Partida Rol por web

El trayecto hasta Herve de Sieyes es corto, aunque es difícil concretar la distancia cuando pasas más tiempo girando por estrechos pasajes que avanzando en línea recta. Durante el viaje atravesáis una nube de humo gris con un apestoso aroma a carne quemada, aunque unos metros más adelante pasáis frente a una boulangerie típica francesa de la que sale un apetitoso aroma a mantequilla horneada. - ¡Croissants! - Os viene rápidamente a la cabeza. Pequeños restaurantes con carteles anunciando especialidades francesas como andouillettes, tartiflettes y choucruts (diferente de la especialidad alemana) os alertan que todavía permanecéis en la Concesión Francesa.

La calle Herve de Sieyes no es más que un pasaje estrecho al que da la parte trasera de diferentes viviendas y negocios. No está empedrada, y el suelo es una mezcla de tierra humedecida por quién sabe qué líquidos. Las paredes tienen la pintura desconchada y los marcos de madera de las ventanas tienen manchas oscuras desconchadas. Es una calle corta, quizá unos cincuenta metros, y en mitad de la noche es un lugar ideal para pasar desapercibido como una sombra furtiva más. Algunas ventanas dejan intuir miradas curiosas detrás de las cortinas, y al otro extremo de la calle, tres tipos con trajes de tweed oscuros y sombrero fuman mientras advierten vuestra presencia tras un rickshaw abandonado y destrozado. No se mueven del sitio y parecen reanudar la conversación.

El lugar donde hallaron el cuerpo está indicado por la acumulación de huellas en torno al sitio, aunque visualmente no parece haber nada más. Los dos jóvenes taxistas han decidido esperar en la calle de al lado, pues sus respectivos rickshaws no caben por el callejón y no quieren dejarlos abandonados en ningún lugar.

Miro a mi alrededor con curiosidad. La ciudad, aunque ya no me era desconocida en sus costumbres más comunes, seguía causándome asombro en su variedad de gentes y calles.

Donde nos hallábamos ahora seguía siendo parte de la concesión francesa, así que no difería mucho del lugar del que proveníamos.

Observé la calle, buscando el lugar donde había aparecido el cadáver de Tang*. Después podríamos probar a hablar con alguno de los comerciantes con mucho tiento, porque aunque seguro que sabían qué había pasado, no estarían dispuestos a contarlo al primero que se lo preguntase.

-Parece que podremos averiguar muchas cosas por aquí -comenté a mis amigos-. Seguro que mucha de esta gente sabe qué ocurrió con nuestro difunto amigo. Busquemos pistas y declaraciones, si es que alguien quiere decirnos algo.

Eres muy minucioso con los detalles, por lo que no se te escapa que el lugar donde fue hallado el cuerpo es un lugar apropiado donde esconderse. Las pisadas que dejó "Gordito" Tang en el callejón son bien claras, y su separación indican que corría, - O huia - dices para ti mismo. Las pisadas conducen hasta el lugar donde fue encontrado y donde se confunden con el maremágnum de pisadas policiales, que accedieron por el otro lado de la calle, permitiendo entonces que hayas podido seguir el rastro. Algo que te llama poderosamente la atención es que no hay otra pisada o rastro que siga a las de la víctima. Si alguien le hizo aquello que le llevó a la muerte, no fue cuerpo a cuerpo, sino a cierta distancia. Por lo demás, no percibes nada más en aquel lugar.

- Señores... Sta. Krilov... Creo que estamos llamando la atención. - Dice la Hermana Godden mientras mira al fondo del callejón, donde los tres tipos son ahora cinco, uno de ellos con un sombrero está delante de los demás y os observa atentamente, tras la cortina de sombra que el ala del sombrero hace que cubra su rostro. Hace un gesto acompañado con un silbido y uno de los tipos, muy delgado y alto, tira una colilla al suelo y sale del callejón.

Al llegar a la zona un escalofrío me recorre la espalda. A pesar de lo vivido hasta ahora tanto en la isla como en aquel lugar, la idea de que un cuerpo muerto ha ocupado aquel lugar hace relativamente poco me pone nerviosa. Hago un gesto de superstición para intentar espantar a los fantasmas del lugar.

- Este lugar es horrible.

Después compruebo que la hermana tiene razón.

- Sí, démonos prisa.

No detectas ningún rastro ni marca en el lugar. La experiencia con las Ciencias ocultas te ha enseñado que hasta el lugar más insospechado puede ser utilizado como lugar de poder o servir de culto para ciertos propósitos, pero en este callejón la única maldad que palpas es la humana: codicias, venganzas, sangre y muerte. Sin embargo, no se te pasa por alto la cara de preocupación del profesor Brush al examinar las huellas. Parece que ha visto algo que no le encaja.

Me dejo arrastrar por el flujo de los eventos y de la voluntad de mis compañeros hasta aquel infame callejón, que parece casi tan lleno o más de peligros como de indicios de crímenes recientes. Es uno más del millón de callejones oscuros y decadentes de aquella enorme ciudad. ¿Alguna vez encontraríamos un cadáver, no sé, en algún sitio más decente, como en un museo? El olor y la oscuridad, junto con las decenas de sombras que aparecen no ayudan en nada a relajarme y yo estresado como que razono poco...

-Ehm... creo que a estas horas igual no es muy buena idea, aunque de noche todos los gatos son pardos, me da que los de aquí son más del ramo de los grandes félidos, no sé si me entienden- me pone nervioso la presencia de aquellos hombres, claramente miembros de algún grupo mafioso del barrio.

A estas alturas de la investigación, y en un lugar tan despreciable como éste, tus sentidos se encuentran algo confundidos y no hallas ningún tipo de peligro amenazante, aunque no sabes si lo crees así debido a tu estado o porque efectivamente, no lo hay.

-Por lo que veo...-añado a las apreciaciones de mis amigos-... el lugar donde fue hallado el cuerpo es un lugar apropiado donde esconderse. Las pisadas que dejó "Gordito" Tang en el callejón son bien claras, y su separación indican que corría... O huía. Las pisadas conducen hasta el lugar donde fue encontrado y donde se confunden con el maremágnum de pisadas policiales, que accedieron por el otro lado de la calle, permitiendo entonces que se pueda seguir el rastro. Algo que me llama poderosamente la atención es que no hay otra pisada o rastro que siga a las de la víctima. Si alguien le hizo aquello que le llevó a la muerte, no fue cuerpo a cuerpo, sino a cierta distancia.

Detuve un poco mi discurso para poder clasificar y encauzar los datos.

-¿Os dáis cuenta? Huía de alguien o algo. Algo que no estaba cerca de él cuando le mató y sorbió sus fluídos... Yo ya no sé cómo tomarme ésto. Irina, ¿percibes tú algo sobrenatural, quizás?

- Chicos... - Susurra Flora Godden, retrocediendo un par de pasos y con la mirada puesta en el fondo del callejón. Tres tipos caminan hacia vosotros y uno de ellos lleva su mano dentro del traje.

-Me parece... que vamos a tener problemas -era obvio, porque parecía que los inminentes visitantes no buscaban precisamente conversación.

-Sin movimientos bruscos, buscad algo con lo que podamos defendernos y atacar llegado el caso. Pero mejor no les demos motivos para ello.-bienvenido sea el diálogo, si lleva hacia el entendimiento y evita la violencia.

Los tres tipos llegan hasta vosotros y se detienen a escasos tres metros. Llevan los trajes impecables, y la única nota discordante son manchas de barro en los zapatos, producidas por la misma tierra húmeda que estáis pisando vosotros mismos. El tipo más cercano y que tiene una mano dentro de la chaqueta la saca lentamente... En ella, un cigarrillo y una caja de cerillas del Loto Negro. Respiráis aliviados durante un instantes, porque cuando vuelve a guardar la caja de cerillas no pasa desapercibido el bulto que tiene a un costado. Un arma.

En medio de la primera bocanada de humo, que asciende formando eses, el tipo habla con su rostro medio cubierto por la sombra del ala de su sombrero: - Occidentales, ¿sí? No lugar pala ustedes. Ploblemas segulo - dice en un tosco inglés -. Segulo entendel. Salgan.

Cuando el tipo terminó la frase, los otros dos tipos ya lucían revólveres en sus manos. Al fondo del callejón, cuatro tipos más esperaban una reacción para volver a sus asuntos o "ayudar" a sus tres compañeros.

El tipo que fuma, vuelve a dar otra calada en silencio, esperando que obedezcáis sus palabras sin rechistar.

Niego con la cabeza ante la pregunta del Profesor.

- No... es muy desconcertante. No hay nada de sobrenatural en este lugar.

Me quedo paralizada al ver que los hombres se nos acercan. Sin poder mover el cuerpo por el miedo, la mente trabaja a toda máquina, intentando discernir un plan para salir de allí ilesos, pues no confío en que tan solo siguiendo las instrucciones del que parece ser el cabecilla nos vayamos de allí sin lamentarlo.

Buscas con ansia infundir miedo a esos tipos aprovechando el poder de la superstición en la sociedad china, y lo primero que te viene a la cabeza es el miedo irracional que les causa el número cuatro, así como la vieja creencia del poder de los espejos para robarte el alma.

No había mucho con qué defendernos, y contando con nuestra inferioridad numérica estábamos en clara desventaja.

Ante ello opto por no buscar pelea, ante la falta de reacción de mis amigos. La situación no era para menos.

-Amigos, me alegro de que hablen mi idioma... No buscamos problemas. Más bien nos hemos perdido... Nos iremos ahora mismo.

Mientras decía eso en tono afable, conminé a mis amigos a seguirme. Poco quedaba ya por ver en ese sitio que no hubiésemos visto o captado ya. Y aunque no fuese así, una mafia armada amenazándonos no era el mejor de los motivos para quedarnos.

Eso sí, sus cerillas eran del Loto Negro... me apunté el detalle mentalmente. Quizás tuviésemos que volver a pasarnos por allí.

Los tipos permanecen inmóviles, esperando que abandonéis el lugar. Su actitud es claramente territorial, y quieren mantener "sus calles" lejos de miradas curiosas. Caminando para salir del lugar estáis cuando unas sirenas se escuchan en una calle adyacente, seguido de cierto ajetreo. Detrás vuestra, los tipos vestidos de traje caminan con paso rápido, con clara intención de alejarse de las sirenas.

El sonido de alerta incrementa de potencia a medida que el vehículo que lo porta se acerca hasta que se detiene en las inmediaciones de donde vosotros os encontráis. En este punto, se escucha cierto tumulto de gente y se palpa el nerviosismo.

- ¿Qué ocurre? - Digo mirando en todas direcciones para ver si detecto la dirección de la que viene el tumulto. - ¿La policía?

En realidad, lo que me extrañaba no era escuchar ruido de sirenas, si no lo que parecía ser gente armando escándalo.

¿Seguían al coche?

-No lo sé -respondo a Irina, preocupado. Me daba la sensación de que de algún modo nos estaban rodeando, y no era algo agradable. Sea como fuere, era mejor irse sin vacilar.

-Nos vamos, nos vamos -extendí las manos en tono conciliador, mostrando un gesto pacífico que calmase a quienes no pudieran entenderme, y retrocedí sin dar la espalda a quienes nos miraban armados.

-Vigilad hacia donde vamos, yo no les quitaré el ojo a estos.. ¡pero vámonos ya! -dije a mis amigos.

Salís apresuradamente del callejón, donde al girar la esquina veis al fondo a los dos jóvenes taxistas sentados sobre sus rickshaws y fumando, divertidos, mientras observan el tumulto montado un poco más alante, en la entrada a otro callejón del barrio.Allí, dos coches de policía V8 Muscle de la Concesión Francesa se encuentran cerrando el callejón del que sacan muchos vagabundos que allí dormitaban. Además, mucha gente de las calles principales de alrededor se ha acercado a ver qué ocurre.

Algunos policías, porra en mano, golpean a algunos mendigos a los que les cuesta abandonar el callejón, ya sea por una cojera, tullidos o estado de embriaguez.

- Muerto. Muerto. Avisado policía. - Dice uno de los chavales señalando al lugar.

Volvéis a fijar la vista en el tumulto y veis al Inspector Delmont, fumando y dando instrucciones a los suyos. A unos metros, hay una anciana con la cara llena de arrugas propias de la vejez, sus ropas rotas y sucias, el pelo cubierto con un trapo de color grisáceo y lo más llamativo de todo, a su espalda lleva cargado un cuerpo. Un cuerpo reseco.

Algunos policías le gritan palabras en chino, pero la anciana se comporta confundida, propio de quien lleva toda la vida mendigando las calles.

Delmont tira la colilla e inmediatamente después se coloca otro cigarrillo en la boca.

Atrás, los tipos armados que os cerraron el paso en el callejón han desaparecido.

Me acerco entre la multitud, aliviado porque no somos ya el foco de atención de nada. Nuestros amenazantes enemigos se habían esfumado, y además ahora teníamos una desgraciada víctima reciente que ocupó totalmente mi curiosidad.

Confieso que procuré fijarme mucho* en ella y en lo que portaba, sobre todo, que era similar al cadáver que vimos en foto de Gordito Tang, y al de Emil. 

Quizás la anciana recogió ese cuerpo cerca de aquí. Me fijé en sus zapatos, por si nos daban pistas de la zona en la que provenía. Miré su ropa, y el cuerpo chupado que portaba. 

Todo ello procurando no ser reconocido por el inspector Delmont, al menos por ahora, para poder fijarme a mis anchas. Ya le hablaría más tarde.