Partida Rol por web

Berenice seguía preparando el lugar en el que iban a consultar al difunto, no sabía si se trataba de un amigo o un enemigo, ya se vería. Escuchó hablar a Rya y levantó la cabeza.

-Sí, por supuesto, la esperamos. Estaba preparando el ritual. Cuando ella regrese haremos las preguntas, solo puedo hacerle tres, así que vamos a meditar lo que podemos preguntarle. ¿Te parece bien si le preguntamos "¿Qué es lo que te ha traído hasta el bosque de Velar?" o algo similar? Una vez nos responda eso podemos reformular nuevas preguntas. Disponemos de aproximadamente cinco minutos, así que no nos demoremos mucho.

Se sentó en el suelo junto al cadáver a esperar a Galatea y sacó su libro de sueños.

-Bueno, ¿y cómo estás? -le preguntó a Rya, sin saber muy bien cómo iniciar una conversación-. ¿Te duele algo?

—Claro—respondió Galatea a la chorrada que acababa de soltar su amigo. Intuía la intención con la que lo había hecho y la agradecía así que hizo un esfuerzo por intentar seguirla—. Especialmente por el "por favor".

Se cruzó de brazos observando a Áscalon en ademán ocioso. El lobo ahora se había acercado a la pierna de Savinian y observaba al elfo oscuro con la barbilla pegada a ella, mirando hacia arriba, tratando de rascar alguna caricia más.

—No pensaba que fuerais a culparme sin decirme nada, aunque aprecio que lo digas en voz alta. Siempre hace sentir mejor—añadió con sinceridad—. En cuanto al motivo... sí, aparte de por lo que has dicho, también porque al no deciros nada os mantenía al margen de cualquier cosa peligrosa que tuviera que ver conmigo.

Hizo una pequeña pausa.

—La primera vez que conté lo que no debía a la ligera, le terminé haciendo daño a la gente que más quería; perdí mi hogar y a toda mi familia salvo a Aleera—dijo. Entonces se dio cuenta de que quizá había soltado aquello demasiado de golpe y se pellizcó el puente de la nariz emitiendo un sonido a medio camino entre un resoplido y una risa sin ganas—. Perdona, no quería hacer las cosas más lúgubres de lo que ya son. Lo que quiero decir es que agradezco tu preocupación. Y que hayáis venido conmigo. No podría hacer esto sola; soportar la incertidumbre de no saber dónde está es... difícil.

Le dio un abrazo suave y se volvió a separar.

—Creo que me aferraré a tu hipótesis—suspiró largamente—. Quizá deberíamos ir volviendo con los demás. Tan solo espero que podamos sacar alguna pista de ese cuerpo...

Me parece una buena pregunta. Supongo. 

Rya se echó la capa por encima de la armadura invocada para apagar su hiriente fulgor. No quería dejar ciego a Savinian por accidente. 

Mientras la celestial preparaba el conjuro para hablar con los muertos, la paladina aguardaba en silencio, de brazos cruzados, la espalda apoyada contra un árbol. 

No me han tocado, respondió a Berenice. ¿O es que me ves con edad para tener achaques? añadió, soltando un carcajada. Pasarte la vida de aquí para allá te hace parecer mayor, pero aún quedan años para cumplir los treinta. 

¿Cómo estás tú? le preguntó. Algunas estamos hechas a esta vida, pero a ti te sacamos de tu templo y te arrastramos por veredas polvorientas, bosques siniestros y mazmorras infestadas. 

—Oh, gracias por apagar las luces —le respondió Savinian a Rya, quitándose los anteojos—. Y no se me ocurriría apartarte de Ella. Solo señalar la evidencia de que nadie puede ver a una sacerdotisa de Elistraee bailar desnuda en la noche y no... creer.

Savinian volvió a reír, genuinamente feliz de ver a su amiga más animada. Cuando Berenice descendió, le regaló otra sonrisa de fauno.

—¿No? Deberías probarlo. Es muy espiritual, una experiencia mística, dicen. Recibir la bendición de los rayos de luna directamente sobre la piel, sin nada que se interponga entre la bendición de Selûne y tú —se pasó la mano por el ralo cabello del brazo—. Mira, mira, mira. Se me pone de punta de solo de pensarlo.

«¡Y el vello también!»

No lo pudo aguantar más y soltó una risotada en voz alta. Tras comprobar que Rya estaba más animada y le daba cháchara a Berenice, el drow alzó la mano en un gesto de disculpa y señaló la parte del bosque en la que Galatea había desaparecido.

—Voy a ver qué tal está Galatea.

Savinian sonrió.

—Lo que quieres decir es que a nosotros también nos quieres, y que no te gustaría que nos pasara nada por tu secreto —respondió Savinian, sabihondo—. Repites la última batalla, Galatea. El hecho de que algo te ocurriera en el pasado no significa que vaya a repetirse. No eres la persona que cometió ese error, sino la que aprendió de él. Piensa hacia adelante, no hacia atrás.

El drow te devolvió el abrazo y te mantuvo él unos instantes más antes de que te dejara escapar.

—Sí, vamos con los demás. Berenice ha preparado un hechizo para hablar con el tipo de la armadura. A ver si le sacamos algo relevante.

Savinian regresó con Galatea unos minutos más tarde, tiempo que habíais empleado en hablar animadamente y poneros al día¹. Tras deleitaros en aquellos pequeños momentos de solaz que os hacían sentir los unos más cerca de los otros, os pusisteis manos a la obra. Berenice lanzó su hechizo para hablar con los muertos y le hizo su primera pregunta² al cadáver de la armadura de metal.

—He venido a matar a los últimos druidas del Círculo de los Cedros que quedaban vivos —respondió.

Savinian se llevó una mano a la cara y soltó un hondo suspiro en un gesto de contricción. Miró a Galatea con la compasión pintada en el rostro.

Cadáver falla su TS Vol.

1: Avhin me comentó por WhatsApp que no iba a añadir nada más, de momento.

2: que ha sido, por mayoría simple ¿Qué es lo que te ha traído hasta el Círculo?

—Es similar a tocar una ortiga con las manos desnudas... —dijo Galatea palmeando el lomo de Áscalon cuando este caminó pegado a ella al ver que se ponían en marcha—. Aprendes que no debes volver a hacerlo y no volverás a hacerlo. Avanzarás y serás más sabio. Aunque no haga que deje de escocer; eso solo lo soluciona el tiempo.

Un elfo de la superficie comprendido por uno oscuro y viceversa. Vivir para ver. 

Cuando Galatea regresó con Savinian y Áscalon comenzó el interrogatorio a los restos del desconocido humano. Aunque tras la primera pregunta, la druida tensó el músculo de la mandíbula al apretar los dientes; de pronto no le daba ninguna pena que aquel tipo hubiera sido despedazado por algo.

Abrió y cerró varias veces los puños antes de dirigirse a Berenice.

—Bere, ¿le puedes preguntar quién le envió a hacer eso?

La manada de Malar siendo vista de camino a Velar... los hombres con colmillos largos en las manos pero sólo uno de ellos oliendo a depredador... el interés escrupuloso en acabar completamente con el círculo... había demasiadas cosas ahí que parecían encajar pero de algún modo no terminaban de hacerlo del todo.

Berenice se sintió muy triste cuando escuchó aquella respuesta. Miró a sus compañeros, ella no podía pronunciar ninguna pregunta, de modo que esperó a que ellos la propusieran antes de hablar hacia el cadáver.

-¿Quién te envió a matar a los druidas?

—El jefe —contestó el cadáver—, pero nos contrató un druida llamado Kazok.

Faltaba una pregunta.

El gesto de Rya volvió a tornarse sombrío con la primera respuesta del cadáver. Habían atacado a los druidas del Círculo, y ese hombre era parte del grupo que habían enviado para acabar con los supervivientes.

Rya miró de hito en hito a Galatea y Berenice. ¿Conoces ese nombre? preguntó a la druida. Bastó con cruzar sus miradas para comprender que no.

Mercenarios, aventuró. Podían ser aventureros, pero solían estar mejor equipados que el hombre muerto. Pregúntale dónde podemos encontrar a su jefe. Del druida, al menos tenemos el nombre.

La sacerdotisa se pasó la mano por la cara, bastante frustrada cuando el cadáver no quiso contestar la pregunta y parecía estar burlándose de ellos. A punto estuvo de tirarlo al río para obligarle a hablar cuando recordó que ya estaba muerto. Sacudió la cabeza y atendió a la pregunta de Rya.

-Bien. ¿Cómo podemos llegar hasta donde está el jefe? 

Cruzó los dedos y rezó a Selûne para que esta vez tuvieran algo de información relevante.

—Sigue el río, hasta la catarata. Después gira hacia la derecha y pronto verás una abertura en la roca oculta con maleza. El jefe está en esa caverna —dijo, y soltó una última advertencia antes de que el hechizo expirase:—. ¡Cuidado con el dragón!

Al escuchar la advertencia del cadáver, la dragonnel, que estaba reposando sobre la hierba fresca, desenrolló el largo cuello, levantó la cabeza y gimió.

Rya se acercó a su compañera y se le acarició las suaves escamas de la cabeza. Cuando era todavía una cría, un joven dragón verde con el cuerpo cubierto de cicatrices frescas había establecido su cubil en un bosque donde moraban varias familias de dragonnels, y las había exterminado sistemáticamente. Sésperis era una de las pocas que había escapado con vida. Desde entonces, temía a sus primos lejanos. Y con buenas razones, pensó Rya.

Gracias, Bere, dijo. Esto nos hace ganar un tiempo precioso. Mañana se van a llevar una desagradable sorpresa esos canallas.

En cuanto a ese dragón, tal vez Galatea podía preguntarle a la fauna y flora del bosque dónde tenía su guarida. La paladina no tenía la menor gana de hacer frente a una sierpe.

Cuando el conjuro se extinguió y el cadáver volvió a reposar sin vida sobre la hierba, Berenice se quedó callada durante un buen rato, reflexionando sobre lo que había escuchado y lo que había pasado hasta el momento. Se sentía bastante deprimida por la situación, pero su ánimo no podía decaer hasta que no resolvieran aquel terrible asunto. No le gustaba el bosque, no por nada en especial, simplemente no se sentía cómoda allí, un lugar salvaje, silencioso, que había sido profanado y mancillado por un "jefe" y un druida llamado Kazok. Apuntó el nombre en su libro, repasó las letras varias veces, como dándole vueltas al asunto, sin saber muy bien qué decir o qué hacer. Estaba algo desorientada y aturdida.

La voz de Rya la sacó de sus reflexiones. Se puso en pie para sacudirse el barro de la túnica y se acercó al campamento, apartándose de mercenario. ¿Iban a dejarlo ahí, a merced de las bestias o de los bichos, o de la vegetación, o lo que fuera lo que consumía los cadáveres en la naturaleza?

-¿Un dragón? -preguntó en voz baja-. ¿Debemos dar crédito a esa advertencia o solo es un cuento para asustarnos?

Sentía miedo. No por el dragón ni por la inminente búsqueda de los culpables. Tenía un mal presentimiento, aunque visto lo visto, como para no tenerlo. Se rascó una oreja. Solo tenía ganas de volver a casa, al templo, a su cama, para no salir en una semana. Le recordaba demasiado a su paso por el Cormanthor y era demasiado desgradable pensar en ello.

Galatea se quedó unos instantes pensando. El barro entonces marcaba el lugar de donde habían salido aquellos malnacidos, ella sabía llegar hasta ese río pero les faltaban los detalles sobre qué hacer una vez allí y al menos ahora los tenían. Aunque venía un advertencia ominosa incluida en el paquete.

—¿Sabíais de la existencia de la guarida de algún dragón o del dragón en sí?—le preguntó a Felinal. Si él y su compañero pertenecían al Círculo de los Cedros sabrían más de lo que acontecía en Velar. Luego se dirigió a los demás—. Puede ser tanto literal como alegórico. Quizá podría preguntar a la vida local pero no es seguro que saquemos nada en claro. Lo que sí tengo claro es que es mejor evitar el encuentro con un dragón si llegamos a verlo.

Kora había estado muy callada todo el tiempo, algo poco habitual en ella, que siempre tenía palabras para todo. Pero la situación no era agradable y era difícil hablar en un momento así. Aún con todo, asistió al interrogatorio con la curiosidad de quién es partícipe a un hecho insólito, sabiendo que estas cosas eran tan poco comunes para la gente común como común era para unos aventureros tan experimentados como ellos. La última advertencia, bueno, esa era otra cuestión.

-En realidad, más que una guarida, he oído historias sobre que aquí hay un dragón verde. La Muerte Verde, la Esmeralda de Velar -no me convence mucho este apodo-, la Flecha Ácida de... ah, no recuerdo cómo acababa este nombre. En fin, os podéis imaginar el resto de adjetivos, no es que los bardos con los que haya tratado estos temas hayan sido muy imaginativos y dudo mucho que alguno que lo haya visto haya sobrevivido, de modo que yo le daría algo de crédito a esa advertencia. Son rumores, claro está, pero se han oído, se han hablado y se han contado en los corrillos.

Se encogió de hombros.

-Es todo lo que sé, lo siento. ¿Qué vamos a hacer?

¿Puede mentir el cadáver? preguntó la paladina. A ella le había parecido una advertencia sincera. Si hubiera querido engañarles, no les había dado todos esos detalles. De hecho, si podía mentir, qué sentido tenía interrogarle.

Levantó la mirada, escudriñando entre el entramado de ramas que tapizaba el firmamento, como si su mención fuera a hacer que la silueta oscura de un dragón fuese aparecer bajo Selune.

Será mejor que no nos dejemos ver por los cielos, dijo, a regañadientes, hasta que no estemos seguras de qué pasa con ese dragón.

Berenice sacudió la cabeza para negar a la pregunta de Rya.

-No ha mentido. Lo que quería decir era que, bueno, existe la posibilidad de que esa advertencia solo haya sido algo que le hayan dicho a él. No estoy hablando con el cuerpo, las preguntas las hago sobre sus recuerdos, no me puede mentir al respecto de esa cuestión. Si le dijeron ¡Cuidado con el dragón!, es porque o bien hay un dragón guardando la entrada, o le dijeron que tuviera cuidado y lo tomó al pie de la letra, y en realidad no hay ningún dragón. Pero no sabemos nada más.

Hizo una pausa al escuchar la explicación de Kora.

-Puedo preguntar a Selûne sobre si nuestro curso de acción hacia la guarida puede ser funesto, incluso creo que puedo solicitar que responda sobre si es cierto o no que hay un dragón verde en la entrada de la guarida. ¿Queréis que pruebe?