Partida Rol por web

Ramona no dijo nada más. No quería contestar a Malaquías lo único que podría salir de su boca no sería agradable y después de todo el viaje que había hecho no quería fastidiarlo. Sólo pensaría en la recompensa y que pronto serían libres de andar por donde quisieran.

El que más le preocupaba era Hernán, sus heridas aún eran delicadas y no sabía como toleraría el viaje.

Alejandro, quizás no se atreva con nosotros, pero es grave delito atentar contra una persona de noble alcurnia, aunque sea sólo ir contra su voluntad. Y aunque sea mercader no entiendo como ha de ser tan bien tratado por el conde... Pero hay algo que no encaja y me siento cada vez más incómoda con este viaje. Creo que saber con qué mercancías trata realmente ese hombre no sería mal asunto... -dijo para los oídos de sus compañeros, evitando especialmente al asqueroso de Tobías-.

Hacia las ocho partís del castillo con dirección Sur. A Toledo! , el Conde no ha otorgada la recompensa prometida pero a cambio ( no sabéis si como deferencia a vosotros o a Malaquías) cinco de sus hombres de armas os acompañan. Estáis convencidos de que el Conde teme que os ataquen esos campesinos de nuevo y efectivamente, cuando camináis siguiendo el lindero de un frondoso bosque , un grupo de campesinos armados os salen al paso.

Cuando todavía estáis lamiendóos las heridas anteriores, es hora de volver a luchar...

Alto, por favor! No quiero que muera más gente! Iros por favor! -dice la mujer gritando-.

Ramona se arrodilla al suelo, al lado de sus compañeros, gritando a los campesinos para que no les ataquen y se vayan... La mujer no parece tener miedo, pero la situación anterior en el castillo le ha afectado mucho y no quiere volver a ver gente que muere sin más.

- ¡Ramona, cuidado! - le grito a la mujer al ver que se tira al suelo arrodillada. Realmente no sé qué es lo que presenció en el castillo antes de dedicarse a sanar a los heridos pero está claro que no fue agradable pues aún parece atormentarla.
Por un segundo estuve tentada de abrir de nuevo la boca para decir que no teníamos nada que ver con el Conde pero el llevar a varios de sus soldados escoltándonos no era de mucha ayuda a la hora de buscar paz en vez de pelear.

- ¿Qué demonios ocurre en estas tierras? ¡Por el amor de Dios! - preguntó un tanto desafiante, sin embargo, sin importarle la presencia de los soldados. Mirando primero a los soldados, después a los campesinos y por último a Malaquías. No era el mejor momento para intentar enterarse pero sería mejor que liarse a matarse unos a otros, menos teniendo a Hernán y Roberto con graves heridas aún sanando.

Miro a mi alrededor, buscando a más asaltantes. ¿Sólo 5 pobres diablos, armados con enseres de campo y cuchillos? ¿Qué locura es ésta, que posesión demoníaca les impulsa? No parecen razonar, son como animales.

Siento un gran hastío de esta situación absurda, ya ni pena me dan estos locos y eso me preocupa un poco. Apresto el arco y disparo al asaltante más cercano. Aún aprovecho tras soltar la flecha para echar una significativa mirada a Malaquías y su perro. Quiero ver su cara y saber si son capaces de sentir algo o me están contagiando su insensibilidad.

El dolor no abandona mi cabeza y menos con la caminata que nos ofrece Malaquías. Dolorido y fatigado camino en último lugar de la comitiva. Al ver los campesinos que nos atacan y teniendo en cuenta mi debilidad intento esconderme antes de que me vean los enemigos.

El Flechazo de Alejandro hace diana en la cabeza del campesino 1 entrando por el pómulo izquierdo y atravesando medio cráneo, sobresaliéndole por la parte posterior de la cabeza. El hombre cae muerto al instante al tiempo que varios chorros de sangre salen despedidos en varias direcciones.

El Soldado 3 gira sobre sí mismo varias veces, dándole velocidad a su espada y creando un ángulo mortal. En su primer ataque raja sin piedad la pierna derecha del campesino que a causa del impacto, hinca rodilla en tierra y queda expuesto al segundo ataque, el soldado 3 atraviesa el vientre del campesino que mira a su oponente a la cara pidiendo clemencia mientras pone los ojos en blanco y cae de espaldas. Más muerto que vivo.

Los otros tres campesinos al ver que sus dos compañeros yacen en el suelo despedazados tiran las armas y salen corriendo como almas que lleva el diablo hacia el bosque, internándose en el profundo entramado de árboles y ramas.

Los cinco hombres del conde a la par como si fuesen uno, corren en pos de los campesinos para acabar el trabajo. Parece que no existe la piedad entre ellos y más tratándose de que esos campesinos, son su propia gente.

Muy desesperados han de sentirse para lanzarse cinco únicos hombres contra un contingente armado hasta los dientes y muy superior en número. Aunque quizás dándoles muerte se les haya hecho un favor y hayan sido liberados de una vida cargada de miserias, abusos y humillaciones...

Recojo el arco mientras doy unos pasos hacia el cuerpo del campesino. Me agacho a su lado y murmuro una oración santiguándome. Que Dios le perdone y le acoja si eso es posible. Y que me perdone a mi por esta muerte. Me duele pensar que no sé por qué le he matado y peor aún, posiblemente él no supiera por qué nos atacó.

Movámonos. Si ahora vienen más campesinos somos muy pocos para defendernos, tocaría correr y abandonar la preciada mercancía. Miro con aviesa intención a Malaquías, examinando su reacción a mis palabras si es que la hay. Creo que no sería capaz de abandonar a mis compañeros pero eso es algo que él no sabe ni puede comprender. Él ya estaba dispuesto a abandonarlos en el castillo, más fácilmente lo haría aquí si se sintiera amenazado.

Tobías, te toca a ti despejar el camino. Haz algo.

Hernan se queda atras junto a Roberto, con el arma desenvainada y a la espera de no tener que luchar mientras se encuentre tan malherido.

Noooooo... -grita la mujer al ver al campesino gravemente herido-.

Rápidamente corre hacia él, ignorando lo que pasa a su alrededor, con la intención de salvarle la vida... Ahora no puede pensar en nada más, sólo en evitar otra muerte innecesaria.

La ausencia de reacción en Malaquías o Tobías me asusta más que cualquier otra cosa. Aunque podría ser el susto, sus rostros permanecen demasiado petrificados. Pero antes que pueda decidir que es lo que pueda pasarles por la cabeza interviene Ramona.

Veo como se lanza a socorrer al campesino. Es tarea inútil mujer de buen corazón, si el corte no le desangra el tajo en las tripas lo hará. Aunque este ángel con sus buenas artes es capaz de recuperarlo a la vida, ya salvó a Roberto y a Hernán.

Ramona, por Dios. Ese pobre hombre ya ha sufrido bastante, los hombres del conde regresarán y  . . .

Las palabras mueren en mi boca mientras mi obtusa cabeza se recalienta de nuevo con un excitante pensamiento. ¿Realmente ese hombre ha sufrido bastante? ¿Cuánto y qué ha sufrido exactamente? Quizá si Ramona le salva pueda decirnos algo. Ese pensamiento me hace poner en guardia de nuevo y esta vez vigilo tanto fuera del camino como a nuestro empleador y su lacayo. No me fío de ellos.

Inesica, ven acá un momento guapa. Las palabras son cariñosas pero el tono es serio y la mirada que mantengo fija en Malaquías y su perro es gélida, torva y amenazadora. No quiero que se acerquen. Mi mano se va al pomo de la espada y mi pose es de alerta.

Sigo clavada en el mismo sitio tratando de no mirar -sin lograrlo pues la curiosidad femenina es algo sin precedentes- la matanza que se estaba llevando a cabo frente a mis ojos. No me muevo, mi mano derecha sigue posada sobre mi cuchillo pero sé que no quiero utilizarlo y espero no tener que hacerlo.
Veo después horrorizada cómo Ramona echa a correr para ayudar a uno de los campesinos heridos y las palabras de Alejandro me retienen de ir tras ella.

Miro rápidamente hacia el hombre cuando me llama para requerir de mi presencia y le sigo algo alejado para descubrir qué quiere:
- ¿Qué pasa, Alejandro? - le digo en un susurro casi imperceptible salvo para su cercano oído.

La cabeza me da vueltas. Cavilar no es lo mío pero son demasiadas ideas las que me acosan de golpe y porrazo, me producen calentura en la sesera. Con suavidad la encaro hacia Malaquías y Tobías mientras yo miro en dirección contraria. Bajando mucho, muchísimo la voz y acercándome a su oído le digo: No pierdas ahora de vista a esos pájaros de mal augurio y escúchame. Ese hombre al que intenta salvar la vida la Ramona es el único con el que podríamos hablar y saber que ha ocurrido aquí . . . si sobrevive. No me fío de esos. Cabeceo hacia el patrón.

Anda donde Roberto y Hernán, que ellos vigilen el regreso de los soldados o más campesinos. Luego mira si Ramona tiene éxito en su empresa, bendita sea esta mujer. Ella mirará por salvar la vida al campesino pero vigila tu al herido. No sabemos por qué nos atacaron, busca si hay locura en su mirada. El ataque fue de locos desde luego. Yo vigilaré a estos y les retendré si es preciso.

No sé si he conseguido transmitir a la moceta el apremio que siento, tanto cavilar me aturde y quizá no me exprese con claridad.

Es la primera oportunidad de averiguar algo. Anda, ve. Avísame de lo que veas en el herido y estáte muy atenta a sus palabras . . . si las hay.

Una vez más, los conocimientos de Ramona son providenciales para el grupo y para toda la cristiandad en general. Tras examinar la herida y contener la hemorragia y usar unas yerbecitas algo extrañas, salva la vida al campesino. Aunque aún grave, no perderá la vida. El campesino abre los ojos y susurra:

- Gracias...pero yo no quiero...vivir...más...

En ese momento vuelven los hombres del conde, furiosos y lamentándose de no haber encontrado al resto de la turba.

- Se los ha tragado el bosque, es inútil. Nosotros nos quedamos aquí Don Malaquías.Aquí acaba Castrojeriz. Dice uno de los hombres del Conde.

Asiento ante las palabras en mi oído de un Alejandro que me demuestra con ellas su inquietud, que no ha de ser menor que la mía pues siento que estamos ambos igual: sin entender las reacciones de estos campesinos para con el Conde y sin fiarme ni un pelo de Malaquías y su bufón.

Márchome presta a acercarme a Ramona con idea de cuidar de ella y ver cómo está el campesino herido.
Me arrodillo agachada junto a ambos a tiempo de oír algunas palabras de boca del hombre malherido que no caben en mi mente. ¿Cómo podría alguien no seguir viviendo? ¿Tanta es la pobvreza o desdicha a la que les tienen sometidos como para lanzarse a un suicidio todos a la vez? Es increíble pensar que pudiera ser tan siquiera eso... No logro concebirlo.

Miro preocupada a Ramona de soslayo tras lo que ambas acabamos de oír y de paso compruebo que ella está bien. Es en ese momento en el que vuelven los soldados del Conde y me muevo con rapidez tratando de ocultar el rostro del campesino para que no puedan ver si sigue vivo o no pues su boca ha callado. Las palabras de los soldados no me sorprenden cuando declaran que a partir de aquí nos abandonan a nuestra suerte. Quizá sea mejor así.

¡Malditos inútiles! Sólo había cinco campesinos, hasta un iletrado como yo ha sabido contarlos. Con uno muerto y otro fuera de juego quedan tres. Tres siguen siendo muchos para mi solo. Preocupante. Ramona no les disparará con su arco, Hernán y Roberto están demasiado débiles para pelear, Inés no es guerrera, dudo que tenga algo más que una pequeña hoja de cuchillo. Mal asunto si dependemos de Malaquías y Tobías.

Puedo oír como el herido susurra justo antes que regresen los soldados. Más complicaciones. Me sitúo entre ellos y el moribundo atendido por Ramona, haciendo tanto ruido como me es posible sin llamar la atención, sacudiendo mis ropas del polvo del camino y arrastrando los pies. Bastante ofuscado me siento como para intentar hacer nada, no puedo ni pensar.

Si habéis de marchar hacedlo cuanto antes soldaditos condales.

Ramona suspiró aliviada cuando vio que el campesino dejaba de perder sangre por la herida que había recibido. El vendaje contendría la hemorragia durante un tiempo, pero necesitaría algún que otro cuidado de vez en cuando.

Esperaba que Malaquías diera las gracias al guardia, seguramente querría volver a reanudar la marcha, pero no dejaría a ese pobre hombre en este estado... Sus compañeros habían corrido raudos a protegerles de las miradas indiscretas de los soldados y del mercader. Ramona esperó hasta que Malaquías y los soldados no pudieran verlos bien para poder hablar con el campesino...

No digas eso -dijo la mujer poniendo la mano en la frente del pobre hombre y limpiando la sangre que le había manchado la cara-. No hay bendición alguna en una muerte así. Decidnos qué pasa, por qué os habéis expuesto de esta manera..