Partida Rol por web

Costas de la Mantis. Hora del Sol.

El día amanece tan lluvioso como el anterior terminó. Vuestras camas son poco más que catres, llenos de inmundicia y el sentimiento de "robo" es aún mayor. Incluso alguno se queja de pulgas. Sin embargo, entendéis que ya no estáis en la ciudad y que las penurias del campo, son eso, penurias.

Tras asearos como buenamente podéis, bajáis al piso de abajo donde esperáis tomar algo de desayunar. Al parecer, mientras el tiempo no cambie, deberéis permanecer en tierra o arriesgaros a naufragar. La idea de quedaros en esta aldea no os hace mucha gracia, pero sabéis que no os quedan muchas alternativas. Algunos de vuestros hombres se os quejan, pero unas cuantas amenazas son suficientes para mantener al grupo cohesionado. Al menos por el momento.

Cuando os dirigís como representantes del grupo al tabernero para pedir desayuno para todos, éste os contesta que sin problemas. Tras pagar, claro. Vuestra paciencia parece apunto de terminarse, pero tras insistir un poco, el tabernero accede a incluirlo en el precio que pagastéis por dormir.

Con unos cuencos humeantes de arroz, que contienen algunos trocos de pescado y de algas, os volvéis a la mesa y váis entregándolos a vuestros hombres. Las costumbres de la Mantis, una vez más, son cercanas al pueblo.

Coméis con tranquilidad vuestros desayunos. Al fin y al cabo no hay forma de salir de la isla y con el tiempo que hace... Deberíais discutir qué váis a hacer.

Cuando el tabernero empezó a considerar el cobrar por el desayuno, a punto estubo de desenvainar y acabar con este tormentoso insulto, y aún más después de las picaduras de las pulgas, estaba más que dispuesto a regar la tierra con algo más que agua, por suerte para todos rectificó en sus palabras y sirvió un desayuno a los samurais.

Itadakimasu... Así honraba la comida antes de engullir el arroz y saciar la sed con un té... los que tengais que honrar a vuestros ancestros os quedareis con Yojiro, cuando esteis listos hablad con los Heimin, recuperad tanta información como podais sobre los piratas... intentad no derramar sangre... a la hora de Akodo nos vemos aqui...

Una vez terminó, se levantó, saludó al tabernero Gochisosama... y esperó a los que le acompañarían, tras ver que solo tres le acompañaban emprendió el camino... a los mellizos Anko y Kitaro ya los familiarizaba, Yujimaru parecía un tipo con bastante desparpajo, agradecía la compañia.

Anduvo por el poblado para localizar a los mayores del pueblo, y se encamino hacia el más viejo de todos ellos, le mostraría respeto así como le pediría colaboración.

Costas de la Mantis. Hora del Sol.

Cuando encuentras al más anciano, por las indicaciones de los habitantes del pueblo, estás calado hasta los huesos, pero la venerable edad del hombre te hace que, por unos segundos, te olvides totalmente de que tu ropa está totalmente anegada por la lluvia que parece negarse a parar.

-¿Qué deseas de un pobre anciano, joven?

Ohayo Gozaimashita, Ojii-sama... hincando la rodilla izquierda y con una leve incilnación de cabeza, el samurai mostraba su respeto al viejo, acto seguido se volvía a incorporar para presentarse Mi nombre es Kugawata Bato, nuestro señor nos ha mandado a cazar a esos terribles piratas que os han robado, y vengo a tí, como el venerable del pueblo, para que intercedas por nosotros con el resto, necesitamos tanta información de lo que sucedió como sea posible, además rogaría que hablaras a los aldeanos, para que conozcan cual es nuestra intención, que no es otra que la de ayudar...
A su espalda escuchaba el entrechocar de las armaduras y las cortas afirmaciones, sus acompañantes afirmaban las intenciones que traían y la buena fé que cargaban, terminada la parrafada, sacó de entre sus pertenencias las tablillas con la firma del daimyo que acreditaban sus propias palabras, estiraba ambas manos para que el viejo pudiera dar fé.

No intercambió ni una sola palabra con ninguno de ellos, por la mañana no es que sea muy agradable, por regla general, la compañía de Sankas, pero si a eso le añades un futón la lamentable y la incontenible ira que estaba despertando aquellos campesinos en el fondo de su ser...; en definitiva, no era uno de sus mejores días y prefería mantenerse callado y ausente antes de cometer una de sus frecuentes locuras.
 

Cuando se comió el salado tazón de arroz y hubo terminado de hablar Bato-San, asintió con la cabeza e hizo una señal con la mano al resto de los samuráis que no partirían con su compañero.
 

- Arriba, vayamos a presentarle nuestros respetos a nuestros antepasados haber si de esa forma entramos en comunión con esta tierra baldía.
 

Una vez en la puerta se intentó guiar entre el discurrir de la gente para encontrar el neurálgico de la aldea donde entendía que se debían arremolinar las gentes en el mercado.
 

Costas de la Mantis. Hora del Sol.

El anciano coge la tablilla con reverencia y se la acerca mucho a la cara, posiblemente por una visión pobre. Cuando parece estar satisfecho, te mira a los ojos y comienza a asomar una tímida sonrisa en su cara.

-Sí. El ataque, nos quitó nuestra más preciada posesión, las perlas que obtenemos de las ostras de nuestros fondos marinos y que pertenecen al Emperador. Ahora, la suerte de nuestra aldea está condenada. -dice con tristeza. -Si podéis ayudarnos, os estaríamos muy agradecidos. Veré si puedo interceder por vosotros, nobles samuráis. En cualquier caso, quizás queráis hablar con la señora de estas tierras.

Costas de la Mantis. Hora del Sol.

Cuando abrís la puerta de la calle, la lluvía sigue cayendo con fuerza. La calle, apenas iluminada, casi está transformada en un pequeño riachuelo, que bullicioso corre hasta el mar. Apenas veis gente por las calles y los que véis, a menudo, corren para mojarse lo menos posible.

Os dirigís hacía lo que parece la plaza mayor del pueblo, ahora desierta. Desde algunas ventanas, curiosos os miran sin pudor. Miran a los foráneos como nosotros. La sensación de verse observado no es de tu agrado. Cuando miras con ira en tus ojos a las personas que están en las ventanas, estas corren en seguida hacia la seguridad del interior de su casa, escondiéndose de tu posible furia.

- ¿Cuanto tiempo mas vas a probar mi paciencia, sagrado OSANO?.- El Mantis perdía las maneras a cada paso que daba enfundado en su empapada armadura. 

- Dispersarse y buscar por doquier, no llegeís a la violencía pero utilizar toda vuestra habilidad en sacarle a estos chacales la más insignificante  información sobre los piratas que saqueron estas tierras...- No sólo la paciencía es lo que estaba perdiendo Yojiro, harto de no entender la actitud de los campesinos. Yojiro camino hacía lo que parecía un pequeño habitaculo lleno de velas. Allí refugiandose de la lluvía habló con sus antepasados...

Costas de la Mantis. Hora del Sol.

Poco después de que te hayas puesto a rezar a tus ancestros, en la más absoluta soledad, algunos de tus compañeros vuelven hasta donde estás.

Algunos moquean y alguno incluso estornuda. Pero todos te dan una información parecida. Al parecer hace ya un tiempo que vienen sufriendo ataques periódicos de los piratas. Lo que más temen es por su vida, ya que las pertenencias que tienen son de poco valor y cada vez hay menos donde robar, lo que hace que los piratas pierdan más la paciencia. Todos parecen disgustados ante la aparente indiferencia de la señora de las tierras, ausente en su castillo de la montaña.

Bato se alegró por un momento, parecía que al final los aldeanos entrarían en razón y empezarían a ayudar... y estaba seguro de que a partir de hoy los tratarían mejor.

Domo Arigato Ojii-sama, iremos a visitar a la señora de estas tierras, nos podríais indicar como encontrarla, y tened por seguro que recuperaremos esas perlas...

Esperó a que el viejo se explicara y luego con una leve inclinación de cabeza se alejó de la casa en la dirección que le habían encomendado, lo cierto era que si eran perlas bien podrían seguir estando en la isla, los campesinos eran muy dados a simular un ataque, entonces se le ocurrió una cosa, primero visitaría el cementerio, solamente quería echar un vistazo para ver cuantas tumbas nuevas habían, luego continuarían su camino...

Tras analizar detenedimente las palabras de los diferentes samuráis ordena a dos de ellos, uno demásiado joven para haber conocido hembra, de nombre Saimazu, y otro de aspecto agerrido y bonachón, cuyo nombre no lograba recordar; buscar a Bato-san y hacerle reunirse con ellos lo más rápido posible. Esperaremos al abrigo de aquella lona, dijo señalando una especie de quitaguas abierto cerca de lo que parecía ser una tienda de especias cerrada.

- Aquí tendré tiempo para ordenar las ideas.- se dijo mientras se sentaba sobre sus piernas en una desgastada esterilla que recorría la superficie bajo el toldo.

Costas de la Mantis. Hora del Sol.

La lluvia caía copiosa, sin visos de parar. Yojiro esperaba bajo la protección de un pequeño porche, cuando vió a Bato andar con paso decidido.

Con un aspamiento de sus brazos y un par de gritos, que consiguieran atravesar la densa cortina de agua, Bato ve a Yojiro y se acerca a él.

- ¡Aquí Hermano!.- dice levantando la voz sonoramente, modales heredados.

La lluvía empapaba a sus compañeros, pero la motivación de la caminata estaba mas que justificada, unas tierras saqueadas ante la mirada impasible de la administradora de las tierras: ¡Esto huele a quemado!.- no hay que ser muy listo para llegar a esa conclusión.

Acompañado por los otros tres samurais chapoteando y con un paso cauteloso, Bato se dirigía hacia el cementerio, una conocida voz lo sacaba de sus pensamientos y cálculos, se acercó al enorme samurai, entonces despacó a los tres que le acompañaban junto a otro samurai del grupo de Yojiro.

Vosotros cuatro escuchad, os vais a acercar al cementerio, presentad vuestros respestos a los muertos, pero ojead bien todas las tumbas, quiero que me digais cuantas hay recientes o cuantos estan por enterrar... no quiero problemas, cuando lo averigueis volved a la tarberna y esperad ordenes...

Dime Aniki, que has averiguado? Se sacudía el agua como buenamente podía, mientras esperaba...

- Bato-san, existen rumores en el poblado que indican que la señora de estas tierras se encuentra ausente de toda responsabilidad con sus aldeanos e impasible se refugía en su castillo de las montañas ajena al mal que los piratas generan en su aldea, ¿Es lógica esa actitud?.- pregunta de forma retórica al compañero. Creo que deberiamos hacerle una visita a la Dama en su Castillo y presentarle nuestros "respetos".

Lo que más se temía era algo parecido, y cada vez tenía más en mente que los aldeanos eran los que habían robado las perlas, un tesoro tan pequeño era muy fácil de esconder y tambien explicaría el agrio humor de los aldeanos ante la posible ayuda...

Hai, Aniki... pongamonos en camino... Cada vez temo más que esto sea una sucia treta de la aldea para simular el ataque y así quedarse con las perlas...

Ya poniendose en camino bajo la lluvia, llevaba la mano a sus armas para asegurar el recorrido que tendría que hacer con las manos para desenvainar...

Costas de la Mantis. Hora del Sol.

Mientras discutís vuestro siguiente paso, los hombres que había mandado Bato al cementerio regresan, chorreantes. Uno de ellos, autoerigido quizás lider del grupillo se acerca y dice que hay numerosas vasijas de cenizas de facturación nueva y que el horno crematorio ha sido usado hace poco tiempo, por lo que deducís que es factible que haya habido varios muertos, aunque sin ver los cadáveres es complicado. Sin embargo, también sabéis de sobra que todo cadáver debe de ser incinerado cuanto antes por mandato imperial, por lo que las "pruebas" siempre son rápidamente quemadas.

Asiente ante la información que le traen los compañeros, y pone pies en polvorosa, aunque esta estuviese húmeda ante tal chaparrón, hacía la inclinada ladera donde presupone que se encuentra el feudo.

- De confirmarse nuestras especulaciones, la única vía de escape como sabemos es el Mar, no lo tendremos facíl. Así que sólo nos quedan dos posibles opciones. Una sería retener a la señora como rehen, aunque carece de honor nos dará el salvoconduto para salir de la isla o bien fingir ignorancia y reportar la información. Sea como sea sólo podremos actuar cuando nuestras teorias tengas pruebas sólidas, sólo entonces.

Yojiro se agotaba con los ejercicios mentales pero no sólo era un bruto, eso lo había heredado de su madre.

En cierto modo, se alegraba bastante de que hubieran vuelto los cuatro hombres, los iban a necesitar si seguía así el tema, pero no podían perder los papeles...

Con un gesto de cabeza, se puso en camino hacia la morada de la señora de las tierras, empezó a toquetearse el parche mientras caminaban, estaba alterado y la lluvia no le ayudaba en absoluto.