Partida Rol por web

Sonríe mientras te observa. Aparta la prenda que has tirado al suelo con el pié, de una forma que roza lo despectivo. Esto es un juego, y ella la que marca las reglas.

Se levanta para acercarse a tí, te rodea, pero sin dejar que la toques.Se desnuda frente a tí, revelando un esplendoroso cuerpo.

-Tumbaos en la cama.-

Obedezco sin dudar, tumbandome sin dejar de mirarla.

-No sé si me arrepentiré, pero verla así merecde la pena...-

Se sienta encima de tu vientre, dejando que notes la humedad de su sexo. A pesar de que no la has rozado, sus labios están hinchados por la expectación. Abre un cajón, extrayendo de el unos lazos de seda azul, de gran calidad.

-No os movais ahora.-

Uno de los paños se posa sobre tus ojos, negándote la visión. Los otros aprisionan tus pies y tus manos. -Empecemos a jugar, sir John.- dice una vez que te tiene inmovilizado.

La situación te resulta tensa, peligrosa y, a la vez, excitante. Notas como los labios de Alileen te recorren recreándose en tus zonas más sensibles, haciéndote gemir. Pasa un buen rato estimulando tu sexo. Su maestría está a la par con la de Taylor. Cuando se aburre, te monta sin ninguna contemplación.

No puedo evitar tirar de los lazos de forma involuntaria, pues los placeres que me da me hacen anelar el esforzarme en darle placer, pero trato de obedecerla, y disfrutar con lo que me hace.

-Me queda poco...pero debo aguantar...después de todo no es tan malo obedecerla...-

Lady Alileen te está llevando a un mundo que no sabñias que existía. Uno en el que no tienes por qué esforzarte en dar placer a una mujer durante horas, intentando averiguar que es lo que la complace. Alileen no, ella toma lo que desea, pero tampoco se olvida de su amante.

Se mueve sobre ti levantándo un poco las caderas, de tal forma que su sexo sólo acarica la parte más sensible del tuyo. Por fín, vuelve a dejarte entrar del todo, esta vez con toda su pasión. Sus gemidos te excitan y sus caricias son siempre inesperadas, porque no las ves venir. Cuando no aguantas más, tus gemidos resuenan en el cuarto.

Lady Alileen te retira el paño de los ojos, sonriendo. Se tumba a tu lado, sin desatarte nada más.

-Muy bien, sir John, mucho mejor de lo que esperaba.- dice justo antes de besarte.

No puedo evitar un poco de iniciativa cuando me besa. Muerdo su labio ansiando disfrutar de su boca.

-Lo hago lo mejor que puedo, mi ama y señora.-

Te desata lentamente, besando las rozaduras que han dejado las ataduras. Sus labios tienen algo refrescante y curativo a la vez.

-¿Tan malo ha sido?.- te pregunta acariciándote la cara con su tacto refrescante.

-Para nada. Me tienta pediros repetir algún otro día, me habéis producido un mundo de sensaciones maravillosas. Pero ¿Puedo pediros algo? Ahora que me habéis mostrado vuestra visión del placer, ¿Me permitiréis mostraros la mía? Os prometo que no os desagradará. En cierto sentido, es el papel inverso, suelo llevar el mando, no tanto como vos lo habéis tenido, pero si en cierto modo.-

Acaricio su rostro y beso con suavidad sus labios.

-No perdéis nada por probar, dadme una oportunidad.-

-Si es lo que deseais, podría concedéroslo. Pero si accedo, esta seá la primera y última noche que pasemos juntos. Lo toma, o lo deja.-

Tiene un brillo extraño en los ojos,está disfrutando de la escena. Como siempre, es su juego, ella decide las reglas.

La tomo y la tumbo sobre la cama, besandola apasionadamente, acariciando su cuerpo, cuando note que se deja hacer, que anhela mis caricias, me detengo, pese a lo que me cuesta.

-Me gustaría seguir disfrutando de sus cualidades señora, por lo que lo dejaremos aquí.- susuro en su oído.

Tras vestirme, me arrodillo ante su cuerpo desnudo, tomando su mano.

-¿Me honraréis con un pañuelo de vuestra merced?-

Coge un nuevo pañuelo del cajón, este limpio.

-Siempre obsequio con uno. Y puede que nos veamos en otra ocasión o puede que no.- dice jugueteando. Te ata el pañuelo al cuello. -Buenas noches Sir John, habeis sido interesante.-  te despide.

Le robo un último beso, levantándola y girandola.

-Para que sepas que nunca me doblegarás del todo, siempre tendré la esperanza de encender vuestro frío corazón, con la llama de la pasión, ya que ninguno deseamos la del amor, al menos por ahora. Las herencias se pueden vencer.-

Tras esto me despido definitivamente y me marcho, sin ocultar el pañuelo.

Busco a Françoise.

Los secuaces de tu rival están en el salón común, pero no el. Una de ellos se acerca sonriente.

-Me teme monsieur, que sir Françoise no estará disponble esta noche.- su sonrisa dura el tiempo que tarda en ver tu pañuelo. Tensa la mandíbula, con un claro gesto de desagrado -Felicidades sir John, avisaré a mi señor de su victoria.- dice alejándose de ti.

Eso confirma tu triunfo, algo que nadie esperaba.

-Si no le parece bien la competición con arco, que me comunique como será. Buenas noches caballeros.-

Parto sonriente. Al llegar a mi habitación, comienzo a escribir el esbozo de un poema, sin saber muy bien por qué. Tanto escuchar hablar de Isabella, tanto hablar de ella, me ha hecho sentir la necesidad de hacerlo.

Tras una hora me tumbo en la cama a dormir finalmente.

Duermes toda la noche, en la que el extraños sueño se repite. La única variación es que las sombras empiezan a disiparse mostrando pequeños rasgos de los hombres. Unos ojos dorados por un lado, una tupida barba pelirroja por otro.

Te despiertas ya bien entrada la mañana. La noche ha sido larga y satisfactoria. Tu estómago ruge pidiéndote alimento.

-Dios, Lady Alileen me ha dejado hambriento. Me comería un lechón.-

Bajo al comedor, sin buscar ninguna compañía en especial.

Al llegar el poema me da vueltas aún en la cabeza.

-Maldita sea, ¿Por qué pienso en algo así? No lo entiendo.-

Aún con el recuerdo de todo lo aprendido la noche anterior corriendo por tus venas llegas al comedor. Falta un rato para la hora de la comida, por lo que lo tienes mas o menos libre. Te sientas delante de un jamón de cerdo asado, acompañado de verduras. Mientras estás dando cuenta de el, aparece Françoise por la puerta, al parecer, con tus mismas intenciones.

Se acerca a ti con una sonrisa. -Felicidades Sir John, habeis ganado, me temo.- dice dejando sobre la mesa el crucifijo de Lady Merced.

-Pero veo que vos no habéis fallado.- río -Temo haberoslo puesto demasiado fácil, aún así. Lady Merced suspiraba por vos, por lo que hablé ayer con ella. Lady Alileen es...peculiar ¿La conocéis?- está claro a lo que me refiero con conocer.-

-En fin, estamos empatados, y queda una prueba. ¿Qué preferis?-

Pese a la cordialidad de mis palabras, se puede percibir un fondo de competitividad.

Te mira casi con desagrado.

-Me temo que las preferencias de lady Alileen no son de mi estilo. Prefiero a las mujerres como Lady Merced, deseosas por complecer.- dice con una sonrisa pícara.

Piensa unos segundos en la nueva prueba que os espera.

-Una carrera de saltos, a caballo. Es algo muy de moda en Castilla, según me han contado-dice con un guiño de ojo, dejando claro quien se lo ha contado.

-Sin duda lo es, pero no obstante, no soy ducho en la equitación me temo. Busquemos algo en lo que los dos seamos unos ineptos, para que ninguno tenga ventaja. Usted es mejor espadachin, tuvo la ventaja, las mujeres me prefieren, y mi lengua es más hábil, lo que no siempre es bueno. ¿Se os ocure algo en lo que estemos igualados?-

Le suelto las puyas sin alterar el tono lo más mínimo.