Partida Rol por web

-Convenciendo a vuestro padre de la poca conveniencia del casamiento, dañando la reputación de Françoise, haciendo que pierda fortuna, que se gane enemigos. Tan solo tienes que sembrar la duda en tu padre, de ese modo atenderá a los rumores, los cuales yo haré que sean verdad.-

-Pero me temo no puedo garantizar el éxito de tal empresa, pues depende de varios factores no por completo bajo mi control, os podríais ver impedida de verme y teniendo que dar vuestra virtud a otro, a Françoise.-

Beso su cuello, terminando en un suave mordisco, mientras mi mano avanza aún más.

-Así pues, mi señora, ¿Qué ordenáis?.-

Lady Anna te observa con una mirada casi felina.

-Si conseguís librarme de Sir Françoise, me casaré con vos. Pero me temo que nunca veo a mi padre y, cuando lo hago, no me escucha. No podreis contar con mi ayuda.- susurra acercándose a ti.

Te besa suavemente, cerrando así vuestro pacto. Sus labios son frescos y su manera de besa, incitadoramente inexperta. Tu mano sigue en su pierna y, casi sin que te des cuenta, empieza a ascender por ella.

Pese a todo lo que he dicho, es superior a mi. No puedo evitar que mi mano ascienda. En realidad no quiero hacerlo.

Mientras le devuelvo el beso, dejándola "mandar", que gane experiencia, pero dirigiendola al modo que más me gusta a mi, mi otra mano comienza a deshacer los nudos de su corsé.

Lady Anna te besa empezando a experimentar. Su lengua acaria la tuya suavemente, haciéndose más firme poco a poco. Mientras acaricias la pierna, un pequeño gemido silenciado por vuestros besos escapa de su garganta. Se mueve, abriendo las piernas ligeramente, permitiendo un mejor acceso a su cuerpo.

La piel que va quedando libre bajo el corpiño se rebela tan blanco y firme como el resto. Lady Anna es una mujer tan apetecible que tu cuerpo ya da signos evidentes de excitación.

La levanto para que se sujete a mi con sus piernas, apoyada en el árbol, mientras mis besos crecen en intensidad y pasión. Finalmente retiro su ropa, dejando solo su falda, bajando mi boca a sus pechos mientras mi mano pasa de su pierna a ser el primer hombre que acaricia su mayor intimidad.

Tardo poco en bajar mi pantalon y colocar mi sexo rozando el suyo, preparado, impaciente, pero aún así amable.

-Anna...¿Estás preparada? Dolerá al principio, sangraréis un poco, pero no os asustéis. ¿Estas preparada?-

Susurro mis palabras con lso ojos cerrados, entre beso y beso a sus apetecibles labios.

Cuando nota su sexo contra el tuyo, enrojece un poco, poniéndose algo tensa. Cuando le susuras,  Lady Anna te mira con ojos anelantes. Asiente con timidez, pegando su cuerpo al tuyo,dejándote el paso libre.

Un pequeño gemido de dolor escapa de sus labios al principio, pero pronto cede toda la resistencia.

La hago mía. Lentamente al principio por preocupación por su dolor, pero cada vez más apasionadamente.

La estrechez de su sexo virgen es maravillosa.

Nos tumbo en el suelo para ganar en comodidad y poder penetrarla hasta el fondo, mis manos apoyadas en el suelo, a los lados de su cuerpo, mi boca jadeante junto a su oído, para poder besar y morder su cuello cuando no me falte el aire.

-Anna...- susurro un instante antes de derramarme en su interior y caer rendido a su lado, para mirar sus profundos ojos, sin tener que decir nada más.

Lady Anna se gira hacia tí, con el cabello con hojas enredadas en el pelo. Te mira largamente, hasta que sonríe. Cuando se gira hacia tí, ves unas pequeñas manchas de sangre en su pierna. Sin duda, no mentía sobre su virginidad.

Te acaricia el pecho con su mano, rozándote suavemente. -Cumplid vuestra promesa, sir John.- te susurra mientras puedes apreciar su bello cuerpo desnudo.

Poso un dedo en su labios antes de bsarla con gentileza.

-Anna, en la corte debemos guardar las apariencias- le voy quitando lentamente hojas de su pelo. -Pero en privado llamame de tu, por favor. Y si, cumplire mi promesa. Incluso, si todo lo demás falla, organizaré nuestra fuga a algún lugar donde no se os obligue a nada, donde podamos estar juntos. ¿Vendrías? Y debo explicaros algunas cosas ahora.-

Me incorporo suspirando para mirarla desde arriba.

-Anna, mi trabajo no siempre es de moral intachable. Requiere de descubrir secretos...forjar lealtades. Y muchas veces el mejor método no es el dinero, sino el deseo. Por eso soy...me he hecho...como soy, como el mundo me ve, mejor dicho. Si debo pasar por la cama de una mujer para ganar su confianza, lo haré. y no mentiré diciendo que no lo disfrutaré, pues- la acaricio -adoro el cuerpo cálido de una mujer. Mas...ahora que he descubierto mi amor por vos, amor...algo que jamás pensé volver a sentir después de la última vez...mi amor por vos, os juro que mi corazón estará con vos.- Me levanto y camo hacia mi espada, la desenvaino y vuelvo, tendiendosela mientras me arrodillo, con la punta en mi corazón.

-Anna, si no me crees, si dudas lo más mínimo de lo que digo, por favor, apuñaladme y decid que os forcé, que robé vuestra flor.-

Mis ojos no se apartan de los suyos, sin poder reprimir algunas lágrimas por la sinceridad de mis palabras.

Lady Anna arroja la espada a un lado con gesto decidido.

-Debo creer en vos, sir John, sois... eres la única esperanza de libertad que me queda. Libérame John.- te dice en tono suplicante, justo antes de volver a besarte apasionadamente -Pero si no podeis cumplir vuestra promesa, no seré rencososa, se que no todo depende de nuestros deseos.-

Lady Ana se tumba sobre ti, apoyando la cabeza en tu pecho.

Tras un rato de gozar de su compañía, en silencio salvo por el ruido del bosque, le hablo de nuevo.

-Anna, ¿Conoces mi historia con Lady Isabella?-

Te mira intrigada.

-Sabia que no os llevabais bien, pero desconozco los motivos de ello.- dice acariciándote un costado. Sus cabellos cosquillean suavemente sobre tu pecho.

-¿Recuerdas la obra que hicísteis, la que preparó Lady Isabella? Pues es cierta, bueno, casi cierta. Jamás la engañe, cuando regresé de Montaigne, la primera semana que estuve allí, ya se había casado con otro, mi eterno rival. Y encima me acusa de su asesinato, cuando yo no estaba aquí. Fue la única mujer a la que he amado en mucho tiempo.-

Mi voz es queda, perdida en los recuerdos.

-¿Os gusta la poesia?-

-Pues, por lo que narró en la obra, parece muy convencida de lo contrario.- se eleva un poco para miraros a los ojos, dejándote una exquisita vista de sus senos - Tal vez por eso se casó con otro, para dañaros.-

Se muerde el labio un poco dudosa, y cambia de tema.

-Me gusta la poesia, ¿sois aficionado?, ¿escribís?.-

-No, no soy ducho en ella. Sin embargo, si he escrito uno, mediocre, sin duda, pero que creo expresa mis sentimientos en mi relación con Isabella. ¿Lo escucharías para darme tu opinión? Pero se sincera por favor.-

Lady Anna se tumba para escucharla con los ojos cerrados. Sin su mirada felina, parece una niña angelical. Cuando terminas, los abre sonriendote.

-Es hermosa John, y sincera. Deberías leerla para la corte, tendrías mucho éxito. Pero no le agradaría a Lady Isabella.-

Se retuerce un mechon de pelo,  volviendo a recostarse.

-¿Leerlo para la corte? No creo que sea una buena idea...no sé si es lo bastante bueno...y no sé leerlo bien, no se me da bien.-

La beso una vez más antes de levantarme.

-Bueno, ¿Queréis aprender a disparar con el arco?-

-Cree que es bueno...jamás pensé poder hacer algo así.-

-Pide a un trovador que lo lea. Peores cosas nos han relatado en la Corte.- te sugiere.

Se levanta lentamente, con movimientos tan elegantes que no hacen más que adornar su bello cuerpo. para tu deleite, empieza a vestirse tomándose su tiempo. Una vez lista, se acerca a ti.

-Enséñame a disparar.-

Tras vestirme cojo el pequeño arco y me acerco a ella. Poniendome detrás suya, mut cerca, oliendo su pelo. La enseño a como sujetarlo y cómo colocar los dedos para no estorbar la flecha.

-Estira con fuerza, pero que no te tiemble el brazo que sujeta el arco. Apunta bien, exhala y dispara, sin prisas.-

Me separo y le entrego una flecha.

-Trata de acertar a esa gruesa rama, lo más al centro posible.-

Los primeros intentos de Anna se centran en que no se le caiga la flecha cada vez que estira el brazo. Poco a poco, va cogiéndole el truco, aunque parece un poco insegura.

Por fin se decide a tirar, mirándote antes con una sonrisa tímida. Pero, cuando destensa la cuerda, da en el blanco a la primera. Se mira los dedos doloridas, desde los que sale un pequeño reguero de sangre. Las manos de Lady Anna son demasiado sensibles para la cuerda del arco.

-Creo que... he tenido suerte.-