Partida Rol por web

Me alegra y tranquiliza a partes iguales reencontrarme con Leroy y Flora, aunque la situación no dé para saludos efusivos ni lindezas. Estaban ellos espiando también la escena, e Irina y yo nos incorporamos a tiempo de ver lo extraño de lo que allí ocurría.

Apenas respirando centro mi vista en los curiosos protagonistas de ese raro intercambio, reconociendo a nuestro "amigo" huidizo, el japonés inexpugnable. Y eso que le dieron... Un espejo.

Si los ojos hubiesen sido el reflejo real de mi alma, brotarían chispas de ellos al verlo. 

Seguro que es el espejo que Emil escondía y le fue robado... ¡El espejo tras el que andamos!

No podía decirlo, pero sí clavé los codos en quienes tenía más cerca, que sin duda también se habrían fijado.

Somos cuatro contra dos.. O uno, si esperamos a que el otro se largue. Tras una entrega tan secreta dudo que se demore en marchar. Sin duda mayoría... podríamos arrebatárselo.

Mi codicia me impedía pensar en si el japonés sabría defenderse o tendría armas. Sólo pensaba en arrebatarle aquel objeto tan peligroso. 

No pasan más que unos instantes hasta que la primera silueta se marcha por la esquina que continúa por la izquierda, mientras que el tipo japonés se queda observando el espejo, acariciando su manufactura bajo la tenue luz de las lamparillas de gas.

Ahora sí... ¡cuatro a uno! Dfícilmente íbamos a tener mejor oportunidad para arrebatarle el espejo. 

Por gestos indiqué a mis callados compañeros que lo asaltásemos en silencio. Leroy, más fornido, podría sorprenderlo por la espalda y taparle la boca.

Flora e Irina encargarse de arrebatarle el espejo sin que se rompiese. Y yo busqué algo con qué amordazarlo o atarlo, quitándome el cinturón de mis propios pantalones para inmovilizarlo, y mi pañuelo para colocárselo en la boca tras el asalto, asegurándonos de que no gritaría ni saldría corriendo.

El japonés envuelve con cuidado el espejo en con una pieza de seda roja, para protegerlo de las inclemencias y miradas de extraños.

Casi me da un infarto cuando el profesor e Irina aparecen de la nada, por detrás nuestro.

-Muy oportunos...- les susurro mientras les señalo hacia el intercambio que llevamos observando desde hace escasos minutos. Claramente el espejo está ahí, tanto da si tiene poder propio o si simplemente es codicia humana, no debe caer en manos de esos monos amarillos. Eso supone evitar que se vaya de rositas con el puñetero objeto. Con un intercambio de miradas, Ezekiel y yo nos entendemos y me toca hacer el papel del musculoso (bueno, viendo lo presente, no me extraña que me toque a mí...), así que, lo más ágil y rápidamente posible me lanzo contra el japonés. Trato de rodearle el cuello, fuertemente, con uno de mis brazos, para cortarle la respiración y que se quede quieto y taparle la boca con la mano libre para que no grite como un poseso.

Leroy se mueve en el callejón como un felino, cubriendo los metros que lo separan del japonés en tan sólo unos pocos segundos. El tipo japonés está desprevenido, buscando un bolsillo para su botín, cuando el arqueólogo le rodea el cuello con el brazo y le tapa la boca. La maniobra le fuerza el cuello, pero el tipo resiste, abriendo los ojos y extendiendo los brazos buscando un tipo de ayuda que no existe en ese momento. El pequeño pañuelo de seda roja cae al suelo, sobre un charco que se está formando, y el espejo queda descubierto en la mano de su poseedor.

Un brillo fugaz cruza el callejón proveniente del espejo. Ante el asombro de todos, incluido el japonés, la reflectante superficie del mismo comienza a mostrar patrones de extraños colores, deslizándose como con vida propia. Mostrando recuerdos confusos de un sueño onírico. A continuación, una especie de forma invisible emana del mismo, sólo visible mediante el moldeado que hacen las gotas de lluvia al chocar contra ese "algo". Va acompañado de una repugnante risa macabra. Numerosos apéndices semitransparentes ondean en el aire, sobre el espejo, a la vez que la risa se va haciendo poco a poco más insoportable.

Uno de los tentáculos desciende y choca contra uno de los hombros de Leroy Currie, como expresando el deseo del japonés que empuña el espejo, y en un par de segundos, un hilo de sangre empieza a emanar del mismo y a "colorear" y dar forma al terrible ser. Se trata de una masa provista de fauces y apéndices tentaculares con más fauces aún. Un infernal ser producto de las más retorcidas pesadillas. Ahora que es visible gracias a la sangre del arqueólogo, es como una nube oscura sobre vosotros que agita sus brazos buscando alimento.

El japonés, por su parte queda paralizado por la visión del monstruoso ser que ha salido del espejo que empuña, y torpemente, con su otra mano, palpa sus bolsillos buscando algo para defenderse.

Flora despide un grito de horror, pero una mano amiga, la de Irina sobre su hombro, la trae de vuelta al pequeño terreno de cordura que os queda.

El ser que baila de manera macabra en el aire, sobre vuestras cabezas y bajo la lluvia, es un ser sobre el que has leído alguna referencia. Es posible que en un momento de tranquilidad consigas hacer memoria.

- ¡Leroy!

En un momento como ese, las formalidades no valían nada y lo único importante es que aquel hombre con el que había vivido y sobrevivido a tantas cosas estaba siendo herido por una aberración.

Otra vez no.

La situación me recordaba demasiado a la isla. En aquella ocasión había bastado con destruir aquel libro, pero... ¿y ahora? Por mi cabeza se me pasó la imagen de mí misma destruyendo aquel espejo al mismo tiempo que junto a Flora me acercaba al japonés con intención de quitárselo.

La situación se desbordaba de nuevo, retrotrayéndome a horrores ya vividos, y deseando sobrevivirlos de igual modo. En la isla habíamos tenido la suerte de nuestro lado, y ahora intenté que la terrible visión de la criatura no fuese determinante para asustarme.

Mis miedos no siempre dependen de mí mismo, pero mi pragmatismo a veces me asombra. Dejando de lado la asquerosidad tentacular que surgía del espejo por el que tantas vueltas habíamos dado, intenté ver en ella algún punto débil, algo a lo que pudiésemos atacar. Quizás algunos ojos, quizás romper el espejo... Con el libro algo así había tenido éxito.

-¡No dejéis que os atrape, buscadle los ojos... o intentemos romper el espejo de una vez! -dije a mis amigos.

La horrible visión deja a la charlatana paralizada, contemplando más allá de los límites de su imaginación, desbordada por los acontecimientos que tienen lugar sobre su cabeza. Los gritos de Leroy apremiándole suenan lejanos, como quien habla desde la otra punta de una gran mansión. Escucha, además, su nombre a escasos centímetros, pero le es imposible reaccionar. Las cadenas del miedo la tienen bien sujeta.

- ¡Irina! - Repite su compañera Flora, sujetándola con ambas manos de los hombros y zarandeándola un poco. - ¡Irina, vuelve!

Irina Krilov vuelve a recuperar su mirada rebosante de suspicacia e inteligencia, y de un rápido pero efectivo movimiento, arrebata el espejo de sus manos al japonés, que está luchando por escaparse de la presa en que Leroy le tiene inmovilizado.

Cuando sujetas con firmeza el espejo, notas un cosquilleo que te recorre el cuerpo, y una serie de ideas o conceptos abstractos que comienzan a bailar en tu cabeza, agrupándose y formando pensamientos con sentido que eres capaz de entender.

Sientes como si el espejo fuese una gran cadena que te comunica con un punto lejano más allá del tiempo y el espacio, una gran cadena de la que tiras para que el otro extremo obedezca. En el otro extremo se encuentra la voluminosa criatura, que por un momento crees que te mira y escucha.

La criatura agita sus zarcillos en el aire, y como sacudida por un rayo, se agita y cambia sutilmente de posición. Ahora, las garras que se encuentran al final de sus apéndices bajan rápidamente y sin piedad contra el japonés, que le abren sangrientas heridas por todo el cuerpo. Podéis ver la sangre subir por el interior del ahora translúcido cuerpo del monstruoso ser, e ir tornándose más nítido poco a poco.