Partida Rol por web

Costas de la Mantis. Hora de la Luna.

Poco después de decidir que una visita a la señora sería lo ideal, preguntáis a un hombrecillo sobre la dirección a tomar y os encamináis en dicha dirección. El viento sigue soplando fuerte y no tiene visos de que la lluvia vaya a parar. Sois conscientes de vuestra juventud y fortaleza, pero esperáis no resfriaros.

La selva comienza a rodear el resbaladizo camino que seguís. Las ramas de las plantas cada vez son más cercanas entre sí, haciendo que casi caminéis por un pasillo vegetal. Pequeños riachuelos se forman por doquier. La capacidad de absorción de la tierra parece haber llegado a su límite y no recoge más agua.

Costas de la Mantis. Hora de Hantei.

Dos horas después de andar caminando por aquella infernal selva, llegáis por fin al inicio de la ascensión por unas escaleras talladas en un farallón que sujeta al castillo. Esta elevación se podía ver desde hace una hora, aproximadamente, pero la orografía del terreno os ha hecho tener que bajar y subir vaguadas, siendo incapaces de tomar un camino recto, teniendo que retroceder a menudo sobre vuestros pasos por la imposibilidad del terreno.

El farallón, cercano a la costa, domina también una gran porción de costa, aunque no puede ver el pueblo del que habéis salido.

La ascensión parece trabajosa. Las paredes que caen a pico, están húmedas, incluso resbaladizas en algunas zonas, al igual que algunos escalones, debidas al verdín y musgos varios que crecen de las mismas.

- ¡Maldita vegetación! Ahggg.- quejándose de forma aireada. Seca el sudor de su frente mientras observa el empinado ascenso que aún queda por recorrer.
 

- Cuidad vuestros pasos, una caída desde esta altura pude ser letal y más si el que cae es el primero ya que este puede hacer que caigan los que le siguen. Paso firme y asegurando la pisada compañeros no queremos quitarle trabajo a la señora que nos espera en lo alto.- ríe sonoramente ante la última bravuconería.
 

- Vamos Bato-san, ya queda menos iremos delante.- susurra únicamente a su amigo para que sólo él pueda oírlo y estas instrucciones no generen confusiones en el grupo. Ya me esta empezando a cansar esta situación, daría todo lo que tengo por que estuviera aquí mi preciosa Risako-chan.- Su mente no podía obviar lo que su corazón bombeaba.

Hai Yojiro, avanzemos con paso seguro, cuidad donde pisais...

Estaba un poco confundido, realmente se accedía por aquí hasta las tierras de la señora?? eran los aldeanos tan atrevidos como para darles ese camino??? aqui empezaba a haber un serio problema, y se estaba sintiendo tratado como un niño, y ya no era un niño, era un samurai, estaba claro que algunos aldeanos habían olvidado su casta y esto no iba a quedar así... solo esperaba que sus palabras con el viejo hubieran tenido el efecto apropiado, a la vuelta si no eran tratados adecuadamente  habrían consecuencias...

Costas de la Mantis. Hora de Hantei.

Por fin llegáis a lo alto del farallón que se eleva por encima de la selva. La superficie superior es prácticamente llana y, si bien es escasa en cuanto a espacio, es lo suficientemente amplia para dar cabida a un nada desdeñable castillo. Os acercáis a la puerta, que se abre incluso antes de que llaméis. Una vez dentro y a cubierto, un hombrecillo, sin dirigiros la palabra os hace seguirle.

El calor del hogar es reconfortante y os hace olvidaros, aunque sea por un momento, de las penurias vividas hasta el momento.

Pocos minutos después de haber entrado, sois llevados hasta un salón amplio, aunque totalmente vacío, decorado de forma lujosa. Aunque tampoco es para tanto. La capital está mucho mejor adornada. No obstante, os resulta interesante el lujo que orna las paredes para un castillo tan lejano de todo.

Al poco de entrar en la habitación y cuando el hombrecillo parecía listo para marcharse, aparece una bella mujer con un largo kimono acompañado de dos guardias. La mujer toma sitio en el asiento de honor, mientras los guardias se posicionan a ambos lados del mismo. Dos escaleras y un par de metros os separan de ellos. El hombrecillo, lejos de irse, como parecía a primera vista su intención se queda cercano a la puerta, esperando, presumiblemente, órdenes de la señora si estas se diesen.

La mujer no dice palabra. Quizás esperando a que seías vosotros quienes empiecen.

- Sin alzar la mirada en demasía el buen samurai avanza si es invitado cortesmente, y una vez llega ante el anfitrión, se postra en el suelo apoyando su cabeza en el tatami....- perfectamente recordaba el bueno de Yojiro las instrucciones de cortesía que su sensei le había enseyado. Y así lo hizo, postro su cuerpo encogiendolo solemnemente y apoyó su cabeza en el suelo.- Yo soy un samurái y si en esta maldita aldea nadie conoces modales no es motivo para no utilizar los mios, por eso pertenecemos a diferente Castas...- se decía así mismo para justificarse la acción, y fortalecer su autoestima.

Esperó a que tomara palabra la hermona señora, y esta última apreciación no era cortesía, era una realidad, hermosa era quedarse corto.

Aunque en todo momento no pierde detalle para que nada se le escape de su percepción...

Bato no sale de su asombro cuando vé tanto lujo, una ojeada a sus compañeros le hace convencerse de que no es el único que piensa así, aunque decide calmarse... así que observa a la señora, luego al hombrecillo y nuevamente a la señora.

No nos ofrecerás té señora??? Mis hombres estan cansados y mojados, apenas llegamos ayer al anochecer a vuestras costas, con la misión de nuestro Damyo de acabar con los ataques piratas...

En ese momento se sienta en el desnudo suelo sacando la katana y la saya del obi para dejarlo a su derecha... Mi nombre es Kugawata Bato...

Costas de la Mantis. Hora de Hantei.

La señora mira con furia a Bato por su atrevimiento, pero enseguida endulza su faz de nuevo.

Por supuesto. Se gira y le dice al sirviente de la puerta, que os ha abierto la puerta. Traednos té de jazmín. Bien caliente. Estos hombres necesitan recuperar el calor. Traed también ropa limpia.

El sirviente se inclina y sale raudo a cumplir con sus obligaciones.

Ante la respuesta positiva de la señora, el resto de samuráis de vuestro grupo se sientan alrededor de Bato.

La señora os mira largamente durante un buen rato sin decir nada. Vosotros os manténeis en silencio. Los guardias parecen algo más relajados, aunque no os quitan ojo de encima. Por fin, el silencio se rompe. Un gran trueno suena en la lejanía, precedido de un fogonazo. Múltiples rayos iluminan la calle, que por lo demás está oscura, y los truenos resuenan aquí y allá. La señora por fin habla.

¿Quiénes sois y que hacéis en mis tierras? Las palabras anteriores de Bato parecen no haber sido oídas. La dama se inclina hacia adelante en su trono, expectante ante vuestras palabras.

Mi señora.- hace una breve pausa mientras se reincorpora.- Desde la misma capital de las Islas nos ha sido encomendada la obligación de detener o, al menos intentarlo, la pitaría y abusos que se están produciendo en las costas.- La miraba con atención teniendo presente cada gesto  de la bella dama.
 

Ayudarnos en tal empeño creo que es su deber, lo dice su Damyo. Mi nombre es Yoritomo Yojiro y esta es nuestra causa, mi señora.- intentó camuflar sus sospechas con un aire de solemnidad. 
 

Bato afirma las palabras de su compañero, y para hacerlo aún más creible, una vez más saca las tablillas de la manga de su kimono para tenderlas hacia la señora, desde luego no las daría en mano... miro hacia los lados esperando que el sirviente hiciera el trabajo correcto y en cuanto se deshizo de las tablillas se dedicó por entero al té, mirando distraidamente a los guardias y a la señora de la casa...

Costas de la Mantis. Hora de Hantei.

La dama lee detenidamente las tablillas que le acaban de ser entregadas. Se toma un tiempo que os parece eterno. Lee con calma las indicaciones, con cierto interés. Por fin, cuando os da la impresión que ha leído las tablillas no menos de dos veces, dice:

Entiendo vuestra misión y entiendo que deberé poner ciertos medios de mi parte para ayudarles en su causa, pero por lo demás ¿en qué les puedo ayudar yo?

- Pues con todos mis respetos, permitame hablarle con franqueza.- Yojiro esperó unos segundos para atisbar alguna muestra permisiva en el rostro de la hermosa Mantis; hablaría de todas formas, pero no quería parecer descortes, no era su estilo sin razones.- es usted la señora de estas tierras y responsable de lo que aquí pasa, en primer lugar, no la veo muy afectada por los últimos incidentes que se han estado aconteciendo en sus costas y tampoco compruebo que haya tomado cartas en el asunto para remediarlo...- ahora sí endureció el semblante a causa de la intensidad de la conversación.- Estamos aquí.- continuó.- para buscar respuestas enviados por el mismísimo Damyo yoritomo y si usted no las tiene, me pregunto el porqué...

Dejo que se explicara de la crudeza de sus palabras, era momento de saber...

Costas de la Mantis. Hora de Hantei.

Los ojos de la mujer refulgen como rayos, pero la voz que sale de su boca es dulce, aunque cargada de amenaza.

No sé quién os enseño modales, pero como no controléis vuestra lengua, la perderéis. ¿Me habéis oído, samurái?

Su voz se relaja un poco y continúa. El tono de su voz os recuerda a un mar plácido. El tono de sus ojos se va relajando.

Yo cumplo mis obligaciones con mi Clan. Hay varias aldeas por los alrededores y no cuento con suficientes hombres como para guardarlas todas. ¿Acaso queréis ofreceros para ayudarme con ello?

El tuerto se empezaba a cansar de la mujer, y así lo hizo notar poniendose nuevamente en pie... Muy bien señora, vuestro deber con vuestro clan, es entre otras cosas asegurar que los tributos llegan al emperador, y os han robado las perlas que le pertenecen, entonces, teneis algo que contar sobre el último ataque que ha sucedido en vuestras tierras, o seguireis evadiendo la situación?? Estamos aqui para dar caza a los responsables, sean quienes sean...

No parecía que fueran a obtener mucha más ayuda de la señora de las tierras, así que terminado el té se levanta... Sería muy de agradecer, que un barco vuestro nos llevara de vuelta al pueblo, el ascenso a pie es dificil y mis hombres estan cansados...

Dando así por terminada la conversación, y con más dudas sobre la lealtad de la señora, se dispone a salir de la casa, buscando al sirviente con los ojos.

- Ciertamente, le tengo cariño a esta lengua, mi señora, quizás sea por el simple hecho de que sólo tengo una. No obstante, usted responde a las preguntas con otras preguntas, y por mis antepasados que no hemos llegado hasta aquí para sólo escuchar evasivas.- hace una breve pausa y continua.- en estos precisos momento una paloma mensajera vuela hacía la capital informando de las amables formas con las que se nos estan tratando en esta isla y del empeño por colaborar de sus mandatarios, seguro que si algo nos ocurriese aquí no tardarían en encontrar culpables dentro de estas Costas. Por favor, solo pido su colaboración, le rogaría que hiciera algo de memoria y nos indicase cualquier información que nos pueda servir de ayuda; recuerde que nosotros venimos a ayudar...

Escucha las ásperas palabras de Bato y entiende que la situación esta tensandose demasiado.- Ojalá recapacite y muestre interes en nuestro empeño, es una pena que una joven Dama tan bella como esta acabe con su barriga abierta.