Partida Rol por web

—Iba acompañado de cinco tipos. Los mismos cinco que escaparon en las Cavernas de la Catarata, supongo. Se dirigían hacia el suroeste, hacia el cenador.

—Supongo que se dirigirán a El Pixie Agresivo —aventuró Elaven, con tono de disgusto—. Un lugar de nombre ridículo en el que la gente se reúne a beber y a divertirse con groserías, bailes ordinarios, bromas incultas y peleas continuas. Es una suerte que la industria local sea la de fabricación de muebles, ya que allí se rompen más mesas y taburetes en una sola noche que en un año en una taberna sembiana. Todas las noches se pasan un par de sacerdotes de la Torre de la Luna para curar a todos los que salen mal parados. Un punto negro en Velarburgo, vaya. Seguro que esos tipos se encuentran allí como Halvan por su castillo.

—¿Cómo vamos a organizarnos? A Galatea y a mí podrían reconocernos si entramos en la taberna, y yo ya gasté mi hechizo de ojo arcano espía en Colina Aullante.

—Yo tampoco tengo ningún modo de espiar el interior. Y desde fuera no vamos a escuchar gran cosa, ya os digo que es un local muy ruidoso.

Alzó un dedo en el aire.

—¿Oís esa música? No proviene del festival, sino de El Pixie.

—Venir con cinco secuaces a tomarse una cerveza a Velarburgo después de lo que ha pasado...

Galatea emitió un ligero gruñido; Aedelwulf tenía la cara más dura que el mithril. O demasiada confianza. O ambas.

Se pellizcó el puente de la nariz y cogió aire haciendo un esfuerzo supremo de voluntad por intentar pensar con claridad. La ira le ardía en la boca del estómago y le costaba hacerlo. ¿Era tan fácil como avisar simplemente a los Jinetes? Kazok era uno de los responsables de los ataques de lobos a Velarburgo pero no tenía claro que su testimonio de haber visto a Aedelwulf trabajando con él tuviera peso suficiente como para que lo fueran a encerrar.

Y vale que las peleas dentro del Pixie eran algo común. Y más con el Festival. Pero en aquella ocasión no creía que fuera lo mismo que una pelea común, ni quería iniciar una si podía evitarlo. Claro que tampoco sabía si el propio Aedelwulf quería mantener el perfil bajo aun si les veía o si le daría igual y se pondría a lanzar mesas a diestro y siniestro...

¡Oh, maldita fuera la contrarreloj con la que tenían que lidiar!

—Si de mí dependiera entraría directamente a preguntarle qué demonios cree que está haciendo y a partirle una silla en la cabeza. No necesariamente en ese orden. Pero supongo que no es eso lo que se espera de mí, ¿verdad?—suspiró—. No creo que puedas escuchar gran cosa dentro de semejante casa de locos, Mara, pero inténtalo. O captar algún gesto. O... o lo que puedas.

Intelectualmente sabía que tenían poco tiempo y todo aquello pero eso no implicaba que emocionalmente pudiera obligarse a sentir indiferencia. Estaba enfadada y se sentía impotente. Uno de los tipos a quienes más aborrecía sobre la faz de Faerûn se encontraba justo ahí mismo y era como si no pudiera hacer nada para que pagase por lo que había hecho. Sin arriesgar algo mayor al menos.

Tanto viaje de un lado a otro acabó pasando factura a Berenice, que resollaba detrás de Rya, pero se esforzaba por mantener la marcha. Volar no era lo mismo que caminar, ella había obtenido sus alas hacía pocos años y todavía le faltaban años de práctica, se repetía mientras intentaba no descender demasiado. Disimulaba sus resoplidos para que su compañera no la considerase una carga, a fuerza de voluntad y a pesar de su resistencia natural, le era imposible volar a ese ritmo.

Dos horas después, cuando ya avistaba Harrowdale, solo pensaba en aterrizar sobre su cama en el Templo y darle un abrazo a su tressim. ¿Estaría comiendo bien? De repente le hizo mucha ilusión volver a verlo. Sin embargo, el cansancio ya había hecho mella en ella y cuando avistó a los soldados, dispuestos a disparar una salva de flechas contra ellas, se le cayó el alma a los pies. Rya propuso aterrizar fuera, pero ¿por qué? Una paladín y un celestial, ¿qué razón tendrían para dispararles?

-No, lo siento, pero no -murmuró Berenice, el cansancio y la irritación hablaron por ella-. Que me disparen, pero no aguanto más aquí arriba.

Cogió su símbolo de Selûne en la mano y lo alzó para que los arqueros pudieran verlo. Era una figura plateada y, la verdad, reconocible cuando se dirigió directamente hacia el templo, su hogar, que estaba de camino por la dirección en la que venían -si uno ignoraba la torre o el faro-. Con el escudito en el brazo y las manos en alto, fue descendiendo con un balanceo, como una pluma, aunque perdía altura a bastante velocidad y por poco no cayó a plomo. 

-Soy Berenice, sacerdotisa de Selûne -exclamó lo más alto que pudo, a una distancia a la que pudieran escucharla-. Soy la oráculo del Templo del Arpa Cantora. ¡No nos disparéis!

Fallo la TS y estoy fatigada. Recibo 4 de daño no letal.

Bajo a tierra por el camino que lleva al templo, desde la torre hasta la cervecería, si no me equivoco venimos del noroeste y el templo esta al norte, casi a las afueras. En cualquier caso, si me disparan, tengo 24 de CA contra proyectiles (descontado de la fatiga) y RD 5/- xD

Rya no tuvo tiempo de decir nada más antes de que Berenice se lanzara hacia como una flecha plateada hacia tierra. Al menos, se dijo, estaban más cerca de las afueras que de la plaza del templo.

No bajes hasta que te haga señales, dijo a Sésperis, inclinándose sobre su largo cuello. Unos segundos después, cuando sobrevolaban el punto sobre el que iba a aterrizar berenice, Rya dio un brinco y se proyectó tras la grupa de la dragonnel. Tras un instante de caída libre, su anillo encantado brilló y su magia transformó el desplome en un suave descenso.

Y yo soy Rya, de la familia Shaleel, dijo, alzando la voz. ¿Qué merita este recibimiento?

La patrulla más cercana salió a vuestro encuentro a paso ligero, enviando señales al resto de guardias con sus silbatos: largo-corto-corto. Os apuntaron con sus arcos.

—¡Baja eso! —dijo uno de ellos cuando Berenice alzó el símbolo de Selûne—. ¡Baja eso inmediatamente! ¡Las manos donde podamos verlas!

—¡Silencio! —ordenó un segundo—. La ciudad está en toque de queda. Sin excepciones.

No pudisteis sacarles más palabras a los guardias, que esperaban la aparición de Ellarian Dawnhorn, capitana de la guardia de Harrowdarle Town, diez minutos después. Se trataba de una elfa lunar, de cabellos cortos y morenos y una figura atlética, más compacta y cargada de músculo que la de otros miembros de su especie. Ellarian os miró largamente a la una y a la otra, con aquella falta de prisa ante una urgencia que caracterizaba a las razas más longevas de Faerûn.

—Los Escudos de la Rastra, si no me equivoco —dijo la capitana. Hablaba en tono neutral, monótono, como si se estuviese aburriendo terriblemente al mantener una conversación trivial—. Lamento este recibimiento, pero es necesario. Nos han hablado de un ataque inminente a la ciudad. Y de que el enemigo se puede ocultar bajo cualquier rostro. Incluso un rostro conocido.

Hizo una pausa.

—También nos han informado de que tenéis más información sobre este asunto. Venid conmigo, los Burgueses querrán hablar con vosotras.

Berenice habría hecho una mueca de disgusto si no hubiese estado tan cansada. Se quitó de encima la sensación de angustia y descendió con cuidado, aunque cuando puso los pies en el suelo, éste se inclinó y le costó un poco recuperar la verticalidad. Cuando la elfa hizo acto de presencia, la sacerdotisa de Selûne estaba más o menos recompuesta tras el viaje.

-Saludos, Ellarian Dawnhorn, soy Berenice, oráculo de Selûne en el Templo del Arpa Cantora -que estaba ahí mismo, pensó con un gemido- y miembro de los Escudos de la Rastra -dejó que Rya se presentara a sí misma-. Conocemos el problema, hemos venido en cuanto lo hemos sabido, no hay tiempo que perder, debemos disponer de todo lo necesario para evitar las maldiciones de la licantropía. Vakennis ha infiltrado a sus huestes en la ciudad y cualquier mordisco de uno de sus lobos es capaz de transmitir la maldición y obligarles a transformarse en cuestión de segundos.

Propongo lanzar expulsión de licántropos y al primero que salga corriendo, capturarlo e interrogarlo xD

En cuanto consideró que estaban seguras, la paladina hizo señas con un brazo para llamar a Sésperis. Cuando llegó Ellarian, se encontró a Rya de brazos cruzados, pasando el peso del cuerpo de uno a otro pie cada pocos instantes. La dragonnel dormitaba hecha un ovillo a un lado del camino.

Rya, de Mystra. De los Escudos de la Rastra. Y de los Shaleel, repitió la última parte. Probablemente la más relevante en un Valle donde la Señora de los Misterios era vista con injusta desconfianza, y los aventureros con justo escepticismo.

La paladina había dedicada la espera a la oración, y estaba tan pletórica de fervor como de impaciencia. Antes de la llegada de la capitana de la guardia, se había abierto a los dones de Mystra, y con Su mirada había juzgado a cada uno de los hombres de Ellarian.

¿Quién os ha informado? preguntó, mirando fijamente a la fornida elfa lunar. Aunque Gala y Savi hubieran llegado a Velarburgo con premura, y se hubiera enviado un mensaje por medios mágicos, escaso tiempo había tenido la guardia para prepararse. ¿Y qué sabéis?

Rya detecta el mal en los guardias y Ellarian. Y no deja de hacerlo mientras pueda mantener la concentración.

Tratar de obtener una respuesta de Ellarian era tan fructífero como darse de cabezazos contra la pared. Sus hombres¹, en cambio, se llevaron las manos a la cabeza por la información que acababa de revelar Berenice. Ellarian miró a la celestial, a sus hombres, y a la celestial otra vez. A continuación dedicó una mirada lánguida a Rya.

—Sé quiénes sois. Y no me compete a mí revelar esa información, señorita Shaleel—dijo con un tono tirante en el tono de voz, antes de dirigirse a Berenice—. Ni a vosotros la vuestra. El resultado de vuestras pesquisas es solo para oídos de los Burgueses.

Frunció el ceño, arrugó la nariz y torció el labio.

—Así que cierra esa bocaza tuya —dijo en un tono que sugería multas y sanciones y algún que otro puñetazo capaz de partir muchos dientes—, y acompañadme de una maldita vez.

1: ninguno registra como maligno. Todos llevan objetos mágicos que camuflan el alineamiento, claro.

Rya se mordió la lengua. Si los guardias no les hubieran apuntado con sus arcos, ya habrían podido hablar con las sacerdotisas, y estarían llamando a las puertas de los Burgueses.

Vamos, dijo.

Silbó para despertar a Sésperis. La dragonnel levantó la cabeza con expresión de fastidio por haber sido despertada de la siesta más breve de la historia, y caminó hasta donde estaban las tres mujeres.

Berenice estaba tan cansanda que no tuvo fuerzas para discutir.

-Vamos...  Pero ya me dirás qué pesquisas quieres que contemos cuando la urgencia está más que clara... si tanta urgencia hay, no veo a los burgueses aquí fuera... -farfullaba mientras arrastraba los pies detrás de la elfa.

Doblasteis la calle y visteis enseguida la sede del consejo, un magnífico edificio que se había construido hacía unos cien años. Era una mole de piedra, con ventanas enrejadas y tejado a dos aguas, a la que se accedía por un par de puertas dobles de roble macizo claveteado. Ellarian era vuestra silenciosa guía; si escuchó los farfulleos de Berenice, no contestó nada al respecto. Se adelantó a grandes zancadas y repartió órdenes al par de guardias que había apostados a ambos lados de entrada. Los centinelas asintieron y uno de ellos abrió la puerta para que pasarais al interior.

—Que las siete estrellas de Selûne y Mystra nos protejan —dijo Ellarian a modo de despedida, con aquel tono inexpresivo, antes de girar sobre sus talones y alejarse de allí.

Uno de los guardias os acompañó al interior y cerró la puerta detrás de vosotras. Pidió que esperarais a que fuerais llamadas y se marchó por el extremo opuesto de la habitación, por una arcada enmarcada con cortinas rojas que daba a un distribuidor. Subió por las escaleras y os dejó a solas en una sala rectangular con dos bancos corridos contra la pared y cuatro sillas de madera, cada una de su padre y de su madre. Presidía la estancia una armadura de acero reluciente, con huecos ahí donde debía haber gemas engastadas. Colgaban de la pared un par de cuadros que representaban escenas de caza y las cabezas disecadas de un ciervo y de un jabalí.

El guardia regresó a su puesto unos minutos después, pero no fue hasta un cuarto de hora más tarde cuando escuchasteis el sonido de unas botas de tacón resonar mientras bajaban por las escaleras. La dueña de esas botas, como pronto descubristeis, era Morann. La pareja de Rya era una mujer morena y esbelta como un junco, y en su hombro dormitaba Oswald, el búho de Savinian. La joven tenía gesto grave y pensativo, y la mirada clavada en el suelo. Cuando levantó la vista y os vio en la sala de espera, sus ojos azules refulgieron como dos zafiros.

—¡Rya! —dijo, a mitad entre la risa y el llanto.

Corrió hacia ella, haciendo que Oswald revoloteara en el aire para no caer y saltó prácticamente en su regazo, besándola, abrazándola, y depositando su cabeza en el pecho de ella. El familiar de Savinian voló por la estancia y eligió la cabeza de Berenice para aterrizar.

—Oh, he estado tan preocupada por ti... —dijo, y de pronto se separó dando un respingo—. ¿Os habéis enterado? ¡Han atacado a Elminster! ¡En su propia casa, en el Valle de la Sombra!

-Oh, bueno, yo no tengo problema en partirle lo que haga falta en la cabeza y dar las explicaciones después, no es que sea la primera vez que no hago lo que se espera de mí-suspiro-. O no lo tendría si tuviese el tiempo de dar esas explicaciones y no tuviesemos que llegar a Harrowdale cuanto antes. Elaven, ¿puedes hacerme un favor? ¿Puedes ir a contarle a la Madre Segadora lo de esos tipos y después a los Jinetes Grises de la entrada? ¿Y volver después aquí en cuanto puedas? Siento la carrera, pero es posible que necesite que me parchees después. Y vosotros dos-les dijo a Savinian y Galatea-, intentaré entrar y salir sin meterme en líos, pero si oís gritar algo como "ruibarbo" o veis a alguien salir volando por la ventana, será la señal de que necesito ayuda. ¿Os parece hacerlo así?

Mientras esperaba a que los demás dijeran lo que les parecía, intentó poner su mejor cara de alguien que frecuenta tales antros de depravación. Estaba segura de que iba a clavar el papel.

Rya se puso en pie de un salto, levantando a Morann como si no pesase nada. La maga se había apartado para hablar, pero Rya volvió a acercarla a sí, la rodeó con los brazos y la besó en la frente y en los labios hasta que se convenció de que realmente era ella. Está bien, está a salvo. Ningún cazador de magos se la había arrebatado cuando ella no estaba. Todavía sostenía múltiples cargas sobre sus fuertes hombros, a cual más pesada, pero una de esas losas se había esfumado por arte de magia. Gracias a Mystra.

El alivio hizo que sus músculos se ablandaran y sus brazos temblasen como los de una anciana. Tuvo que soltar a la otra mujer con menos delicadeza de la que hubiera deseado y sujetarse las muñecas.

¿Elminster? preguntó, casi sin aliento. Respiró profundamente. ¿Quién está tan loco?

La magia estaba fallando, pero Elminster era el mago más poderoso de los Valles. Uno de los más poderosos de todos los reinos, y era un Elegido de la Señora. Un ejército de lanzadores de conjuros no sería capaz de abatirle.

¿Qué ha pasado mientras estábamos fuera?

—No es tan fácil... —suspiró Galatea—. Es decir, no podemos ir simplemente a los Jinetes y decirles "arresten a este tipo". Si les dices que trabaja para uno de los responsables de los ataques de los lobos te van a pedir pruebas. Y medio Velarburgo piensa que los druidas somos los causantes de los mismos como para que les importe que haya atacado al Círculo.

En honor a la verdad, esperaba equivocarse en la última parte o iba a ser el colmo.

Se pellizcó la barbilla con gesto pensativo. Era irónico que si le pillaban en medio del bosque bien podían meterle una paliza que allí paz y después gloria, pero en un lugar público, las leyes parecían más entorpecerles que ayudarles en aquella ocasión. Dioses... No había juez más neutral que la madre naturaleza.

—Mejor cuéntaselo sólo a Yvonna, Elaven. Ella sabrá qué es lo mejor a hacer—concluyó tras unos instantes—. Aunque no pueda arrojarlo a un calabozo igual sí puede pedirle a los Jinetes que le tengan un ojo encima, nuestra palabra de héroes locales debería tener peso aunque sea para eso... En cualquier caso, estará al menos bajo aviso de que ese tipo no es lo que se dice un penitente de Ilmáter.

No objetó nada a la propuesta de Mara de que intentaría entrar y salir sin meterse en líos. Odiaba tener que estar de acuerdo pues ella misma ardía en deseos de romperle la nariz de un puñetazo a aquel malnacido pero iban a necesitar todos sus recursos en Harrowdale, de modo que hizo de tripas corazón una vez más y se limitó a seguir a su compañera para esperarla junto a Savinian y Áscalon fuera en la puerta de El Pixie.

-Pues sólo a Yvonna, entonces. Pues vamos allá.-Dijo Mara, acercándose a la puerta de la taberna y abriéndola, pensando en lo que iba a pedir.

Tenía que mezclarse con los parroquianos sin llamar la ateción, después de todo.