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Aventuras en la Tierra Media (Soporte)

2946 Aleros del Bosque Negro

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28/04/2022, 08:54
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Un puñado de aventureros coincidió en la Villa se hallaba en la Puebla del Bosque, pequeña, pero orgullosa población que se encuentra ya en los aledaños del otrora Bosque Verde, ahora tocado por la Sombra del Nigromante. Aquel que, según dicen, fue expulsado de su colina oscura.

Uno de ellos, un erudito de Nueva Ciudad del lago, había llegado hasta aquí acompañando a un comerciante, Wulf, que había llegado para instalar un pequeño emporio comercial con cierto éxito. Gracias a la influencia de su amigo Balder consiguió por fin realizar su sueño de visitar lugares maravillosos allende el Bosque. Durante días contempló la belleza de la Lámpara del Salón, sobre la que recopiló multitud de historias. El poblado mismo fue fundado, al parecer, por la gente de Balthi, a la que acompañaban los hombres, y que trajo consigo la luz para hacer frente a la hostil oscuridad. Para algunos, gracias a su ingenio y habilidad, había conseguido hacerse con un objeto élfico de inigualable valor. Para otros, había sido un obsequio entregado a Balthi en virtud de su valentía y honor al participar en los enfrentamientos contra los trasgos en otra época, cuando el manto verde todavía era transitable, cuando enanos, elfos y hombres todavía podían caminar seguros por estas tierras ásperas que ahora estaban pobladas de toda clase de amenazas.

No obstante, la situación había mejorado con la Unión de los pueblos libres frente a la sempiterna amenaza de Smaug y las hordas de trasgos y orcos de las montañas abatidas cinco años atrás. Al menos eso pensaba el fiel amigo de Grimbeorn, Merovech. Ambos conversaban junto a un árbol, a unos pasos del jolgorio general y el ajetreado bullicio del mercado. Las fiestas de primavera marcaban en Puebla el inicio de la temporada, el primer encuentro entre las gentes de los alrededores después del invierno, y era celebrada con alegría por todos los habitantes.  También le dijo que la exploradora Banna andaba buscando gente para una expedición a la Nueva Ciudad del lago, sabedor de que Grimbeorn, el taciturno, siempre estaba deseoso de llevar sus huesos por los caminos hasta nuevos territorios.

Por último, un peculiar enano que había salido de Erebor hace un tiempo, Rebus Petrormenta, estaba apostado junto al gran Salón bebiendo una sabrosa cerveza especiada manufacturada en aquellas tierras. Aunque no podía emular a las de su hogar, le resultó grata la novedad. Los tiempos parecían mejorar, y quizá ya era hora para él, como le había recomendado antes de marchar su amigo, Hár el masón, regresar al territorio del Este a resolver los asuntos de casa. Por una feliz coincidencia, había escuchado que una mujer buscaba brazos y piernas fuertes para un viaje a Esgaroth, así que se decidió a incorporarse a la expedición, conocedor de los caminos, pero también de los riesgos del trayecto, por lo que pensó que resultaría de ayuda a los viajeros.

Y así, aquella tarde festiva en los lindes del Bosque Negro, se formó la Compañía.

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28/04/2022, 19:04
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El viaje transcurrió en un ambiente pesimista. Las lluvias de abril parecieron descargar sus últimas lluvias sobre la Compañía, los abrigos no evitaban las frías noches, sombras escurridizas parecían acechar por los alrededores de los campamentos. Una de aquellas neblinosas mañanas en las proximidades del Bosque llegaron de atisbar a una compañía élfica. Vislumbraron a lo lejos un grupo que parecía moverse como la propia niebla, flotando entre los prados largos, como llevados por alguna fuerza desconocida. Comprendieron que los elfos inmortales marchaban al Oeste, que abandonaban el mundo, y el peso de los años, del tiempo que todo lo corrompe les infundió una infinita tristeza que ya no les abandonaría durante el resto del camino. No sin grandes penalidades llegaron a la puerta del camino del Bosque, un sendero que no era, ni mucho menos, completamente seguro, como todos sabían, pues en su interior los peligros acechaban en los lugares más inesperados. Y así fue, en efecto, como ocurrió. Pues no mucho después de penetrar en el interior de las sombras, a la búsqueda de un lugar donde guarecerse de los sonidos antinaturales y las criaturas quitinosas que parecían envolverles durante el trayecto, se asentaron en un puesto seguro en apariencia. Sin embargo, la roca que los acogía pronto comenzó a agitarse y la terrible visión de una gigantesca araña de largos y repugnantes pelos, de bulbosa espalda repleta de pústulas escondidas en la tierra, de patas espinosas y raquíticas, se presentó a su vista, por lo que no tuvieron otra opción que abandonar aquél emplazamiento a toda prisa, dejando parte de sus enseres tras ellos.

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01/05/2022, 12:38
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Ya adentrados en el Bosque, la Compañía llegó a escuchar una voces pidiendo ayuda. Tras una inmensa cabeza humana, hacía tiempo caída y conquistada por la floresta, un grupo de tres enanos resistía a malas penas el ataque de cuatro trasgos. Gracias a su intervención consiguieron vencer a esas criaturas y salvarlos. Agradecidos, los enanos se ofrecieron a compartir un cerdo que habían encontrado por los alrededores, justo antes del ataque. Aquella noche celebraron un gran banquete bajo la mirada de aquella enorme estatua erosionada por el tiempo. Al día siguiente, sin embargo, un pequeño contingente de hombres se les acercó amenazadoramente, lanzando improperios y algunos gritos de desesperación. Los llevaron a un pequeño poblado fortificado que había a apenas una milla, ligeramente internado en el bosque, más allá del camino. Allí fueron presentados ante la líder local: Gailavira. Les dijo que se hallaban en Fuerte Serbal, un puñado de casas que sobrevivía en la zona gracias a un frágil acuerdo con una criatura perversa, un lobo-huargo al que le entregaban mensualmente una ofrenda. En este caso se trataba del cerdo que los enanos se habían encontrado. Gailavira presagiaba la venganza de ese monstruo, y en efecto no se hizo esperar, pues a poco tardar escucharon unos aullidos próximos. Después de una breve algarabía exterior, la puerta del salón se abrió de golpe y desde el exterior vieron a un imnenso lobo acompañado de otros trasgos —hermanos de los que habían vencido el día anterior que, a buen seguro, venían a llevarse el cerdo que los enanos se cobraron— que se acercaba con los ojos negros de maléfico azabache y la boca carmesí.