostros de ambos se tornan en una mezcla de pánico y preocupación.

-¡¡¡Impedid que nos den alcance, protegednos cueste lo que cueste!!!.

Yegua y carro comienzan a intentar ganar distancia de los perseguidores, a costa de abandonar al grupo de escolta a su suerte en mitad del camino...

-¡Sabía que pasaría, sabía que pasaría!.

Tobías entra en una espiral de nerviosismo que le desencaja el rostro mientras se afana por estrujar las riendas sobre las bestias de tiro.

-¡¿Ves como te lo dije?!, ¡mierda puta!.

Sus formalismos terminan aquí, y una nueva forma de dirigirse a Malaquías sale a escena, dando la sensación de que o es un loco o ese a quien le habla no es su señor...

¿Cueste lo que cueste? ¡Y UNA MIERDA!

Trato de sujetar las riendas del carro para que Tobías no intente el absurdo de escapar de caballos al galope matando a estas pobres bestias a latigazos.

¿Qué pasa aquí? Tú, Tobías . . . o como te llames. ¿Quiénes son esos de los que queréis huir como alma que lleva el diablo? No lograrás escapar de ellos en el carro así que habla si pretendéis que os ayudemos. Y más te vale decir verdad o yo mismo te echaré bajo los cascos de sus caballos.

He hablado sin pensar, llevado por la rabia. Espero no haber metido la pata.

En tanto agarro las riendas aún miro hacia los jinetes que se acercan pero sin perder de vista a Tobías, no me fío un pelo de él.

Tras una noche medianamente tranquila haciendo guardia aunque intranquila ala vez por las reacciones de Malaquías y su burro, me despierto bastante bien. Miro mi herida, ya habían pasado bastantes días y se veía mucho mejor, Ramona era ciertamente una gran sanadora.
Empezó un nuevo día y a cada minuto que pasaba se notaba cada vez más la tensión que nos embargaba a todos, ya ninguno nos fiábamos de quien nos había contratado y teníamos razones de sobra para estar así. La tarde anterior los hombres quisieron investigar el contenido del carromato que con tanto afán cuidaban Malaquías y Tobías pero no hubo manera.

Un nuevo día y cuando apenas llevamos medio día andado avistamos todos cinco jinetes que se acercan a paso firme a nosotros.
No les doy importancia hata que la acción de pronto se acelera y Malaquías y Tobías empiezan a gritar y a hacer lo posible por escapar de aquellos jinetes.
Abro los ojos intentando captar la escena, intentando serenarme ya que parece que se han vuelto locos. Comienzan a espolear a los pobres animales para que corran. ¿Acaso están locos? ¡Los jinetes van en caballo! pienso a punto de estallar en ira y frustración.

Veo a Alejandro subirse de un salto y agarrar con fuerza al estúpido de Tobías y corriendo me acerco a ambos tratando de sumarme a la comitiva mientras grito en voz muy alta mirando fijamente a Malaquías:

- ¡No os protegeremos sin saber de qué y por qué huís de esta manera! - exclamo totalmente segura de lo que digo, decidida a cumplirlo. No arriesgaré mi vida sin saber el motivo por el que he de hacerlo.

Alejandro agarra las riendas y da un tirón intentando detener el caballo, es inútil y lo único que consigue es que el caballo arrastre su cuerpo por el camino unos metros. El caballo embravecido se sale del camino y una de las ruedas del carro encalla en una roca haciendo palanca.

El resultado es que el carro vuela por los aires ,partiéndose el eje y elevándose en el aire un puñado de telas que vuelan, con Tobías dentro y va a estrellarse boca abajo contra el suelo.

De debajo del carro ,una mano ensangrentada asoma moviendo los dedos como pidiendo auxilio. Mientras los jinetes se acercan cada vez más a vosotros, ahora podéis reconocerles perfectamente. Son aquellos caballeros catalanes que compartieron batalla con vosotros. Pero esta vez a juzgar por como desdenfundan sus espadas no vienen en son de paz y van directos a Malaquías( que ha detenido su yegua al ver el trompazo del carro y acude al carro ) y al carro. Vosotros estáis a medio centenar de metros aprox.

Ramona vio a los jinetes aproximarse hasta su posición, no traían buenas nuevas... y menos después de la reacción de Malaquías y Tobías, relación que parecía que había cambiado y que le sorprendió incluso más que los jinetes que venían en su búsqueda.

Apenas tuvo tiempo para reaccionar. Esos dos indeseables pretendían largarse dejándonos al resto a merced de esos jinetes. Alejandro reaccionó rápidamente cogiendo las riendas del caballo y haciendo que el carro se despedazara contra el suelo. Al menos ahora tendrían que huir a pie. Por primera vez Ramona se alegró que a alguien no le salieran bien las cosas... Tendrían que sufrir su suerte, fuera la que fuera y no podrían huir de ella.

Sólo se preocupó por Alejandro, para que no sufriera daño en sus alocadas acciones. Por suerte salió ileso.

Pero los problemas continuaban allí. Los jinetes se acercaban... Y no podían detenerlos en el estado en que se encontraban.

Poneros a salvo... -gritó Ramona, mientras intentaba salir del centro del camino para evitar que los caballos pudieran pisotearla.

No sabían de momento que intenciones tenían esos hombres, se dedicaría a ver que acciones emprendían y a actuar en consecuencia... aunque si les atacaban poco podrían hacer...

Haciendo caso omiso a los gritos de la escolta, Malaquías se apresura a acercarse al destrozado carro, aprovechando la distancia que lo separa de quienes ahora exigen respuestas y de los jinetes.

Inclinándose hacia un lado sin llegar a desmontar, rebusca entre las telas y finalmente tira con fuerza para sacar de entre ellas un códice forrado con piel negra y decorado con extraños símbolos, que guarda presto entre sus ropajes para a continuación azuzar con violencia a su yegua, que inicia una veloz carrera en dirección opuesta a sus perseguidores.

Junto a la mano sanguinolenta que araña la tierra pronto asoma la cara desconcertada de Tobías, que contempla con auténtico terror cómo Malaquías se acerca para rebuscar entre los destrozos y reemprende la huída sin ayudarle a salir de debajo del carro.

Sus esfuerzos son inútiles, y pronto sus gritos de desesperación comienzan a escucharse a lo lejos.

-¡No me dejes aquí bastardo!... ¡ay de mi!... ¡sacadme de aquí abajo hijos de una mula!, ¡que me muero, por Dios!.

A trompicones consigo alzarme del suelo tras rodar por el camino y fuera de él. La cabeza me da vueltas y sé que tendré más tarde algunas magulladuras dolorosas pero parece que sin gravedad.

Mal negocio he hecho intentando detener el carro. El tiro desbocado se lo ha llevado fuera del camino y a mi casi a la rastra. Menos mal que me solté en el último momento o habría acabado como Tobías, ahí atrapado y pidiendo socorro.

Veo todavía desorientado y con el equilibrio perjudicado como Malaquías recupera lo que con tanto celo ha estado protegiendo. Dando tumbos intento acercarme pero ni de lejos llego a atraparlo, bastante tengo con andar más o menos recto.

Maldito traidor, hijo de mil demonios. Huyes como la rata cobarde que eres y dejas tras de ti esa lagartija atrapada de carnaza. Mal rayo te parta.

No puedo fijar bien la vista, ¿qué era eso que vino a rescatar? ¿Un libro? ¿Un códice antiguo?

Una sonrisa maliciosa se asoma en mi boca al ver a Tobías atrapado entre las telas y el carromato. Mirando de reojo a los jinetes catalanes, pero sin intención de luchar contra ellos saco la espada y me acerco al fiel perro de Malaquías para asegurarme de que se lleva un recuerdo de esta aventura en forma de cicatriz o muñón.

Los jinetes enfilan en dirección a vosotros. El combate parece inevitable...

¿Qué locura es esta? Aún me siento aturdido pero pareciera que esos catalanes van por nosotros. Demonio de Malaquías, si nos ponemos a pelear aún logrará escapar.

Por un momento dudo si ponerme a gritar y gesticular señalando al felón que huye a galope. Pero no hay tiempo que perder. Apresto arco y flecha por si al aproximarse intentan atacarnos.